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20: Kiss me more

Ship: Mu x Milo

Palabra: Un beso rudo.
Universo Alternativo.// Normal AU.// Moderna AU
Advertencias: Basorexia, mención leve de homofobia.

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Música a todo volumen haciendo vibrar las bocinas, luces de colores neón destellando por el oscuro lugar, y el aroma a alcohol mezclandose con los perfumes de todas las personas ahí. Lo típico y esperado de un viernes por la noche.

No era su ambiente en definitiva, pero era la oportunidad perfecta para por fin sacarse de la cabeza sus estúpidas dudas y continuar con su vida en paz.

No quería que nadie se enterara de la locura que estaba a punto de hacer, por eso había ido sólo, y tratando de pasar lo más desapercibido posible. Si su familia se enteraba, podía darse por muerto.

Pero ya estaba ahí, ya era algo tarde para arrepentirse, así que solo quedaba seguir.

Caminó entre toda la muchedumbre, hasta llegar a dónde sabía que él estaría: el escenario destinado a presentaciones en vivo. Y así fue, ahí estaba, junto al resto de la banda, terminando de afinar los instrumentos, listos para comenzar.

Fueron apenas un par de segundos los que tuvo que esperar, antes de que el sonido de las cuerdas de una guitarra eléctrica, seguido del anuncio de la presentación en vivo, hicieran lo suyo, captando la atención de todos.

Rápidamente, la gente se arremolinó alrededor del escenario. La banda ya era algo popular entre los clientes frecuentes, y su talento era innegable, ya tenían algunos fans.

La presentación dió inicio, y el bullicio con ella. Todos saltaban, bailaban y coreaban las canciones, pero Mu solo tenía la vista fija en un integrante de la banda, uno de los dos guitarristas: Milo.

Ese chico de ojos zafiro, y alborotada melena violeta, moviéndose al compás de la música, mientras hacía sonar la guitarra roja en sus manos, sonriendo al ayudar en los coros al vocalista... Carajo, ahí estaban ese tipo de pensamientos otra vez. Pero simplemente no podía evitarlo, desde que lo conoció al entrar a la universidad, cinco años atrás, su vida se había vuelto así. No podía evitar verlo más de la cuenta, y encontrarlo jodidamente atractivo.

Verlo siempre era todo un deleite para sus ojos. Ya lo había visto tocar la guitarra y cantar, como solista y con su banda, en eventos escolares, pero esta era la primera vez que lo veía hacerlo en esas circunstancias. Libre de cualquier norma institucional, siendo completamente él mismo, y vaya que lo estaba disfrutando, aunque el pequeño sentimiento de culpa habitual estaba presente.

Sabía que no le era indiferente al guitarrista, él mismo se lo había dejado claro desde hace mucho tiempo. Por eso le constaba que le dedicó una sonrisa al darse cuenta de su presencia. Mismo gesto que repitió durante toda la hora de la presentación.

Cuando terminó la última canción, y se anunció el retorno a la música electrónica, cada uno de los músicos se retiró. Todos fueron a los costados del escenario para bajar, aún siendo vitoreados, después de agradecer al público. Milo le dedicó una última sonrisa, y una mirada indicándole que lo siguiera.

Mu, como pocas veces en su vida, decidió ser valiente y atreverse a seguirlo. Fue hasta la barra, dónde vió a Milo sentado junto a sus compañeros, bebiendo algo.

Cuando lo vió, el peli-violeta dejó su vaso de lado, le dijo algo a los demás chicos de la banda, se levantó y fue hasta él.

- Vaya, creí que jamás te vería aquí.- Mencionó Milo, mirándolo de arriba a abajo.- El hijo del pastor de la iglesia. ¿Todo bien, Mu?

- Dijiste que podía venir cuando quisiera a verte tocar con tu banda, ¿no?

Ni siquiera él podía creer que estaba ahí. Milo tampoco, y lo notó al verlo sonreír, antes de revolverle el cabello.

