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8: Revenge

Ship: Ikki x Radamanthys

Palabra: Duele, ¡pero me encanta!
Universo de Saint Seiya.// What if...// Final Alternativo.

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Sinopsis: Hades ganó la guerra, devolvió a la vida a todos los espectros, los santos sobrevivientes son tomados como prisioneros y cazados por los espectros. Ikki termina siendo tomado como prisionero y queda bajo custodia de Radamanthys.

- Vaya, vaya... Miren lo que tenemos aquí.- Musitó con una arrogante sonrisa ese rubio del demonio.- Parece que la mítica ave inmortal perdió sus alas.

Con la armadura rota, las manos esposadas tras la espalda, con un espectro a cada lado, y arrodillado frente a uno de los tres jueces. Solo gruñó, impotente por la rabia.

- ¿Qué pasa?- Rió orgulloso el Wyvern.- ¿Se te terminó el orgullo?

Habían perdido la guerra. No habían conseguido salvar a Athena, llegaron demasiado tarde a los Campos Elíseos. Lograron pasar a duras penas a los dioses gemelos, pero nada pudieron hacer contra Hades sin ayuda de su diosa.

Hades ganó la guerra, y con ello comenzó el terror sobre la tierra. El eclipse cubrió el sol, aniquilando lentamente cada pizca de vida, condenando a todos a la hambruna y el frío.

Los pocos santos sobrevivientes se reagruparon en el Santuario, forzados a huir por el mundo, siendo perseguidos por los espectros, mientras trataban de ayudar a los civiles a su paso.

- ¡Retirense!- Ordenó el juez a los dos secuaces.- Yo me encargo.

Sus dos esbirros de inmediato acataron la orden, soltando al prisionero y marchandose, dejándolos completamente sólos en esa enorme y lúgubre sala.

- Y bien, ave fénix...- Siseó, caminando hacia el herido peli-azul, hasta sujetarle el mentón, forzándolo a mirarlo.- ¿Vas a cantar por las buenas, o voy a tener que hacerte cantar a las malas?

El peli-azul solo mostró los dientes agresivamente, importándole poco el rastro de sangre seca en la comisura de sus labios.

- ¿Dónde está Kanon?

El fénix respondió con un escupitajo en el rostro del Wyvern. Radamanthys gruñó enfurecido, apretando su agarre en respuesta, para después soltarlo y alejarse.

- Bien. Entonces será por las malas.

Después de esas palabras, mandó a llamar de nuevo a sus secuaces, ordenandoles llevar al prisionero a las mazmorras y mantenerlo bajo vigilancia extrema.

Lo único que sabían, era que Kanon de géminis había logrado sobrevivir con ayuda de Poseidón y volver al Santuario, dónde junto a todos los demás sobrevivientes formó una resistencia contra los espectros.

Los santos habían huido alrededor de todo el mundo, o lo que quedaba de él, cómo las ratas cobardes que eran. Pero de alguna forma seguían las órdenes de Kanon, que había tomado la batuta de líder. Averiguaron que fénix era el segundo al mando de aquella resistencia, el único que podría dar un indicio del paradero de Kanon, la verdadera y más grande amenaza, era necesario hacerlo hablar.

Sin embargo, sabían que el ave fénix no era alguien fácil de romper. Era el único con una armadura capaz de autorepararse, a diferencia de todos los demás sobrevivientes, aunque cada vez parecía tener más dificultad para regenerarse de los daños sufridos.

¿Tortura física? No, seguramente terminaría muerto antes que hablando.

¿Tortura psicológica? No, ese desgraciado ya había pasado de todo, no tendrían éxito.

¿Extorsión? No, en ese punto, dudaban que tuviera algo qué perder.

Los días pasaban, habían agotado ya todas sus opciones. Nada había dado resultado. Aiacos usó todos los métodos que se le ocurrieron, ninguno fue suficiente para hacerlo decir ni media palabra. Minos decidió recurrir al lado psicológico, pero tampoco tuvo éxito alguno.

