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Día 3: ¿Quieres casarte?

Advertencias: Menciones de ships secundarios como Inatodo (lmao una de mis ships favoritas, así que chitones si no les gusta), Izuocha, Kamijirou, Seromina y otros más. No quirk AU. Aged up.

Katsuki y Eijirō ya iban tarde a la recepción. Se habían entretenido un poco con el otro pues nunca se veían en ropa formal y cuando se dieron cuenta, se habían tardado unos 20 minutos más de lo que debieron para salir de casa, entre que volvían a arreglar sus trajes y peinados y tomaban sus abrigos para subirse al auto, con el pelirrojo conduciendo.

Esa tarde de invierno se llevaría a cabo la ceremonia y celebración del matrimonio de uno de sus amigos más cercanos. Para más fácil, la boda de Shōto.

Si Bakugō era completamente honesto, nunca hubiera pensado que Shōto sería el primero en casarse de su grupo de amigos de la preparatoria. Él habría apostado todo su dinero a que la primera parejita que se casaría serían Deku y Ochako, pero ambos alegaban que estaban bien así y una boda requería mucho tiempo y dinero que no tenían el lujo de desperdiciar, al menos no por el momento.

Claro, apenas estaban en sus veinti-pocos, realmente casi nadie tenía en mente la idea de casarse, incluso si llevaban mucho tiempo saliendo.

Aunque, bueno, Shōto e Inasa llevaban cinco años como novios y uno más desde que se comprometieron. Aparte, ambos tenían el dinero para festejar a lo grande con todos sus amigos y familiares. 

Kirishima aparcó en el estacionamiento del salón de eventos y ambos bajaron del auto, apresurándose a entrar, viendo aliviados que no eran los únicos que iban tarde, pues en la entrada se encontraron con Awase, Momo, Kaminari y Jirou. Aparentemente las dos parejas habían viajado juntas y se habían perdido, ya que Awase no era el mejor con las direcciones.

Los seis terminaron por entrar juntos, pero pronto se separaron de Awase y Momo cuando vieron que estaban colocados en una mesa distinta. Para la fortuna de los otros 4, habían sido colocados en una misma mesa con Hanta y Mina, que ya habían llegado y de paso hablaban con Rikido y su pareja, una dulce chica que, al lado del fuerte y grande Satō, lucía como la muñeca de porcelana más dulce que cualquiera podría ver.

En lo que el salón terminaba de llenarse, Katsuki y Eijirō fueron a felicitar a la pareja festejada, que tenía una mesa solo para ellos dos al pie de la pista de baile. Las decoraciones de todo el salón variaban entre blanco y plateado, pero alrededor de la mesa para dos que compartían, el plateado se hacía más prominente, como llamando la atención para que fuera obvio dónde estaba la pareja principal de la noche.

Shōto estaba de pie, saludando a un par de invitados que ni Bakugō ni Kirishima conocían, así que esperaron un poco para acercarse al chico bicolor. Para su suerte, la plática acabó segundos después y vieron esa oportunidad para acercarse dando un par de pasos apresurados hasta donde estaba el próximamente-ya-no-Todoroki.

— ¡Todoroki! — exclamó Eijirō, abrazando al chico, que vestía un muy bello traje blanco a juego con el de su pareja.

— Ya no más — corrigió riendo suavemente el mencionado —. Ya será Yoarashi apartir de unas horas, pero ustedes saben que pueden llamarme Shōto.

— ¡Es verdad, Shōto Yoarashi! Queda bien — volvió a hablar el pelirrojo —. Felicidades.

— Gracias — contestó Shōto, acomodando su cabello hacia atrás. Una larga coleta de dos colores, cuidadosamente hecha, que bien podría llegarle a la cintura —. ¿Y qué hay de ustedes?

— ¿De qué hablas? — preguntó Bakugō, ladeando la cabeza confundido.