- Sí. Llevo cinco años repitiendo mi oferta cada que paso por la facultad de leyes, me alegra que al fin haya dado resultados.- Rió el peli-violeta.- ¿Qué te hizo cambiar de parecer?, ¿crisis existencial por la graduación?

No supo qué responder. Ni siquiera él sabía cómo nombrar lo que sucedía en su mente en ese momento. No sabía qué lo había impulsado a ir a ese club esa noche, ni mucho menos buscar a Milo.

- Si por fin tomaste el valor suficiente para ser tú y no una marioneta de tu padre, quizás podrías empezar con un cambio de look.- Sonrió Milo, al notar su silencio.- Quizás el rosa pastel te quede bien.

- ¿Qué?

- ¿Qué?. No te sentaría nada mal cambiar de rubio a algún otro color al menos una vez en tu vida.

- No... No vine por eso, Milo. Y además...

No tenía idea de qué demonios tenía ese chico, que desde la primera vez que lo vió, en su primer día en la universidad, algo cambió en él. Aún recordaba bien ese día, el día que todo lo que daba por sentado, se puso en juego.

Milo apareció en su vida al cruzarse en la entrada del edificio de la facultad de leyes y ciencias políticas. El joven de melena colorida le preguntó por la facultad de artes.

Mu no pudo evitar la curiosidad que sintió por él. Milo era todo lo opuesto a él, un chico extrovertido, alegre, muy bromista, algo coqueto, confianzudo, y su peculiar cabello, siempre teñido.

Creyó que todo terminaría ahí, pero el tiempo pasaba, y su curiosidad por Milo a lo largo de los años, no hizo otra cosa más que aumentar. Sabía que su curiosidad era algo más, pero sabía también que no era correcto mirar a otro hombre de esa forma.

- Ven.- Le dijo Milo, tomándolo de la muñeca para después arrastrarlo con él, sin darle tiempo de replicar o negarse.

Milo lo llevó hasta la puerta trasera del club, que daba a un callejón solitario. Cerró la puerta, y después abrió otra, justo en el edificio al lado. Y sin decir nada, ingresaron.

Mu no sabía qué lugar era ese, pero había un espejo con luces enorme, una mesa blanca del mismo largo que el espejo, con cepillos, secadoras y tintes para cabello, maquillaje y demás utensilios que no tenía la mejor idea de para qué servirían, y unos seis banquillos enfrente.

- ¿Dónde estamos?

- Bienvenido al camerino.- Respondió Milo, sentándose en uno de los banquillos, para después tomar lo que parecía ser un labial y comenzar a aplicarselo. Mu se sorprendió, y no pudo evitar mostrarlo.- No me digas que hasta un humectante de labios te espanta.- Rió Milo, mostrando el producto.- Aunque a veces uso rojo o negro si la temática de la presentación lo requiere, pero sino, un poco de humectante y brillo basta.

Mu no pudo evitar observar curioso los demás productos en la mesa. Realmente, lo único que reconocía era la enorme variedad de colores de labiales, lo que parecían ser paletas de sombras para ojos, y muchas brochas de todos los tamaños. El resto de frascos y tubos le eran un misterio total.

Tampoco pudo evitar posar su atención en los tintes que había. Notó varios colores, entre ellos el que Milo usaba, igual que otros chicos de la banda. Ahora que lo pensaba, nunca había visto a Milo con su color de cabello natural.

- ¿Algún color que te llame la atención?- Preguntó Milo, sacándole un respingo al aparecer detrás de él.

- No. Ya te dije que no me gusta nada de esto.- Respondió, alejándose unos centímetros.- Solo... Solo pensaba, que llevo cinco años conociéndote, y... Y nunca he visto tu cabello natural.

- Es rubio, igual que el tuyo.- Rió Milo, alzando su flequillo, mostrando las raíces rubias apenas perceptibles.- Pero vamos, Mu. Estoy muy seguro de que no veniste solo a averiguar mi color de cabello natural.

