07; barriguita (2/2)
Tras despedirse de sus amigos, se dirigieron al aparcamiento en silencio, hasta que llegaron al auto indicado y tomaron asiento en la parte trasera del vehículo, bastante distanciados el uno del otro.
— ¿no seré molestia? —preguntó Beomgyu, dirigido a los adultos.
— claro que no, cariño, siempre eres bienvenido en nuestra humilde morada. —la señora le ofreció una sonrisa a través del espejo central— y no te preocupes, tu mami me dejó tus cosas para que estés cómodo.
El resto del trayecto consistió en una conversación bastante inequitativa, donde los adultos ocuparon casi todo el espacio, más que nada por una falta de iniciativa entre los jóvenes. Soobin prefirió simular cansancio al recostarse sobre la ventana, cerrando los ojos para que no lo molesten con preguntas directas, mientras que Beomgyu prefirió observar el panorama nocturno, evadiendo la discusión del mismo modo.
Apenas llegaron a casa, los dejaron por su cuenta, junto a la tensión irresuelta de esa tarde.
— perdón por lo de antes. —Soobin quería apaciguar las cosas rápido, porque realmente no podía soportar la fea sensación de que esté fastidiado con él— no llegué a responderte, y-
— no importa. —cortó Beomgyu, ocupando una esquina de su cama— ¿supongo que dormiré en el piso?
Ante esa suposición, el huésped ladeó la cabeza. Hace tan sólo un par de semanas se habían acostado sobre la misma cama, sin distancia alguna entre sus cuerpos, y el que había iniciado ese momento cariñoso había sido el propio Beomgyu. ¿Y ahora se ponía mojigato por compartir una cama?
— puedes dormir a mi lado. —le aseguró, acercándose con cierto cuidado a la cama— no lo haré raro, si eso es lo que te preocupa.
El menor suspiró, poco reparador al ponerse de pie para alcanzar la mochila que le había dejado su mamá. En cambio, Soobin, sin haber visto su ansiedad calmada, comenzó a jugar con sus manos mientras ordenaba sus palabras. No podía aguantar mucho tiempo así.
— sobre lo que me dijiste antes... sí debo admitir que me interesaste más por tu poder mágico, pero no es lo que hace que quiera ser tu amigo. tú me caes muy bien, me gusta pasar tiempo contigo, fastidiarnos y querernos, además eres muy lindo...
Por fin, Beomgyu quebró en una pequeña sonrisa, aunque intentase esconderla.
— realmente no puedo creer que pienses que lo único que me importa de ti es tu boca. —suspiró, levemente energizado por el cambio de ánimos en su amigo.
— eso suena mal.
Beomgyu rió, y Soobin le siguió la corriente, a pesar de que realmente no entendió cuál era el chiste.
— bueno, ahora que no te vas a molestar conmigo... —carraspeó el mayor, algo tímido— ¿por qué hoy estás... irritable?
— no sé de qué estás hablando, estoy bien.
Tras simular desconocimiento, el invitado le sacó la lengua. Como si todo hubiese estado bien desde el inicio, se acercó de nuevo a la cama, esta vez para posar su mochila sobre la misma y poder sacar sus pertenencias.
— Gyu... —reclamó Soobin, en un tono de queja— me siento mal si te molestas conmigo o si no me respondes bonito.
— gracias por darme pistas sobre cómo manipularte. —bromeó, lo que le hizo ganarse un golpecito en el estómago.
— hablando en serio, no me importaría si no pudieras curar mis heridas.
Soobin estaba siendo honesto. Apreciaba a Beomgyu como su doctor mágico, por supuesto que sí, pero era mucho más que sólo su rol médico. Si le ponía un término más adecuado, podría decir que lo esencial era su rol sanador, no porque fuese capaz de desvanecer heridas peligrosas de su cuerpo, sino porque era el primero en atacar directamente su órgano vital, su corazón.
Beomgyu pareció dudoso al escuchar la información, como si esperase que Soobin sí esté basando su amistad en aquella capacidad curativa física.
— entiendo, y perdón por hablarte feo.
Le ofreció una pequeña sonrisa antes de sacar el pijama azulito que le había llevado su mamá, en preparación para su cambio de vestimentas. El mayor quiso hacer lo mismo, es decir, buscar su propia pijama, pero notó cómo Beomgyu se veía obligado a detenerse, acariciando su abdomen suavemente.
— ¿estás bien? —indagó, preocupado— si fue por el golpecito, perdón, no quise...
— no, no.
En vez de responder por medio de más palabras, Beomgyu alzó su camisa, mostrando así una inesperada mancha alargada por el centro izquierdo de su abdomen.
Soobin creyó verla entre un tono púrpura y verde, curiosa combinación que no le dejaba en claro la antigüedad de la herida, pero antes de que llegue a reconocer todos los detalles de la marca, Beomgyu ya se había cubierto nuevamente con su camisa.
— la tengo desde que nací. —le contó, en un tono que buscaba esconder el sombrío significado detrás del mismo— a veces me duele de repente, pero no es nada grave.
— ¿y si intento curarla? —ofreció el mayor, inocentemente— debería poder hacerlo, tal como tú, ¿no?
— no creo que funcione. —cortó Beomgyu, sin explicar el porqué, alejándose unos pasos en dirección al baño— voy a ponerme la pijama y vuelvo.
Lo que Soobin no sabía era que el hecho de que esa cicatriz haya estado presente desde el nacimiento era culpa de las decisiones que ambos habían tomado en sus vidas pasadas, tal como su hemofilia, tal como el poder curativo de Beomgyu, y tal como la incapacidad curativa de sí mismo.
