19; alma
El protagonismo que Beomgyu le había dado a Soobin en su corazón esos últimos días era tan grande que no se había dado cuenta de la ausencia de otra persona importante en su vida. Al menos no hasta que, literalmente, llegó a su puerta.
—¡Taehyun, hola!
La expresión de sorpresa que conservaba Beomgyu se vio suavizada al sentir cómo Taehyun lo sostenía en un abrazo, aunque se sentía mucho más débil que de costumbre.
—Me alegro que estés bien —murmuró el menor, antes de tomar distancia—. Perdón por no escribirte, pensé que querrías tu espacio.
—No, perdóname a mí por no avisarte cuando desperté —dijo Beomgyu, relamiendo sus labios en un esfuerzo por esconder la culpa—. Pasa.
—No será necesario. —Taehyun negó con la cabeza, bajando la mirada hacia sus pies—. Tengo que decirte algo, pero no sé si es el mejor momento...
Beomgyu sintió cómo la tensión ponía rígidos sus hombros. Cualquier iteración del infame "tenemos que hablar" no podía implicar buenas noticias.
—Pasa —insistió, haciéndose a un lado—. Prefiero que me digas ahora.
Por la tarde, iría a la clínica para visitar a Soobin, y no quería distraerse de su objetivo. Aún no se había preparado mentalmente para el momento, no le daba la cabeza para hacerlo, así que quizás las palabras de Taehyun lograrían darle un anclaje de vuelta a la realidad.
Tras cerrar la puerta de entrada y llevar a Taehyun hacia su habitación, considerando la probable privacidad de lo que quería decirle, Beomgyu tomó asiento sobre la cama, instintivamente comenzando a jugar con sus manos. Necesitaba unos segundos antes de escucharlo, pues, como lo demostraba su larguísimo plan para deshacerse de su marca de nacimiento, improvisar no era precisamente lo suyo.
—En el campamento, tenías razón para sentirte raro sobre el chico al que conocí —comenzó Taehyun, acelerando el corazón de Beomgyu desde el inicio—. Supongo que no lo quería admitir, pero... sentí algo diferente.
—Oh... —El mayor sintió un estrujón en el pecho, más por sorpresa que por dolor. Al parecer, su instinto no había estado tan errado al ponerse a la defensiva ese día.
—Sé que fui bastante escéptico sobre la relación que tienes con Soobin. En serio creía que era tonto que piensen que estaban conectados o algo así, porque parecía solo una excusa para querer estar juntos. —Soltó una risilla sarcástica—. Pero ahora sé exactamente lo que querían decir. Ya lo pude sentir.
A Beomgyu también le fue inevitable sonreír por un breve momento, bajando la mirada hacia sus inquietas manos. Era una sensación agridulce, la de saber que Taehyun había encontrado a alguien que lo hacía sentir como su predestinado.
—Eso quiere decir que-
—Que sé que quieres estar con Soobin —dijo Taehyun, directo—. No sé qué maldición te lo impedía, pero estoy seguro de que no me equivoco. ¿O sí?
—Pues... —Beomgyu se tomó unos segundos para pensar en lo que quería decir, antes de subir la mirada de nuevo—. ¿Es porque tú quieres estar con el forastero rubio del bosque?
Negando con la cabeza, Taehyun rió en un inicio, evadiendo la respuesta tal como lo había hecho Beomgyu. Igual, no tardó mucho en cambiar su disposición, comenzando a sonrojarse al asentir.
—Quizás... —murmuró, rehuyendo la mirada—. No sé qué me pasó cuando estuve en el lago, pero me vi con cola de sirena, ¿puedes creerlo?
—¿Huh? ¿No que odiabas los cuerpos de agua profundos? —Beomgyu alzó una ceja, sin ocultar su sonrisa ante lo tímido que lucía Taehyun—. Tú que no creías en los predestinados ni en las criaturas mágicas ni en sirenas...
—Ya sé, el destino puede ser muy graciosito —bufó, con una minúscula sonrisa—. Perdón por haber sido tan necio y aferrarme a ti aunque fuese obvio que ustedes tenían algo que no podía explicar con lógica.