No sabían qué demonios hacer. Estaban comenzando a considerar seriamente solo matarlo, pero hacer eso podría ser un arma de doble filo que les terminara jugando en contra. Matar a uno de los sobrevivientes más fuertes, al segundo al mando, podría desmoralizar a todos los demás sobrevivientes y quebrarlos, o podría terminar por avivar la llama de la esperanza y deseo de lucha en todos, causando una revuelta lo suficientemente fuerte para tirar abajo todo su esfuerzo.

Era un riesgo que no estaba dispuesto a correr. Fueron demasiados siglos los que su dios esperó para alzarse con la victoria, como para que todo se esfumara de la noche a la mañana.

Bien, los métodos convencionales no habían dado resultado. Entonces tocaba probar algo nuevo.

Si no puedes contra tu enemigo, únete a él. ¿No? Pues bien, era hora de ponerse creativo.

- ¿Sigues negandote a hablar?

Igual que todos los días anteriores, después de las golpizas y demás daños que Aiacos le inflingía, Radamanthys acudía a esa mazmorra, con todo lo necesario para curar las heridas del ave fénix. E igual que todas las ocasiones anteriores, no obtenía respuesta alguna, más que fieras miradas y gruñidos.

- Estoy siendo de lo más piadoso contigo porque muerto no me sirves, pero no sé cuánto más podré sanarte.- Dijo, limpiando las heridas.- O más bien, cuánto más podrás resistir.

- Yo no te pedí nada, maldito espectro.

- Al fin escucho de tí algo más que gruñidos y gritos...- Añadió, continuando con las curaciones.- Es un buen comienzo.

Ikki solo gruñó en respuesta, desviando la mirada.

Había pasado todo ese tiempo socorriendo al fénix después de las sesiones de tortura por parte de Aiacos y Minos. Curando sus heridas, tratando de ganar su confianza.

Por algo era considerado el más fuerte de los tres jueces, el más leal a Hades entre los espectros. Debía usar el cerebro. Ya había confirmado que con los santos de Athena la fuerza bruta era ineficaz. Esas malditas cucarachas siempre lograban levantarse de entre los muertos por más que los pisotearan.

Pero si algo había aprendido, era que lo que era su más grande fortaleza, era también su más grande debilidad. Y eso era su corazón, su lealtad, sus ideales, y sus ingenuas creencias de que todos podían cambiar y merecían una segunda oportunidad. Y seguramente, fénix no sería una excepción.

Por eso inició su actuación siendo distante, acercándose más y más poco a poco. Hasta dignarse a dirigirle algunas palabras, tratando de manipular la psique del peli-azul, todo con el fin de ganar su confianza, y convencerlo de hablar por voluntad propia. Quién sabe, con algo de suerte lograría que aceptara cambiarse de bando. Alguien tan fuerte nunca sobraba en un ejército, y la idea de lograr engañar y convencer de servir al lado oscuro a un hombre como Ikki de fénix, no le desagradaba en absoluto.

- Sabes... Podrías ser uno de los mejores de este ejército si decidieras unirte.

- Prefiero pasar la eternidad en el peor de los infiernos, antes que servirle a tu maldito dios.

- Sufres porque quieres.- Siseó, acariciando el rostro del peli-azul, limpiando con cuidado sus heridas.- No tendría ningún problema en aceptarte como mi mano derecha.

- Vete al infierno.

- ¿Dónde crees que estamos, genio?- Sonrió con un leve aire de burla.- No tienes que darme una respuesta inmediata. Piénsalo.

- ¿Qué demonios pretendes, Wyvern?

- Creo que es bastante obvio, fénix.- Respondió el inglés, limpiando con cuidado los labios heridos del contrario, fijando sus ojos en los ajenos.- Lograste darle una paliza a Aiacos, al señor Hypnos y al señor Thanatos siendo solo un caballero de bronce y por eso te tengo que respetar. Sería una pena y un desperdicio simplemente matar a alguien tan fuerte como tú.

