
Πέντε
Se encontraba sumido en el más profundo de los sueños hasta que un ruido lo despertó. Se incorporó un poco en su cómoda cama y prestó atención, pero no volvió a escuchar nada. Se levantó y vio que su anfitrión no se encontraba en su habitación.
Decidió ir a buscarlo, mirando detrás de todas las puertas que conformaban su residencia. Habían cuartos muy raros, algunos de los cuales ya conocía, como el de los archivos y el de las armas, y finalmente tras recorrer un par de minutos, se encontró con una especie de salón de audiencias colosal, que estaba rodeado por un palco para observar desde arriba.
Tras mirar a sus costados y comprobar que Yeontan no estuviese cerca, se dispuso a meterse a través de una de las entradas del gran palco, a hurtadillas, y ocultándose tras una de las grandes columnas, pues tenía la sensación de que algo importante y secreto estaba sucediendo ahí dentro.
Asomó su cabeza y pudo ver a Taehyung en un extremo del salón, sentado en un majestuoso trono, sobre el estrado. Se ataviaba con largas ropas adornadas de plumas negras que parecían expeler una especie de vapor ligero, lo cual le daba un aspecto algo aterrador. Sus ojos tenían un aspecto sombrío y su rostro era imperturbable.
Se estremeció. “Así que éste es el verdadero Hades’’ pensó.
Yeontan, o Cerbero, estaba en su forma de monstruo, sentado a su lado, listo para destrozar a cualquier prisionero que intentase en vano escapar. De repente, los ojos de Jin vieron entrar a dos criaturas con armaduras, que parecían ser guardias, cargando a un humano, quien llevaba grilletes en las manos y cadenas alrededor del cuello.
El prisionero era un hombre mayor, quien se encontraba temblando y sollozando. Los guardias lo obligaron a postrarse ante el azabache.
Éste lo miró de pies a cabeza, manifestando un profundo desprecio —¿por qué estás aquí, mortal? —preguntó calmado.
El anciano levantó la cabeza y sollozó con aún más fuerza —N-no lo sé.
—¿Te atreves a mentir? —lo cuestionó severo —¿acaso no sabes donde estás?
—Yo sólo quiero volver a casa —balbuceó el hombre.
El pelirosa comenzaba a sentirse incómodo. Sentía una gran lástima por el pobre hombre. ¿Por qué Taehyung lo estaba tratando así? De todos modos ya estaba muerto, por lo que no había necesidad de ser tan rudo, en especial tratándose de una persona mayor.
Una sonrisa tétrica se formó en los labios del dios y con un gesto de su mano derecha, hizo que se formara una humareda en el medio del salón. Entonces el humo comenzó a tomar forma. Jin contuvo la respiración al ver lo que proyectaban esas siluetas.
Una entidad poderosa, niños indefensos, secretos.
El hombre abrió sus ojos de forma desmesurada y su rostro perdió color. Jin enfocó su vista y por un momento se sintió muy confundido, hasta que finalmente lo entendió, tras lo cual sintió náuseas y retrocedió, pasmado. El rey del inframundo apretó su mandíbula con fuerza.
Con otro gesto de su mano, el humo se esfumó, y el anciano echó su cabeza hacia delante en señal de derrota.
—Te sentirás como en casa, de eso me voy a asegurar —sentenció el azabache entre dientes —porque tarde o temprano, todos los que participaron o encubrieron tus crímenes, llegarán aquí y los enviaré al mismo lugar donde pasarás el resto de la eternidad.
Dicho esto, el dios se levantó y lanzó unos rayos al hombre, cuyo cuerpo se prendió en llamas inmediatamente. El hombre gritó de dolor y se retorció entre súplicas de piedad.
Tras ver la escena el pelirosa tragó saliva y sintió su corazón acelerarse al máximo; todo era demasiado intenso y abrumador, por lo que tuvo que apoyarse en la columna que estaba a su lado para no caer de la impresión.
—Sáquenlo de mi vista —ordenó Hades. Los guardias obedecieron y arrastraron al hombre a la salida, tras lo cual cerraron las puertas.