Aún pensaba en la posibilidad de besar la barriguita del menor para deshacerse de aquella marca congénita mientras se cambiaba a sus pijamas. Incluso si fuese inútil, valía la pena intentarlo, porque no podía desaprovechar la oportunidad.
Apenas Beomgyu retornó, ya en pijamas, Soobin soltó la propuesta nuevamente.
— déjame intentarlo.
— no, realmente no es necesario, no creo que funcione...
— vamos, tú has hecho esto por mí muchas veces y yo sólo una que ni siquiera sé si cuenta. —insistió, recordando aquel primer día de clases juntos en el que supuestamente alivió el dolor de sus bracitos— déjame hacerlo.
Beomgyu guardaba sus prendas de diario en la mochila que le había dejado su mamá, tomándose su tiempo para responder. Volteó un par de veces hacia Soobin, quien aguardaba sentado tranquilamente sobre su cama, sin evidenciar lo ansioso que lo tenía aquella espera.
— está bien, pero no lo hagas raro.
Con una sonrisa de victoria, Soobin se arrimó para que su amigo tenga espacio y pueda recostarse sobre la cama a su lado. Apenas lo hizo, alzó la polera de su pijama hasta su pecho, sólo lo necesario para exhibir la marquita púrpura verdosa en su abdomen, bastante atento a sus expresiones por si es que algo le incomodaba.
Primero, delineó la marca con el índice, embelesado por la curiosa silueta que tenía, casi como la de una botella. El contacto del frío de su dígito con la cálida piel del menor le provocó una agradable sensación vicaria, agudizada por el rubor que habían tomado sus mejillas.
— ¿no te duele si lo toco? —consultó, por si acaso, recibiendo una negación con la cabeza— genial, porque se siente lindo, tu pancita es tan suave...
— ah, lo estás haciendo raro. —le reclamó Beomgyu, cubriéndose el rostro con ambas manos— sólo hazlo, apúrate.
— ¿ya sabes cómo se siente, hm?
Pese a que lo quería fastidiar un poquito más, fue amable, optando por plantar un inocente besito sobre la cicatriz. Ese primero fue el motor que impulsó a los demás, una serie de besitos repetidos y cosquillosos sobre el mismo lugar, sacándole risas a su paciente.
— ¡basta! —demandó Beomgyu, alargando la última vocal entre sus risitas— me da cosquillas. —explicó, con obviedad, apoyando las manos sobre la cabeza contraria en un esfuerzo por alejarlo.
Soobin se alejó sólo tras unos segundos más de tortura, con una sonrisa en el rostro, desde las comisuras elevadas de sus labios hasta sus ojitos achinados. Le gustaba mucho el Beomgyu quejoncito y risueño, aunque bueno, en sí le gustaba mucho Beomgyu.
Su sonrisa se desvaneció cuando notó un pequeño gran detalle al bajar la mirada hacia su abdomen. Todo lindo, pero, la herida seguía idéntica.
Como si le hubiese leído la mente, el menor se tapó la barriguita con su polera de inmediato, acomodándose en una postura normal.
— te dije que no pasaría nada. —masculló, restándole importancia.
— tenía la esperanza de que funcione... —suspiró Soobin, decepcionado— ¿es porque naciste con ella, o porque yo no tengo la magia?
— seguro porque nací con ella.
Si bien Beomgyu no sonaba muy convencido, se aseguró de que Soobin no le dé muchas vueltas al asunto al sacar otro tema a la luz.
— ¿nos contamos historias de terror antes de dormir? —sonrió con simulada inocencia, aún más al notar cómo los ojos del mayor denotaban su temor.
— mejor vemos otra película. —pero ahora sí sólo los dos.
— mejor jugamos algo hasta que amanezca.
— ah, ¿eso es posible? —dudó Soobin, igualmente dispuesto a enfrentar el reto.
— claro que sí. —le aseguró Beomgyu— si te duermes, te despierto.
La propuesta de pasar toda la noche atentos a los videojuegos fue descartada por su propio autor, puesto a que fue Beomgyu quien cayó en los brazos de Morfeo primero. Soobin, inmiscuido completamente en el mundo virtual, sólo se dio cuenta de ello cuando el jugador de su amigo no se movió en absoluto durante una ronda, cuando estuvo a punto de pedirle que no le deje el juego tan fácil que sí era capaz de derrotarlo sin trampas.
No lo pensaba dejar dormido en la incómoda posición en la que se encontraba, o seguro le daría la bienvenida al día siguiente con una fea proto-tortícolis como la que el propio Soobin había sufrido cierto tiempo atrás. Por eso, se encargó de cargarlo hasta su cama, pese al relativo esfuerzo que aquello demandaba, y todo sin siquiera sacarle una señal de sacudirse. Lo acostó boca arriba, lo más cómodo que pudo, asegurándose de cubrirlo con sus sábanas para que no le dé el frío de la madrugada.
Se veía como un angelito pacífico. Debía hacer su mejor esfuerzo por no ceder ante las ganas que tenía de plantarle al menos un besito de buenas noches, y es que tenía miedo de que precisamente eso sea lo que lo despierte.
Con cuidado, se hizo un lugar a su lado para dormir juntitos, acomodándolo entre sus brazos para acurrucarse junto a su calor y quizás llorar un poquito por lo bien que se sentía estar tan cerca a su mejor amigo y amor platónico...
Unas horas después, entendió por qué Beomgyu había querido pasar toda la madrugada despierto.
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