14: Dulce tacto
Ship: Kardia x Asmita
Palabra: Trabajos manuales.
Universo de TLC.// Preguerra santa.
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¿Por qué entre todos los santos dorados disponibles, justamente a él tenía que tocarle escoltar a Sasha a esa estúpida cumbre?
Todo había sido un maldito martirio. Desde tener que levantarse antes de que el sol siquiera asomara sus primeros rayos, hasta ese mismo instante. ¡Carajo!, ni los pájaros se habían levantado cuando ellos ya se encontraban abordando un carruaje en Rodorio.
El traslado tampoco fue precisamente el más agradable. Según el Patriarca, "por seguridad de la jóven Athena", ella iba en un carruaje delante de ellos, acompañada únicamente por uno de sus santos. El resto de sus escoltas en otro... Cinco hombres en un espacio bastante pequeño, excediendo el espacio, en un viaje de más de seis horas. ¡Claro, la mejor idea del universo!, exclamó nadie jamás.
Sus compañeros de viaje tampoco fueron precisamente un alivio. Manigoldo pudo haber sido una compañía amena, pero habían dos grandes obstáculos de cualquier intento por matar el tiempo: Degel y Cid.
Esos dos parecían unas malditas estatuas, permaneciendo sin hablar, y por momentos juraría que ni siquiera parpadeaban. Pero apenas a alguno se le ocurriera mover un músculo, saltaban a decirles que se quedaran quietos.
Sísifo... Se quedó dormido apenas empezó a avanzar el carruaje, y eso fue mil veces peor que si se hubiera quedado despierto. ¡El desgraciado roncaba igual que un oso!
Y luego estaba él, enmedio de todos. Aguantando los ronquidos de Sísifo, los regaños de Degel y Cid si se le ocurría siquiera pestañear, y las miradas y sonrisas burlonas de Manigoldo restregandole en la cara haber ganado el lugar junto a la ventana.
Pero al llegar a su destino, su calvario no hizo sino aumentar su nivel de dificultad. Les informaron que tendrían que compartir habitación con dos compañeros. Al menos no le había tocado compartir con Sísifo, eso ya era algo.
Les dieron la indicación de que tomaran una ducha, descansaran un poco y bajaran al atardecer al salón, al lado de Sasha.
Dos malditas horas tuvieron que pasar para que alguien fuera a ofrecerles algo de comer. Otro poco y su estómago iba a empezar a comerse a sí mismo.
Sus compañeros de habitación solo tomaron una ducha rápida y se quedaron dormidos después de comer la imitación de refrigerio que les dieron. Pero él no pudo dormir nada, se sentía como un león enjaulado, cómo si el tiempo pasara más lento... Fue una larga tarde hasta que finalmente dió la hora indicada.
Tal y como les indicaron, todos salieron de sus habitaciones ya duchados y arreglados, para ir a dónde Sasha ya los esperaba. Se suponía que su función era solo ser escoltas, vigilar que nadie intentara matar o secuestrar a Sasha, estar alertas ante posibles intrusos... ¡Nadie dijo que también tenían que bailar con ella y casi ser sus niñeros!
Y "por ser a quien Sasha más confianza le tenía", le tocó ser la primera víctima de los torpes e inexpertos pasos de baile de su diosa. Afortunadamente, logró zafarse, sacrificando a Manigoldo, que tuvo la mala suerte de estar cerca cuando la primera pieza terminó.
Varias mujeres se le acercaron pidiéndole bailar con él, pero a todas les dijo que no. Su vista estaba fija en una larga y brillante cabellera rubia, que durante varios minutos permaneció inmóvil en su sitio, hasta que Sasha se le acercó, y después otra fémina a la que también le concedió una pieza.
Normalmente no le molestaba ser el centro de atención, y era un gran conversador, pero esa no era su noche. Estaba cansado, hambriento, y con ganas de estrangular a alguien. Aún así, se mordió la lengua y trató de calmarse, repitiéndose que era solo un estúpido baile... Hasta que ya avanzada la noche, cuando el alcohol ya había hecho su efecto en la mayoría, una de esas jóvenes trató de besar a la única persona con la que realmente quería bailar, y no podía en público.
Eso fue el colmo para él, y sin muchas opciones, se apresuró a salir del salón para llegar al jardín. Sentía que si no salía de ahí rápido, iba a clavarle una aguja escarlata en el trasero a esa mujer.
Escuchó la voz de Sísifo, pero no prestó atención a lo que dijo, realmente no podría importarle menos en ese momento. Ya soportaría después sus regaños, pero no ahora.
Huyó hasta una fuente, y estando completamente sólo, se sentó en la orilla, agachando la cabeza, apretando los puños, mientras escuchaba chirriar sus dientes de la frustración. Simplemente dejó sus lágrimas escapar, mordiéndose los labios para no llorar.