Luego de eso, Jin se sentó y observó atentamente el resto de los juicios. Entraron unos cuantos humanos, algunos monstruos, y todo tipo de criaturas. Todos fueron sentenciados al tormento eterno del Tártaro.
Al ir escuchando los casos, el shock que Jin había sentido al inicio fue desapareciendo. Para cuando se juzgó la última alma, sus pies y manos le hormigueaban por las ganas que tenía de ir a torturarlos él mismo. Se sintió decepcionado al toparse con la dura realidad: no existían límites para la maldad que habitaba en esas almas.
Cuando el juicio llegó a su fin, Jin regresó a su cama a hurtadillas y fingió dormirse. Sin embargo el conflicto que sentía en su interior no lo abandonó en ningún momento.
Aproximadamente una hora después, se levantó al percibir un delicioso aroma. Se frotó los ojos e ingresó a la cocina, encontrándose con el azabache, quien acomodaba los utensilios para el desayuno. Éste sonrió dulcemente y lo invitó a sentarse, tras saludarlo.
—¿Dormiste bien? —preguntó el azabache antes de meterse un gran bocado a la boca.
El pelirosa casi se atragantó con su desayuno. Sabía que estaba atrapado. Suspiró y miró directamente a esos ojos que lo escudriñaban con interés. De todos modos, ni aunque pudiera, Jin no quería mentirle a Taehyung.
—Sabías que estaba ahí.
—Al principio no. Estaba demasiado concentrado juzgando a ese degenerado —comentó serio —pero cuando le di su castigo, pude oír los latidos de tu corazón. Prácticamente hacían eco en todo el lugar.
El pelirosa no dijo nada. Ciertamente, se había quedado estupefacto por unos segundos al ver semejante escena frente a sus ojos. Pero también había sentido una pizca de satisfacción que no podía explicar. Y era esa nueva sensación lo que más lo inquietaba.
—Pero permitiste que me quedara.
—Quería que conocieras parte de mi trabajo. Debo hacer eso casi todos los días. Juzgar a lo peor de lo que una vez fueron seres vivientes y elegir sus castigos —pausó un poco para mirar al pelirosa, quien lo escuchaba en silencio —a diario me toca conocer a almas que hicieron cosas horribles, y decidir su destino. Muchos se arrepienten... Pero estando aquí, es demasiado tarde. No hay nada que se pueda hacer por ellos.
El recién levantado desvió la mirada, sin saber exactamente qué pensar. Al parecer administrar el inframundo era un poco más complicado de lo que pensaba.
—Puedes ir las veces que quieras, no tienes que ocultarte —dijo posando su mano sobre la del pelirosa y brindándole una cálida sonrisa, lo cual desató una agradable sensación cosquillosa en su interior.
Más tarde, ambos se encontraban sobre el solemne estrado, sentados en sus respectivos asientos. Taehyung había hecho aparecer otro trono a su lado, donde Jin tomaba asiento actualmente.
La pierna derecha del pelirosa rebotaba ligeramente en su lugar, mientras intentaba apaciguar sus nervios e incomodidad por encontrarse en un lugar tan prominente.
Era extraño para él estar en el mismo lugar que un monarca tan poderoso, sobre todo cuando éste iba a cumplir con su deber de juzgar y condenar a las almas de los muertos.
Sintió el peso de la profunda mirada del azabache, por lo que giró su rostro para encararlo, encontrándose con sus ojos, los cuales lo miraban cariñosamente, infundiéndole una increíble calma al instante, lo cual curiosamente era el efecto contrario que el azabache tenía en los demás.
Durante el juicio de las primeras almas, el pelirosa se mostró sereno y se mantuvo atento a cada detalle, metiéndose silenciosamente en el papel de juez, tratando de ser empático y buscando algo de bondad o nobleza en los motivos de esos criminales, para finalmente darse cuenta de que todos los que terminaban siendo condenados al tártaro eran la escoria más baja de sus respectivas especies.
Se encontraba inmerso en sus pensamientos examinando el caso del hombre que se encontraba esperando su sentencia cuando escuchó la profunda voz del dios de los muertos.
