Le gustaba seguirle los pasos, se había vuelto su sombra porqué amaba verlo caminar a diario.
Esos jeans marcaban perfectamente sus piernas y sus nalgas, aquella chaqueta de cuero negro que siempre llevaba consigo era el complemento ideal para imaginar a Milo en sus más profundos deseos.

Sabía que no sería fácil, pero cada vez lo invadían más aquellas ganas por querer poseer su cuerpo y todo su ser.

Esta noche se encargó de meterse a su casa, logro colarse en la habitación de Milo y se escondió en su armario esperando pacientemente su llegada.

Sabía que el joven de cabellos cerúleos vivía solo, hasta donde sabía era soltero pero por más de que Kanon se esforzaba por querer llamar su atención no lo lograba.

El sonido de la puerta se pudo escuchar, era el dueño de la casa quien entraba arrastrando los pies cansado por el extenuante trabajo del día a día.

Por medio de un pequeño orificio de la puerta del armario logró verlo como se acostaba en su cama aventando su chaqueta al suelo.
Poco a poco se fue desabrochando los botones de esa camisa.

Kanon fue acercándose lentamente, salió del armario con sigilo y se colocó justo a lado del colchón.
Milo aún no se daba cuenta de su presencia.

- Pero que hermosa vista - Susurró Kanon con una sonrisa maliciosa.

Ante esto Milo intentó levantarse de su cama pero Kanon rápidamente se colocó sobre su cuerpo para evitar que se escapara.

- ¿Qué haces en mi casa?

- Ya que nunca me aceptas una cita, decidí venir por cuenta propia.

- Maldito - Murmuró entre dientes molesto.

- Siempre te he seguido, no creas que no me doy cuenta de todo lo que haces.

Kanon llevó las manos de Milo hasta su cabeza, acercó sus labios a su cuello para perderse en el aroma del contrario repartiendo besos.

De manera inconsciente la respiración de Milo comenzó a tornarse más pesada. Si le gustaba en realidad Kanon, sin embargo no quería dañar su reputación como un buen vecino al que quizá los demás odien por considerarse homosexual.
La gente tiende hablar de más.

- Kanon...

El gemelo menor levantó su mirada para observar los zafiros deseosos de su gran amor.

- Dime.

- Ahorcame.

- ¡Qué! - El gemelo menor rápidamente se levantó, cómo era posible que le pidiera semejante barbaridad.

Milo se sentó rápidamente sobre el colchón y tomó a Kanon de la camisa para poder responderle.

- Me has seguido los pasos, debes saber perfectamente lo que busco en una relación y esa es... Que tengo ciertos fetiches que me gustan, entre ellos lo que te estoy pidiendo.

Tenía razón, quizá se quería hacer el desatendido en esa situación. Tras su ventana, le gustaba mirar a Milo y si algo que le agradaba y disfrutaba era aquello.
Con una sonrisa de lado, se acercó nuevamente a él, tomó su mentón obligándolo a verlo a los ojos.
Se acercó para probar esos labios, eran suaves y húmedos; poco a poco llevó sus manos alrededor de su cuello y comenzó dando ligeros apretones.

Entre cada vez que combinaba ese movimiento, aprovechaba para profundizar ese beso.
La sensación que Milo sentía era excitante.

Cuando sintió que con eso había sido más que suficiente, Kanon lo acostó sobre el colchón y le fue retirando poco a poco sus demás prendas pasando sus dedos de manera descarada por su cuerpo.

- Despacio porqué sería incapaz de  hacerte daño.

Milo dejó escapar una risa maliciosa, si le gustaba ser ahorcado pero prefería que Kanon fuera así de calmado con él.
La última vez que estuvo con una mujer, Shaina por poco y lo manda al cielo.

Mejor así, tal como se lo dijo el gemelo menor. Además sería excelente oportunidad para estar a su lado, después de todo lo había juzgado mal creyendo que lo lastimaría, sin embargo Kanon demostró ser todo lo contrario con él.

Esta noche se dejó llevar por sus más locos impulsos cobijado en los brazos de Kanon.
Abrió sus piernas para dejar que ese caballero de cabellos azules lo tomara a su gusto esta noche.

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