Los ojos de Milo mirándolo fijamente, haciéndole recordar todo lo que despertaba en él. Sin darse cuenta, terminó acorralado por el peli-violeta, con sus labios demasiado cerca de los suyos, sintiendo su aliento acariciándole la boca, y los brazos de Milo a sus costados.

Estaba tan cerca, que incluso podía percibir el suave olor a cereza que el humectante en los labios de Milo poseía. No pudo evitar bajar su mirada a los labios ajenos... Lucían realmente suaves, deliciosos... No pudo más contra el creciente deseo de probarlos, y simplemente cedió.

Pudo sentir los labios de Milo moviéndose en una apasionada danza con los suyos, la lengua ajena adentrándose en su tímida boca... Todo era tan placentero, que estaba haciendo su mente imaginar demasiados escenarios.

Cuando Milo le dió una suave mordida, no pudo evitar soltar un fuerte gemido, del que él mismo se avergonzó.

- Carajo...- Murmuró completamente avergonzado, cubriéndose los labios.

- Wow, eso fue intenso.- Mencionó Milo con una pequeña sonrisa.- Pero no me molesta.

Mu desvió la mirada, pero por mala suerte, terminó posando sus ojos en la enorme colección de labiales... Por dios, ¿en qué mierda estaba pensando?

- No hay problema si usas un poco.- Susurró Milo en su oído, abrazando su cintura por la espalda.- Es tu decisión.

Mu lo pensó un poco. Una parte de su mente pedía cumplir ese deseo, pero otra le recordaba que no debía... Al final la primera ganó la batalla.

Asintió algo inseguro, buscando tímidamente los labios de Milo de nuevo, gesto que no le fue negado.

Milo lo hizo sentarse en uno de los banquillos, tomó un labial de color coral, y comenzó a aplicarselo. Mu no pudo evitar suspirar al sentir sus labios ser acariciados primero por los dedos de Milo, y después por el cosmético. No entendía qué sucedía, porqué su cuerpo reaccionaba de esa forma a una acción tan simple.

Al terminar, Milo dejó un pequeño beso en sus labios, haciéndolo suspirar, anhelando más.

- ¿Ves que no pasa nada por usar algo de labial?- Sonrió Milo.- Te queda bien ese color.

Mu tragó nervioso. Habían sido solo un par de besos, y nada más. No era un experto en el tema, pero tampoco habían hecho algo que ameritara la excitación que sentía aumentar en todo su cuerpo.

- Ven. No seas tímido.

Milo se acercó, besándolo nuevamente, haciéndolo estremecerse. Mu no lograba comprender porqué reaccionaba de esa forma, porqué se abrazaba con desesperación al cuello de Milo, porqué lo besaba de esa forma tan hambrienta, porqué sentía que estaba a punto de estallar únicamente con sentir su lengua rozar la de Milo...

- Milo...

Cuando la mano del peli-violeta se coló en sus pantalones, comenzando a atender su necesitada erección, sin dejar de besarlo, no logró evitar gemir su nombre.

Era extraño, pero lo que más lo estaba haciendo perder la cabeza, no era la mano de Milo, sino sus labios. Cómo su boca cubría la suya, cómo sus dientes de vez en cuando mordían con suavidad sus labios, como su lengua bailaba juguetona con la suya, y se tomaba la libertad de explorar cada rincón de su cavidad, incluso podía sentir el sabor de ambos productos para labios mezclandose con su saliva... Sentía como si le estuviera haciendo el amor con la boca.

Su respiración se volvió irregular, su corazón comenzó a latir mucho más rápido, y su última pizca de raciocinio se fue al diablo.

Se aferró con fuerza a Milo, le mordió los labios, disfrutando el sabor metálico de la sangre uniéndose al de los labiales. Milo le siguió el juego, iniciando una batalla con sus lenguas, chocando de vez en cuando sus dientes, hasta quedar sin aliento.