Después de esa pequeña conversación, terminó de limpiar y curar todas las heridas en silencio, así como de darle algo de agua y comida. Para después retirarse.

Sabía que iba a caer, estaba cerca. Podía sentirlo, en cualquier momento, su esfuerzo terminaría dando frutos.

Siguió esa rutina día tras día. Esperaba a que Minos o Aiacos se retirara, y entraba a aquel calabozo, listo para curar sus heridas y asegurar su bienestar. Cómo era esperado, cada golpiza era peor que la anterior, las heridas eran más y más graves, cada vez era más difícil curarlo.

Llegó a tener que atenderlo inconsciente, y viéndolo reaccionar hasta que el dolor al curar sus heridas hacia acto de presencia. Pero le resultó curioso cuando una de esas veces, entre el desmayo y la consciencia, ese hombre le llamó por el nombre de una mujer.

Intentó no darle importancia y fingir no haber escuchado nada cuando reaccionaba. Pero al repetirse esa escena varias veces más, se le ocurrió que podía ser un buen tema de conversación para terminar de romper las barreras y comenzar a preparar el terreno para obtener la información que quería... O al menos de eso trataba de convencerse.

- ¿Quién es Esmeralda?

Al parecer, esa mujer era una fibra sensible en el alma del fénix, ya que apenas hizo esa simple pregunta, lo vió morderse los labios a pesar de las heridas, y apretar los ojos.

- Olvídalo. Ya me respondiste con tus acciones.- Negó, para continuar limpiando el pañuelo manchado de sangre.- Debió ser una persona demasiado importante para tí. No dejabas de llamarla cuando estabas inconsciente.- Añadió, para después dejar los materiales de curación de lado, y tomar la copa que siempre llevaba con algo de agua, y acercarsela a los labios.- Toma, necesitas reponer líquidos.

Ikki lo miró fijamente por unos segundos. No sabía si lo estaba desafiando o analizando. Era realmente difícil leer a ese hombre.

- Toma.- Repitió, acercándole el borde de la copa a los labios, cómo siempre hacia para permitirle beber aún con las manos encadenadas al techo.

- Era una chica que conocí durante mi entrenamiento.- Murmuró.- Murió asesinada por protegerme... Así que sí, supongo que fue una de las personas más importantes de mi vida.

- Ya veo.- Fue lo único que supo responder el juez, para después devolver la copa a su lugar, sin que el fénix bebiera el cristalino líquido. Parecía rechazarlo.

No entendía la extraña sensación en su pecho, pero prefirió solo ignorarla, e ir por la poca comida que lograba esconder para llevarle al prisionero.

Ikki miró el fruto en las pálidas manos del inglés. La comida en la tierra era demasiado escasa, hacía demasiado frío y muchas plantas habían muerto sin la luz del sol, ¿cómo era que los espectros, teniendo las mismas necesidades que los demás mortales, obtenían alimento?

Ya estaba en el maldito infierno, mucha gente importante para él, incluído su querido hermano menor, había muerto, Kanon y los demás sabían bien que si uno era capturado, no debían perder tiempo tratando de rescatarlo sabiendo que las probabilidades de que siguiera vivo eran casi nulas, así que no irían a rescatarlo... Iba a morir ahí, ya no tenía nada qué perder. Así que cuestionó a su verdugo y salvador al respecto.

- No todo el Inframundo es estéril, deberías saberlo. Estuviste en los Campos Elíseos.- Respondió el rubio, dándole el alimento.- Ahí, y en las Islas de los bienaventurados, crece vegetación que no existe en ningún lugar del mundo mortal. Son una fuente ilimitada de alimento por los frutos que sus plantas y árboles dan. Además de que solo un par son suficiente para no pasar nada de hambre, prevenir enfermedades y recuperarse de heridas y enfermedades. ¿Por qué crees que sigues vivo a pesar de lo poco que consigo colar para tí?

Ikki solo asintió, haciendo una pequeña mueca al tratar de masticar el bocado.

