
✓ Día 5: Min's Wine.
Lingerie/Toys: Lencería y juguetes.
A ciegas terminó de atar un elegante nudo en la parte trasera del delantal. Se observó en el espejo de los cambiadores, asegurando que su camisa vino tinto estuviera bien acomodada al igual que el mandil negro que llevaba por encima de sus pantalones rectos en conjunto con el traje de meseros que les correspondía por trabajar en un sitio tan prestigioso. Su cabello rojo era partido a la mitad, peinado con gel para verse lo más presentable posible.
—¡Hey Park! ¡¿Por qué tardas tanto?! ¡Hay tres mesas sin mesero! —Soltó un suspiro tembloroso, no sería su primer día trabajando en ese sitio, en realidad, varios de sus compañeros de trabajo le tenían un gran odio que nunca supo explicar.
Apartando sus pensamientos, salió del vestidor hasta llegar tras la barra del sitio, observando cómo todos iban y venían de forma apresurada con pedidos y comidas. Tomó una de las libretas libres y se acercó a la mesa de una familia de cuatro participantes, caminando con timidez hasta que pudo llegar sin problemas.
—Buenas noches, bienvenidos a Min's Wine, ¿saben qué ordenar? —Preguntó con tal gentileza con la que siempre trataba a los clientes. No tardó mucho en obtener una respuesta por parte del hombre.
—Buenas noches, nos gustaría pedir dos menús infantiles, un Gubong Red Wine, un caviar y dos porciones de carne wagyu.
—Enseguida —con una pronunciada reverencia y una sonrisa, Jimin se retiró de la mesa, yendo hacia la barra en la cual debía dejar el pedido. Ya ni debía sorprenderse de la cantidad de dinero que tenían esas personas como para comer de lo más caro del menú, con esa cantidad podría comer durante todo un mes y pagar el alquiler de su departamento.
Cualquier debate mental suyo fue interrumpido de un segundo al otro.
Se detuvo, parado en medio del extenso salón lleno de personas, aunque para su suerte, no era lo suficientemente importante como para que alguien le pusiera atención en ese momento. Suspiró de forma entrecortada, intentando controlarse por las sensaciones que había comenzado a sentir en su parte baja. Volteó de forma para nada disimulada hacia el pasillo en el cual sólo empleados podían pasar y lo vio: le observaba con una pequeña sonrisa ladeada haciendo contacto visual directo. Sus mejillas tomaron un color rosado y se obligó a seguir caminando hasta la cocina y dejar el papel con la orden.
—M-Mesa cinco, dos menú infantiles, caviar y dos de carne w-wagyu —los chefs asintieron sin prestarle demasiada atención, ocupados cocinando para las demás mesas en su perfecto trabajo. Quiso maldecir por haber tartamudeado, pero no era su culpa que el vibrador que llevaba dentro suyo haya subido un nivel más.
Quería ir a golpear al causante de su sufrimiento y excitación en esos momentos, pero recuerda perfectamente sus palabras antes de aceptar esto.
"—Si logras aguantar dos horas, recibirás tu aumento."
Maldito jodido y caliente jefe que tenía.
Pero él también era un caliente por haber aceptado usar un vibrador durante su jornada laboral de esa noche, más encima con el regalo que Min le había dejado en su casillero. Todo eso debajo de sus elegantes ropas, intentando fingir que todo estaba bien.
Esta vez tuvo que ir a atender una mesa de seis personas, todos se veían jóvenes por lo que supuso que era una juntada normal en uno de los restaurantes más costosos en Seúl que luego pagarían sus millonarios padres.
Caminó lo más normal que pudo, acomodando su delantal por los nervios a flor de piel que sentía. Cuando estuvo frente a la mesa tardó unos segundos en obtener la atención de los muchachos.
—Buenas ngh...noches —jadeó, tomándose del borde de la mesa intentando estabilizarse del temblor que sus piernas dieron. Supo que el vibrador había subido al nivel 4 y sabía cuánto debía de estar divirtiéndose su jefe en esa situación mientras le veía de lejos o por las cámaras de la oficina—. ¿Saben q-qué ordenar?
—¿Está bien, señor? —Asintió con una sonrisa, intentando disimular lo más posible, después de todo sería muy incómodo que la clientela se dieran cuenta de que algo andaba mal—. De entrada queremos ostras, y una barbacoa como menú principal.
—Oh, y el vino tinto más delicioso que tengan —esta vez una joven fue la que acotó.