—¿Tú que opinas, Jin?
“¿Eh?”
Taehyung esperó pacientemente su respuesta, mientras el asombro, la duda, y por último la determinación se reflejaron en el bonito rostro del pelirosa, todo en un lapso de un par de segundos.
El azabache hizo un leve asentimiento, animando a Seokjin a expresar lo que pensaba.
El pelirosa enderezó su postura y levantó un poco la barbilla, dirigiendo su vista hacia el hombre de aspecto flacucho, quien se hallaba entre perplejo y temeroso.
El hombre había cometido asesinatos en serie durante toda su vida, valiéndose de su apariencia de "débil", para lastimar a mujeres jóvenes. Había muerto tras un enfrentamiento después de haberse fugado de la cárcel.
—No sólo has acabado con vidas inocentes, también les has arruinado la vida a tu propia familia, haciéndoles creer que eras inocente, por lo cual seguirán sufriendo por el resto de sus vidas. Y antes de morir, te negaste a asumir las consecuencias de tus actos al escapar de la cárcel —articuló entre dientes, para luego dirigirse al azabache —personas tan cobardes y malvadas, no deberían tener el privilegio de que sus almas descansen. Merecen el peor de los castigos —concluyó firmemente, tras lo cual sintió sus mejillas arder, pero mantuvo su rostro serio.
El azabache reprimió una sonrisa de orgullo y procedió a sentenciar al hombre a una de las zonas más bajas del Tártaro. Hubo un par de juicios más, y luego procedieron a retirarse para continuar al día siguiente.
Momentos después, ambos se encontraban en un cómodo silencio a orillas del río Estigia. Una pequeña sonrisa adornaba el rostro del pelirosa desde el momento en que salieron del salón de audiencias.
Todo había sido nuevo para él, tanto sentarse en un lugar tan importante, como que alguien haya tenido en cuenta su opinión. Mientras tanto, a Taehyung le había impresionado bastante la circunspección y la justicia que Jin había demostrado al acompañarlo en el juicio.
Se fijó en la esbelta figura del pelirosa: su apariencia era deslumbrante, era la perfecta combinación entre elegancia y fuerza. Era angular en los lugares correctos, pero también poseía cierta delicadeza que lo volvían alguien único.
Sin embargo, no era su apariencia lo que había atrapado a Taehyung, sino su bondad, su inocencia, y su humanidad. A pesar de no ser un mortal, el pelirosa demostraba más valores que la mayoría de los humanos que Taehyung había conocido a lo largo de los milenios.
El rey del inframundo definitivamente podía arreglárselas solo, tal como lo había demostrado durante todo su reinado, pero por primera vez, la idea de tener un compañero pasó por su mente.
Por un segundo, sintió la ilusión asentarse dentro de él, pero se esfumó casi al instante al recordar que Jin sólo se estaba quedando en el Inframundo de forma temporal.
El verdadero deseo del pelirosa era salir y conocer el mundo, no pasar de estar encerrado en la superficie a estar encerrado bajo tierra. De todos modos, Taehyung no podía contener más la admiración que sentía hacia el pelirosa por sus sabias palabras durante el juicio.
—Me impresionante hoy. Estuviste genial —comentó sincero.
—¿Tú crees? —cuestionó tímido el pelirosa.
—Totalmente. Tu criterio fue realmente imparcial y justo. Y hablaste con mucha seguridad... Como si estuvieras hecho para esto —musitó en voz baja la última frase.
El pelirosa se mordió el labio y luego se cubrió el rostro. El hecho de que Taehyung haya tomado en cuenta su opinión en algo tan serio, lo hizo sentirse importante y valorado.
—Sabes... durante toda mi vida, fue mi padre quien decidía qué debía hacer, comer, vestir, y con quién podía hablar. La gente que trabajaba para él decidía mis horarios, y mi entretenimiento. Todo ese tiempo pasé intentando hacer oír mi voz, pero era inútil, nadie tomaba en cuenta lo que yo decía —murmuró —y ahora vienes tú, a quien conozco apenas hace días, y haces esto... No sé exactamente cómo debería sentirme. Por un lado, quiero rodar sobre el césped por la alegría, por todas esas emociones que sentí en el momento, pero por el otro tengo una duda... ¿por qué?