Volver al tema de su propia vida tensó a Beomgyu. A pesar de que confiaba en Taehyun, le costaba admitir el rol que Soobin tenía en su vida y el gran peso que le atribuía al destino en voz alta.
—Peor aún, casi nunca buscabas pelearte conmigo, eras tan bueno y atento que siento que te he estado usando...
—No te disculpes... —murmuró Beomgyu, tomando la mano contraria para dibujar círculos con su pulgar—. Siento que yo he sido el problemático en la relación. Yo te necesitaba. Sin ti, nunca hubiese podido arreglar una enorme deuda del pasado, y... es muy difícil de explicar.
—Ah, o sea que tú me usaste.
Inmediatamente arrepentido, Beomgyu sintió sus mejillas ganando color. Estuvo a punto de disculparse al ver que Taehyun entrecerró los ojos, hasta que lo escuchó reír.
—No sabía que detrás de tu apariencia angelical podías ser tan manipulador y calculador, huh.
—¡Quería arreglar las cosas! —se defendió el mayor, entre risillas nerviosas—. Quizás no tuve la mejor idea del mundo y pude haber causado muchos daños colaterales solo por hacerle caso a las voces de mi cabeza que me decían que debía mantenerme alejado de Soobin y puede que haya aprovechado que seas el chico más lindo de la clase y su amigo, pero lo que importa es que ahora-
—Ahora deben estar juntos —lo cortó Taehyun, antes de que se le acabara el aire.
Beomgyu exhaló un suspiro, bajando los hombros al liberar la tensión de su pecho. Mantuvo la mirada sobre sus manos, hasta que sintió el tacto de Taehyun sobre su espalda, lo que lo llevó a conectar con su mirada nuevamente.
—Vine para terminar contigo, pero creo que pensabas hacer lo mismo eventualmente. —Tomó una breve pausa, esperando que responda—. ¿Se supone que nos deberíamos decir algo en particular, o...?
—¿Terminar? —repitió Beomgyu, con una ligera demora por el cansancio—. ¿Sin llanto? ¿Sin gritos? ¿Sin odios y rencores? ¿Sin golpes?
Para acatar eso último, Taehyun le dio un ligero empujón en el hombro, riendo de inmediato.
—¿Quieres más drama, tóxico?
—No, no, mejor no.
Percatándose de que estaba en una de las mejores posiciones posibles, Beomgyu sintió la necesidad de sujetar a su ahora ex novio en un abrazo, a punto de empujarlo sobre la cama por el impulso de energía.
Le quería agradecer por ser básicamente capaz de leer su mente en el momento en el que lo necesitaba. Por haberlo acompañado en ese proceso rocoso, por haber compartido bonitos momentos con él y por, posiblemente, asegurar que podrían retomar su amistad después de cierto tiempo.
—Gracias por entender —sintetizó, junto a una sonrisa sincera.
—No fui yo, fue el destino alineando las cosas para ustedes —respondió Taehyun, sin una pizca de mofa en el tono en el que se refería a las fuerzas del destino, a diferencia de cómo lo hubiese dicho cierto tiempo atrás—. Espero que todo salga bien para ustedes...
—Gracias. —Beomgyu tomó sus manos—. Espero lo mismo para ti y el forastero.
Taehyun apartó la mirada ante la mención de Yeonjun, evidentemente un tema sensible para lo que podía manejar.
Charlaron unos minutos más para mantenerse actualizados, hasta que Taehyun tuvo que volver a casa, dejando a Beomgyu sintiéndose más ligero que antes. Las películas no le habían enseñado ninguna ruptura tan tranquila, y, respecto a ello, agradecía que la realidad hubiese superado a la ficción.
.˚愛 ༘┊͙【 kiss me, heal me 】 *ೃ༄
El horario de visitas del hospital en el que se encontraba Soobin era, francamente, ridículo. Solo podía recibir invitados durante una hora al día, de 5 a 6 PM, y sólo los miércoles y jueves. Por suerte, Beomgyu había llamado a la mamá de Soobin un miércoles, así que solo tuvo que esperar un día.
