18; índigo
Irónicamente, Beomgyu había sido incapaz de conciliar el sueño desde que despertó del desmayo. Lo intentó todo, desde desgastar la energía ansiosa que ocupaba su cuerpo hasta robar una de las pastillas de su madre y permanecer completamente quieto al recostarse sobre su cama, pero nada parecía funcionar. Las intensas palpitaciones de su corazón y la película atascada en su cabeza simplemente no querían desaparecer.
Aunque en esos días de recuperación Yena se comportara excesivamente dulce y cuidadosa con él y su madre no le preparara nada menos que sus platos favoritos, Beomgyu sólo pensaba en una persona especial.
En Soobin, obviamente.
No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido desde que se conocieron, desde aquella bendita tarde en la que el pequeño Beomgyu defendió al pequeño Soobin de unos matones desubicados. Si no fuese por la energía cósmica que los unía, probablemente ambos hubiesen salido heridos de aquel encuentro, destrozados por la fuerza bruta del grupo de abusones mayores.
Recordar el primer beso con el que curó una de sus heridas aún le dejaba un cosquilleo en sus labios, con sabor a sangre y alquitrán. El segundo, con el que sanó su pulgar, también, aunque éste cargaba el sabor más dulce del chocolate y el metal. El tercero, en sus dedos, y el cuarto, y el quinto, y...
También el último, cuando besó su hombro minutos antes del desmayo, con sabor a lágrimas, dolor y resentimiento.
A pesar de que creía que su elaborado plan había terminado por funcionar de forma relativamente efectiva, Beomgyu no podía sentirse completamente tranquilo, porque no conocía el estado de salud de Soobin. Le había enviado una serie de mensajes y un par de llamadas en el plazo de esos días, pero no había recibido respuesta alguna, ni siquiera un visto.
Lo único que podía hacer era rezar por lo mejor. Que Soobin esté bien, que no lo odie, que le deje explicarse y disculparse y, sobre todo, que lo mal que le había hecho sentir haya sido suficiente para compensar por el pasado, que no tenga que sufrir más.
Sospechaba que jugaba un rol importante en la curación de Soobin, y no por egocéntrico o complejo de héroe, sino porque estaba seguro de que la magia sanadora no había sido una invención suya. La magia era real, estaba entrelazada con sus vidas pasadas, y todo apuntaba a que la maldición se había quebrado apenas Soobin le confesó sus sentimientos y logró que su cicatriz desapareciera.
Las últimas palabras que habían intercambiado aún resonaban en su cabeza, con los efectos dramáticos que la escena del clímax de su entreverada novela merecía.
—Tú puedes curarme y yo no, así como tú a mí me gustas pero yo a ti no.
Si tan sólo supiera que ya lo había curado... La cicatriz morada ya no estaba, y las pesadillas del pasado no lo perseguían durante el día, lo que para Beomgyu era más que suficiente.
Y, aunque hizo su mejor esfuerzo por ignorarlo, le gustaba desde el primer día.
Le gustaba lo adorable que se veía cuando se ponía tímido, lo mucho que apreciaba su compañía y lo profundamente emocional que podía ser para ciertos temas. Le gustaba su amistad, le gustaba aún más cuando no sentía la agonía de su pecho, pero tenía miedo de precipitar su relación hacia el inevitable desastre si es que no se alejaba.
A pesar de todo, le gustaba, lo quería y lo amaba, porque era más que sólo el amigo predestinado al que el destino lo había empujado a conocer. Ahora estaba completamente seguro.
Era su alma gemela.
.˚愛 ༘┊͙【 kiss me, heal me 】 *ೃ༄
Alrededor de 48 horas habían pasado desde que Beomgyu despertó; 48 horas durante las cuales su descanso había sido prácticamente nulo. Finalmente, tuvo que confesarle a su madre que no había sido capaz de conciliar el sueño, lo que inmediatamente la impulsó a preparar manzanilla, sopa de pescado y melatonina en pastillas para llevar a su cama, combinación que en teoría podría noquear hasta al peor insomniaco.
—¿Estás preocupado por algo? —preguntó Sunhee, su madre, mientras acariciaba su cabello—. Esto tiene que ser por ansiedad y angustia...
—Es... complicado. —Beomgyu dio un suave suspiro, girando hacia un lado para darle la espalda a su mamá.
—Hablar con tu vieja te podría ayudar, Gyu.
—No creo, ma. —Estuvo por dar por terminada la conversación, hasta que, con cierta tardanza por su somnoliento cerebro, se le encendió la bombilla—. Aunque... ¿Me harías otro favor?
—¿Qué cosa? —indagó su madre, ladeando la cabeza. Entretanto, Beomgyu volvió a ponerse cómodo frente a ella, jalando las sábanas consigo.
—Estoy preocupado por Soobin —confesó, alzando la mirada—. Quisiera saber cómo está, pero no me responde...
—Bueno, si te deja más tranquilo, llamé a su mamá la noche del incidente. Pero Miyoung es... Se preocupa mucho, y no lo tomó tan bien como esperaba.
—¿Pero qué te dijo?
—No mucho —murmuró Sunhee, junto a una débil sonrisa—. Algo como que si no hubiese sugerido la estúpida idea de ir de campamento su hijo estaría despierto.
—¿Despierto...?
