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𖦹 ' 02

Actualidad...

𖦹

Pov. Jimin.

La puerta de la habitación de Jungkook se abrió de golpe cuando entré sin pensar demasiado, con una excusa en la punta de la lengua para apresurarlo. Pero en lugar de soltar las palabras, me encontré chocando de lleno contra su pecho desnudo. Era cálido, firme, y mi mano, como si tuviera voluntad propia, se alzó para estabilizarme, aterrizando justo en su hombro.

La piel bajo mi palma ardía de una manera que me puso nervioso. Me aclaré la garganta y retiré la mano rápidamente, alzando la vista hasta encontrarme con sus ojos.

Esos malditos ojos oscuros, siempre un poco enigmáticos, ahora estaban muy abiertos, como si lo hubiera atrapado en medio de algo que no quería que viera. Su cabello era un desastre: mechones negros como la noche revueltos en todas direcciones, y su rostro estaba tan alerta que casi parecía asustado.

—Parece que te divertiste anoche —dije con sequedad, mi mirada bajando por su torso.

Su piel aún mostraba el leve rubor del sueño, y aunque estaba a medio vestir con unos jeans y calcetines, tenía una camiseta en la mano que claramente estaba a punto de ponerse. Era una imagen tan… íntima que me obligué a mirar hacia otro lado.

Jungkook se encogió de hombros, desinteresado, antes de echar un vistazo rápido por encima de mi hombro. Por reflejo, seguí su mirada hasta ver a Hanna, quien estaba en la pequeña cocina común, apoyada contra la encimera con una taza de café humeante en la mano.

—Estoy listo en menos de cinco minutos —dijo Jungkook, pasándose la camiseta por la cabeza y dejándola caer con un movimiento rápido. Sus palabras no eran más que un murmullo distraído—. Solo quiero lavarme los dientes.

—Claro —respondí entre dientes, aunque ya se había escabullido hacia el baño compartido, dejándome parado en medio de su habitación.

Suspiré, girándome hacia Hanna. La encontré observándome con una expresión casi divertida mientras sorbía de su taza. Aunque el café olía tan amargo como siempre, era obvio que ella disfrutaba su espectáculo matutino.

—Es un día temprano para ti, ¿no? —dijo con una media sonrisa—. Creo que nunca te he visto levantado antes de las diez.

—Primer día de entrenamiento de la temporada regular —respondí, devolviéndole una sonrisa forzada.

Hanna asintió, su atención regresando a su café como si no tuviera interés en continuar la conversación. Lo agradecí. Ya tenía suficiente lidiando con mi propia incomodidad, y la presencia de Jungkook todavía flotaba en mi mente.

Tal y como prometió, apareció en la sala apenas unos minutos después, con las llaves del coche colgando de un dedo y un aire despreocupado. No me miró directamente, pero podía sentir que estaba al tanto de mi irritación contenida. En cambio, sus ojos se posaron en Hanna.

—Puedes irte —le dijo mientras se metía los pies en un par de Vans gastadas—. Nos vemos más tarde.

Hanna asintió y levantó su taza en un gesto vago de despedida. Jungkook, por su parte, finalmente me miró. Sus ojos decían más de lo que su boca admitiría, una disculpa silenciosa que derritió parte de mi irritación. Aun así, no iba a dárselo tan fácil.

—¿Listo? —preguntó, subiéndose su chaqueta de cuero mientras inclinaba la cabeza.

—Lo estoy —respondí con calma, fingiendo indiferencia—. Desde hace quince minutos.

Jungkook sonrió. No una sonrisa amplia, sino esa pequeña curva en la comisura de sus labios que me decía que veía a través de mi fachada.

—Bueno, ¿por qué no lo dijiste?

Rodé los ojos, empujándolo hacia la puerta mientras Hanna nos observaba con curiosidad evidente. Jungkook tambaleó por un momento antes de recuperar el equilibrio, y juntos nos dirigimos hacia su coche que él adoraba como si fuera su hijo.

En cuanto estuvimos dentro, me dejé caer en el asiento del copiloto y ojeé la radio hasta encontrar las canciones de The Weeknd. El bajo vibraba en los altavoces, y el ritmo empezó a calmar mis nervios. Pero Jungkook, siendo como era, frunció el ceño al escuchar la música, aunque no dijo nada. Sabía que toleraba mis gustos musicales solo porque era su culpa que estuviéramos tarde.

