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Día 5: Tarde de "pelis"

Advertencias: Uso de OCs (personajes originales). No quirk AU. Aged up.

Notas iniciales: Este OS forma parte de una historia que tengo en borradores en la que Kirishima es un ex jugador profesional de baseball que se dedica a ser el entrenador del equipo de este deporte en una escuela muy prestigiosa en Tokio y tiene 5 hijos adoptivos, y Bakugō es un intérprete y traductor en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón que odia los ambientes familiares, pero se enamora pues de ya saben quién. En fin, este OS está ubicado en una parte ya muy avanzada de la historia, pues Katsuki y Eijirō ya están casados.

Sábado por la mañana, ah, momento para la flojera y la tranquilidad, para dormir un poco más y para acurrucarse en cama con tus seres amados para ver una película cómica antes de desayunar, o desayunar en la cama. Momento perfecto para descansar del pesado trabajo y de la escuela.

Aunque eso no aplicaba para todas las familias.

Katsuki fue despertado a las 8 de la mañana por un peso en su estómago que casi le saca el aire y abrió los ojos algo asustado, hasta que captó en su visión el rostro feliz de su hija más pequeña, Harumi. Por más rutinario que era eso de ser despertado los fines de semana con un peso extra, siempre se sobresaltaba un poco.

Estiró sus brazos y envolvió en estos a la pequeña niña castaña para llenarle la cara de besos, logrando sacarle unas buenas risas.

— ¡Ya, ya, papá! — exclamó la nena de cinco años, poniendo sus manos en el pecho del rubio para alejarse, cosa que el adulto le permitió hacer, riendo suavemente.

Katsuki talló su rostro, se estiró aún con la chiquilla sobre él y después volteó su rostro hacia su derecha, encontrándose con el rostro de su esposo. Eijirō tenía encima a Kosei, su pequeño de 7, y a Chiyo, la niña mayor con 11 años. Los tres sonreían radiantes hacia él y pronto se le encimaron para abrazarlo.

— Nos faltan 2 — declaró Eijirō después de un par de estrujones al cuerpo de su pareja y de sus hijas e hijo.

— Hikaru está haciendo el desayuno — explicó Chiyo, acostada entre las piernas de los mayores.

— ¡Y Yamiko quiso ayudarle! — complementó el chico pelinegro, tumbándose encima de Eijirō, que lo recibió con los brazos abiertos.

— Entonces deberíamos bajar ya a desayunar — sugirió el rubio incorporándose en la cama, haciendo que Harumi cayera en su regazo, pues había estado sentada en su abdomen —. Ustedes adelántense para poner la mesa, ¿vale?

Los pequeños asintieron enérgicamente y bajaron casi corriendo de la cama, dejando a los adultos solos, sentados en cada orilla de la cama.

— Buenos días — canturreó Eijirō levantándose de la cama para caminar hasta donde estaba Katsuki y pararse entre sus piernas. Tomó el rostro ajeno entre sus manos y se agachó para darle un beso en la frente mientras las manos de Katsuki recorrían sus piernas hasta abrazarlo por la cadera —. Iba a dejarte dormir más, pero se me adelantaron. Debes estar cansado, llegaste a las dos de la mañana. Puedo dejarte durmiendo y llevarlos a, no sé, a entretenerse al parque o--

— Ei... está bien — cortó el rubio, escondiendo su rostro en el abdomen de su pareja, restregando un poco sus mejillas contra la suave tela de la camisa del pelirrojo —. No me molesta si puedo convivir con mis hijos y mi esposo, no te preocupes tanto — balbuceó, despegando su rostro momentáneamente para hablar, disfrutando de las repentinas caricias de su esposo —. Si quieres compensármelo tengamos una tarde de flojera. Sé que siempre salimos a explorar los fines de semana, pero hoy podríamos quedarnos en casa sin hacer nada. Sería un excelente descanso en lo que me vuelvo a acostumbrar a la zona horaria de Japón — bromeó.

El intérprete había tenido que viajar a Corea del Sur por cuestiones de trabajo y se había quedado ahí por una semana y media. Las negociaciones políticas y comerciales solían llevar unos cuantos días.