Le tomó unos instantes, pero Beomgyu logró darse cuenta de lo que significaba, formándose un nudo en su garganta.
Por supuesto que Soobin no podría despertar mientras él no pudiese dormir.
—¿Intentaste con su papá? —preguntó, como rápida alternativa.
Aunque se mantuvo quieta por un par de segundos, la señora terminó por obtener su celular para buscar el contacto del padre de Soobin, deslizando sus dedos hasta marcar el número.
—Pásame con él —demandó Beomgyu, mientras aún se escuchaba el tono de llamada en espera—, por favor.
Los labios de su madre se fruncieron, resaltando la inseguridad en su danzarina mirada. Negó lentamente con la cabeza y se aferró al teléfono, sin ceder al pedido de Beomgyu, quien no se dio por vencido.
—Mamá, nuestra última conversación no salió bien, me siento mal, no quiero pensar que en serio fue mi culpa que esté así...
El pequeño tirón a sus cuerdas emocionales fue suficiente para convencerla, así que, pese a que sus ojos aún denotaban temor, terminó soltando su celular para dejarlo a manos de Beomgyu. Precisamente en ese momento, una voz femenina arremetió contra sus tímpanos.
—¿Qué demonios quieres, Sunhee? —reclamó la mamá de Soobin, exaltada—. ¿Por qué llamas a mi marido? ¿No ves que estamos en una situación difícil con nuestro hijo?
—Uhm, disculpe, señora Choi... —La voz de Beomgyu fue débil, gracias al tono agresivo que le había mostrado—. Lo siento, yo...
—Oh, genial, tú —replicó con acidez, junto a un prolongado suspiro. Cambió su tono de un momento a otro, sonando empalagosamente infantil, como burlándose—. ¿Sí, cariño? ¿Quieres hablar con Soobin?
—¿Despertó? Me encantaría, quizás-
—No, ni ahora ni en un millón de años —lo cortó, nuevamente severa—. Necesita tiempo para recuperarse, y lo último que necesita es una influencia como la tuya... no más.
—¿Perdón? —titubeó Beomgyu, apretando su puño libre alrededor del borde de su camiseta—. Qué... ¿qué pasó?
—Soobin está muy mal, no despierta desde ese día en el bosque —le contó Miyoung, con la voz temblorosa, ocultando su profundo temor bajo aquel tono de enojo—. Sigue teniendo pulso, pero no nos habla, no responde... y está tan mal que a veces balbucea tu nombre.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Beomgyu, llevándose su voz en el camino. No fue capaz de enunciar ni una sola palabra, lo que la mamá de Soobin no tardó en llenar.
—A veces... sangra, de la nada, y no es sangre normal. —Su voz se tornó agitada, como si también estuviera a punto de desmayarse—. Según la doctora, no tiene nada que ver con la hemofilia, porque no es normal, es... es sangre de un color como... ¿índigo?
—Índig- Oh.
Pensar en ese tono oscuro del morado inmediatamente lo devolvía a la cicatriz que solía tener en el abdomen, porque todos sus esfuerzos por desvanecerla habían dejado otra marca, pero en su memoria. El cruel Soobin del pasado, sus desgarradoras emociones, la copa de vino y las gotas de cianuro...
Ahora, en el presente, aunque las malas noticias sobrepasaron a las buenas nuevas, podía confirmar sus sospechas. Quizás Soobin podría despertar si él lograba conciliar el sueño, pero no mejoraría por completo si no aparecía en el hospital, cuanto antes.
—Ay, Beomgyu, estoy muy asustada...
—Señora Choi, ¿me podría permitir una visita, por favor? —pidió, rogando en su tono desesperado—. Por favor, quiero que Soobin se recupere tanto como usted, y...
Y estará mejor cuando lo vea.
El otro lado de la línea se mantuvo en silencio por lo que pareció como una eternidad, durante la que lo único que se escuchaba era la agitada respiración de una madre excesivamente angustiada. Beomgyu dirigió la mirada hacia su propia madre, quien sólo se alzó de hombros, sin ofrecerle muchas esperanzas.
Por fin, logró distinguir algunos murmullos lejanos, antes de recibir la respuesta.
—Está bien, supongo que puedes venir —aceptó Miyoung, dejando que Beomgyu pudiera tomar un suspiro de alivio—. Pero mañana. Ya acabaron las horas de visita.
—Está bien, ¡muchas gracias!
No logró decir más, ya que la señora cortó la llamada, pero por lo menos tenía la certeza de que podría ver a Soobin pronto.
holitas!!! es un milagro de 22 de enero!!
siento que en los fics me pasa lo mismo que en los chats. quiero publicar / responder, pero si no lo hago a tiempo en un momento apropiado (en semanas / días), entonces me da pena y dejo que pasen AÑOS hasta que doy la cara de nuevo 😭😭 lo siento 😭
actualicé gracias a sus mensajitos 💖💓💕💗 y gracias a que leí en un foro que una autora actualizó un fanfic después de DIEZ AÑOS dfghjskl. no quería llegar a tanto, obvio.
btw si alguien aquí tmb lee voyeur de yeonbin, sip, siempre le pongo miyoung a la mamá de soobin, porque buscar nombres es re pesado y prefiero tener el mismo jajajs
para lxs que están aquí desde el inicio y para lxs que llegaron hace poco, gracias por leer y por no perder la fe 💗💗💗
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro