Introducción
El océano, hogar de mitos y leyendas. Un enorme cuerpo de agua que desde la antigüedad ha sido admirado y respetado por su singular belleza, pero al mismo tiempo, cada ser terrenal ha mostrado cierto miedo hacia él. Con su fuerza imparable, sus profundidades escalofriantes, y aquel impredecible comportamiento, ha logrado convertirse en la tumba de cientos de personas.
No era secreto que las aguas reclaman almas sin importar la edad, estatus social o creencias. Una vez que tu cuerpo se sumergía en su territorio, estabas condenado, ya la vida dejaba de pertenecerte, todo lo que podías hacer, era rogar por misericordia y esperar a que las olas volvieran a guiarte a casa.
Gracias a tantas tragedias, el terror se esparció como una enfermedad, limitando a aquellos que deseaban tener la oportunidad de saber que había más allá de la orilla espumosa.
Y así comienza nuestra historia, en una época simple, sencilla, en donde los hombres tenían trabajos duros, las mujeres se preocupaban por el bienestar de los hijos y los jóvenes sólo debían apoyar lo más posible a sus familias.
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En una isla remota, vivía una pequeña población que se dedicaba principalmente al comercio y la pesca.
Sus vidas eran prácticamente simples, habitaban en casas de madera, cuidaban animales para que les proporcionarán algo de sustento, sus vestimentas eran humildes, con colores opacos, pero aún así, se las habían arreglado para formar familias felices y prósperas.
Todos parecían felices con su estado, todos a excepción de cierto joven de larga cabellera oscura, ojeras pronunciadas y mirada imperturbable. Conocido también como el hijo del jefe de la isla, Uchiha Itachi.
Desde muy corta edad, aquel chico había demostrado ser un auténtico prodigio, sus habilidades en la carpintería, herrería y literatura eran excepcionales. Su padre no podía estar más orgulloso, había logrado formar un gran líder.
Pero la realidad era que a Itachi no le interesaban ninguna de esas cosas, pero era consciente de que debía mantener las apariencias con su gente, de lo contrario podría costarle la escasa libertad que poseía.
Lo que en serio despertaba la pasión del Uchiha, eran los misterios que guardaban aquel inmenso océano. Sólo una persona lograba comprender su pasatiempo, y ese era su pequeño hermano. Un niño llamado Sasuke, que siempre escuchaba y seguía cada paso que daba su superior.
Ambos hermanos solían esconderse bajo las sábanas para leer increíbles historias sobre criaturas marinas que eran tan grandes como las montañas, tan hermosas como las flores y tan místicas como las estrellas a media noche.
Casi todos los días, después de cumplir sus labores, los jóvenes corrían al otro extremo de su comunidad, en donde se adentraban en las frías aguas, para recolectar animales, crustáceos o cualquier cosa que pudiera llamar su atención. En una pequeña libreta, Itachi dibujaba y hacía anotaciones de sus descubrimientos, pero en el fondo sabía que eso no era suficiente, todo en su ser le gritaba que debían de ir más allá del ocaso, desaparecer, al igual que la luz del Sol.
Aunque era un sueño prácticamente imposible, pues su padre sólo tenía una regla para ellos, y era que por ningún motivo tenían permitido poner un pie fuera del territorio o de otro modo tendrían que castigarlos. Un claro ejemplo de un hombre ignorante, temeroso e inseguro, que de cierto modo buscaba proteger lo más valioso que tenía.
Resignado, decidió guardar sus sentimientos, en lo más profundo de él, pero sin perder la esperanza de que un día un milagro llegaría, quitándole las sogas que lo tenían fuertemente agarrado por el cuello.
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Los años pasaron, Itachi se había convertido en todo un hombre, y para celebrar sus 18 amaneceres, el pueblo decidió dar una gran fiesta en su honor.
Para cuando llegó la noche, ya todo estaba listo. En una larga mesa de madera, reposaban jugosos trozos de carne, pan recién horneado, frutas coloridas, quesos de la mejor calidad, sin mencionar el añejo vino que era servido en cada uno de los vasos.
La esposa del jefe, como regalo para su hijo mayor, habían conseguido una tela especial, haciéndole un traje a medida de color azul, que resaltaba cada facción de su niño.