— ¿Cuándo se van a casar? — se explicó mejor el otro, haciendo que la pareja abriera los ojos con sorpresa, como si jamás se les hubiera pasado por la cabeza aquella situación. Rápidamente el rostro de Eijirō se tiñó de un rojo casi tan intenso como el de su cabello —. ¿En serio? Todos en la clase juraban que iban a ser ustedes.

— ¿¡Hah!? — gritoneó Bakugō, callándose en el momento en que sintió la mano de su novio en su hombro.

— Llevan siendo novios más tiempo que cualquiera — comenzó a explicar el chico, viendo de reojo cómo Inasa platicaba enérgicamente con sus compañeros de trabajo —. Su relación era y es la más intensa. Eran los más estúpidamente románticos, a su modo claro... Y a Bakugō le gusta ser el primero en todo... Solo asumimos que serían los primeros en dar el siguiente paso, pero si no están preparados, pues--

— ¿Me estás diciendo cobarde?

— Katsuki — advirtió Eijirō, haciendo que su novio bufara molesto, mientras se callaba. Sus miradas regresaron a Shōto —. No teníamos idea — explicó rascando su nuca con una sonrisa avergonzada —. Tal vez nunca se nos pasó por la cabeza porque así ya nos sentíamos completos, pero supongo que hay ventajas en, ya sabes, casarte. Tal vez algún día, quién sabe.

Y tras decir eso, hubo un poco más de plática sin importancia y una breve despedida pues Inasa había llamado a Shōto para que fuera a conocer a la bebé de un amigo.

— Wow — susurró Eijirō en el camino a sus lugares.

— Lo sé — murmuró de vuelta el rubio.

Llegaron a sus asientos en silencio y pasaron otros dos minutos para que poco a poco se fueran integrando a la plática que su amigos llevaban en la mesa que compartían. Aparentemente hablaban de sus trabajos, o más bien, de cosas estúpidas que les habían pasado en su trabajos.

Poco a poco fueron regresando a sus energías usuales y la ceremonia se llevó a cabo después de unos 30 minutos. Una mujer de mediana edad con vestimenta formal se encargó todo, siendo ella la empleada del registro civil que les haría firmar el acta de matrimonio.

Después de la parte legal, la fiesta fluyó tranquilamente y a un estilo americano, con un maestro de ceremonias llevando la batuta de la celebración.

— ¡Y ahora! — exclamó dicho señor —. Tendremos la fortuna de escuchar el brindis del amigo más cercano del novio, Midoriya Izuku.

Bakugō rodó los ojos. Vale, que ya se llevaba mucho mejor con el peliverde que antes, pero eso no quitaba que muy dentro de él le hastiara que llorara tan fácilmente y, vamos, que estaba por soltar un enorme y emotivo discurso sobre la relación de Inasa y Shōto. Era obvio que iba a llorar.

Denki puso unos billetes en el centro de su mesa.

— 5000 a que llora en 6 — dijo, sonriendo muy confiado.

— También le doy seis — se unió Sero, poniendo otros 5000 yenes sobre los de Kaminari.

— Vamos, chicos — intentó convencer Kirishima, mientras veía al nervioso peliverde levantarse de una de las mesas lejanas —. No tenemos que apostar por algo cada que nos ve--

— Tres y cuarenta segundos — cortó Katsuki a su novio, poniendo otros 5000 con el demás dinero. Recibió una mirada fastidiada de su pareja y solo alzó los hombros —. ¿Qué? No te vas a quejar cuando nos vayamos de aquí con 10000 yenes más de los que traíamos originalmente.

— Qué confiado — se quejó Mina —. Le daré 5 minutos, ya no es tan llorón como en prepa — se justificó la chica, poniendo otros 5 billetes de mil yenes.

— 15000 más — corrigió Katsuki, aún viendo a Eijirō, que solo resopló y cruzó los brazos.

Se quedaron callados cuando el micrófono le fue entregado a Midoriya y Rikido sacó su teléfono, poniendo en la pantalla el cronómetro y, el preciso instante en que Izuku comenzó a hablar, los números empezaron a correr.