—Uh, ¿son mayores de edad? —Luego de una pequeña inspección de sus documentos, se retiró de nuevo hacia la cocina, esta vez dejando el papel junto a los chefs pues no se sentía en condiciones de poder formular alguna palabra sin gemir cuando dos niveles subieron de la nada. Y es que era un vibrador pequeño pero las sensaciones por la punta inclinada y redonda rozaban su próstata dependiendo la posición, y era una verdadera tortura, sentía su erección bajo los pantalones y debía acomodar el mandil cada segundo para asegurarse de que nadie lo notara.
—¡Park, muévete! —Exclamó su superior, un inspector que solía gustarle molestarlo, ese día no parecía la excepción—. ¿Acaso te ves con el derecho de tomar un descanso? Sólo has atendido dos mesas desde que comenzó tu turno, la mayoría están desde antes y no los veo quejándose.
—No me estoy quejando, señor —Jimin frunció su ceño, especialmente cuando sintió su antebrazo siendo tomado de forma brusca por aquel individuo.
—Ve a trabajar si no quieres que se lo informe al señor Min —lo empujó hacia la salida. Pero no suficiente con eso, una moza estaba ingresando en esos momentos y ambos chocaron, cayendo al suelo de espaldas. El pelirrojo no pudo evitar gemir ante el impacto de su trasero contra el piso, sintiendo el juguete haberse metido más, mucho más al interior. Se hubiera preocupado si el vibrador no tuviera un hilo del cual tirar. Sus mejillas se tiñeron hasta sus orejas de rojo por el sonido que había soltado desde su garganta, pero agradeció que nadie se haya percatado y creyeran que fue simplemente por el golpe.
—Lo siento, ¿estás bien? —Se recompuso y se disculpó rápidamente con la señorita, ayudándola a levantarse del suelo. Para su suerte no parecía haberse dañado y también se disculpó con él, pudieron volver tranquilamente a sus trabajos.
Esta vez una mesa más lejana en la zona VIP era la que le esperaba. Una pareja, disfrutaban con unas copas de vino y platos aparentemente vacíos. Debía de darles la cuenta.
—Buenas noches —saludó, tranquilamente mientras apretaba sus piernas—, ¿ustedes pidieron la cuenta?
—Sí, por favor —les dio el papel del recibo, sin decir en voz alta por la norma de seguridad que respaldaba el restaurante al respecto. Sorpresivamente recibió cada billete en efectivo lo que solía ser pagado con tarjetas—. Gracias por sus servicios, quédese con el vuelto —agradeció el hombre mientras se levantaba con su mujer dispuestos a ponerse sus abrigos.
Hizo una reverencia pronunciada antes de llevar todo a la caja en conjunto de los platos usados en la bandeja. La propina es muy normal en lugares tan costosos, y lo agradecía, probablemente podría comprarse los nuevos utensilios para su carrera de chef.
Cuando pudo dejar todo en el lavado de la cocina, agradeció estar solo en el pasillo cuando nuevamente el nivel de las vibraciones se elevó. Cubrió su boca para poder evitar que algún sonido saliera de esta, se sentía temblar, no tenía idea de cuánto le faltaba a su orgasmo y temía cuando ese momento llegara. Observó el reloj, le faltaba menos de una hora para terminar su turno, y el nivel estaba en el número ocho, confió en que lo lograría.
Fue a atender a unos adolescentes, probablemente celebrando algún año como novios, no le dio mucha importancia y se limitó a anotar lo que pedían en su libreta tragándose los gemidos que quería soltar al sentirse tan hipersensible.
Sólo dos niveles, sólo dos niveles más debía de aguantar y tendría su tan anhelado aumento.
Suspiró de forma pesada, suplantando a la cajera por unos segundos que debía ir de forma urgente a los baños. Agradecía que solo una pareja de ancianos se le había acercado a pagar su consumo y no tuvo que hacer mucho más hasta que la muchacha volvió. Se manutuvo quieto en la barra mientras se mordía sus uñas pintadas de rojo, intentando pasar sus nervios. Mirando las cámaras de seguridad de a ratos de forma casi suplicante. Solo faltaban quince minutos para que su turno terminara, no tenía idea de cuánto más aguantar.
—Park, deja de holgazanear, recoge las copas de la mesa doce —nuevamente el inspector estaba frente a él. Asintió con indiferencia, tomando su bandeja con ambas manos hasta caminar a aquella mesa, no muy lejos de donde se encontraba en realidad. Solo habían dos copas manchadas de rojo, supuso que se habían llevado lo que haya sobrado de la botella. Quitó las servilletas de tela que deberían lavar, y limpió hasta dejar todo en condiciones nuevamente antes de dirigirse hasta la barra.
