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Discusiones

Capítulo cuatro

 León

 —¿Ya sabes cómo le pondrás? —me peguntó Gia.

Eran alrededor de las 9 de la noche, ambos estábamos en mi dormitorio sentados en las únicas dos sillas que tenía haciendo nuestras tareas cuando ella hizo esa pregunta. Volteé a verla pero no despegó la vista de su cuaderno, a decir verdad llevaba casi todo el día evitando mi mirada, tal vez creía que si no la veía a los ojos no me daría cuenta de aquellos círculos negros que estaban debajo de sus ojos pero ella olvidaba que mi pasatiempo favorito era observar a las mujeres...

—Deberías ir a dormir ¿Mañana tienes clases? —asintió y parpadeó varias veces.

—No has contestado mi pregunta —me reclamó.

—No, no he pensado en eso.

—Sabes, hay muchas cosas que no estás teniendo en cuenta con el bebé, algún día deberás registrarlo y se necesitan unos papeles para eso —hojeó su cuaderno hasta que encontró lo que buscaba—. Ayer investigué en internet y dice que es necesario el certificado de alumbramiento (original) que es un papel que dan en el hospital en donde nació el bebé —me aclaró—, también piden identificación de los padres, dos testigos y cartilla de vacunación del niño —suspiró—. Lo único que tenemos es un biberón y una carta que dice que es tu hijo. Busqué como registrar a un niño como padre soltero pero no aparece nada, tendrás que ir personalmente.

—¿Investigaste todo eso anoche?

—Tampoco estás tomando en cuenta que no tenemos cartilla de vacunación del bebé —me ignoró—, podría no tener ninguna vacuna y correr el peligro de tener alguna enfermedad...

—No era necesario que lo hicieras —la interrumpí y me lanzó una mirada asesina.

—¿Piensas seguir haciéndote cargo de él aun sabiendo eso?

Suspiré y me puse de pie.

—Nada de lo que me digas me hará retractarme, es mi hijo y me haré cargo de él, punto.

Gia lanzó un bostezo que me contagió.

—¿Has pensado que tal vez él no sea tu hijo? —dijo con voz soñolienta—. Tal vez su madre te esté mintiendo, probablemente no podía hacerse cargo del bebé así que decidió dárselo al primer chico con el que recordó que se había acostado, uno nunca sabe. Sería mejor si te hicieras una prueba de ADN...

—Cuesta demasiado...

—Están alrededor de unos 500 dolares yo podría prestártelos...

—¿De dónde sacarías tanto dinero? No, espera ¿Por qué me prestarías semejante cantidad de dinero si no te agrado? —rodó los ojos y cerró su cuaderno.

—Estoy hablando en serio con los cuidados del bebé y creo que solamente quieres hacerte cargo de él porque hay posibilidades de que seas el papá, pero si tienes pruebas de que no lo eres estoy segura de que te sería más fácil dejarlo en un lugar en donde sí se puedan hacer cargo de él —se puso de pie y se encaminó a la puerta—. Intento darte alternativas para liberarte del pequeño y que él se libere de ti.

Sin despedirse se marchó de mi dormitorio, no era que esperara una despedida de su parte...

Me acerqué a mi hijo que dormía en mi cama.

Era tan pequeño.

No sabría decir por qué pero me sentía feliz de verlo, en ningún momento de mi vida me imaginé con un hijo y mucho menos a esta edad pero al tenerlo frente a mí en esos momentos me hacía experimentar algún tipo de felicidad que no podía explicar.

Acaricié su cabecita, mi mano la cubría completamente.

—¿Eres mi hijo? —le pregunté como si me fuera a contestar.

* * *

Gia llegó agitada a mi dormitorio a las 12:15, de nuevo se había saltado una hora de clases, eso lo hacía sólo para que yo no me retrasara tanto con mi horario y se lo agradecía pero tampoco quería que ella interrumpiera sus clases por mí... por el bebé.

—Perdona la tardanza —dijo respirando profundamente—. Ahora lárgate —entró a mi dormitorio arrojando su mochila aun lado de la habitación, se alisó la falda del uniforme, que como estudiante de preparatoria era obligada a usar, y se acercó al bebé.