Hizo su mejor esfuerzo por ignorar las miradas curiosas en su dirección al caminar por los pasillos del hospital, probablemente por su apariencia de ultratumba gracias al insomnio de los últimos días, y fue directamente a la habitación indicada. Una vez allí, tocó la puerta, y el padre de Soobin le dio la bienvenida, con un simple movimiento de cabeza.
—Hola, tío —saludó Beomgyu, en voz baja—. ¿Puedo pasar?
—Claro, espérame un momento.
En vez de dirigirse al recién llegado, el señor Choi se adentró en la habitación. Por unos segundos, Beomgyu logró escuchar atisbos de una discusión en voz baja, hasta que el señor volvió con su esposa, quien evadía su mirada.
—Les dejaremos un tiempo a solas —anunció, ante el asentimiento débil de Miyoung.
—Ayuda a nuestro cielito, por favor.
La pareja salió de la habitación, dejando que Beomgyu ingresara por su cuenta. Tenía el corazón en la garganta desde antes de haber siquiera pisado el hospital, y ahora sentía que podía explotar en cualquier momento. Con cuidado, cerró la puerta detrás suyo, tomó un suspiro y se adentró al cuarto.
No estaba seguro de lo que esperaba al ver a Soobin, pero tuvo una gran sensación de alivio al verlo descansando sobre la cama, con la respiración estable según el monitor cardiaco.
—Hey... —saludó, acercándose a su lado—. ¿Cómo estás?
Por supuesto, no recibió una respuesta. Soobin estaba inmóvil, recostado sobre su lado izquierdo, con los ojos cerrados. Lo único que se movía eran sus manos, ocasionalmente temblorosas, como si una máquina de electricidad les diera vida cada cierto tiempo.
Beomgyu pudo sentir un vuelco en el corazón al verlo así, inerte y desenergizado. Al recorrer su cuerpo con la mirada, podía notar marcas de color índigo alrededor de todo su cuerpo expuesto, como moretones que señalaban un daño en esa zona. Sus mejillas, sus labios y su cuello eran algunas de las partes marcadas, que coincidían con zonas que Beomgyu había besado en algún momento.
Para confirmar su teoría, levantó su bata, con cuidado, solo hasta las rodillas. Efectivamente, sus rodillas también estaban coloreadas de morado, un tono más intenso del que lucían aquel dichoso día en el que intercambiaron una mirada por primera vez.
Con delicadeza, palpó la piel herida de su rodilla. A diferencia de lo que esperaba, la piel marcada no era rugosa o accidentada, sino lisa y melosa, como si estuviera hecha de dulce. No dejaba rastro alguno sobre sus dedos, ni siquiera si presionaba con un poquito más de fuerza. Trató de obtener alguna reacción fisiológica al tocarlo, algún saltito automático que le diera una señal de vida, pero solo obtuvo un estático silencio.
—Soobin...
Al borde de las lágrimas, Beomgyu se escondió sobre la cuenca de uno de sus hombros, abrazándolo fuerte. No estaba seguro de lo que sentía, de cuánto podría aguantar, y lo último que quería ahora era hacerle daño.
—Lo que dijiste sobre las amistades, que deben ser recíprocas... la nuestra lo es, aunque no te lo haya demostrado —le dijo, a la espera de que lo pudiera escuchar, al menos en su inconsciente—. Siempre lo ha sido, aunque no lo sabíamos aún. ¡Tú me curaste! Gracias a ti, desapareció la mancha de mi barriguita. ¿Te acuerdas que lo intentaste una vez hace tiempo y no funcionó? Ahora sí lo hizo, faltaba un poquito más, pero lo hiciste. Gracias por eso, y por todo.
En ese momento, se levantó, tratando de observar una mínima respuesta por parte de Soobin. Pronto se vio decepcionado consigo mismo por siquiera tener la esperanza de verlo sonreír, porque seguía idéntico a como lo había encontrado.
—¿Sabes? —murmuró, con la voz temblorosa—. Cuando me dijiste que te gusto... Fue la primera vez que lo hiciste. En todas nuestras vidas.
Beomgyu tomó el rostro de Soobin entre sus manos, con cuidado, admirando cada detalle. Aún con su expresión vacía, sus párpados pesados y sus marcas moradas en todo punto del cuerpo en el que lo había besado en algún momento de su vida, le parecía hermoso.
