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10. Amo/ Esclavo

Peter sabía que lo que hacían no era considerado normal. Le había tomado su tiempo el poder aceptar esa parte de si mismo.

El olor a cuero inundó sus fosas nasales. La habitación iluminada solo por una pequeña lámpara en la esquina escondía a la perfección a su amo. Sentía el frío acariciar su piel a lo largo de toda su extensión. Su respiración levemente acelerada, esperando un orden, una llamada, algo... esperaba oír nuevamente la voz demandante e iracunda, controlada, del sargento.

-Oh, muñeca, deberías ver lo hermoso que se ve tu culo desde aquí.- elogió, unos pies descalzados aparecieron en su campo visual lentamente.

Los vellos de su nuca se cruzaron, un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Sus manos sujetas en su espalda se removieron deseosas de tomar los muslos enfundados en jean desgastado y sus rodillas rogaban encuclillarse ante él.

-Quieto.- ordenó serio.

Los espasmos ansioso de Peter pararon al microsegundo, sin embargo, no pudo evitar levantar su rostro para contemplar el torso cubierto con la chaqueta de cuero. Mordió su labio inconscientemente y sus ojos subieron a los rosados labios enmarcados por una prolija barba.

Su cabello fue tirado. Un jadeo escapó de sus labios.

-¿Que pasa, muñeca?- cuestionó fingiendo preocupación. La sonrisa ladina y el brillo en sus ojos le hizo saber que disfrutaba ver el rostro suplicante.- Hoy estás particularmente desobediente.- el amo se inclinó a su altura. Su aliento caliente chocó contra su rostro, Peter pasó saliva. Oh, cuanto deseaba poder besarlo.- Tal parece que tendré que castigarte.

Soltó su cabello repentinamente y su cabeza cayó. Peter sabía lo que venía a continuación, sintió un tironeo en su polla. Inspiró profundo, vio a su amo retroceder y volver a su posición anterior. Deseaba hablar, pedirle que le permitiese el placer de un mínimo roce de sus labios, poder acariciar su pálida piel y satisfacer la polla gruesa que escondía bajo los pantalones sueltos. Necesitaba un poco más.

-James...- murmuró. El golpe de la fusta fue sorpresivo. Un grito escapó a causa del estupor. El escozor inmediato lo hizo contraer los cuádriceps.

-Sargento.- corrigió sin ocultar la molestia.- Nada de nombres. Así era el trato.- le recordó. El cuero volvió a caer sobre su piel.

-Lo siento.- la fusta oscura recayó contra sus glúteos y dejaron su marca al instante. Un jadeo lastimero salió de su boca.

-No puedes hablar sin mí permiso.- susurró contra su espalda, Peter pudo sentir la polla erecta contra su cuerpo.- ¿Entiendo, muñeca?

Esta vez, en lugar de la fusta, sintió una caricia contra su piel ardiente. Suspiró aliviado.

Otro golpe se amortiguo en sus piernas.- Y cuando te preguntó algo, debes responderme. Creí que ya lo tenías claro.

-Lo lamento, sargento. No volverá a pasar.- contestó en tono bajo.

-Tranquilo...- el aliento mentolado chocó contra su mejilla.- Vamos a hacer que no lo vuelvas a olvidar, muñeca.- un frío e impersonal beso fue depositado en su sien.

Sintió su polla clamar por un poco de atención. Su amo volvió a pararse delante suyo, se agachó al nivel de su rostro y le sonrío perverso. Peter se deleitó con la vista del cuero estirándose en los brazos marcados y como es color oscuro hacia resaltar cada músculo trabajado.

-Vas a contar en voz alta cada azote, y quiero que lo hagas fuerte y claro. ¿Entendido?- dijo el militar.

-Si, sargento.- el militar acarició su cabello en un gesto que predicaba una suerte de lástima a sabiendas de lo que pasaría.

La mano cálida del dominante recorrió etereamente su espalda bronceada. Sus ojos analizaban cada detalle del cuerpo joven, sus limitados lunares, la suavidad de la piel, la facilidad con la que está se podía manchar y como aceptaba su duro tratar sin dañarse de forma perdurable.

Arrugó el entrejo ante la última observación, alzó el brazo con la fusta, molesto. El sonido del cuero rompiendo el silencio le fascino, pero no más que el choque de la fusta contra la neófita piel y el sobresalto del cuerpo impaciente.

-Uno.- dijo el menor, procurando asimilar el placentero dolor.

El segundo golpeo cayó unos centímetros más abajo que el primero y James sonrió al escuchar el pequeño grito.

-Dos.

El brillo en la mirada grisácea se intensificó bajo la escasa luz de la habitación. Relamió su labio inferior al ver la huellas rojas en la piel bronceada. Otro azote se marcó.

-Tres.

A medida que cada nueva marca se hacía presente en la hinchada piel, Barnes sentía su erección más apretada. Deseosa de ser liberada, pidiendo consuelo, rogando por que su dueño le diera una mínima señal de ser consciente de ella.

-... diecinueve, veinte.- la voz quebrada del castaño seguía cumpliendo la orden que le fue impuesta. Sus ojos lagrimeaban y su trasero ya no resistía un azote más. Sin embargo, su miembro comenzaba a chorrear pre semen dolorosamente.- veinticuatro...