Taehyung lo miró sin entender.
—¿Por qué tomarías en cuenta lo que yo pienso? Apenas nos conocemos, y probablemente soy el dios más inexperto del mundo, sin exagerar —admitió.
—Porque me daba la impresión de que eres mucho más que un cachorro perdido —respondió el azabache —y resultó que estaba en lo correcto. Te veo como lo que eres, un dios, al igual que yo. No voy a tratarte como si fueras inferior, porque de hecho, me has demostrado que sin duda tienes un potencial increíble, Jin. Además, tienes más empatía que yo, lo cual puede venirle muy bien a este lugar.
Los ojos de Jin se llenaron de lágrimas. ¿Cómo era posible sentirse tan bien, tan libre, tan él, estando en compañía de Taehyung? Era exactamente lo contrario a lo que había vivido durante toda su vida. Y le gustaba mucho, muchísimo, como se sentía.
Su mano revoloteó hacia la del azabache, y entrelazó sus dedos, tal como el contrario lo había hecho días atrás en el supermercado. Con ese pequeño gesto, Taehyung le había infundido calma en su momento, y ahora el pelirosa quería comunicarle su agradecimiento. Como si tomarse de las manos fuera una especie de idioma secreto entre ellos.
Ambos permanecieron en silencio, y sus miradas permanecían conectadas como dos campos magnéticos. El pelirosa sonreía, porque le resultaba gracioso que el azabache no pudiese reprimir su sonrisa. Y el azabache sonreía, porque le parecía que la sonrisa de Jin era más hermosa que un millón de auroras boreales.
El azabache se acercó más a Jin y acarició su mejilla, gesto al cual el pelirosa respondió inclinándose más, como un cachorrito necesitado de caricias. Entonces Taehyung supo exactamente qué le sucedía con Jin.
Entendió porqué se había sentido atraído hacia él a primera vista, porqué sentía esa necesidad de protegerlo, y porqué nunca había deseado tanto algo, como que Jin se quedara en el inframundo con él.
—Me gustas, Jin —susurró con el corazón en la mano.
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—¿A dónde va, mi señor? —cuestionó una ninfa, casi al borde de una crisis nerviosa.
—A visitar a mi hermano —respondió escueto el hombre pálido, tomando su forma de dios y pasando junto a la ninfa.
Yoongi estaba a punto de explotar. Se había enterado que su bebé, su pobre bebé, había sido secuestrado, tal como lo imaginaba. Y por nada más y nada menos que el mismísimo Hades.
El pecho le dolió al imaginarse las barbaridades que seguramente estaría sufriendo su hijo en un lugar tan espeluznante como el inframundo. ¿Lo estarían torturando? ¿Estaría encerrado en una de las mazmorras del Tártaro?
Decidió dejar de pensar en aquello, pues sólo lograba alterarse aún más. Ya pasaron seis días desde la desaparición de Kore, por lo que no debía perder más tiempo.
Yoongi conocía muy bien sus capacidades como dios. Sabía que no era capaz de enfrentarse al ermitaño de Taehyung y salir ganando, era simplemente imposible.
A pesar de que ambos eran dioses olímpicos, sus habilidades eran completamente distintas; mientras su hermano era bueno para manejar a los muertos, él era bueno para ayudar a los vivos. Además del obvio hecho de que Taehyung era un guerrero experto, y la última vez que Yoongi tuvo que usar la violencia, había sido miles de años atrás.
Por lo que ya sabía que él no iría a enfrentar a Hades y a exigirle que libere a su hijo. Precisamente por eso se dirigía al Olimpo, porque allí había alguien que sí tenía el poder suficiente para enfrentarse al rey del Inframundo.
Estaba más que decidido, Kore sería liberado, cueste lo que cueste.
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Wenas? Hay alguien por acá? 👀
Gracias por leer, vuelvo a mi cueva jeje
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