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13: Roomies

Ship: Aioria x Milo

Palabra: Sexo en la cocina.
Universo Alternativo.// Normal AU.// Modern AU.// Ligero Enemies to Lovers.
Advertencias: Mafia AU.

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Volver a casa después de una larga y agitadora jornada en la fuerza policial, con la noche cubriendo la ciudad con su oscuro manto, mientras las estrellas y la luna daban algo de luz al firmamento. No había ya gente en las calles, no le extrañaba mucho, era ya de madrugada.

Al menos no había tráfico a esas horas, y sabiendo de memoria las calles, podía llegar a su edificio. El sueldo de un agente no era tan alto, pero le daba lo suficiente para vivir dignamente. No podía quejarse, trabajaba en algo que le gustaba al final del día.

No había nada fuera de lo usual, hasta que, en una calle solitaria, vió a un hombre caminando lentamente. Creyó que simplemente se trataría de un borracho, pero al verlo desplomarse y no levantarse, comenzó a alarmarse.

Trató de llamar su atención desde la ventana del auto, pero no obtuvo respuesta. Entonces decidió bajar, pero empuñando su arma en caso de emergencia.

Movió un poco al desconocido, y al girarlo, se dió cuenta de una enorme herida en su abdomen, además de varios golpes y heridas en su rostro.

Sabía bien que las heridas en el abdomen podían ser demasiado peligrosas, y cada segundo contaba para vivir o morir. Así que no perdió más tiempo.

Con cuidado, sostuvo al herido en brazos, lo subió a los asientos traseros de su auto, y arrancó a toda velocidad al hospital más cercano.

En la sala de emergencias se identificó presentando su placa y explicó lo que había pasado. Ahí se encargaron de atender al chico, pero él quiso quedarse para saber su situación. Al menos hasta verificar que estuviera fuera de peligro.

Llamó a su hermano para informarle lo ocurrido. Después de todo, quizás tenían enfrente a otro caso más del que llevaban meses siguiendo. Debían investigar y descartar cualquier posibilidad.

Aioros le dió la orden de permanecer en el hospital, atento a cualquier movimiento sospechoso, así como de monitorear al chico y de ser posible, tratar de obtener alguna información. Ellos acordonarían el área y enviarían unos refuerzos al hospital.

Sin muchas opciones, aceptó las órdenes de su hermano y superior. Esperó por horas y horas, hasta que poco antes del amanecer, una enfermera le informó que el joven había sobrevivido a la cirugía, pero se encontraba en el área de cuidados intensivos.

Habló con los médicos a cargo, quiénes le dijeron la situación. Un hombre joven de entre 25 y 30 años, de tez trigueña, cabellos violetas. Con aproximadamente diez puñaladas en el abdomen, tres costillas y la muñeca derecha rotas, varios golpes, una pequeña fisura e inflamación en el cráneo y un traumatismo craneal. El paciente no había despertado, y no llevaba consigo ningún tipo de identificación, así que no habían podido localizar a ningún familiar.

Horas más tarde, se encargó de explicar la situación a Aioros, y el teniente le ordenó monitorear al paciente. Aioria se opuso en un inicio, ya que eso lo dejaría fuera de las investigaciones, pero al final, terminó aceptando. Al final del día, ese chico estaba completamente sólo, indefenso, en ese estado de coma... Bien, sería su ángel de la guarda personal, solo hasta que se recuperara.

- Vamos... Sé que es difícil, pero tienes que sobrevivir.

Fueron las palabras que le dijo durante los cinco días que permaneció en coma, luchando por su vida en el área de CI, hasta que finalmente despertó.

Una vez que los médicos hicieron la valoración correspondiente, se presentó con el chico, y procedió a preguntarle sus datos.

El peli-violeta se presentó como Milo, huérfano, 26 años, y completamente sólo en el mundo.

La versión de lo que había ocurrido esa noche, fue un asalto al que estúpidamente intentó resistirse. Terminando así sin sus pertenencias y con todas esas heridas.

Eso lo descartaba como un posible caso más relacionado con la guerra de mafias que se vivía en Atenas. Pero Aioria sentía que Milo ocultaba algo, y no fue el único. Aioros también sospechaba que el joven no estaba siendo totalmente sincero, y le dió a su hermano la indicación de mantenerlo vigilado hasta que confesara la verdad.

Así lo hicieron. Milo salió del área de cuidados intensivos una semana después, y fue trasladado a piso. Aioria no se despegó de él en ningún momento, tratando de ganarse su confianza.

Milo al inicio se mostró bastante arisco, aferrándose a su versión del atraco. Pero, después de tanto insistir, terminó confesando entre sollozos la verdad.

Al parecer, había estado involucrado con una de las mafias debido a problemas económicos, pero solo como dealer. Todo estuvo bien por un tiempo, hasta que fue descubierto por el grupo rival.