Radamanthys notó eso, y procedió a revisar más detenidamente la mandíbula del contrario, notando que esta vez se le había ido la mano a Aiacos. La mandíbula tenía una fractura que le hacía imposible masticar por su cuenta, y difícil tragar.

Sabía que las fracturas podían ser de importancia médica. Todas las anteriores habían sanado lo suficiente para no ser una amenaza gracias a los frutos de las Islas de los bienaventurados, pero esta no había forma de sanarla.

Preocupado por el estado del fénix, le dió una mordida al frito en sus manos y masticó el trozo lo más rápido que pudo, hasta hacerlo una papilla.

Sujetó de las mejillas al contrario, y juntó su boca con la de él, pasándole el bocado, asegurándose de que tragara todo usando su lengua para empujarlo a su garganta, y usando sus dedos y labios para ayudarlo a pasar el bocado. Una vez hecho eso, se separó, limpiandose el pequeño rastro de comida que resbaló por su comisura.

- Si no podías tragar por tu cuenta debiste decirme, idiota.- Jadeó, limpiandose los labios.- Con eso debería ser suficiente para que sane en unas horas... Pero necesitas reponer líquidos.

- ¿Y qué vas a hacer?- Lo retó el fénix con una sonrisa desafiante.

Sin darle demasiadas vueltas, le dió un trago a la copa, y repitió el proceso, asegurándose de que bebiera hasta la última gota de agua.

- Dejarte morir si se te ocurre decir una sola palabra de esto.- Respondió a la pregunta anterior, con un jadeo y sus mejillas ardiendo.

Alimentar e hidratar a su "prisionero" boca a boca no era su idea ni pasatiempo favorito, pero lo necesitaba vivo. Todo por Hades, se repetía a sí mismo una y otra vez, al menos en los primeros tres contactos.

Odiaba admitirlo, pero esa actividad comenzaba a provocar un pequeño calor en su cuerpo.

Sentir su lengua tocando la suya en el intercambio de comida y agua. Junto al dulzor del fruto o la frescura del agua. Sentir su respiración chocando con la suya. Oír los latidos de su corazón...

¡Por un demonio!, ¿qué carajo tenía en la cabeza?. ¡Tenía una misión!, eso era ese hombre. Una misión que debían cumplir por las ambiciones de su señor. Eso y nada más.

- ¿Qué?, ¿tan sólo estás como para que alimentar a un moribundo te ponga así?

No pudo evitar gruñir ante la justificada burla de Ikki. Podía sentir la sangre acumulada en esa zona baja de su cuerpo, provocando una molestia terrible bajo su ropa. ¿Por qué demonios se le ocurrió que era buena idea ir sin su Sapuri?

- Patético.

- No te des importancia que no tienes, fénix.

- Tu boca dice una cosa, pero tu cuerpo dice todo lo contrario.

Radamanthys gruñó, encarando a su prisionero, quedando a solo milímetros de sus labios.

- Si realmente no tengo importancia, demuéstralo.

Cegado por la adrenalina y las demás hormonas en su sistema, juntó su boca con la del peli-azul una vez más, pero esta vez sin alimento o agua de por medio. Era solo su lengua y la contraria acariciándose

Los dos intentaban tomar el control, pero era evidente quién estaba en mejor condición física, alzandose con la victoria de esa pequeña pero intensa batalla.

Se separaron, jadeantes y con la lujuria esparciendose por cada célula de su ser.

Sus miradas se encontraron, los dos lo sabían bien. Los dos querían lo mismo, iban a tenerlo. No había marcha atrás.

Entre ardientes besos, mordidas, y caricias bruscas, las prendas necesarias desaparecieron, dejando expuesto lo justo y necesario de sus anatomías.

Para Ikki era doloroso por todas las heridas en su cuerpo, pero a la vez de lo más excitante.

Sentir su interior invadido, sus entrañas embestidas con fuerzas, haciéndolo gritar, incluso sus heridas aún frescas reabriendose... Con un demonio. Dolía, pero sentía que no podía renunciar a esa sensación. Era un placer demasiado extraño y culposo.

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