—La próxima semana vendrá mi ayuda así que ya no tienes porque saltarte las clases —le avisé tomando mi mochila y mi maleta de deportes, ambos nos estábamos dando la espalda ya—. Hasta puedes llegar más tarde de lo acordado.

—Está bien —dijo. Cuando volteé hacia ella tenía cargando a mi hijo en sus brazos, me quedé más tiempo del debido observándola ya que la única vez que lo había sostenido fue cuando fuimos en la madrugada a la tienda de 24 horas. Su mirada se conectó con la mía—. ¿Qué estás haciendo ahí parado? Te dije que te fueras —me ordenó con tono severo.

—Sí —sacudí mi cabeza y prácticamente volé a mi salón de clases.

Durante las clases intenté poner la mayor atención posible y en el campo de futbol me concentré completamente en el entrenamiento, necesitaba seguir actuando normal para que nadie sospechara absolutamente nada. Si alguno de mis amigos se enteraba podría considerarme acabado.

Por suerte aun estábamos en el primer mes del semestre así que los entrenamientos no eran tan agotadores y el entrenador no era tan estresante, se podría decir que me sentía relajado después de 5 días cuidando a un niño de dos meses de edad.

—¿Nos dirás por qué rayos faltaste casi toda una semana a clases? —me preguntó Adrián, él era prácticamente mi mejor amigo.

—Ye te dije —cerré de golpe la puerta de mi casillero del vestidor, no es que estuviera molesto, eso era más bien una forma demostrar tu hombría en un lugar lleno de hombres semidesnudos, era tan común que cada dos segundos una puerta se cerraba así.

Una toalla blanca completamente mojada calló en mi cabeza.

—No seas princesa —de nuevo Adrián—. Tu nunca te enfermas, está científicamente comprobado que los idiotas no se enferman y tu ocupas el primer lugar en esa lista.

—El primer lugar me lo has quitado tú —le devolví la toalla.

—Ya bueno, vamos por unas chicas para divertirnos... —sé que siguió hablando pero en cuanto dijo chicas recordé que por primera vez había una chica en mi dormitorio, tenía la ropa puesta, era menor de edad y estaba cuidando de mi hijo.

—Paso —dije un poco sorprendido de escucharme rechazar una noche con chicas.

Todo el vestidor se quedó en silencio hasta que Adrián me golpeó bruscamente en el hombro.

—No jodas, primero te escondes por una semana y ahora no quieres salir. Tú tienes algo —me señaló con el dedo acusadoramente.

No sabía qué cosa decir para zafarme así que simplemente dije lo primero que mi mente pensó.

—ETS* —murmuré y a pesar de que no lo dije muy alto Adrián sí que me escuchó, hizo una expresión de dolor y luego golpeó mi espalda.

—Ya, ahora entiendo.

Mi vida social se estaba terminando.

Subí las escaleras hasta el tercer piso, llevaba mi maleta de deporte arrastrando sin importarme que se ensuciara o rompiera, me sentía agotado mental y físicamente. La verdad es que no entendía como Gia podía subir tres malditos pisos en menos de 10 segundos tal vez se teletransportaba, después de todo era bastante extraña.

Cuando por fin llegué a mi dormitorio y abrí la puerta mi cerebro tardó en captar lo que había dentro.

¿Acaso iba a montar una guardería en mi dormitorio?

Entré y cerré la puerta rápidamente como si alguien pudiera ver lo que estaba ahí dentro.

—Gia —pregunté al no verla.

—¡Voy! —gritó y el escuchar su voz me asustó. Salió del baño—. No vuelvo a cambiar ni un pañal —dijo y noté un color verdoso en su rostro—. Todo tuyo —casi corrió hasta donde yo estaba y me entregó al bebé.

Lo observé, estaba completamente bañado, tenía ropa nueva y olía a... bebé.

—¿Qué rayos pasó aquí? —pregunté señalando el lugar con mi mano disponible.

—Investigué en internet las cosas básicas que debe tener un bebé —sacó una pequeña libreta de notas del bolsillo de su suéter y empezó a leer señalando cada cosa que había en mi dormitorio—. Principalmente un portabebés —se acercó a una cosa que estaba sobre la mesa—, este de aquí viene con un cochecito, son dos en uno creo que se ensamblan de alguna forma, algo así como un transformers —se encogió de hombros y siguió—. Pañales, leche para bebés de su edad, una cobijita, cinco juegos de ropa diaria, dos juegos de ropa para dormir, toallitas, jabón y otras cosas para el aseo personal, un par de biberones...