El primer par de minutos, todo iba muy bien. Deku no parecía tener problemas para hablar, pero conforme fue avanzando en su discurso al momento en que hablaba sobre lo feliz que le había hecho saber que Shō había encontrado a esa persona especial, las palabras empezaron a salir con dificultad. Katsuki sonrió emocionado al ver el cronómetro en 00:03:21. Claro que él conocía muy bien a Deku y sus llantos.

Satō detuvo el cronómetro el momento en que Izuku sollozó y mostró la pantalla a los demás en la mesa.

— ¡Oh, vamos! — exclamó Denki, tal vez un poco -demasiado- alto. Unas cuantas personas lo voltearon a ver eztrañadas y cubrió su boca con sus manos, haciéndose pequeño en su asiento.

— Se los dije — susurró el rubio explosivo, festejando en su lugar, para después inclinarse y tomar los billetes —. Como siempre, fue un placer apostar con ustedes.

— Oh, cállate — masculló Mina, acabando ahí la conversación, para que, ahora sí, pusieran atención al resto del discurso.

En realidad, había sido algo muy emotivo. Incluso Mina había llorado un poco y, para qué intentar mentir, Eijirō también, cosa que le dio gracia a su rubio novio.

— Mírate, siendo tan emocional — susurró en el oído de Eijirō, mientras acariciaba la espalda del chico que limpiaba rápidamente sus lágrimas.

— Fue un discurso muy lindo, ¿vale? Tengo permitido llorar — respondió el pelirrojo a la defensiva, pero dejándose abrazar por su novio.

— Lo sé, lo sé.

Ambos tomaron sus copas y se levantaron junto a los demás, brindando por los novios.

Apartir de ahí, la fiesta siguió de la mejor manera posible. Hubo un primer baile entre Inasa y Shōto después de que todos comieran y Katsuki recordó la previa conversación que tuvo con el bicolor. Suspiró, pensando, mientras recargaba su cabeza en el hombro de Eijirō.

Viendo en retrospectiva, sí, todo indicaba -o parecía indicar- que ellos dos serían los primeros en casarse de su generación. Tal vez habían sido la última pareja en ser descubierta, pero la química entre ambos dejaba claro que tenían una conexión emocional envidiable. Eran los chicos que más se presumían entre sí y lo fuerte que era su relación, salían cada fin de semana y estudiaban juntos casi cada tarde. Eijirō lo acompañaba a sus clases de batería y él lo acompañaba a sus prácticas de baseball. Aparte, al menos dos veces a la semana se quedaban a dormir en la casa del otro. Era casi ridículo que a ese punto de su vida no se hubieran casado cuando ya sabían que eran almas gemelas y que pasarían lo que les restaba por vivir juntos. Ridículo.

Aunque... a sus 18 habían hablado sobre mil y un cosas que querían hacer juntos y había salido el tema del matrimonio. Ambos habían soltado una carcajada. Bueno, más bien él, Eijirō solo se había reído por escucharlo reír. Y, ahora que lo pensaba mejor, podía ser que Eijirō sí quería y él había hecho con esa carcajada que se sintiera inseguro de proponerlo ahora que eran adultos.

Regresó a la realidad cuando Eijirō le ofreció bailar.

— Claro — contestó, levantándose de su silla para seguir a su pelirrojo y emocionado novio hacia la pista de baile que extrañamente ya se había llenado. ¿Cuánto tiempo se había perdido en sus pensamientos?

Una vez en la pista, él tomó la iniciativa de abrazar a Eijirō por el cuello y acercarlo a él para comenzar a bailar la lenta balada. El menor no tardó en abrazarlo por la cintura y comenzaron a moverse suavemente al ritmo de la música.

— Te amo — murmuró Eijirō, observando los ojos rojizos de Katsuki. Eran perfectos, así como todo él. Y lo mejor era que lo veían con tanto amor, exactamente como Kirishima lo veía a él.