—Si  tanto te ibas a demorar, me hubieras dado las llaves — Dije, una carcajada escapó de su garganta mientras arrancaba el auto.

—Estás bromeando, ¿verdad? Nadie conduce a mi bebé.

Era típico de Jungkook: protector, obstinado, y tan terco que podía ser exasperante. Pero también era exactamente la razón por la que sabía que podía contar con él, incluso cuando me sacaba de quicio.

𖦹

𖦹

Pov. Jungkook.

Vi entrar a Jimin cuando un fuerte bocinazo me saca de mis pensamientos, y mi pulso se acelera por el susto. Miro rápidamente por el retrovisor y veo un auto negro intentando maniobrar al lugar que estoy bloqueando con el mío.

El conductor del auto no es otro que Sungwoo, el pitcher titular de los Halcones celestiales y probablemente la persona más insoportable que he tenido el disgusto de conocer. Solo ver su cara me tensa los músculos del cuello.

Me pregunto cómo Jimin puede lidiar con él todos los días, especialmente teniendo que trabajar tan de cerca como catcher. Sungwoo no solo es un ególatra, sino que también tiene la costumbre de tratar a los demás como si fueran inferiores. Ni siquiera quiero imaginarme las cosas que le dice a Jimin en esas pequeñas "reuniones" en el montículo durante los juegos. Sé que la mayoría de las veces son para criticar a Jimin, como si fuera su culpa que los lanzamientos de Sungwoo no lleguen donde tienen que llegar.

Si alguna vez se atreviera a intentarlo conmigo, probablemente terminaríamos a golpes antes de que pudiera abrir la boca dos veces. Por eso prefiero correr. No hay compañeros de equipo, no hay drama, y nadie toca mi ritmo o mi espacio.

Pero aquí estoy, atrapado en un enfrentamiento silencioso con Sungwoo. Y, para empeorar las cosas, Jay, su sombra constante, sale del lado del pasajero. Por supuesto, con su actitud engreída de siempre.

Sungwoo vuelve a tocar la bocina y acelera el motor, como si eso fuera a hacerme moverme más rápido. Decido ignorarlo, tomándome mi dulce tiempo.

Sin embargo, al parecer no tiene paciencia, porque en cuestión de segundos está fuera de su coche, golpeando mi ventana con los nudillos. Su expresión es una mezcla de impaciencia y cabreo puro.

Bajo la ventana solo lo suficiente para que pueda hablar. No confío en él lo suficiente como para darle la oportunidad de meter la mano o hacer algo más idiota.

—Si piensas esperar todo el día a tu novio, te sugiero que muevas este pedazo de mierda a un lugar de estacionamiento real. Estás haciendo que lleguemos tarde al entrenamiento.

Ah, novio. La palabra favorita de Sungwoo últimamente. Sus comentarios no son nuevos; empezaron hacia el final del semestre pasado, y claramente solo lo hace para provocarme.

Levanto una ceja y miro alrededor del estacionamiento, que está prácticamente vacío.

—Ah, sí. ¿Cómo pude olvidar que el mundo gira en torno a ti? Que el cielo no te moleste.

El sarcasmo gotea de mis palabras, y lo suficiente como para que lo note. Su expresión cambia, de irritada a una mueca contenida. Parece que piensa que realmente tengo tiempo para lidiar con sus tonterías esta mañana.

—No es difícil mover el coche, Jeon. Así que hazlo.

Le doy una mirada pensativa, como si estuviera considerando sus palabras. Luego asiento con la cabeza y digo:

—Tienes razón. No es nada difícil. Entonces, ¿por qué no vuelves a subirte al tuyo, lo pones en marcha y me rodeas?

La incredulidad en su rostro es tan evidente que casi me río. Pero en lugar de eso, saco el paquete de cigarros que llevo en el bolsillo, tomo uno y lo enciendo con calma.

El hábito es relativamente nuevo. Comenzó el año pasado, y Jimin lo odia. No lo culpo, pero justo ahora no me importa.

Sungwoo me observa con una mezcla de asco y molestia. No digo nada más, solo me recuesto contra el asiento y dejo que el humo se escape de mis labios lentamente, disfrutando del pequeño momento de triunfo que acabo de conseguir.

