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Δύο





El asombro en el rostro de Jin era más que evidente. Su boca estaba abierta y sus ojos recorrían todo el lugar al que recientemente había ingresado.

—Vaya —exhaló maravillado.

El lugar era muy espacioso, y estaba iluminado de forma tenue, lo cual no le causaba miedo; más bien le daba una sensación relajante. Todos los muebles, la decoración y los artículos electrónicos tenían un estilo minimalista y eran de colores neutros.

Se preguntó quién podría vivir ahí. El lugar estaba a plena vista, pero sin llamar la atención. La entrada era grande, pero era bastante segura. (O tal vez no tanto. Él, quien no tenía un título de máster-en-colarse-en-propiedades-privadas había entrado sin ningún esfuerzo).

De todos modos, esa excéntrica morada le recordaba a una guarida secreta. Como la de un superhéroe, o un supervillano. Muy por dentro, hizo un pequeño baile de victoria. Es decir, ¿quién más podría decir que tuvo la oportunidad de meterse a un lugar así?

Siguió husmeando hasta que una computadora llamó su atención.

Echó un vistazo a su alrededor y entonces movió el ratón, tras lo cual inmediatamente la pantalla se iluminó mostrando el escritorio. Los ojos de Jin se iluminaron al ver a un joven de cabellos negros como la noche, de rostro afilado y armonioso, increíblemente atractivo, sosteniendo un adorable perrito en sus brazos.

Sus ojos, hambrientos por ver más, buscaron con interés más material dentro del aparato. Encontró varias carpetas con nombres extraños, como Prados Asfódelos, o Tártaro, pero lo que verdaderamente llamó su atención era una carpeta llamada Taehyung.

Dentro encontró más fotos de ese muchacho, sintiéndose fascinado por lo bien parecido que era. Se mordió el labio a la vez que seguía viendo las fotos del —aparentemente— increíblemente caliente dueño de casa.

Un atemorizante gruñido lo despertó de su embeleso y se quedó inmóvil por unos segundos, antes de dirigir su vista hacia la criatura que había emitido tal sonido.

Su rostro perdió color al instante de haberse encontrado frente a frente a un monstruo que no sabía exactamente como describir, pues antes de fijarse en los detalles, prefirió correr.

Corrió y tomó todo lo que encontraba en el camino para arrojárselo a aquella horrorosa bestia, quien lo seguía a pasos agigantados. Supo que si él hubiese sido mortal, no habría tenido oportunidad de siquiera dar un paso antes de ser descuartizado.

Mientras huía, la angustia y la frustración lo invadieron. Nunca había tenido que luchar antes. Y ni hablar sobre los monstruos; sólo sabía de su existencia mediante los libros de su biblioteca.

En esos momentos un poco de experiencia le hubiese ayudado bastante.

“Gracias, papá” pensó con ironía, esquivando los enormes y afilados dientes que intentaban morderlo o las zarpas que seguramente le abrirían el estómago si lo alcanzaban.

Se metió y encerró en un salón lleno de armas antiguas, como espadas y lanzas, las cuales no dudó en tomar aunque no tuviese ni idea de cómo usarlas.

La bestia derribó las puertas, tirandolas con estruendo al suelo, y saltó hacia el intruso. Usó sus patas delanteras para aterrizar sobre su objetivo y aplastarlo, pero Jin usó una de las espadas y la enterró justo en medio de una de ellas, arrancándole un aullido a la abominación y terminando ambos cayendo al suelo.

Jin aprovechó el momento y se deslizó de debajo del monstruo y escapó del salón, regresando rápidamente hacia la salida, y se puso a buscar la forma de abrir las compuertas.

Sus manos le temblaban con violencia mientras se regañaba a sí mismo por haberse distraído con el guapo de la computadora.

Tal vez se merecía ese susto por fisgón.

Soltó un chillido cuando oyó gruñir a la bestia y la vio acercándose hacia él muy lentamente.

“Hera, sálvame por favor” pensó retrocediendo hacia las compuertas.

No debió haber apuñalado al monstruo; ahora sus seis ojos se veían aún más rabiosos, y estaba literalmente echando humo por sus narices. ¿Debería hacerse el muerto? 

Se encogió cuando su espalda tocó la dura superficie de las compuertas y el caliente humo que expelía el monstruo peinó su flequillo hacia atrás. Tomó una respiración profunda y aceptó su destino.

Que nunca llegó, por cierto. El joven cuyas fotos lo habían hipnotizado minutos antes, estaba ahora frente a él, y con un par de palabras, el monstruo se había convertido en el lindo perrito que había visto también en esas fotos.

Jin se quedó estupefacto. Un monstruo que en realidad era un cachorro, un chico ardiente que en realidad era una sombra.

“¡¿Qué diablos?!”

Tampoco sabía por qué estaba tan sorprendido. Él sabía que existían criaturas así, incluso peores. ¿Los demás también reaccionaban así ante las primeras experiencias con los dioses y monstruos?