En el pasado, cuando Beomgyu era solo un escritor regular, Soobin no le había dado su consideración. Lo tomaba como un chico cualquiera, al que ignorar era sencillo gracias al pacto social de que dos hombres jamás podían estar juntos. En el presente, bendecido con magia curativa, era imposible de ignorar. Precisamente por eso es que Beomgyu tenía miedo de que Soobin solo estuviera interesado por sus poderes, no por ser él mismo.
Ahora, a salvo a su lado, estaba seguro de que sus corazones latían al ritmo de la misma banda sonora.
—En cambio, yo siempre te lo he dicho. Excepto en esta.
Y es ahora o nunca.
—Me gustas, y mucho. Siempre me has gustado mucho. —Sonrió para sí mismo, removiéndose ligeramente en una sensación cosquillosa de timidez y emoción—. Gracias por salvarnos, Soobin. Por fin... por fin podemos estar juntos.
Por instinto, se inclinó para dejar un beso sobre su mejilla, precisamente sobre la marca. Se sintió... gelatinoso, como si las manchas índigo fuesen solo una capa de mermelada de arándanos. Al relamer sus labios, sin embargo, los sentía igual de secos que siempre.
Cuando tomó distancia, pudo ver cómo iba desapareciendo el color índigo, cerrando la herida y retornando a su piel regular, tersa e intacta.
Su corazón se detuvo por un momento, solo para palpitar con tanta intensidad como si acabara de correr la maratón de su vida. Tuvo que pestañear rápidamente y frotar sus ojos para asegurarse de que no estaba alucinando, que verdaderamente había desaparecido el color índigo de la mejilla de Soobin. Podía ser que...
Sin pensarlo dos veces, repitió la pequeña acción con el resto de marcas cercanas, ignorando la sensación gelatinosa. Su frente, sus labios y su cuello se vieron curados, poco a poco, revelando su bonito rostro detrás del manchado.
Corriendo en un impulso de adrenalina, cruzó un límite y se despojó de su bata de hospital para seguir con su misión, rogándole a todos los dioses en los que no creía para que a nadie se le ocurra interrumpirlo en ese momento. Por un segundo, dejó de respirar, viendo cómo el pegajoso índigo parecía flotar sobre la piel de Soobin, en irregulares manchas que encajaban exactamente con cada parte de su cuerpo que alguna vez había sanado.
Primero, sus rodillas. La primera vez que sus labios se posaron sobre Soobin fue allí, en su rodilla derecha, después de haber amenazado a un grupo de matones que lo estaba persiguiendo. Al igual que aquella vez, la besó con suavidad, pero esta vez procuró besar la izquierda también.
Pasó una mano por sobre sus labios, buscando encontrar algún resto del plasma índigo, pero no dejó rastro alguno. ¿Por qué? No podía ser solo su imaginación, los demás también podían ver las manchas sobre el cuerpo de Soobin, ¿cierto?
Unos golpes a la puerta lo devolvieron a la realidad.
—¡Aún no! —exclamó, jadeando—. Unos minutos más, por favor.
Por suerte, los golpes cesaron, y nadie tuvo que presenciar cómo Beomgyu se inclinaba sobre el cuerpo aún manchado y semi desnudo de Soobin.
Con la presión del tiempo sobre sus hombros, Beomgyu se apresuró en imitar el acto con el resto de las marcas, en orden cronológico porque su cerebro se lo demandaba. Su pulgar, que curó tras aquel corte en su cocina; sus dedos, que curó tras su error en vóley; sus tobillos, que curó tras un error propio al cortarlo con la cuchilla de un patín...
La última parte que le quedaba era su hombro, aquel que se había visto dañado en su primer día de campamento poco tiempo atrás. Beomgyu sintió un punzón en el pecho al recordar las circunstancias alrededor de esa herida: la llegada de Kai, la extraña conexión entre Taehyun y Yeonjun, el cuchillazo que se dio a sus propios labios por las emociones en conflicto... y cómo Soobin confesó que le gustaba.
Con todos esos recuerdos en mente, se inclinó para besar la última mancha gelatinosa sobre su hombro, buscando pasar la página y finalmente poder vivir un presente juntos.