— Yo a ti — contestó el rubio, acercándose lo suficiente para besar los labios de su pareja una vez, y luego otra y otra... y otra vez, siempre siendo correspondido.

El tiempo se les fue entre besos y bailes y, cuando se dieron cuenta, ya casi eran las 10 PM. Ambos habían acordado desde antes de llegar que se irían antes de las 9:30. Así que, sin ningún problema, salieron de la pista y se despidieron de sus amigos, para después tomar sus abrigos y buscar a Shōto e Inasa para despedirse y felicitarlos una vez más. Los encontraron en su mesa. Inasa tenía la mejilla derecha cubierta del merengue del pastel y curiosamente la comisura de los labios de Shōto estaban igual.

Katsuki sonrió burlón y el nuevo matrimonio les sonrió avergonzados. Esperaron a que se limpiaran y primero se despidieron de Inasa, para después mantener otra pequeña conversación con el nuevo Yoarashi.

— Espero que hayan disfrutado la fiesta — comenzó a decir Shōto —. Y que ganaste alguna apuesta — mencionó, volteando a ver a Bakugō con una sonrisa tranquila, pero que definitivamente le hacía saber a los otros dos que sabía.

— ¿Cómo--?

— Kaminari nunca ha sabido disimular sus reacciones — explicó, riendo ligeramente —. Será una buena anécdota para dentro de unos años — admitió, bastante feliz —. En fin, ¿ya se van?

— Oh, sí, Katsuki tiene que viajar mañana temprano a Osaka — explicó Eijirō, abrazando por la cintura a su novio.

— Entonces no los retraso más. Nos vemos otro día — se despidió el bicolor.

— Claro que sí, mitad-mitad. A ti nunca te puedo perder ni aunque quiera — se "lamentó" el rubio, para después estrechar su mano —. Felicidades.

— ¡Adiós! — exclamó Eijirō contento —. Y felicidades otra vez.

— Gracias. Estaré esperando pe ustedes — fue lo último que dijo el Yoarashi, antes de voltearse e ir con su esposo, dejando que la pareja se fuera del evento.

Ese último comentario les había dejado callados. Claro, no iban a poder dejar de pensar en eso. No después de lo que les había dicho Shōto. Y para Katsuki, no después de haberse dado cuenta que en el pasado, casarse había sido algo que Eijirō sí había pensado en serio.

Subieron a su auto en silencio. Eijirō no arrancó. Solo estaban ahí sentados, viendo la pared que tenían enfrente, a través del parabrisas. Sabían que tenían que hablar de algo, pero ninguno de los dos sabía cómo comenzar. ¿Qué diablos podrían decir de todos modos?

Pasaron 5 minutos.

— ¿Quieres... casarte? — fueron las dos palabras que Bakugō creyó serían las mejores para empezar esa conversación.

— ¿Tú quieres? — fue lo que Eijirō decidió contestar después de un minuto.

— Te estoy haciendo una pregunta, Eijirō.

— Y yo te la estoy regresando.

Nuevamente callaron. Su vista no se despegaba del muro al frente de ellos.

— A mí no me importa si nos casamos o no — explicó Katsuki.

— Bueno, yo sí quiero casarme, pero no quiero que te dé igual si lo hacemos o no — replicó el pelirrojo.

— Me refiero a que casarnos o no no va a influir en la perspectiva que tengo de nuestra relación.

Eijirō encendió el carro y salió del lugar en el que se habían estacionado para incorporarse a la calle.

— Pero yo quiero que tú quieras.

— Entonces sí quiero.

— Tampoco mientas —. Eijirō miró de reojo cómo Katsuki apretaba los puños por su contestación —. No te enojes.

— No me enojo.

— No parece...

Bakugō respiró hondo.

— Quiero verte feliz y si un acta de matrimonio te hace feliz, no tengo problemas en firmarla.