Así había terminado recibiendo esa golpiza, escapando de puro milagro.

Aioria lo tranquilizó, e incluso le ofreció que a cambio de su colaboración para dar con los líderes, podrían reducirle la sentencia a solo una multa. Milo accedió, sintiéndose acorralado.

Aioria le informó todos sus nuevos descubrimientos a Aioros, y se pusieron en marcha. Milo les proporcionó toda la información que tenía, desde los puntos de reunión, hasta los de distribución y las horas de empaque, incluso la ubicación de un par de laboratorios.

Aioros, algo desconfiado, envió a su gente para revisar y verificar todo, llevándose la sorpresa de que toda la información resultó ser cierta. Gracias a Milo lograron encontrar un hilo de dónde tirar.

Bien, el chico había cumplido su parte, ellos cumplirían la suya. El problema era que el joven no tenía a dónde ir, y sabían bien que ahora su cabeza sería el objetivo de ambos grupos.

Una casa de seguridad sería el primer lugar donde buscarían, además de que enmedio de esa guerra territorial entre criminales, era imposible confiar en cualquier persona. Pero entonces, a ambos hermanos se les ocurrió un plan.

Así había terminado en dónde estaba ahora... Despertando por las mañanas en sus pocos días libres, por el dulce aroma a panqueques recién hechos, o el de unos huevos con tocino, y el de un café recién hecho.

- Buenos días.- Sonrió el peli-violeta, picando algo de fruta en la pequeña cocina.

- Buenos días, Milo.- Respondió, acercándose a la cocina para ayudar a servir el desayuno.- ¿Cómo sigues?

- Estoy bien, agente.- Rió suavemente Milo.- Un poco de molestia en el abdomen, pero nada imposible de soportar.

- No deberías hacer tanto esfuerzo. Apenas te quitaron los puntos ayer.- Repitió por enésima vez desde que Milo llegó.

- Me recuerdo rápido.- Replicó, encogiéndose de hombros.- Además, no iba a quedarme a vivir gratis. Debo pagar mi estancia de alguna forma.

- No es necesario que lo hagas. Eres un testigo protegido.

- Te la pasas fuera todo el día, casi todos los días. No me gusta ser un inútil. Cocinar y encargarme de las labores domésticas me ha ayudado a no volverme loco, ¿sabes?

Aioria solo suspiró, después de servir algo de café en dos tazas.- No tienes remedio...

- Imagina que estamos jugando a la familia.- Bromeó Milo, tomando un pequeño trozo de manzana con un tenedor, mismo que procedió a acercar a la boca de Aioria.- Tú eres el increíble y amoroso esposo que va a trabajar a diario, y yo la dulce y hermosa esposa que te espera en casa con una deliciosa cena caliente, nuestros diez hijos y un perro.

Aioria no pudo evitar reírse por aquella comparación. Aunque, ciertamente, no le molestaría.

- Solo que no tenemos hijos, ni un perro.- Sonrió, siguiéndole el juego, mientras comía el pequeño trozo de manzana que Milo le había ofrecido.

- Contigo tendría los que quisieras.- Bromeó Milo.- Solo digo, por si quieres practicar.

Ambos terminaron riéndose por esa broma tan absurda, pero que se había hecho habitual. En los dos meses que llevaba Milo viviendo ahí, se habían vuelto buenos amigos, y adaptado bien a la presencia del otro.

Cuando las risas pasaron, sus miradas chocaron sin querer, y se quedaron en silencio. Solo mirándose, sintiendo sus corazones latiendo aún acelerados por las carcajadas previas.

No era un silencio incómodo, era uno que los hacía sentirse tranquilos, en paz, seguros...

Quizas fue eso lo que los hizo tener el valor de romper la corta distancia para acariciarse los labios mutuamente en un suave y algo torpe beso.

Aioria acarició las mejillas de Milo, como si se le fuera a escapar en cualquier momento, y tratara de convencerlo de quedarse. Mientras Milo pasó sus brazos por el cuello de Aioria, cómo si aceptara esa oferta de quedarse.

Al separarse, sus ojos volvieron a encontrarse, observando expectantes el siguiente movimiento del otro.

Esta vez fue Milo quién tomó la iniciativa, volviendo a besar a Aioria, abrazándose a su cuello. Con eso, todo estaba dicho.

Aioria no perdió tiempo en subir a Milo en la barra de la cocina, importándole poco tirar algún plato o taza. Después se preocuparía por eso, ahora solo quería disfrutar ese momento.

Los dos seguían aún en ropas de pijama, quitarse las camisetas holgadas fue sumamente sencillo, permitiéndose sentir la tibia piel contraria rozando con la propia, mientras la fricción calentaba cada vez más el ambiente.

