No prometo nada
Plática entre León y Ernesto (Papá de Gia)
León
El papá de Gia me pidió que lo acompañara a su estudio en donde dijo que no nos interrumpiría nadie, honestamente estaba tan nervioso que ni me fijé por donde caminamos y ni puse atención a mí alrededor. Cuando entramos a su estudio él caminó hasta quedar detrás del escritorio y yo me quedé de pie hasta que me hizo un gesto señalándome la silla frente a él para que me sentara, hice lo que me pidió.
—Bien. Ahora que estamos aquí me gustaría ir al grano, como dicen ustedes hoy en día… —tenía una actitud imponente, sentía que era un luchador profesional o algo así, era grande y se veía un poco fuera de lugar con el traje de vestir que tenía en ese momento pero por alguna razón me recordaba a Gia, a pesar de que no eran familia de sangre en realidad se notaba un ligero parecido en ellos aunque no podría decir qué era exactamente—. Mi hija y tú parecen ser muy unidos ¿no? —asentí—. ¿No hablas?
Sonreí.
—Sí hablo, señor. Es sólo que no piense que es fácil entrar en confianza con usted cuando su expresión es tan seria.
—Esta es la expresión que suelo usar para ahuyentar a los malos muchachos de mii hija —dijo orgulloso.
—¿A cuántos ha ahuyentado? —pregunté un poco más curioso de lo que creí.
—Aproximadamente a 7. Dos de ellos casi me caían bien, pero no aguantaron ni dos minutos aquí conmigo —se encogió de hombros—, tuve que encargarme de ellos.
—¿Cuánto llevo yo?
Observó su reloj.
—Casi un minuto, vas bien.
—Menos mal —fingí alivio.
Esperamos aproximadamente dos minutos en silencio y cuando un “bip” sonó desde su reloj levantó la mirada a mí y asintió.
—Aun conservas la calma y el color de tu piel, parece que has pasado una de las pruebas —dijo, podía notar que había abandonado un poquito de la tensión en el ambiente—. Ahora la más importante —cerró sus ojos y los volvió a abrir antes de preguntar—. Así que ¿Quieres a mi hija? —preguntó entrelazando los dedos.
—Definitivamente la quiero, señor —contesté instantáneamente.
—Me refiero a una forma especial, como algo más que amigos.
—De nuevo, la quiero, de varias formas especiales —mi expresión estaba totalmente seria pero me sentía más relajado—, como algo más que amigos, pero pienso que debería especificar aún más porque tal vez mi “más que amigos” no sea lo mismo para usted.
Él me sonrió y me sentí mucho más tranquilo.
—Tu forma de hablar es buena —suspiró y recargó su espalda en la silla—, me refiero a que si quieres a mi hija como mujer.
—Quiero a su hija de muchas formas, la quiero como mi mejor amiga, también como algo más, la quiero como mi hermana y como mujer. Si usted se refiere a que si quiero a su hija desde una forma romántica ahí podría cambiar el sentido porque no la veo de esa forma pero siendo honesto no sé cuánto dure eso, mientras más tiempo paso con ella me doy cuenta que se puede ir queriendo a una persona de muchas formas. Hace unos meses, cuando nos conocimos, la quería como una vecina, después empecé a quererla como una conocida, tiempo después la empecé a querer como una amiga y como una mejor amiga, como una hermana y así. Pero estoy seguro que la quiero y estoy ansioso por saber de qué forma puedo quererla mañana. Siempre es un placer aprender de ella.
Cuando terminé de hablar tuve que tomar aire.
Al ver la expresión del papá de Gia no sabía de qué forma debía sentirme, parecía feliz.
—Es agradable escuchar a un joven hablar tan respetuosamente de una mujer en estos días pero… —esos “peros” de los papás nunca eran buenos—, al escucharte hablar así de mi hija me hace tomar ciertas medidas. Como ni tú ni yo estamos seguros de como “querrás” a mi preciada hija el día de mañana te pido que me prometas una cosa, pero necesito que aceptes antes de decírtelo.
Me quedé en silencio viéndolo fijamente.
—No creo poder prometer algo que no sé —dije finalmente—. Porque si se tratase de algo como no permitirme ver a su hija de nuevo entonces no podría cumplir mi promesa. Me temo que deberá decirlo primero para que pueda cumplir mi palabra.
Se sentó recto en la silla y apoyó sus brazos en el escritorio.
—Muy bien, tú ganas. Lo que quiero que prometas es que si algún día cercano te llegas a enamorar de mi hija, románticamente, y ella aun es menor de edad… —guardó silencio y tuve que tragar ruidosamente para llenar el hueco que su silencio había provocado—, tienes que contenerte. No puedes tocarla, declarártele y mucho menos ser novio de ella mientras sea menor de edad. Una vez que tenga 18 años, aunque tenga apenas un segundo de haberlos cumplido, entonces te puedes acercar a ella. ¿Puedes prometerme eso?
Me tomé mi tiempo pensando en ello. Para mí era fácil pensar en que Gia no sería más que mi amiga pero existía una pequeña parte de mí que dudaba, porque no tenía idea si en un futuro ella podría significar mucho más para mí, como había dicho, cada día la quería más, así que prometer algo como eso…
—¿Y qué pasaría si es ella quien se acerca a mí? —pregunté.
—Entonces hablaría con ella —me sonrió—. ¿Lo prometes?
Tragué de nuevo y vi mi vida con Gia.
—Sí. Lo prometo. Si ella alguna vez me empieza a gustar pero aun es menor de edad esperaré, pero si ella ya es mayor de edad le diré todo —sonreí.
—Muy bien. También promete que no le hablarás de nuestra conversación.
—Lo prometo —eso iba a ser más fácil.
Minutos después fui libre. Salí de la oficina con la intención de buscar a Gia pero la casa era tan grande que estuve perdido entre los pasillos durante unos minutos. Al doblar por uno de los pasillos escuché unas pisadas que venían de alguna parte, cuando busqué con la mirada vi aparecer a Gia mágicamente, al verla supe que me había metido en un problema, tal vez no debía de haber prometido nada.
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Bueno, aquí termina este, espero les haya gustado. Ahora saben porque León insistía mucho con la edad de Gia xD
¡Saludos! Nos vemos en el próximo que será un recuento de los besos que se vieron en la historia y los que no ;) (No sé cuando lo subiré :v)
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