- Sabía que estarías aquí.
Al escuchar esa suave voz, supo que se trataba de él, pero no sé atrevió a siquiera alzar la vista.
- ¿Está todo bien, Kardia?- Él insistió, sentándose a su lado, pero Kardia se negó de nuevo.- Sísifo intentó detenerte, pero Cid y Degel no lo dejaron, y Manigoldo me dijo lo que había pasado y me pidió que viniera a hablar contigo. Así que, ¿qué te pasa?
¿Qué se suponía que respondiera? Ni siquiera él entendía qué demonios le pasaba. Sabía que había actuado como un idiota, y que no debió hacer algo así... Pero lo había hecho de todos modos.
- Kardia...
- No lo sé, Asmita.- Suspiró finalmente.- No sé qué demonios me pasa. Ya sé que era solo un estúpido baile, y que no debí comportarme así, y que solo es una tontería, y todo eso. Ya lo sé.
- Yo jamás dije nada de eso.- Sonrió tranquilo el rubio, tomándolo de la mano.- Estás celoso, ¿cierto?
Kardia no respondió nada. A veces sentía que a pesar de ser ciego, Asmita veía cosas que él no era capaz.
- Sabes perfectamente que para mí es estúpido mantener ocultas relaciones como la nuestra.- Siguió el rubio, rodeándolo con sus brazos.- En el santuario más de uno ha roto la regla de no relacionarse entre santos y tener como única prioridad a Athena, y fuera de él, este tipo de relaciones existen aún si no quieren aceptarlo.
- No todo el mundo es budista, Asmita.
- Lo sé.- Sonrió, dejándolo recargarse en su regazo.- Pero ¿desde cuándo a mí me importa lo que digan las personas?. Más importante, ¿desde cuándo a tí te importa?
Kardia volvió a suspirar, mirando las estrellas que brillaban en el cielo. Sabía que fuera del Santuario, ese tipo de relaciones eran consideradas aberrantes, e incluso dentro de él eran un tema tabú, el elefante rosado en la sala. Todos sabían que existían, pero nadie hablaba de ellas.
También era consciente de que fuera del Santuario debían guardar las apariencias, y bajo ninguna circunstancia hacer el más mínimo gesto que pudiera delatarlos. Pero era demasiado difícil, y estaba harto de hacerlo. Esa noche simplemente no pudo soportarlo más, sus emociones lo sobrepasaron, y explotó.
- Aún falta un par de horas para que termine la velada, intercambié habitación con Cid, y Manigoldo prometió cubrirnos.- Susurró Asmita, agachándose lo suficiente para dejar un pequeño beso en el lóbulo de su oreja.- ¿Vamos?
- Claro.- Suspiró, intentando sonreír.
Los dos se pusieron de pie, tomándose de la mano, para escabullirse por los pasillos, hasta llegar a la habitación de Kardia.
Al llegar, después de asegurarse de que nadie los había seguido, entraron y cerraron la puerta.
La habitación estaba completamente a oscuras, lo cual no hacía absolutamente ninguna diferencia para Asmita, que logró desplazarse con suma facilidad hasta la cama. Pero Kardia se vió en la necesidad forzosa de encender la vela que siempre dejaban para la noche.
- ¿Ahora sí me dirás qué ocurre?- Interrogó Asmita, acariciándole el cabello.
- ¿Por qué me preguntas cuando ya sabes la respuesta?
- Porque necesitas sacarlo.- Replicó Virgo.- Así que suelta todo el veneno que tengas.- Añadió con una leve sonrisa.
Kardia, de forma involuntaria, terminó soltando una pequeña risa, contagiandose de la sonrisa de Asmita.
- Para empezar, yo no quería venir a esta misión, porque sé que siempre son un fiasco, ya suficiente tuve con las dos veces anteriores que Degel me arrastró a una cuando Cid, Sísifo y el odioso de Aspros estaban en misiones. ¡Pero no!, la estúpida de Sasha tenía que arrastrarme hasta aquí.- Mencionó el peli-violeta.- El viaje hasta aquí fue una tortura. Me dejaron enmedio de todos, en un asiento en el que apenas y podía respirar. Sísifo ronca como un maldito oso, y tuve que aguantar ese sonido en el oído durante seis malditas horas. Solo para que al llegar aquí, resultara que no podría verte hasta la estúpida cumbre.- Siguió, deteniéndose apenas por unos segundos para tomar aire.- Y cuando creí que por fin la tortura iba a terminar, Sasha me obliga a bailar, y al intentar buscarte, me llevo la desagradable sorpresa de que una mujer que perfectamente podría ser tu madre, trata de besarte...- Al finalizar, Kardia suspiró con remordimiento.- Pero sé que no es tu culpa, que tú jamás harías algo como eso enfrente de mí si de ti dependiera, y que no me traicionarías jamás. Y creo que eso es lo que me hace sentir peor por estar celoso.