—Espera...

—¿Qué? —preguntó inocentemente.

—¿Cómo rayos planeas que pague todo esto? —gruñí.

—Ya está pagado —contestó como si fuera obvio.

—¡Estás loca! —grité provocando que el bebé se asustara y empezara a llorar.

—Bien hecho idiota, lo has asustado —dijo molesta. Empecé a mecerlo en mis brazos hasta que se calmó después de unos minutos—. Y de nada, por cierto —dijo Gia cruzándose de brazos.

Joder, sabía que lo había hecho con buena intención pero todo lo que estaba en mi dormitorio se veía bastante caro, estaba seguro que había unos cuantos miles de pesos en todas esas cosas, lo único que faltaba era una cuna.

—La cuna está por allá, la tienes que armar —habló como si leyera mis pensamientos.

Escaneé la habitación hasta ver una enorme caja larga recargada en la pared que estaba cerca de mi cama.

—¿Por qué hiciste todo esto? —pregunté clavando mi mirada en ella.

—Te dije que cuidar de un bebé requiere muchas cosas —contestó seriamente sin esquivar mi mirada, de hecho la mirada asesina que me estaba lanzando me provocó piel de gallina—. No sé tú, pero no me gustaría que ese bebé sufriera de algo mientras sea mi turno de cuidarlo.

Suspiré y cerré los ojos.

—Escucha, te agradezco que hayas comprado todo esto, pero no hay forma de que te pueda pagar todo esto, será mejor que lo devuelvas...

—No se puede —me interrumpió—. Si lo devuelvo no me regresarán el dinero además que no te he pedido que me lo pagues.

—Por favor —dije sarcástico—. ¿Dime de dónde rayos sacaste dinero para comprar todo esto?

—Mis ahorros —se encogió de hombros.

—Gia —alargué.

—Mis ahorros —dijo firmemente. De nuevo esa diabólica mirada—. Además esto es para el bebé sin nombre, no para ti —remarcó.

—Este bebé es mi hijo, es mi responsabilidad...

—Tenía sólo un cambio de ropa —me reclamó—. Los bebés necesitan más de un cambio de ropa, necesitan cosas especiales para su aseo no puedes limpiarlo con el mismo jabón que utilizas. No tienes idea de nada.

Tenía razón pero que ella me reclamara por mi propio hijo me molestaba.

—¿Qué importa? Aprenderé —intenté no levantar la voz.

—No puedes equivocarte con él —estaba intentando contenerse de gritarme, lo podía ver fácilmente en su rostro—. Estás hablando de una vida, cualquier cosa que hagas mal podía costarle la vida.

—¿Tú que sabes?

Levantó las manos exasperada y luego las dejó caer a sus costados.

—Simplemente eres imposible —gruñó y salió de mi dormitorio echando chispas.

Lo había arruinado todo, pensé mientras daba vueltas por mí habitación, ella sólo intentaba ayudar al pequeño y lo único que pude hacer fue reclamar por hacer las cosas bien, por pensar en todo lo que yo no pensé, honestamente nunca se me vino a la mente la ropa del bebé o que debía tener un jabón especial para su piel o cualquiera de esas cosas que Gia compró.

Pero por otro lado me molestaba el hecho de que comprara tantas cosas como si no le importará desperdiciar el dinero, ¿Se supone que debía creerme eso de "sus ahorros"?

Estaba entre ir a disculparme o buscar una forma de regresar todas esas cosas que ocupaban casi toda mi habitación. Todo eso se alejó de mi mente cuando escuché al pequeño llorar, lo había dejado recostado sobre mi cama así que me apresuré a ir por él. Lo mecí en mis brazos durante muchos minutos hasta que se calmó, ni siquiera sabía si lloraba porque tenía hambre, o porque extrañaba a su mamá. No sabía nada.

Lo abracé contra mi pecho lo más fuerte que pude pero al mismo tiempo suavemente para no lastimarlo.

Ahora que lo pensaba Gia lo había llamado "el bebé sin nombre", estaba siendo tan estúpido que ni siquiera le había intentado poner un nombre a mi hijo... mí hijo. Hasta pensarlo me resultaba complicado.