Había regresado esa misma madrugada y Eijirō le había recogido a las 2 AM en el aeropuerto. Habían comprado comida instantánea en una tienda del aeropuerto y después fueron a casa para directamente tumbarse en la cama después de dejar las maletas por ahí en la sala.

Y ahora estaban despiertos temprano en la mañana gracias a sus muy enérgicos hijos. Estaba bien. A Katsuki le gustaba ese ambiente tan familiar y hogareño.

Bajaron después de unos minutos y cuando llegaron al comedor vieron al mayor de sus hijos, Hikaru (de 14), sirviendo arroz al vapor en cada uno de los platos desde su lugar en la mesa. El desayuno consistía en pescado a la parrilla y ensalada, aparte de la porción de arroz que el chico castaño había servido para cada quien.

Yamiko, la hermana de en medio teniendo 8 años, apareció de la cocina cargando con ambas manos un gran tazón de fruta picada y Eijirō se apresuró a ayudarla, colocando el plato en el centro de la mesa, antes de cargarla y sentarla en su silla a un lado de Hikaru. Ambos padres tomaron asiento en sus lugares usuales en la mesa circular, uno al lado del otro.

— ¡Hikaru, esto se ve delicioso! — exclamó Eijirō, viendo toda la comida sobre la mesa, para después detener la mirada en su hijo, suavizando su expresión al ver la peculiar sonrisa apenada del chico. —. ¡Gracias por la comida!

— ¡Gracias por la comida! — repitieron los otros seis, antes de comenzar a comer.

El desayuno se les fue entre pláticas y preguntas a Katsuki sobre cómo había sido el viaje y si todo había salido bien. El rubio contó un par de anécdotas, haciendo reír a sus hijos con la de él y su jefe quedándose atorados en el elevador del hotel en el que se hospedaban porque su jefe había presionado sin querer el botón de parada de emergencia, justo cuando iban a la mitad del camino entre un piso y otro.

Cuando cada traste se quedó sin una pizca de comida, los 7 se levantaron para dejar sus respectivos platos y vasos y Chiyo, Yamiko y Kosei se pusieron a lavar, pues era su turno de hacer la limpieza.

Mientras tanto, Hikaru jugaba con Harumi en el suelo de la sala a las muñecas y Eijirō y Katsuki decidían cuál sería la actividad perezosa del día, sentados frente al par de niños.

— ¿Juegos de mesa? — sugirió Eijirō rascando su barbilla con la mano izquierda. Katsuki le vio escéptico.

— La última vez Chiyo rompió el tablero de Monopoly — recordó el rubio alzando los hombros —. Mejor algo que no incluya competir.

Se quedaron callados, hasta que Hikaru habló.

— ¿Nos quedaremos en casa hoy? — preguntó, dejando de mover momentáneamente una muñeca para hacer parecer que caminaba.

— Ah, sí, tu papá está algo cansado por el viaje así que estamos pensando en alguna actividad familiar dentro de casa.

— ¡Podemos tener un día de peliiiiiiiiiis~! — exclamó la Kirishima más pequeña, Harumi, alargando la "i" exageradamente mientras se paraba del suelo para apoyar sus manitas en las rodillas de sus papás, recargando en sus piernas todo su peso, que realmente no era mucho.

— De hecho, eso suena bien — respondió Katsuki, colocando sus manos en las axilas de la niña para cargarla y sentarla en medio de ambos en el sillón —. Vamos a tener un día de peliiiiiiis — imitó, acercando su rostro al de la menor para frotar su nariz contra la frente ajena, antes de dejar un beso en el mismo lugar.

— Te amo tanto — susurró Eijirō, inclinándose para darle un beso en la frente a Katsuki.

— ¡A mí también, a mí también! — pidió la chiquilla, para después ser consentida con un beso en la frente también.

— A ti también te amo. A todos tus hermanos también los amo — respondió el pelirrojo, acariciando las mejillas de la pequeña —. Ahora ve a decirles que tendremos un día de pelis.

— Peliiiiiiiis~ — corrigió ella, saltando del sillón para tomar la mano de Hikaru e ir saltando a la cocina.

— Peliiiiiiis — repitió el entrenador, soltando una risa después.

Katsuki sonrió enternecido y se dejó caer en el regazo de su esposo, viéndolo desde abajo con ojos enamorados.