Se alejó para ver cómo el índigo se difuminaba en su piel lentamente. Ni siquiera su tentadora semi-desnudez lo distrajo, lo único que le importaba era asegurarse de que no quedara ningún rastro de ese color en su cuerpo. Para ese punto, sentía que su corazón podía escapar de su pecho en cualquier momento, y solo el tiempo diría si había valido la pena.
Se mantuvo a su lado, jadeando, con ambas manos sobre su brazo, a la espera de que despertara.
—Vamos...
Pasaban los segundos, pero no había ningún cambio.
—Por favor...
Nuevamente, escuchó golpes en la puerta, y esta vez decidió ignorarlos.
—Soobin, por favor, no te puedo perder ahora.
Desesperado, intentó sacudirlo, tocarlo, besarlo de nuevo... pero nada parecía funcionar. Nada. A pesar de que su cuerpo ya no estaba marcado por el morado, Soobin seguía en la misma posición en la que lo encontró, inerte, sin dar señales de despertar en algún momento.
Se supone que ese era el momento en el que debía abrir los ojos, llamar su nombre y sonreír. Se supone que todo se había alineado perfectamente para ese momento, que ya había hecho todo lo que debía hacer, que ya había pagado sus deudas. Se supone que el destino les respondería, era lo que les debía.
¿Acaso se había equivocado todo este tiempo?
No logró contener las lágrimas por un segundo más. Sus piernas se debilitaron y cayó de rodillas al lado de la camilla, aferrado a la fría e inmóvil mano derecha del chico del que había estado enamorado desde su primera vida, desde que eran campesinos besándose a escondidas entre los campos de cultivo.
—No me dejes ahora, Soobin... —Sollozó contra el dorso de su mano, entre pequeños hipidos—. Perdóname, no debí, pero creí que si te hacía daño podría compensar por...
Esa oración se perdió en el aire cuando su cabeza pulsó y su pecho tembló en un escalofrío, dejándolo momentáneamente desorientado.
—Por... —Frunció el ceño, en su mejor esfuerzo por recordar lo que quería decir—. Por lo que pasó antes, ya sabes, por... por todo.
Incapaz de detallar su mensaje, Beomgyu presionó su rostro contra la mano de Soobin, lágrimas desesperadas corriendo por sus mejillas.
De repente, los golpes en la puerta se intensificaron, activando su instinto de lucha o huída. Maldijo bajo su aliento y se apresuró en volver a acomodar su bata, porque estaba seguro que resultaría muy sospechoso para un doctor si veía a su paciente semi-desnudo junto a un agitado Beomgyu.
Para su mala suerte, aún estaba luchando con el botón cuando la mamá de Soobin entró a la habitación, inmediatamente acusatoria.
—¡Qué estás haciendo! —Lo jaló de una mano para que dejara de tocar a su hijo—. ¿Esta es tu forma de ayudar?
Mareado, decepcionado y agobiado, Beomgyu no supo cómo responder. Jadeaba, con la mirada perdida y las lágrimas secas, tocando la puerta de un destino que parecía haberlo abandonado cuando más la necesitaba.
Se sumaron el papá de Soobin y la doctora a la que había llamado, todos rodeando la camilla del paciente.
—¡Te dije que no debíamos dejarlos solos! —La señora Choi soltó a Beomgyu para confrontar a su marido, angustiada—. ¡Quién sabe qué le habrá hecho! ¡Se ha aprovechado!
—Ya no tiene las manchas de origen desconocido. —La doctora, enfocada en la situación crítica del paciente, volteó hacia Beomgyu con los ojos enormes—. ¿Me podría decir cómo ocurrió?
Beomgyu apenas pudo negar con la cabeza. La realidad comenzaba a difuminarse, las voces se escuchaban cada vez más lejanas y un punzón de dolor se agudizaba en su pecho. Aunque solo tenía ojos para Soobin, todas las miradas adultas estaban en él.
—Por favor —la doctora insistió—. Esta es una enfermedad sin precedentes, tenemos que saber cuál ha sido la cura para salvar a cualquier paciente que sufra un destino similar.