En un par de horas reorganicé mi habitación acomodando las nuevas cosas que había, lo único que dejé arrumbado fue la cuna ya que no quería armarla, además que siendo tan pequeño no lo podía dejar dormir solo, estaba mejor si por el momento dormía en mi cama.

Después fui a disculparme con Gia, no fue tan difícil como creí pero por haberla hecho enojar ella se vengó de mí, me entregó un par de libros que parecían ser biblias tamaño jumbo con un título que me hizo molestar.

—Guía para padres primerizos estúpidos —leí en voz alta y vi como su rostro tenía una mueca de satisfacción y burla.

—Hasta tienen dibujitos para que entiendas todo fácilmente y creo que tiene códigos de color —empujó los libros a mi pecho fuertemente.

—¿Tú me odias? —le pregunté y no tenía duda que su respuesta.

—No me simpatizas —se recargó en el marco de la puerta de su habitación, el interior se veía oscuro—. Pero me preocupa el pobre bebé así que intentaré tolerarte.

—No entiendo por qué te preocupa un bebé desconocido —dije colocando los libros debajo de mi brazo.

—Ni yo —suspiró—. Como sea, ¿Es todo lo que querías decir? —me interrogó con la mirada.

—Creo que sí —asentí.

Levantó una ceja al mismo tiempo que se encogía de hombros se apartó del marco de la puerta y se dio media vuelta para entrar a su habitación.

—A espera —dije recordando algo importante—. Mañana a las 10 vendrá alguien a quien quiero que conozcas —la duda se dibujó en su rostro—. Tiene que ver con el niño —asintió y cerró la puerta sin decir nada.

Me estaba acostumbrando a eso.

* * *

Eran las 10:30 y ella todavía no llegaba, Gia se estaba desesperando y no estaba de más, la estaba haciendo perder su sábado libre en mi habitación y alimentando a un bebé que no tenía ninguna relación con ella.

Al par de minutos alguien tocó la puerta y suspiré aliviado. Cuando me levanté de mi cama para ir a abrir fui obstruido por Gia que me entregó el niño y ella se encargó de abrir la puerta.

—Hola —dijo una voz femenina que reconocía desde siempre—. ¿Se encuentra Leonardo por aquí?

—Sip —contestó Gia con una voz tan tierna que ni me la creí—. Adelante —se hizo a un lado y la dejó pasar.

El rostro de Alissa fue una mezcla de sorpresa y al mismo tiempo burla, primero se quedó de pie al centro de la habitación observándome detenidamente y después soltó una carcajada.

—Dios —dijo sin parar de reír—. Te juro que creí que me estabas mintiendo cuando hablábamos por teléfono, pero, creo que esto lo dice todo —volvió a reír y sus brazos envolvieron su estomago—. Pareces una mamá —y siguió riendo durante un par de minutos.

—Ella me agrada —logré escuchar a Gia decir en voz baja.

Seguramente ellas dos se llevarían de maravilla.

—Cuando termines de reír me avisas para que hablemos —le dije malhumorado.

Después de unos 10 minutos Alissa dejó de reírse y me vio seriamente negando con la cabeza. Ella y Gia estaban sentadas frente a mí en mi cama mientras que yo estaba sentado en una de las sillas.

—¿Cómo pasó esto? —preguntó como si no fuera obvio.

—Verás —empezó Gia pero la interrumpí antes de que dijera alguna tontería que me hiciera molestar aun más.

—Lo importante aquí es si me ayudarás a cuidarlo —le dije viéndola seriamente—. Por teléfono nunca lo confirmaste.

Alissa rodó los ojos y negó con la cabeza.

—No te creí cuando me estabas hablando por teléfono, pensé que era alguna de tus tontas bromas —suspiró dramáticamente fijando la vista en el bebé que descansaba en mis brazos. Cargar a un bebé era bastante cansado por cierto—. Claro que te ayudaré, eres tan inservible que no puedo dejarte a cargo de una criaturita tan pequeña.

Vi como en el rostro de Gia se dibujaba una media sonrisa.

—¿Eres la mamá? —le preguntó Alissa a Gia y su sonrisa se desvaneció de golpe.

—No. Soy vecina de este —me señaló con la mano como si no fuera importante.

—Qué alivio, me alegra que no tengas nada que ver con él —dijo mi amiga sonriendo.