Barnes sonrió complacido del aguante del chico doblado ante él. Su piel roja, ya con diminutas marcas violáceas, lo insitaba a internarse en él sin compasión.

-...veinticinco.- pronunció apretando los ojos.

-Has resistido muy bien, muñeca.- premió su amo, la mano callosa repasó sus adoloridos músculos.

Un beso en su glúteo derecho lo hizo jadear. Los labios siguieron con su tarea de besar la piel hasta llegar a la nuca. Inevitablemente varios suspiros de alivio salieron de su sedienta boca. Otra vez el aliento de menta se estampó contra su oreja. La mano fuerte del militar tomó su polla y acarició con fuerza el glande goteante.

-Al parecer estas muy ansioso. ¿Te gustó tu castigo?

Peter, temeroso, trago en seco.- Si, sargento.

La risa del otro lo desconcertó. Todo tacto que había sobre él desapareció. Frunció el entrecejo.

Otro azote golpeó sus glúteos. Él jadeo. Un azote más cayó, y luego otro, y otro...

Cuando un sollozo involuntario salió de su garganta el cuero dejó de marcar la dermis dañada.

-¿Con eso la lección queda aprendida o debo continuar, muñeca?- su amo volvió a reclinarse sobre él. Sintió la caliente polla libre entre sus glúteos.

-No, sargento.-gimio. El miembro ajeno se refregó groseramente contra él.

-¿No qué?- cuestionó con molestia.

-Ya aprendí la lección, sargento.- gimoteó alzando su trasero. Esperaba más de aquel roce tortuoso.

Barnes sonrió. Sin miramientos, acomodó y presionó su erección contra el culo rojizo.

-Ah... mierda.- exclamó el amo cuando su polla se enterró en el cuerpo de su amante.

El dolor de la invasión le produjo un leve quejido que se vio opacado por el placer al sentir como su cuerpo se abría en la perfecta forma de la polla dentro de él. Peter podría jurar que las constelaciones se pusieron de acuerdo y bajaron para ocultarse en sus párpados. Su cuerpo acompañaba los movimientos bruscos del militar de forma automática. Su piel magullada sufría los choques de las embestidas y enviaban corrientes de electricidad a su miembro.

-Sar-sargento...- clamó, su boca no podía formular las palabras como quería.- voy a... me voy a...- La inclinación de su cuerpo y el tamaño del pene dentro suyo torturaban su próstata.

-Espera a que yo te lo diga.- gruñó el militar. Sujetó sus caderas y se clavó más profundo.

-Por... por favor.- sentía su sangre volverse fuego, el aire parecía no ser suficiente. Su mente no era capaz de generar un pensamiento claro.

-Ahora.- ordenó su amo.

-Agh... si...- gritó al sentir su esperma salir a borbotones.- Sargento..- suspiro.

El militar tiró con fuerza de sus cabellos y un nuevo gemido salió de lo más profundo de su ser. Los espasmos del más joven desquiciaron al mayor, que sin controlarse derramó su ansia y deseo sin previo aviso.

-Mierda.- jadeo sintiendo como su polla era succionada por el interior del chico.

Las respiraciones agitadas llenaron el lugar, la poca luz iluminaba de forma perfecta el enchastre que la lujuria había provocado.

Barnes salió de las entrañas bañadas por su esencia. Su mano viajó a la polla del chico. A pesar ya hacerse corrido se mantenía dura... igual que la suya. Vio el espeso líquido blancuzco salir del recto y una sensación de orgullo hormigueo en su miembro.

-¿Que dices, muñeca?- cuestionó divertido, su glande arrastraba el semen nuevamente al culo del chico.- ¿Aún tienes tiempo para otra ronda?

- Siempre, sargento.- contestó con el mismo tono deseoso y anhelante.

Barnes elevó el cuerpo del chico. Una vez que este estuvo parado por completo, separó sus piernas con los pies y clavó su erección sin delicadeza.

Una de sus manos masturbo la polla del joven y la otra viajó por el abdomen acariciando la húmeda piel hasta llegar a su mandíbula. Tiro de ella, girándolo para devorar sus labios con hambre.

Un suspiro cortó la demandante caricia y aprovecho eso para introducir su lengua en la boca ajena. El joven procuraba seguirle el ritmo, pero su dominio era tan exquisito que entorpecía su cerebro y lo hacía deshacerse entre sus manos y sus labios.

Sería una noche larga. Y ambos no podían estar más felices por aquel hecho.

-¿Dónde te gustaría que te folle ahora, muñeca?- sus labios dejaron castos besos en el rostro del chico.- Te lo has ganado.

Con la sangre subiendo a sus mejilla y la voz temblando respondió.- En la cocina, sargento.

-¿Sabes que alguien podría vernos, no es así?- volvió a cuestionar.

Peter solo asintió. Barnes solo soltó una carcajada y salió del chico.

-Vamos.- lo aprisiono por el cuello y lo guió al lugar indicado.- Lo que está vez deberás guardar mejor el silencio. ¿Crees que podrás?

-Si, sargento.

Barnes sonrió.

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