De vez en cuando recordaba la aburrida y solitaria vida que llevaba hace unos años y siempre que eso pasaba, Katsuki abrazaba fuertemente a su esposo y lo miraba con mucho amor, como en ese momento. Pero más importante aún, siempre, siempre decía:

— Gracias por darme la vida que nunca pensé vivir y por enseñarme que es maravillosa.

Fue el turno de Eijirō de ver con ojos amorosos y enternecidos a Katsuki.

— Gracias a ti por completar esta familia... y por completar mi vida — murmuró de vuelta, llevando su mano derecha a la frente de Katsuki, apartando unos cuantos mechones para descubrirla, comenzando a peinar sus rubios cabellos hacia atrás.

Escucharon a Harumi y Hikaru decir que esa tarde sería de "pelis" y sonrieron un poco más. Sí, tenían todo lo que necesitaban. Bueno, casi todo.

Los cinco niños corrieron hacia la sala y Kosei saltó encima de Katsuki, que soltó un pequeño quejido, pero rápido acomodó al chico encima de él.

— ¿Vamos a ver pelis hoy? — preguntó emocionado. Los padres asintieron y los ojitos del niño se iluminaron —. ¿Podemos ver Godzilla?

— ¡Yo quiero ver Kimi no na wa! —  pidió Chiyo.

«Yo quiero Ponyo» comunicó Yamiko en la lengua de señas japonesa. No era muda, pero se sentía más cómoda hablando así y había sido un tremendo alivio para Eijirō que Katsuki supiera comunicarse a la perfección de esta forma porque así todos en la familia podían aprender mejor para la niña.

«Anotado» contestó el rubio, acariciando el rebelde cabello azabache de la chiquilla.

— Tenemos todo el día para ver películas, así que podemos ver una por persona — explicó el pelirrojo, alzando los hombros —. Hikaru y Chiyo harán la lista de las 7 películas que vamos a ver hoy, Katsuki y Yamiko harán las palomitas y ustedes dos diablillos — pausó, viendo a los dos menores en la familia —, y yo, arreglaremos la sala para un buen día de...

— ¡Peliiiiiiis! — complementó toda la familia, antes de ponerse a trabajar en sus respectivos deberes.

Para las 10 de la mañana, todos estaban de vuelta en la sala, que estaba acomodada con el sofá cama extendido en el medio y cada otro sillón de dos plazas a cada uno de sus lados sin contar el que daba a la pantalla plana. Había mantas por todos lados y varios cojines. Las luces estaban apagadas y las ventanas cubiertas con periódico y cortinas para que el lugar estuviera completamente oscuro.

Kirishima estaba sentado en el sillón de dos plazas que quedaba de cata a la tele, con Harumi en su regazo y Katsuki sentado a su lado, recargándose en él, con Yamiko acostada entre sus piernas ocupando un cojín para la cabeza. Hikaru estaba por su cuenta el sillón a la derecha, acostado con las piernas estiradas hacia el sofá cama. Por último, en el sofá de la izquierda, Chiyo y Kosei estaban sentados cada uno en una plaza con las piernas cruzadas como indios.

Cada quien tenía un plato hondo con palomitas y una botella de jugo o agua.

— ¿Listos, listas? — preguntó Katsuki, tomando el control de la televisión. La familia entera contestó con una agradable exclamación —. ¿Cuál es la primera en la lista?

Hikaru alcanzó la lista en su regazo.

— La de Harumi — respondió —. Mi vecino Totoro.

— Bien.

El rubio navegó por la plataforma de películas y series hasta que encontró la dichosa película y le dio play.

Los minutos pasaron y se volvieron horas. Película tras película, la familia fue disfrutando del tiempo juntos, pocas veces cambiando de lugar o posición.

Por ahí de las 4:30 de la tarde, cuando ya habían visto 3 de las 7 películas y estaban comenzando la cuarta, Katsuki puso pausa al filme de acción que había elegido.

— ¿Soy el único que tiene hambre? — preguntó, llamando la atención de los otros. Yamiko negó junto a Chiyo.

— A mí me empezó a dar hambre desde como la mitad de Kimi no na wa — admitió Eijirō, riendo algo avergonzado.