Silencio, otra vez. Eijirō puso las direccionales para girar a la izquierda.

— ¿Quién tomaría el apellido del otro? — fue la nueva cuestión —. Me gusta Bakugō Eijirō.

— Prefiero Kirishima Katsuki.

— Estarás a cargo de la empresa de tus padres. Deberías conservar el apellido.

— Eso es estúpido — refunfuñó Katsuki —. No porque cambie mi apellido dejaré de estar a cargo o dejaré de ser su hijo. Prefiero cómo suena mi nombre con tu apellido que el tuyo con el mío.

— Bueno, yo sigo creyendo que Bakugō es mejor — contestó Kirishima.

No estaban llegando a nada con esa conversación. Estaban a un par de cuadras de arribar a su casa.

— Por Dios — suspiró el mayor.

— Veremos el apellido después — decidió Kirishima —. ¿Cómo sería la fiesta?

— ¿Fiesta? ¿Quieres fiesta? — preguntó Bakugō, girándose en su asiento para ver a Kirishima.

— ¿Pues sí? Para celebrar la unión — se justificó Kirishima.

— Es una completa pérdida de tiempo y dinero.

— Claro que no, sería una buena experiencia para nosotros y nuestros invitados.

— Tardaríamos meses en planear todo-- ¿Viste cuánta gente había en la boda de Shōto? Eran más de 100 personas — se quejó Bakugō. No le gustaba mucho convivir y sería la atracción principal en su hipotética fiesta.

— No tenemos que invitar a tantas.

— Ni siquiera necesitamos hacer una fiesta — masculló el rubio, rodando los ojos.

— Pues yo quiero una, al menos pequeña — contraatacó Eijirō.

— ¡Pues yo no! ¿No te basta con el acta y ya? — alzó la voz el rubio. El auto se detuvo. Ya estaban en casa, pero ninguno salía del auto.

— ¡No, no me basta! ¡Quiero que sea algo especial, pero dices no para todo y ni siquiera podemos ponernos de acuerdo! — respondió Kirishima con la misma fuerza, volteando a ver a Bakugō por primera vez en todo el camino.

— ¡Pues no nos casemos y ya! — finalizó Katsuki.

Los dos se voltearon a ver la pared de su casa por el parabrisas.

Nuevamente, el silencio tomó lugar.

Pasó un minuto, luego 5, luego 10. Ya casi eran las 11 PM. Katsuki estaba cansado y frustrado. Eijirō también.

Dieron las 11.

— ¿Quieres casarte? — volvió a preguntar Katsuki, estirando su mano para que su novio la tomara. El pelirrojo la tomó con una pequeña sonrisa.

— Claro — contestó, para después suspirar —. ¿Anillos de compromiso?

— No, solo compremos los que usaremos por siempre — decidió el rubio —. ¿Nos casamos en nuestro aniversario el próximo mes?

— Suena bien — concordó el pelirrojo asintiendo suavemente —. ¿Kirishima?

— Sí — secundó Bakugō —. ¿Fiesta pequeña en la sala de eventos de la compañía de mi padre? Caben 50 o 60.

— Me gusta la idea, es un lugar lindo — halagó Kirishima, apretando suavemente la mano de Katsuki. Tenía ganas de reír. Sus peleas siempre eran así —. Nos vamos a casar.

Katsuki fue el primero en reír.

— Nos vamos a casar, así es.

Eijirō también rió.

— Te amo, Katsuki.

— Yo también te amo, Eijirō.

Ambos giraron a verse una vez más. Sellaron la decisión con un beso.

— Entremos ya a la casa.

— Seguro.

¡Y así acaba el día 3! Probablemente lo que más me gustó escribir fue la pelea.
Tenía, tenía, tenía que hacerlo, simplemente siento que el kiribaku sería esa pareja que se pelea por una diferencia de opiniones total y después se arreglan como si fuera cualquier cosa y quería plasmarlo.
¡Nos vemos mañana, linduras!

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