¡Mil gracias por todos sus hermosos comentarios! 😭💖. Espero que les guste este segundo capítulo :3

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El aire de la mañana comenzaba a cambiar, los cielos se pintaban de un precioso rosa que poco a poco se difuminó como agua de lago que avanzaba cubriendo a la población.

La pequeña niña salió de su casa con la mochila en la espalda. Tenía el tiempo adecuado para llegar a la escuela. Ella siempre era muy puntual y responsable, como había tenido que hacerse en el tiempo que la dejaron prácticamente sola.

Su tía trabajaba cerca de Tokio y vivía en un departamento lejos de Kirioshi y su abuela. Venía de vez en cuando a dejar dinero, sin embargo, sus visitas eran breves y desprendían desesperación hacia la situación en la que se encontraban.

La niña lamentaba el día en que sus padres murieron, parte de ellos se llevó el corazón de la pequeña. Un poco de su alma, de su infancia.

En cuanto las suelas de sus zapatos rozaron el pavimento, la mente de Kirioshi se elevó al cielo. El camino a la escuela siempre era causante de que una parte de la Kirioshi antigua regresara y volara entre nubes al tiempo que avanzaba para reunirse con sus compañeros en una esquina.

—Kirioshi —saludó su amiga Haru—. Me compré unas calcomanías preciosas ayer en la tarde —indicó ella sonriendo al ver a la niña llegar.

—Hola, Haru —respondió ella con una sonrisa fresca—. ¿Aún no llegan los demás?

—Ahí vienen Sasuke y Chiyoko —expresó Haru con tranquilidad.

Poco a poco comenzaron a llegar más niños a la esquina y cuando el grupo estuvo completo avanzaron a la escuela. Los niños más grandes, cuidaban a los pequeños y éstos últimos respetaban siempre las indicaciones, sin dejar de lado ese lado juguetón que cargaban a todos lados.

Kirioshi avanzaba en medio de todos. Su cabello negro y lacio le resbalaba por la mejilla, escapando de la coleta en la que estaba atrapado. La mente se mantenía volando, así que se sorprendió cuando un sencillo evento la sacó de su mundo fantástico: Una hermosa flor rosada llegó hasta sus pies.

La niña se movió un poco a su derecha para poder recoger la flor sin significar un obstáculo para el resto de su grupo.

—¿Estás bien, Kirioshi? —preguntó Haru.

Sus pequeños dedos pasaban por cada pétalo y poco después levantó la vista para encontrar el lugar del que venía.

—Kirioshi —repitió Haru.

—¿De dónde vino? —preguntó ella embelesada por lo que tenía entre sus manos.

—No lo sé —dijo su amiga acercándose para dejar que su mirada envolviera la belleza de aquella flor—, pero es realmente bonita. Casi poética.

—Como una rima —expresó Kirioshi en acuerdo.

Haru le hizo una pequeña seña para que siguieran caminando, cuando su acción se vio interrumpida por la bella vista que encontraron los ojos de su amiga.

Las flores rosadas volaban en todas direcciones, como palomas buscando un hogar. Aquel precioso camino mostraba una luz mágica, un aire precioso que hacía resplandecer cada centímetro. Las mismísimas estrellas podrían haberse depositado en ese sitio, una divina colina que no alcanzaba a mostrar lo que escondía.

Tan sólo se veía ese precioso camino de flores rosadas, encantador y mágico para Kirioshi. Sin duda tenía que visitarlo.

—Kirioshi —insistió Haru.

—Es que... —intentó decir la niña buscando justificar la distracción.

—La escuela, es tarde.

¿Cómo Haru no fue embrujada en ese instante? ¿Cómo podía tener tan poca sensibilidad? Aquellas preguntas no fueron respondidas por nadie, pero la única idea que parecía realmente certera en ese momento era que Kirioshi necesitaba recorrer el camino.

Lo necesitaba con toda el alma.

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