Por supuesto que no. Los demás convivían desde siempre con todo tipo de seres vivientes. Él era el único que a su edad, no conocía a nadie más que su padre y las ninfas.

La profunda voz del guapo-sombra lo trajo de vuelta a la realidad.

—¿Quién eres, y por qué estás aquí?

—Uh... Ah... —balbuceó antes de pararse recto y aclararse la garganta —soy Jin.

—¿Sólo Jin? —cuestionó divertido el contrario, analizándolo con sus penetrantes ojos—No eres mortal, y ese no es el nombre de un dios.

Jin le dedicó una mirada amenazadora y se cruzó de brazos —No me gusta mi nombre de dios. Así que, sí, sólo Jin —gruñó.

—Whoa, tranquilo —levantó los brazos en señal de paz —En ese caso, soy Tae. Ahora bien, Jin, ¿me dirás cómo y por qué te has metido aquí?

El mencionado suavizó su expresión y se relajó un poco —Sí, um... La puerta estaba abierta.

El azabache alzó una ceja.

—Bueno, tal vez estaba semi abierta —murmuró —cerrándose —corrigió.

—Ajá... —contestó Taehyung, invitándolo a continuar.

—Yo... estaba huyendo. Y creí que este sería un buen escondite y... aquí estoy.

—¿Por qué estabas huyendo? —preguntó interesado.

—Porque las ninfas querían llevarme de vuelta a mi casa.

—Eso no suena muy convincente, no eres un niño. Al menos no te ves como uno —replicó el azabache, con algo de recelo.

Las mejillas de Jin se encendieron —Lo sé. Pero es la verdad. Mi padre es demasiado sobreprotector —musitó avergonzado.

El azabache pudo notar que decía la verdad al oír su pulso. Se sorprendió mucho ante aquello.

—¿Quién es tu padre? —preguntó verdaderamente intrigado. ¿Qué clase de persona sería así de mezquino por un hijo adulto, más aún si era un dios?

—Eso no importa —masculló —¿has terminado ya con tu interrogatorio?

El azabache sonrío por la osadía del chico frente a él. Nadie nunca se había dirigido a él de esa manera, a excepción de sus arrogantes hermanos. Le gustaba.

—No eres un delincuente ¿o sí? —volvió a preguntar ignorando completamente la expresión de hartazgo del contrario.

—No. Mi único delito es haber escapado de mi casa. Fin de la historia —se encogió de hombros haciendo una mueca.

—Honestamente, me has dejado intrigado —confesó, mirando detenidamente al joven. Su angelical rostro estaba adornado por unos ojos que emanaban inocencia, pero también se notaba un destello de intrepidez, que estaba luchando por ser desencadenado. 

Y además su cabello era tan llamativo. Nunca había visto a un dios ni a un mortal con el cabello de color rosa. Sin embargo, eso era algo bueno. Le daba una apariencia divina, única, haciendo total contraste con lo masculinas que eran sus demás características.

El monarca sintió unos inexplicables deseos de acercarse al joven y no dejarlo ir. Desde el momento en que lo vio, se sintió atraído hacia él, aunque no tuviera idea de quién era. ¿Así se sentían los mortales cuando les gustaba alguien?

No lo sabía. Pero tenía la urgente necesidad de planear algo para que el joven se quedara. Notó que el pelirosa lo estaba mirando atentamente, seguramente esperando que lo echara de su propiedad o algo así.

—Oye. Lamento el susto que te dio Yeontan, ya sabes cómo son los cachorros —explicó sonriendo.

“No, no tengo idea” pensó con tristeza.

—Déjame invitarte algo de beber ¿sí? En compensación por el mal rato.

El pelirosa pestañeó y ladeó la cabeza, incrédulo.

—Acabo de meterme a tu casa, pelearme con tu perro con una espada y hacer...um, eso —señaló el tiradero que había quedado tras la persecución —¿y tú me ofreces algo en forma de disculpa?

El azabache se rascó la cabeza y sonrío con picardía —Ya te he perdonado. Además Yeontan es inmortal, y sus heridas se curan al instan—

—¿Acaso te lo he pedido? —lo interrumpió, mirándolo desdeñoso —¿Eh? Nunca te pedí que me perdonaras.

El azabache no supo qué responder. Abrió y cerró su boca. El pelirosa se echó a reír.

—¡Es broma! Siento haberme metido a tu... casa sin tu permiso. De verdad lo lamento. No volverá a suceder. Y por cierto, sí me gustaría tomar algo. Estoy sediento —sonrió divertido.

El azabache sólo pudo sonreírle de vuelta. La risa de ese atrevido pelirosa le había causado cosquilleos en su estómago. Como si hubiese derramado una pequeña gota de dulzura a su —hasta ese momento— insípida existencia.