Aioria soltó por un momento los labios de Milo, para bajar por todo su cuello, hombros, pecho y abdomen, hasta llegar a la cinturilla del pantalón de franela.

Se tomó su tiempo para jugar un poco con la paciencia de Milo, frotando su mejilla por encima de la ropa, hasta que después de un rato decidió bajar ambas prendas de una vez.

- Aioria...- Suspiró Milo al sentir la cálida humedad de su boca haciéndose cargo de su erección.- Ah...

Arrodillado, podía sentir a Milo acariciándole el cabello, incitándolo a continuar, y él no se negó. Continuó con esa felación, mientras con sus manos se encargaba de ir preparándolo.

- Aioria... Ya puedes.- Avisó el peli-violeta, intentando contener sus jadeos.

Aioria se detuvo, y se levantó para volver a acercarse a Milo. El peli-violeta lo recibió con un beso y un abrazo desesperados, atrapando su cadera con sus piernas.

Sujetó la cadera de Milo, apretando un poco sus muslos antes de finalmente comenzar a ingresar en él. Cuando sintió a Milo arañarle la espalda, y lo escuchó quejarse bajo.

- ¿Estás bien?- Preguntó, deteniéndose por un momento, mientras el ardor en su espalda pasaba.

- Sí... Lo siento, dolió un poco.

- Está bien.- Le restó importancia a los arañazos en su piel.- Avísame si quieres parar.

Milo asintió, y continuaron con ese encuentro.

Dolor y placer mezclandose en una marea caótica, al compás de sus respiraciones y los latidos desbocados de sus corazones. Mientras sus voces lentamente se coordinaban para dar origen a una melodía tan pecaminosa cómo placentera.

Uno sintiendo sus entrañas invadidas, y el otro permitiéndose perderse en el cálido interior de su cómplice.

- Aioria...- Gemía su nombre el peli-violeta, mientras él le besaba el cuello, sin dejar de embestirlo.- Más... Fuerte.

No hubo necesidad de pedirlo dos veces para empujarlo hacia atrás, hasta dejarlo recostado sobre la barra. Y después clavar sus dedos en los costados de Milo, abalanzándose sobre él, arremetiendo con fuerza contra su cuerpo. Mientras Milo se aferraba con fuerza a su espalda, dejándole múltiples marcas de arañazos.

- A-Aioria...

- Milo...

Enmedio de embestidas, gemidos y jadeos, el primero en terminar fue Milo, seguido poco después por Aioria, manchando el interior del muslo de Milo.

Ambos se miraron fijamente por unos segundos, para después besarse con calma y dulzura, en un cálido abrazo, compartiendo su calor corporal, hasta que el cansancio comenzó a hacerse presente.

Antes de ceder al agotamiento, lograron ir a la recámara de Aioria, acostándose en la mullida cama, cubiertos por las sábanas.

Aioria no supo cuánto tiempo pasó, hasta que al abrir sus ojos, se encontró a Milo recostado en su pecho, mirándolo.

- Buenas tardes, bello durmiente.- Rió el peli-violeta.

- Qué gracioso.- Sonrió con sarcasmo, acariciando la mejilla de Milo.- ¿Te pasa algo?

Había algo inusual en el semblante de Milo, algo le ocurría, pero no sabía qué. Sus ojos reflejaban un profundo pesar, como si quisiera decirle algo.

- Tengo algo que decirte.- Suspiró Milo, incorporándose lo suficiente para mirarse frente a frente.

- ¿Qué?- Inquirió Aioria.- ¿Qué eres un mercenario buscado por al menos tres países?, ¿o qué te contrataron para matarme, y después de que fallaste terminaste con esa golpiza la noche que te encontré?

Milo dió un respingo al escuchar eso. ¿Acaso lo sabía?

- El jefe que te contrató no me quiere muerto por nada, ¿sabes?- Sonrió el castaño.- Mi hermano y yo no nos confiamos, siempre sospechamos de tí. Y al final, uno de los peces gordos que atrapamos te delató.

- ¿Por qué aún así me trajiste aquí entonces?- Cuestionó Milo.

- Era mejor dejarte creer que tenías la ventaja para mantenerte vigilado, en vez de dejarte saber que te descubrimos y correr riesgo de que escaparas.

Milo se quedó callado por unos segundos, manteniendo la vista baja. Vaya que había bajado la guardia, todo por ese agente al que debía matar.

- Bien, ¿y ahora qué va a pasar?- Preguntó el mercenario, aceptando su derrota.

Aioria respondió con un beso, acariciando las mejillas de Milo, siendo correspondido después de un par de segundos.

- Puedo apelar una reducción de condena, quizás hasta arresto domiciliario por cooperación con la policía.- Respondió Aioria.- Pero... Con una condición.

- ¿Qué condición?- Cuestionó Milo correspondiendo la sonrisa complice de Aioria.

- Que te quedes a mi lado.

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