Asmita acarició sus mejillas, limpiando las pequeñas lágrimas que se le habían escapado, y finalmente, besó sus labios con delicadeza, siendo correspondido a los pocos segundos.
- Está bien sentirse así, Kardia. Hoy fue un mal día, y esa fue la gota que derramó el vaso, es todo.- Mencionó, acariciando la espalda del contrario.- Todos nos dimos cuenta de que algo te pasaba, Sísifo incluso intentó ir detrás de tí para calmarte, pero Degel, Cid y Manigoldo creyeron que era más prudente darte unos minutos. Por eso tardé un poco en ir por tí.- Explicó el rubio con calma.- A mí tampoco me gustó nada venir a este evento, y de no ser por orden directa de Athena, no habría venido ni bailado con nadie. Pero ahora soy todo tuyo por lo que resta de la velada.
- ¿Chantajeaste a Manigoldo para que tardara en venir?
- Quizás.- Sonrió el rubio, contagiando a Kardia.- Ahora déjame quitarte el estrés.
Kardia ya sabía lo que Asmita tenía en mente, y no iba a negarse. Volvió a besar al rubio, dejándose desvestir por éste, y haciendo lo mismo con él, hasta que cualquier prenda de ropa se esfumó.
Una vez que todo su cuerpo quedó completamente al natural, simplemente se recostó, tan solo para continuar besándose durante unos segundos más, antes de finalmente voltear su cuerpo y quedar boca abajo.
Asmita empezó a frotar sus hombros con suavidad, sacándole un par de quejidos al inicio por la tensión acumulada, pero después varios suspiros de alivio.
- Vaya que estás tenso esta vez.- Susurró el rubio en su oído, deslizando sus manos por sus brazos, y después por toda su espalda.
Asmita se encargó de masajear con sus manos toda su espalda, para después recargar su pecho en ella, y repetir el proceso, ahora con su propio cuerpo. Kardia no pudo evitar suspirar al sentir el contacto piel con piel, así como las traviesas manos de Asmita colándose por debajo de su cuerpo, acariciando su pecho y abdomen. Dejándolo con las ganas de que fueran más abajo.
- Date vuelta.- La tranquila voz de Asmita devolvió su mente a la Tierra, al sentir el frío de la noche en su piel ahora solitaria. Pero rápidamente acató la indicación, sabiendo lo que vendría.
Asmita volvió a colocarse encima de él, sin llegar a aplastarlo, y comenzó a masajear sus hombros de nuevo, deslizándose después por sus brazos y de vuelta. Esta vez, primero las manos de Asmita se encargaron de masajear su pecho y abdomen, forzando a Kardia a morderse el labio para contener los sonidos que querían escapar de sus labios cuando las manos de Asmita llegaban a su vientre tan solo para después volver a su punto de partida en sus pectorales, siendo acariciados también.
Después, Asmita volvió a recostarse con cuidado encima de él, usando todo su cuerpo para masajear el suyo. Asmita era notoriamente más delgado, con una estructura ósea más fina, y menos masa muscular, lo contrario a Kardia, que aunque no al nivel de otros santos, poseía un poco más de músculos. Pero lejos de ser un problema, resultaba bastante excitante en momentos como ese.
Asmita le dió un pequeño beso, antes de comenzar a deslizarse por su cuerpo, hasta que su mejilla se frotaba contra su muslo, mientras sus manos se paseaban con calma sobre su vientre, jugando un poco con la paciencia del peli-violeta.
- Cada vez mejoras más.- Comentó Asmita con una pequeña risa.- La primera vez que hice esto, terminaste apenas pegué mi pecho en tu espalda.
- Era la primera vez que me daban un masaje así.- Respondió con un leve sonrojo, mezcla de la excitación y la vergüenza al recordar esa ocasión.
Asmita soltó una pequeña risa, imaginando la expresión de Kardia, mientras deslizaba una de sus manos a la entrepierna del peli-violeta, acariciando con suavidad su miembro.
Kardia soltó un suspiro al sentir la mano de Asmita envolviendo su erección, subiendo y bajando, cada vez más rápido, mientras Asmita besaba su muslo, hasta finalmente llegar a dónde ansiaba.
- ¡Ah!
Le fue imposible contener un gemido que se escapó de sus labios al sentir la lengua de Asmita jugar con la punta de su miembro, mientras su mano se encargaba del resto.
Asmita sonrió orgulloso, mientras Kardia se cubría la boca, intentando no hacer ruido. Lo que menos quería era llamar la atención de algún fisgón.