Fue a preparar las bebidas y se empeñó en que le saliera perfecto. Estaba extremadamente confundido ¿desde cuando el mismísimo rey del inframundo buscaba impresionar a otros? Quería duplicarse para darse a sí mismo un manotazo en la cabeza.

El pelirosa estaba esperando pacientemente en la larguísima mesa del comedor, golpeándola ligeramente con la punta de sus dedos a la vez que seguía mirando todo el lugar. Miró hacia arriba y notó que no había un techo. Solo un oscuro vacío.

Antes de que pudiera preguntarse más sobre ese sitio, Taehyung colocó frente a él las muy elaboradas bebidas y se sentó a su lado.

—¿Por qué no te defendiste? —preguntó el azabache.

El pelirosa lo miró sin entender.

—Un par de semidioses ya se habían enfrentado a él, y uno o dos le dieron una ardua batalla. Aunque ciertamente es una fiera, nunca me imaginé que llegaría a acorralar a un dios... —mencionó.

El pelirosa revolvió su bebida y respondió —No tengo ese tipo de habilidades.

Entonces le dio un trago a la bebida, para escupirla de forma escandalosa y luego toser repetidas veces, tratando de disimular su disgusto.

Taehyung dio un respingo en su asiento tras ver la escena y probó un pequeño sorbo, tras lo cual sintió arcadas por el asqueroso sabor. Entonces se dio cuenta de su error. Había confundido el azúcar glas con sal.

Se llevó una mano a la cara y cerró sus ojos suspirando bajito, sintiéndose profundamente avergonzado.

—Ya, lo entiendo —dijo Jin, mientras intercalaba carcajadas y tos —muy bien jugado.

El azabache no dijo nada mientras recogía los vasos y los llevaba de vuelta a la cocina. ¿Por qué rayos estaba siendo tan torpe? Miró sus manos, que le temblaban ligeramente.

Volteó y se encontró con Jin, quien estaba apoyado por el marco de la entrada, mirándolo divertido.

—¿Necesitas ayuda?

Taehyung asintió, sintiéndose cohibido. Jin entró a la cocina y terminaron preparando un café. El pelirosa lo miraba de reojo de vez en cuando, pensando en lo extraño y adorable que era que un dios que tenía a un monstruo como mascota, estuviera sonrojado y actuara tímidamente.

—Uh... Me decías, que no tienes habilidades para la lucha, ¿cierto? ¿A eso te referías?

El pelirosa asintió una vez.

—¿Entonces cuáles son tus habilidades?

—Aún no lo sé —mintió.

Sabía que sus habilidades eran parecidas a las de su padre. Él podía fertilizar el suelo, y manejar a su voluntad el ciclo de vida de todo tipo de vegetación.

Pero no podía decírselo a Tae. Si él averiguaba quién era en realidad, seguramente lo delataría, y terminaría regresando con su padre.

De repente cayó en la cuenta de que seguramente afuera ya había oscurecido.

—Ya debería irme —anunció —muchas gracias por haber impedido que tu perro me despedazara. Y por el café —añadió sonriendo.

El rostro del azabache decayó completamente —¿A donde irás? Ya es de noche afuera. Podría ser peligroso —murmuró.

—No lo sé. Primero debo encontrar un lugar donde dormir.

—Quédate aquí —sugirió más entusiasmado de lo que quería mostrarse —como puedes ver, hay mucho espacio.

—No... No quiero molestarte más —admitió.

—No es molestia, de verdad —habló sincero —quédate —pidió otra vez.

Jin decidió quedarse esa noche. Y durmió por primera vez lejos de su hogar, descansando como nunca antes lo había hecho.

Mientras tanto en la superficie, Yoongi lamentaba profundamente la ausencia de su único hijo. Cuando las ninfas regresaron a él tras haber fracasado en su búsqueda, éste azotó su ardiente ira sobre ellas, por su incompetencia.

Lanzó una terrible maldición sobre ellas, haciendo que sus esbeltas y delicadas piernas comenzaran a mutar y pegarse entre sí, para luego desarrollar brillantes escamas de la cintura para bajo.

Las convirtió en una abominación: mitad ninfa, mitad pez, y las arrojó a su suerte al océano. Estas criaturas, llamadas sirenas, comenzaron a dedicarse a seducir a marineros con su cautivador canto, haciendo que éstos terminaran muriendo ahogados en las profundidades.

Pero las sirenas no serían las últimas en sentir la furia de Yoongi, quien estaba dispuesto a encontrar a su hijo, cueste lo que cueste.



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Hola! Soi io de nuevo 🤭

Sé que muy pocxs leen esta historia, pero la verdad me está gustando mucho escribirla xd.

Voy a modificar un par de cositas que son canon en la mitología griega, así que si alguien lo nota, pls no se enojen. Total este es un AU, y cada autor puede hacer lo que se le dé la regalada gana uwu.

Bueno eso es todo. Nos leemos prontirijillo! Gracias por leer! ❤️🤗


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