— Igual aquí — anunció Hikaru alzando una mano.

Kosei y Harumi concordaron con muchos balbuceos dignos de niños pequeños.

— ¿Pizza? — preguntó Katsuki. Todos festejaron —. Vale.

Antes de continuar con la película tomó su teléfono para pedir tres pizzas grandes de diferentes ingredientes tomando en cuenta los gustos de los niños, de sus niños.

La película continuó después de ver que las pizzas tardarían unos 30 o 40 minutos en llegar y por ahí de la mitad, tocaron a la puerta. La película volvió a ser pausada y Hikaru se levantó de su lugar para ir por las pizzas mientras Chiyo y Kosei iban a la cocina por platos y más botellas de agua o jugo.

Como Katsuki ya había pagado con tarjeta, Hikaru solo tuvo que tomar las tres pizzas que le extendió el repartidor y despedirse cerrando la puerta. Estaba por regresar a la sala cuando notó que por sus pies estaba el correo del día. Nadie se había acercado a la puerta así que no habían visto que había un par de cartas, mayormente anuncios.

Tomó los papeles con su mano libre y regresó a la sala, viendo a todos más sentados y acomodados para comer que antes. Tomó su lugar esta vez junto a Yamiko y puso las cajas de pizza en el centro del sofá cama, que rápidamente fueron abiertas por Kosei para buscar la de queso.

El hijo mayor extendió el correo a sus papás y Katsuki lo tomó, deshaciéndose de toda la propaganda, dándosela a Eijirō. Quedaban tres sobres. Uno era una carta de los padres de Eijirō, así que también se la pasó, otro era de la escuela de sus hijos, así que la colocó en el brazo del sillón para verla después y, por último, una que le hizo tomar el brazo de su esposo para llamar su atención.

— ¿Qué pasa? — preguntó el pelirrojo, con un pedazo de pizza a centímetros de su cara. Katsuki le mostró el remitente del sobre y Eijirō bajó rápidamente la pizza, dejando el plato en el sofá cama. Limpió sus manos en su pijama y se acomodó mejor en el sillón.

En la esquina inferior izquierda del sobre se leía "Centro de Guía Infantil de Japón", institución que habían contactado un par de meses atrás por un asunto muy importante.

Con ansias, Katsuki abrió el sobre bajo la mirada atenta y expectante de cada uno de sus hijos e hijas.

Tomó la hoja que estaba dentro y la extendió para que él y Eijirō la leyeran al mismo tiempo. Fue cuestión de segundos para que se voltearan a ver con una sonrisa esperanzada surcando ambos rostros.

— ¿Qué es? ¿Qué dice? — preguntó Hikaru, confundido pero feliz por ver la forma en que sus papás sonreían. Era contagioso.

— Aceptaron nuestra solicitud — explicó Eijirō, tomando la hoja de las manos de Katsuki para extendérsela a su hijo.

— Vamos... Vamos a tener un bebé — susurró el rubio, aún algo sorprendido por la afirmativa —. ¡Vamos a ser 8!

Con ese grito, el resto de la familia comenzó a festejar. Siempre era grato para los Kirishima enterarse de un nuevo integrante.

Olvidaron la pizza y la película por completo y los 5 infantes se encimaron en el sillón de dos plazas que compartían Eijirō y Katsuki en un gran abrazo de 7.

Mientras Katsuki se dejaba abrazar por sus hijas e hijos, observó la escena, sus rostros, la felicidad de cada uno de ellos y entonces observó a Eijirō. Las facciones del pelirrojo mostraban su inconmensurable alegría, como si ese solo momento llenará su pecho de puro amor y cumpliera con su más grande fantasía: una familia. Y, para qué mentir, Katsuki, después de mucho, mucho tiempo, pensaba y se sentía igual.

¡Tadaaa! Siento que es el día que más corto me quedó, pero no por eso fue menos planeado o con menos dedicación. ¡Para nada! Me encanta mucho esta familia que le hice al ship para la historia que les dije en las notas iniciales y me hizo muy feliz tener la oportunidad de escribir un poco sobre ella en un ambiente tan familiar y hogareño. ¡Gracias por leer!

¡Nos vemos mañana con el día smutty!

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