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Capítulo Cinco: Tranquilidad.

Kita entró a la preparatoria con la cabeza en alto, dando porte a su personalidad dura, era lunes. Había faltado lamentablemente una semana entera a clases por un fuerte resfriado por culpa de Mika la cuál también había enfermado, rieron por teléfono cuando se enteraron.

Estaba relajado, hacía oídos sordos a los comentarios de la gente. Caminó al gimnasio dónde probablemente estarían todos, una vez entró todos dejaron de hacer lo que hacían, estaba acostumbrado a que todos lo vieran como si fueran soldados.

— Atsumu, Osamu, Suna. —Llamó con su voz ronca, seguía algo enfermo así que llevaba una mascarilla cubriendo su boca. Una vez los nombrados se le acercaron se inclinó frente a ellos. — Lo lamento por las molestias que les causé, fue mi culpa por no haberles dicho la verdad y me enojé irracionalmente. Estoy enamorado de Aran, por favor ayúdenme. —Susurró, al no oír nada de los otros tres se enderezó, éstos lo abrazaron de golpe, los Miya llorando en su cuerpo.

— ¡Yo lo siento, Kita San! —Gritó Atsumu mientras lloraba como niño pequeño. — No debí haber dicho nada, no debí haberme entrometido, merecía ese castigo y más. —Abrazó a Kita por la cadera mientras caía de rodillas. Osamu lo abrazaba por el cuello.

— No fue nuestra intención hacerte enojar y llorar, de verdad lo sentimos demasiado. Kita San, por favor no dejes de ser nuestro amigo.

— Perdón, por todo. —Murmuró Suna alejándose poco después, Kita con una sonrisa que no se veía por la mascarilla acarició el cabello de Osamu y Atsumu.

— Todos cometemos errores, chicos. Está bien, de los errores se aprende y podemos evitarlos en el futuro. Los quiero mucho. —Y con esas últimas palabras provocó una revuelta, los Miya corriendo por todo el gimnasio gritando que Kita les había dicho que los quería.

— ¿Y qué pasó con tu novia? —Suna volteó a ver a Kita.

— Le gustan las mujeres. —Volteó a ver a Suna, éste comenzó a reír y asintió.

Poco después entró Aran al gimnasio, los Miya gritándole que el peliblanco les había dicho que los quería y que se muriera de envidia.

En cuanto Ojiro comenzó a acercarse Suna se fue disimuladamente, Kita lo miró con seriedad.

— Lamento no haber venido, estaba con fiebre.

— Fui a verte, tu abuela me dejó pasar. Te veías fatal, no quise despertarte. —Se burló el moreno, Kita sonrió aún si la mascarilla impedía que se viera, su abuela no le había dicho nada. — Así que... ¿Cómo está tu novia?

— Terminamos... —Respondió como si nada, Aran viéndolo con su ceño fruncido. — Resulta que... Le gustan las mujeres. —Aran abrió su boca para decir algo pero Kita lo interrumpió. — Y a mí los hombres.

Hubo un silencio bastante largo, Kita se alejó una vez llegó el entrenador. No miró a Aran mientras le decía esas palabras así que no sabía que cara puso el otro, se inclinó frente al entrenador pidiendo perdón por su comportamiento en los últimos días que estuvo en el gimnasio. Este le dió suaves palmadas en su espalda mientras que le decía que todo estaba bien, que podía quedarse a ver el entrenamiento por la tarde.

Salió del gimnasio para ir a clases, se sentía tan ligero, parecía imposible que todo lo que vivió haya sido en una semana, pero todo parecía mejorar como siempre, sólo debía hacer las cosas de manera correcta y ordenada.

Se topó con Mika quién también tenía una mascarilla, la chica dando un golpe en su pecho mientras se quejaba de que debió detenerla cuando decidieron ir a la playa y bañarse en ropa interior. Se sentaron juntos en la clase, ambos ayudándose en sus tareas y demás.

Kita sentía como su vida volvía a estar en ese orden que llevaba esos años, cuidaba de si mismo una vez más así como con los demás, era amable con todos y escuchaba sólo lo que quería escuchar, sin miedo a decir las cosas a la cara como siempre lo hizo.

Entró con Mika a el gimnasio, Atsumu se acercó a ellos conectando rápidamente con Mika, ambos hablándo de dónde el y Aran debían casarse.

Resultó ser un entrenamiento divertido, Mika jugó y pudo rematar y hacer buenas recepciones, reían sin parar. Kita sentado en la banca ya que aún le costaba respirar por su resfriado. Miró a Aran quién también lo veía, su corazón se aceleró y sus mejillas tomaron ese color rojo que se le veía adorable.

— Kita, ¿me acompañas a los camerinos? —El mencionado asintió y se levantó para seguir a Aran, sus manos sudando de sólo estar a solas con la persona que amaba.

Una vez entraron Aran cerró la puerta.

— ¿Para que vinimos, Aran? —El mencionado sacó de su casillero su poleron, se lo puso para evitar el frío en su cuerpo ya húmedo por el sudor.

— Quiero hablar con mi mejor amigo, quiero decir. No hablamos desde que por alguna razón los Miya hicieron lo que hicieron, no tuvimos oportunidad. Quiero saber que pasa contigo, Kita. Estoy preocupado. —Aran tomó asiento mientras que veía a Kita, éste pasó saliva y se quitó la mascarilla.

— Bueno, yo reaccioné mal, les pedí perdón a los chicos. Lamento no haberte contado nada de como me sentía, estabas involucrado y sabes como es la preparatoria, si me juntaba contigo podrían decir cosas de ti y yo no... No podría soportar que te digan cosas feas.

— ¿Alguna vez me a importado lo que dice la gente de mí? —Pregunto Aran con un suspiro. — No olvides que soy amigo de los Miya, Kita. Ni siquiera vamos a mencionar de manera extensa mi tono de piel.

— Lo sé y lo siento, no debí alejarme de ti. Perdón. —Se inclinó Kita una vez más, ya sentía sus mejillas ponerse rojas y su voz temblar. — Desde que tengo quince me he sentido atraído por alguien... un hombre, no estoy seguro de ser gay en un cien por ciento pero éste chico me hace feliz y me hace sentir increíble... Debí decírtelo antes.

— ¿Quién es ese alguien, Kita? —Aran se levantó, Kita siguió sus movimientos con la mirada, quedaron frente a frente mientras sus ojos no se despegaban del otro.

— Ojiro Aran. Ese alguien se llama Ojiro Aran. —El mencionado soltó una risa y abrazó a Kita por las caderas, Kita algo confundido correspondió el abrazo pasando sus brazos por debajo de los del otro.

— Me gustas, Kita. Me gustas mucho. —Fueron las palabras que Kita oía en sus sueños, las cuales solía imaginar siendo dichas por la persona que amaba.

Quiso llorar de la felicidad, Aran besó su frente mientras que escondía al peliblanco en su pecho, sus manos en la espalda del otro. Para ambos al fin haber dicho tan duras palabras se sentía increíble, eran felices y estaban tranquilos.

Kita sonrió, después de todo, tuvo que haberlo dicho la primera vez que notó ese amor crecer, debió dejar de engañarse y decir que era solo atracción sexual.

Claro que estaba enamorado de Aran.

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