—Imposible, es un idiota.

—¡Lo notaste! —Alissa estaba emocionada—. Me agradas.

Las dos chicas se sonrieron y mis sospechas de que se llevarían bien ya se habían confirmado.

Alissa era mi mejor amiga mujer, nos conocíamos desde que teníamos memoria y siempre que necesitábamos algo nos ayudábamos mutuamente. No le había pedido favores desde hacía muchos años, pero con la situación como estaba tuve que llamarla. Ella también estudiaba la universidad pero de manera pública ya que no tenía el suficiente dinero para pagar la universidad del campus. Su horario era horrible y tenía horas libres entre clases, lo que me benefició a mí.

Sus horas libres eran de 11 a 2 de la tarde.

Ella estaba arrullando al bebé mientras le daba leche con el biberón, al parecer se había encariñado muy pronto con él.

—¿Qué es lo que saben de bebés? —nos preguntó a Gia y a mí.

—Poco —contestó Gia.

—Nada —dije entre dientes.

—Eres un idiota, de seguro querías dejarle todo el trabajo pesado a la pobre de Gia y tu salirte de nuevo con mujerzuelas —me dijo con molestia.

—Deja de hacerme la vida miserable —levanté la voz pero al recordar el favor que me haría durante el semestre me arrepentí—. Lo siento.

Alissa me dio la espalda.

—¿Ustedes dos eran novios o algo así? —preguntó Gia para alivianar el ambiente.

Mi amiga se giró a nosotros nuevamente y sonrió.

—No. Fuimos compañeros —le explicó—, en el orfanato.

Me quedé congelado. ¿Por qué le había dicho eso? Jamás lo decía.

Levanté mi mirada hacia Allisa y en seguida comprendió que no debió haberlo dicho.

—Lo siento, creí que ella ya lo sabría —intentó disculparse pero yo ni siquiera la escuché bien, y no me atrevía a ver a Gia.

—Me gusta el nombre de Lionel —dijo Gia.

El viento golpeó contra nosotros y sólo así pude recordar que estábamos fuera de los dormitorios, el viento era agradable a pesar de que estábamos en inicios de septiembre y las noches aun era calurosas.

—Prefiero algo como Bryan o Ryan, me gusta cómo suenan esos —intenté continuar con su plática pero me sentía tan incomodo en ese momento que sólo la cortaba.

De nuevo nos quedamos en silencio, mis manos estaban apoyadas en el barandal del pasillo y Gia estaba con su espalda recargada en él. Sabía que no podía esconder por siempre que yo fui huérfano pero me hubiera gustado elegir el momento para decir esas cosas que eran importantes para mí.

—No sé de dónde vengo Gia —empecé a hablar—. Mis padres me dejaron en el orfanato cuando yo tenía tres años, no recuerdo sus rostros ni... nada. Crecí durante 10 años ahí, nunca creí que alguna familia me fuese a adoptar cuando ya era muy grande, pero a los 13 llegaron mis padres —sus ojos se abrieron con sorpresa y le tuve que aclarar—, mis padres adoptivos. Ellos me han apoyado en todo lo que necesito...

»Por eso quiero hacerme responsable de mi hijo, yo no seré como aquellos que me dejaron, lo cuidaré aunque deba dejar mis estudios y trabajar para mantenerlo, haré todo lo posible para que él tenga una buena vida, para que sea feliz.

Dejé de hablar.

—Creo que Lionel estará feliz —dijo después de unos minutos, dirigí mi mirada a ella y la vi sonreír vagamente.

—Eso es lo que quier... ¿Lionel? —le pregunté.

—Bueno, llamarlo "bebé" o "pequeño" es aburrido y como tú no te decides yo le diré Lionel...

Negué.

—Se llamará Bryan.

—No me gusta.

—Y a mí no me gusta Lionel.

—Bien —dijo molesta.

—Bien —le respondí igual. Nos quedamos en silencio durante unos minutos hasta que otra ráfaga de viento nos golpeó—. Mejor vamos a dentro.

Ella me empujó para entrar primero y yo casi reboto contra la pared, nunca entendería ese extraño cambio de humor en ella.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * 

*ETS: Enfermedad de transmición sexual.

Espero que les haya gustado el capítulo.

¡Besos!


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