Sin duda alguna, Asmita sabía coordinar bastante bien sus manos con su boca, y de no estar tan expuestos a que alguien los descubriera, Kardia ya estaría gritando su nombre sin pudor alguno.
Cuando dos de los dedos de Asmita acariciaron su entrada, soltó un pequeño respingo por la sorpresa inicial. Asmita se detuvo por unos segundos, como pidiendo su permiso para continuar. Kardia no dudó mucho, separando sus piernas, dándole la autorización que Asmita buscaba.
El rubio retomó su labor anterior, mientras con cuidado, adentró el primero de sus dedos en el interior del peli-violeta, tomándose su tiempo para explorar el estrecho lugar, palpando cada rincón, provocando varias sensaciones en Kardia al recibir estimulación por ambos lados.
Cuando un segundo dedo ingresó, alcanzando un punto sensible en su interior, a pesar de tener su mano cubriendo su boca, no pudo contener por completo el sonido del pequeño grito que salió disparado de su garganta.
- ¿Estás bien?- Preguntó Asmita deteniéndose por un momento.- ¿Te lastimé?
- N-No. Estoy bien.- Se apresuró a responder, con la respiración bastante agitada.- No grité de dolor... Sabes usar bien tus dedos.
Asmita, se acercó para besarlo, y Kardia no dudó en aferrarse al cuello del rubio, mientras sentía como sus dedos volvían a atacar ese sensible punto en su interior.
Sin querer, terminó mordiéndole los labios a Asmita en un par de ocasiones, pero al rubio no pareció molestarle, aumentando el ritmo, haciéndolo perder la cabeza.
- Mételo.- Gimió enmedio de los besos que el rubio le daba.
- ¿Estás seguro?- Preguntó Asmita, deteniéndose para dejarlo recuperar el aliento.
- Ya me metiste los dedos, ahora termina lo que empezaste.- Respondió el peli-violeta, atrapando con las piernas al rubio, que solo soltó una pequeña y suave risa.
- Si puedes aguantar un poco más sin correrte, con gusto.- Susurró en su oído Asmita, besando la base de su cuello.
Kardia estuvo a punto de protestar, pero al sentir su próstata siendo atacada por los dedos de Asmita, tuvo que morderse los labios para no gritar... ¿Qué demonios hacía Asmita en sus ratos libres?, ¿cómo sabía hacer eso tan bien?
Sabía que Asmita de virgo solo tenía la armadura, y su cara de ángel ocultaba bastante bien al perverso demonio que se escondía detrás. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que Asmita era amante de juegos de ese estilo. Hacerlo perder la cabeza, desear con locura algo, y dejarlo con las ganas... Y ese era su plan.
Sintió su orgasmo llegar, terminando dándole una mordida en el hombro a Asmita, clavando sus uñas en su blanca espalda, intentando mantenerse callado.
La sensación había sido increíble, pero demasiado fuerte. Su mente aún daba vueltas, mientras sus pulmones trataban de calmarse, y su corazón latía con fuerza.
Los besos que Asmita comenzó a repartir por todo su rostro lo hicieron poco a poco recobrar la consciencia. Sus piernas aún temblaban, igual que sus brazos, pero no se prohibió disfrutar los suaves labios del rubio...
Todo habría sido perfecto... De no ser por unos golpes en la puerta, que les recordaron que tenían otro compañero de habitación.
- Hey, Romeos, lamento arruinar la fiesta, pero necesito dormir.
Kardia hizo un puchero con los labios, por un momento se olvidó que Manigoldo llegaría, justamente para arruinar el momento. Asmita solo sonrió y procedió a colocarse una ropa de pijama ligera. Kardia solo se cubrió con una sábana, no era como si el custodio de Cáncer no lo hubiera visto desnudo antes.
- Hice lo que pude para mantener a todos alejados de aquí, pero por entrometidos, Sasha y Sísifo escucharon más de lo debido.- Mencionó Manigoldo, entrando a la habitación sin siquiera voltear a verlos, una vez que Asmita le dijo que podía pasar.- Suerte viendo a esos dos a la cara mañana.
- ¿Qué quieres decir?- Cuestionó Kardia las palabras de Manigoldo.
- Que ya todos nos enteramos que Asmita te hace morder la almohada.- Rió el italiano, antes de recibir el golpe de una almohada arrojada por Kardia.
Vaya misión, y vaya noche... Sin duda, una de las que recordarían por el resto de sus vidas. Aunque apenas llegaran al Santuario, Kardia no iba a dejar ir a Asmita hasta que le diera lo que quería. No importaba si después tenía que ayudarlo a esconder las marcas de arañazos en su espalda.
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