Itachi le dedicó una pequeña sonrisa a su madre, agradecido por el detalle. Y con calma se preparó para presentarse ante todo el clan.
La celebración fue un gran éxito, las personas bailaban, comían y cantaban desde el alma. Parecía que nada podría ser capaz de arruinar ese maravilloso momento, pero entonces las campanas comenzaron a sonar, cambiando por completo el ambiente.
El vigilante comenzó a gritarles a todos que debían ocultarse.
El festejado se puso de pie para observar cómo a lo lejos, unos enormes barcos se aproximaban a ellos. Las antorchas que colgaban de ellos iluminaron lo suficiente para distinguir las banderas, que veían teñidas de un rojo que se asemejaba a la sangre. No había dudas, se trataba de piratas.
En pánico, las mujeres tomaron a cada niño para resguardarlos debajo de las casas. Los hombres tomaron armas dispuestos a defender sus tierras y posesiones.
A los pocos minutos, aquellas imponentes naves chocaron contra los muelles destruyendo gran parte de ellos. Una vez en tierra firme, descendieron desde lo más alto, tres figuras, que vestían con oro, cargaban armas de fuego y en su piel tenían plasmado un extraño símbolo.
Al comprender el peligro, Itachi tomó la mano de su hermanito y se lo llevó corriendo con el fin de mantenerlo a salvo.
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Una gran batalla se desató, y como era de esperarse, aquellos monstruos lograron saquear a la comunidad. Sin mencionar que destruyeron las cosechas, asesinaron a varios animales e incendiaron algunas de las viviendas.
El capitán de aquellos bárbaros, sometió a cada uno de los pescadores y campesinos, haciendo que estos se postraran ante sus pies, destruyendoles la dignidad.
Y cuando pensaron que nada podría humillarlos más, los ojos de los habitantes lograron ver, como el grupo de criminales sujetaban con fuerza al gran Uchiha Itachi, llevándolo por aquella tabla de madera, obligándolo a subir a la embarcación.
Una vez que los piratas abandonaron la zona, desapareciendo entre las sombras, el llanto de la gente se dejó escuchar.
Esa maldita noche, cada habitante encendió una vela, como forma de honrar al joven que les habían arrebatado. Los padres del Uchiha se abrazan sin poder encontrar el consuelo necesario para que sus ojos dejaran de derramar esas amargas lágrimas.
Parecía que cada ser en esa isla estaba hecho pedazos, a excepción de Sasuke, que lo único que hizo fue agachar la mirada, para posteriormente ir a sentarse en la fresca arena.
El adolescente estaba tranquilo, y eso era porque él había presenciado la verdad de todo.
Fue cierto que los piratas lograron emboscarlos mientras corrían, pero no mostraron la intención de hacerles daño, de hecho entablaron una plática breve con el hermano mayor, lograron de cierta forma conectarse.
En ese momento, Itachi sabía que era oportunidad de escapar, así que le pidió a los criminales unirse a su tripulación.
Ninguno de ellos puso objeción, ya que aquel joven parecía ser alguien bastante listo, pero le advirtieron que una vez dentro, debía renunciar a todo lo que lo atara a su vida pasada. Le quitarían su identidad, su familia, hasta su posesión más valiosa.
Al escuchar lo último, el Uchiha dudó en irse, él podría ser capaz hasta de renunciar a su apellido, pero dejar atrás al único ser en el mundo que en serio lo había amado por lo que es, le parecía imposible.
Sasuke al ver la duda en el rostro del mayor, decidió darle un fuerte abrazo, diciéndole que debía marcharse, que oportunidades como esta eran únicas en la vida, que ya era momento de dejar de fingir.
Conmovido por las palabras del menor, Itachi le regresó el gesto, aferrándose al más bajo como si su vida dependiera de eso.
Ambos se despidieron, sintiendo un gran dolor en el corazón, deseando que en el futuro sus caminos se volvieran a juntar.
Como último gesto de amor hacia su hermano mayor, este le entregó una perla, como símbolo de que no importa a donde vaya, el mar siempre los mantendrá conectados.
Itachi guardó el obsequio entre sus prendas, para luego girarse, siendo escoltado por sus nuevos camaradas.
Sasuke sonrió, prometiendo que guardaría muy bien el secreto.
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