Probablemente se encontraba a diez pasos de distancia cuando lo sintió, aquel nuevo tirón, aquella vibración al último nivel pegado en su punto dulce que le hizo arquearse, perdiendo el equilibrio de la bandeja, dejando caer las dos copas que se estrellaron a la misma vez en el suelo. Llamando la atención de cualquier persona dentro del restaurante. Su sonrojo le obligó a bajar la mirada y se arrodilló para recoger los pedazos antes de que sus piernas también perdieran el equilibrio. Pero sin poder terminar, sintió cómo era jalado del brazo por su superior, llevado detrás de la barra mientras una encargada de la limpieza limpiaba su desastre.
—¡Eres un inútil incompetente! —Fue lo primero que le gritó al estar lejos de los clientes y con algunos de sus compañeros presentes. Pero Jimin estaba más concentrado en no correrse en sus pantalones en aquellos momentos—. ¡No eres capaz de hacer nada bien, holgazán bueno para nada!
Su griterío fue interrumpido por una peli-naranja curvilínea, con un vestido pegado del mismo color que sus uniformes y tacos que te darían vértigo.
—El señor Min requiere su presencia, joven Park —finalmente aquella frase fue a la que a muchos les hizo sonreír con superioridad, creyendo que algo malo le deparaba. Sin embargo, él estaba tan aliviado que asintió con efusividad.
—Esperamos que lo despida —ese fue el comentario de otra de sus compañeras, pero no le dio más importancia, dejándolos atrás. Siguiendo a la asistente de su jefe por atrás. A veces se sentía un poco celoso de la cercanía que aquel puesto de trabajo implicaba con el mayor. Una vez lo dejó frente a la oficina, la joven se retiró a quién sabe dónde.
El pelirrojo arregló un poco sus ropas antes de tocar dos veces la puerta de su gerente y jefe del sitio, quien había fundado aquel restaurante con esfuerzo y dedicación.
—Pase —escuchó, la señal verde de abrir la puerta y cerrarla detrás suyo con un poco de nerviosismo apoderándose de su sistema mientras las vibraciones no se detenían en ningún momento, no entendía cómo no estaba retorciéndose en esos momentos, pero le era imposible tener su orgasmo con esa estimulación poco certera—. Park, veo que has hecho un escándalo afuera.
—Cállate —gruñó, acercándose hasta el escritorio—, dame mi maldito aumento.
—Lo tendrás, cariño, has aguantado bastante bien —sonrió ladino, escaneándolo de arriba y abajo, viendo cómo apenas podía mantenerse de pie contra el amoblado—, quítate la ropa —mandó, y aunque el empleado iba a quejarse, obtener su merecida liberación sonaba como una mejor idea.
Por lo que retiró el delantal dejándolo en la silla más cercana, luego sus zapatos, medias, pantalón y por último la camisa, dejando todo perfectamente doblado.
YoonGi tragó saliva ante la deleitante y caliente vista que tenía enfrente, definitivamente había hecho un muy buen trabajo comprándole aquella lencería completamente negra, su pecho apenas cubierto por la parte superior que terminaba en un choker en su cuello, mientras que en sus piernas tenía unas ajustadas ligas que conectaban con la tanga, todo de encaje que lograba contrastar con su piel y su brillante color de cabello rojo.
—Eres hermoso, mi amor, te queda de maravilla.
—P-Puedes... —la voz de Jimin salió temblorosa, mientras intentaba cubrirse del frío al caminar hacia él.
—Oh, cierto —Min sacó el pequeño control de su bolsillo, apagándolo de inmediato, sacándole un jadeo al
menor por la falta de estimulación—. Ven, cariño —lo tomó de la cintura atrayéndolo a su cuerpo para alcanzar el dildo—. ¿Qué pasó, Minnie? Está profundo —tiró del hilo y poco a poco el pequeño aparato de tortura salió por completo, sacándole un gemido, obligándolo a estabilizarse en los hombros del pelinegro.
—M-Me caí.
—Entiendo —sus manos tomaron parte de la carne de su muslo y culo—. Estás tan húmedo, tranquilamente puedo follarte ahora mismo.
—Hazlo hyung, ya casi son las doce —Park tomó asiento sobre su regazo, comenzando a repartir varios besos por su mandíbula mientras intentaba frotarse contra el pantalón del contrario—, sabes qué significa.
—Nuestro preciado aniversario —ambos se miraron a los ojos, con pequeñas sonrisas en sus rostros—. Bien amor, sólo controla tus gemidos —se abrazaron mientras Min quitaba sus pantalones para poder dejar su erección erguirse.
Jimin la tomó entre sus manos, lubricándola con su propia saliva mientras le daba un poco más de placer a su pareja, sabía que estaba lo suficientemente estirado y listo como para penetrarse, por lo que guió el miembro hasta su entrada, auto penetrándose centímetro a centímetro, sintiendo el placer desbordarlo finalmente después de tanto tiempo deseándolo.