Puede esperar todo lo que quiera. Yo tengo todo el tiempo del mundo.

—¿No dijiste que llegarías tarde?

Sungwoo no tarda en responder, su mandíbula tensa como si estuviera conteniendo una explosión. Agita la mano hacia el aire, apartando el humo del cigarro como si eso pudiera hacer que me moviera más rápido.

—¿Por qué eres tan idiota? —me grita, la rabia en su tono palpable.

Resoplo, mirando el cigarro entre mis dedos, luego vuelvo a mirarlo con la misma indiferencia.

—¿Viniendo de ti? Por favor.

A Sungwoo no le qusta nada la falta de respeto, y su paciencia se agota de inmediato.

—Mueve el puto auto.

Levanto una ceja, disfrutando del momento.

—¿Qué tal si... no?

Su rostro comienza a enrojecerse. Puedo ver cómo la vena de su sien se hincha peligrosamente, y la parte de mi que lo odia tanto como yo, le ruega que haga el siguiente movimiento. El impulso de pelear se enciende dentro de mí, aceptaría cualquier golpe, incluso si eso significara acabar con un ojo morado y una mano rota. Sé que me odía lo suficiente para llegar a las manos.

La tensión se corta en el aire, y el puño de Sungwoo estalla contra el techo del coche con tal fuerza que me hace perder la visión por un segundo. Todo se pone negro, o tal vez rojo. La ira sube por mis venas, y la única cosa que puedo pensar es en la sangre que se derramaría si no retrocede.

—Hazlo de nuevo. Te reto, carajo.

La expresión en su cara es pura furia, y mi sonrisa se ensancha ante el desafío.

—¿O qué? ¿Qué va a hacer tu culo de delincuente al respecto? Te sacudiría la mierda, Jeon.

No me importa lo más mínimo que me intente golpear. Sé cómo funcionan los tipos como él; son cobardes que no pelean limpio. Probablemente necesitaría que uno o dos de sus amigos me sujetaran los brazos mientras él me da un par de golpes. Pero no tengo nada que demostrar, y eso me da la ventaja.

Él tiene algo que perder, y eso me hace sentir aún más confiado.

—Entonces hazlo.

Lo miro desafiante, sabiendo que le he dado en un punto vulnerable. Parpadea, claramente desconcertado, y su cara se endurece al ver que no estoy intimidado.

—¿Qué?

Me encojo de hombros, sin dejar de mirarlo.

—Pégame. Pelea conmigo. No me importa.

La sorpresa en su rostro me provoca una risa, aunque lo que más me divierte es verlo tartamudear, luchando por encontrar una forma de responder. Sabe que ha sido desenmascarado, y que no soy tan fácil de intimidar como todos los demás.

Finalmente, tras lo que parece un minuto de total agonía para él, Sungwoo encuentra su salida.

—Sí, pero luego vete a casa para que Park te cuide. Demonios, apuesto a que te estaría haciendo un favor. —Hace una pausa, y luego añade—. Y no puedo arriesgarme a una lesión en la mano.

El sabor de la victoria me recorre como una corriente eléctrica. Sonrίο, saboreando el momento, mientras veo la frustración y la rabia apoderarse de su rostro. Este imbécil acaba de quedar reducido a un niño.

—Tu mano. Bien. —digo con una sonrisa, asintiendo— Bueno, si eso es todo, tengo que irme. ¿Te importa?

Es imposible no notar el rojo brillante en su cara mientras gira sobre sus talones, dirigiéndose hacia su auto, derrotado. No dice ni una palabra más, pero ya ha logrado lo que quería. O, bueno, eso pensó. En realidad, los idiotas como él necesitan algo así de vez en cuando.

Pero no soy el único idiota aquí, así que decido hacerle un último favor. Bajo la ventanilla completamente, y cuando lo veo aún en la puerta del auto, me asomo y le lanzo una última amenaza.

—¡Oh, hola, Jay! La próxima vez que toques mi coche, te golpearé con él.

Entonces, sin esperar una respuesta, le hago un gesto de asco y aprieto el acelerador, dejando atrás el aire frío de la mañana, el humo del cigarro y el eco
de su frustración. El sonido del motor ruge en mis oídos, y por fin, me siento libre.







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