Beomgyu no la escuchó. Se acercó nuevamente a Soobin, inclinándose para sostenerlo en un abrazo, pecho a pecho. La mamá de Soobin intentó detenerlo, pero su marido y la doctora la detuvieron físicamente.
—No me dejes... —balbuceó, cerrando los ojos al acomodarse sobre su cuello—. No de nuevo....
—¿De nuevo? —repitió el señor Choi—. ¿Qué está pasando?
Las imágenes de la figura de Soobin abandonándolo pasaron como flash por su cabeza. Tenía el mismo rostro simpático en cada una de esas situaciones de muerte, desde el campesino apedreado por un pueblo intolerante hasta el cruel editor envenenado por el propio Beomgyu.
Y ahora, ese rostro simpático estaba de ojos cerrados en la cama de un hospital, en la situación con el más fuerte olor a muerte.
Sus rodillas débiles, no pudo evitar sollozar más fuerte, tratando de aferrarse al cuerpo y alma de su amado. Una vez más, era Soobin quien partía primero, y Beomgyu quien debía encargarse de reconstruir las piezas de dos corazones rotos. Rotos por su culpa.
—Joven, por favor, tiene que retirarse. Debemos analizar la cura lo más pronto posible. —La doctora buscó ser amable, pero sus palabras eran balazos para Beomgyu.
—¡No! No sin antes conseguir el final que yo quiero, por una maldita vez.
Sin dudarlo dos veces, abrió la bata y desnudó el torso de Soobin una vez más, lo que inmediatamente causó un escándalo a su alrededor, sobre todo por parte de la señora Choi.
—¡Qué rayos estás haciendo!
Beomgyu atinó a ignorarla y sostener a Soobin de las costillas, centrándose para acercar sus labios a su corazón. Debía traspasar la barrera física de su cuerpo, de su piel y de sus huesos, hasta llegar a aquel corazón que aún palpitaba, que aún estaba allí, esperándolo.
Los adultos intercambiaron miradas de preocupación entre ellos, porque solo parecía como si estuviera tratando de dejarle un chupetón en el pectoral.
Apenas logró quedarse allí unos segundos, pues la señora Choi lo tomó de la cintura para jalarlo hacia atrás, haciendo su mejor esfuerzo por mantenerlos separados. Esta vez, el señor Choi la apoyó, actuando como barrera física entre ambos jóvenes, mientras la doctora llamaba respaldo de seguridad.
—¡Aún no termino! —insistió—. Solo dejenme, tengo que seguir.
—Creo que ya hiciste suficiente —sentenció la señora Choi—. Ya se acabó tu hora de visita.
—No, no, su corazón aún está recubierto de índigo, tengo que–
Antes de que pudiera tratar de explicarse, un par de guardias de seguridad agudizaron la intranquilidad al entrar de golpe a la habitación. La señora gritó del susto, lo que hizo que Beomgyu se tratara de cubrir las orejas con las manos, pero pronto se dio cuenta que tenía problemas más grandes que una amenaza a su canal auditivo.
—Tienes que salir de aquí —dijo un guardia, sujetando una de sus manos—. Te lo pido amablemente.
—Por favor, no lo hagas más difícil —acompañó el segundo, atrapando su otra muñeca.
—¡Déjenme! —Beomgyu demandó, tratando de soltarse—. ¡Aún no llego a su corazón!
A pesar de sus ruegos, los guardias de seguridad lo levantaron del piso, a punto de cargarlo. Beomgyu respondió pateando a uno de ellos donde más le dolería, lo que lo obligó a soltar su brazo para cubrir su entrepierna.
—¡No!
El otro guardia sujetó las manos de Beomgyu detrás de su espalda. La mamá de Soobin parecía a punto de desmayarse. La doctora estaba llamando más refuerzos. El papá de Soobin parecía haberse desconectado de la realidad por completo.
Entre el caos, fue un dulce arrullo el que llevó a todos los presentes a voltear hacia la camilla, donde la mano derecha de Soobin estaba tratando de sujetar algo en el aire.
—¿Beomgyu?
feliz navidad!!!
perdón por ya no tener los banners bonitos, perdí todo por demorarme años T_T
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