—Ah, hyung, te sientes tan bien, eres tan g-rande para mí —jadeó, rodeando su cuello con sus brazos, pegados aunque aún separados por las prendas de ropa del mayor.
—Vamos bebé, muévete —palmeó una de sus mejillas.
No tuvo que repetirlo dos veces cuando el pelirrojo comenzó a mover sus caderas en círculos, sintiendo cada vena de su polla. Empezó a subir y bajar de a poco, acostumbrándose al tamaño antes de hacerlo más constante y duro, logrando llegar a su punto dulce en pocas estocadas sacándole un grito que no pudo contener. El sexo entre ambos siempre era tan placentero, sin embargo, era la primera vez que lo hacían en la oficina donde ambos trabajaban.
Todo por un aumento.
Sus cuerpos tenían una capa de sudor que les decoraba y sus ojos derrochaban lujuria además de los sonidos que salían de sus bocas.
—¡Ah! ¡S-Sí, ahí! ¡Más! —Jimin gemía incoherencias por más que era él mismo quien saltaba, pero YoonGi decidió ser amable y ayudarle a impulsarse con sus manos, guiando un nuevo ritmo más rápido y certero. El cuerpo encima suyo se retorcía con cada espasmo, sabía cuánto tiempo debió haber estado aguantando su orgasmo y finalmente estaba al borde de conseguirlo.
—Vamos bebé, puedes correrte, grita y has tu espectáculo, quiero verte llegar hasta el infierno —las pálidas manos recorrieron el cuerpo contrario, pellizcando y deleitándose con la sexy tela que cubría su cuerpo. Tomando de forma disimulada el vibrador y prendiéndolo, penetrándolo también con eso al nivel cinco.
—¡A-Ah mierda! ¡Dios, s-se siente bien! —Gimió, su voz aguda cada vez más cerca de su existáis, mientras sentía a ambos salir y entrar en interior, estimulado con las vibraciones a ambos. Su agujero completamente lleno, apretando la polla de Min en el proceso quien gemía por las vibraciones que le repercutían. Siendo todo tan húmedo y resbaladizo, no tardaron en que su orgasmo les golpeara a ambos al mismo tiempo por igual, viniéndose dentro y sobre el otro entre jadeos incomprensibles.
Se mantuvieron unos minutos abrazados, intentando calmar los acelerados latidos de sus corazones y sus agitadas respiraciones.
—Ya es un año —murmuró Jimin, mientras observaba las agujas del reloj estar perfectamente alineadas al número más alto.
Los dos cumplían su primer aniversario juntos. Se habían conocido desde hace tiempo, eran amigos y conocidos que siempre tuvieron sueños parecidos, y Park nunca dejó de creer en él cuando dijo que quería ser dueño de un famoso restaurante, y Min nunca se había burlado de él cuando le dijo que quería ser chef. Entonces trabajaron juntos, y aunque enamorarse no estaba en sus planes, no pudieron evitarlo y no se arrepentían de nada que tuviera que ver con el otro.
Su relación era un total secreto para sus empleados, pero parecía que luego de lo que acababan de hacer no habría mucho más por ocultar. Ser jefe y mesero había sido una buena aventura, los besos y toques a escondidas eran lo más divertido de trabajar juntos, pero al parecer ya era tiempo para que los demás se enteraran.
—Feliz primer aniversario, Minnie.
—Feliz aniversario, YoonGi hyung —se besaron una vez más antes de que el pelirrojo intentara de levantarse con sus piernas cual gelatina.
—¿Quieres ayuda? —Preguntó mientras limpiaba el pequeño desastre que habían armado en su oficina, terminando de abrochar su pantalón y cinturón.
—Creo que puedo —no tardó mucho tiempo en tener todo su uniforme puesto, quizás un poco más desacomodado que antes, pero no le importó demasiado al ya haber terminado su horario laboral, lo que significaría poder irse a casa con el pelinegro y dormir juntos.
YoonGi se atrevió a tomar la cintura de Jimin y apegarlo hacia él antes de salir de la oficina, yendo por los pasillos hasta el detrás de barra donde todos ya estaban preparándose para irse y cerrar el restaurante. Cuando notaron sus presencias, voltearon a verlos. Y Park nunca olvidaría sus caras de sorpresa y desconcierto que les regalaron.
—Lee —llamó Min al supervisor—, ¿puedes encargarte de cerrar?
—S-Sí, señor Min —hizo una reverencia.
El pelirrojo no pudo evitar regalarles una sonrisa antes de que salieran al exterior, refugiándose del frío entre los brazos de su novio.
—¿Al llegar me darás mimos?
—Todos los que quieras, amor.
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