Mu sintió como todo su cuerpo agitarse con fuerza, cómo si una descarga eléctrica que iniciaba en la punta de los dedos de sus pies, se extendiera hasta su cabeza, haciéndolo gemir y abrazar con fuerza la espalda de Milo.

- ¡Milo!

Sin darse cuenta, había terminado en la mano de Milo. Jadeando aún mareado por la fuerza de su reciente orgasmo, lo único que pudo hacer fue sostenerse de Milo, tratando de recuperar el aliento. La sensación había sido muy fuerte, y diferente a cualquier cosa que hubiera sentido antes.

Milo le correspondió el abrazo, sosteniendolo de forma gentil, sobando su espalda. Él se encontraba igual de agitado.

Cómo si un conjuro los uniera, ambos buscaron la mirada del otro al mismo tiempo, y al hacerlo, las palabras brillaron por su ausencia. Fueron sus labios los que hablaron por ellos, besándose de nuevo.

- ¿Estás seguro de esto?- Cuestionó Milo por última vez.

- No... Pero estoy seguro de que no quiero quedarme con una duda más.

Un beso sutil selló ese pacto silencioso. Un beso más fuerte siguió a ese, a la vez que el pene de Milo se abría paso en las entrañas de Mu. El rubio pensó que sería demasiado doloroso, y hasta cierto punto lo fue, pero ese beso lo hizo perderse por completo, dejando el dolor en segundo plano.

Milo alcanzando un punto en su interior que ni siquiera él conocía. Saltos en su regazo, apretones, caricias y fricción de varias zonas de su cuerpo... Pero en todas, la boca de Milo devorando la suya, estuvo presente.

Y al estar a punto de alcanzar el tan ansiado clímax, Milo le sujetó el cabello, dándole un beso hambriento y algo violento al hacerle sangrar el labio y morderle la lengua. Pero lejos de molestarle, lo hizo sentir como si tocara el cielo.

Pasaron muchas cosas esa noche, no solo en ese camerino, sino en el pequeño apartamento que Milo alquilaba en ese edificio. ¿Cómo llegaron hasta ahí?, ni siquiera él estaba seguro. Había estado muy ocupado saciandose con los labios de Milo, que poco le importaba saber la respuesta.

- ¿Estás bien?- Le preguntó Milo, vistiendo únicamente un pantalón deportivo y una toalla en los hombros, después de darse una ducha.

Mu no supo qué responder. Estaba a menos de una semana de graduarse, y ahora estaba en la cama del chico que le había robado el aliento desde que lo vió.

Sabía que su familia jamás aprobaría eso, si su padre se enteraba, podía darse por muerto. Jamás le perdonaría ser un enfermo... Pero, increíblemente, no se arrepentía de haber hecho todo lo que hizo anoche.

- ¿Tienes algo de tinte aún?- Preguntó al peli-violeta con una sonrisa.

Milo entendió el mensaje, y asintió sin dudarlo, yendo a buscar lo que le pidió. Al volver, Milo comenzó a aplicar el producto en todo el largo cabello rubio, y lo dejó actuar. Minutos después, Mu entró a la ducha, y salió con un cambio bastante notable.

- Te ves aún mejor que antes.- Le sonrió Milo al verlo con su nuevo color de cabello.- El lila te queda bien.

- Gracias.- Respondió, devolviendo la sonrisa.- Será lo último que mi padre verá en mí antes de que tenga que irme a vivir debajo de un puente.

- Tengo un espacio libre en mi cama, por si te interesa.

Ambos rieron por el alocado plan, para después compartir un beso, y dejarse envolver por el momento, dispuestos a perder todo el día entre las sábanas.

No sabía qué pasaría después, si lo que hacía estaba mal o no, si se arrepentiría o no. Lo único de lo que ahora tenía certeza, era de que quería arriesgarse, luchar por su libertad, ser quién era y no quién debería ser. Y Milo estaba dispuesto a ayudarlo en esa locura.

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