🌻Parte Única🌻
"Nuestras cicatrices nos hacen saber que nuestro pasado fue real".
-Jane Austen
Hacía mucho que Joseph no pensaba en él.
Hace tanto pasó.
Cómo la arena que se llevó el viento y junto a él a sus amigos, así se llevó sus recuerdos de su juventud. Una muy alocada juventud que añoraba y a la vez no deseaba recordar.
Había sido joven y estúpido. Joven y apresurado pero a la vez tan lento como un anciano.
Lo mismo le había pasado a su nieto, como si se tratase de una maldición familiar, se había visto reflejado en él de una forma casi aterradora. Una aventura que atentaba contra su vida, viajes alrededor del mundo, enemigos poderosos, un poder inusual, camaradas de batalla, un familiar suyo en el viaje y un gran amigo, un confidente.
Lo mismo le había pasado a él.
Nunca se había puesto a reflexionar sobre su situación, puesto que deseaba olvidar e ignorar aquella verdad desagradable para él, pero a todos les llegaba la edad dónde todo lo que hiciste en tu vida te pone a pensar en las distintas posibilidades de lo que hubiese pasado si hubieras tomado otras decisiones.
Unas mejores decisiones.
Caesar había sido un gran amigo con el que pudo pelear a su lado, a pesar de que la aventura representaba un peligro para ambos, decidieron pasar de ello y ver el lado bueno de la situación. De no haber ocurrido todo, no se hubieran conocido el uno al otro.
El viento de la costa era refrescante, y fue así que se vió nuevamente en Venecia con Caesar, haciendo las compras de ese día que les había encargado su madre, Lisa Lisa, él solo se quejaba de lo incómodo que era el respirador y con Caesar regañándolo de ser un quejumbroso.
El ardiente sol les daría a ambos en la piel sin piedad alguna mientras recorrían las calles de aquella agradable ciudad que daba la apariencia de una villa encantadora. Caesar mantenía ese rostro enojado todo por sus quejas, pero adoraba verlo así de enojado con él ya que le recordaba lo tan vivo que estaba.
Su gran corazón ardiente y apasionado latiendo.
La puerta es abierta, lo cual es arrastrado de aquella encantadora visión y es llevado a la insufrible realidad. Está en Morioh, en un hotel donde está alojado y mirando a través del imponente ventanal que le ofrecía la costa de la playa. El mar estaba calmo y levemente azotaban las olas contra la arena, con una suavidad que nunca antes había visto.
Claro que lo había visto, pero no quería seguir recordando.
Los pasos pesados que se escuchaban lo hicieron voltear a la entrada donde estaba su nieto, Jotaro. Se notaba cansando pero su rostro estoico ocultaba a la perfección su malestar, su pesar.
Porque su nieto estaba más que cansado.
-Jotaro, que bueno que llegas-habla para acabar con el ruidoso silencio que los había envuelto.
-Viejo, pensé que estabas con Josuke-mencionó mientras caminaba hacia él.
-Quería quedarme aquí para relajarme-explicó con ambigüedad.
No quería entrar en detalles molestos.
-Ya veo...-murmuró para tomar asiento frente a él.
Silencio.
Ninguno quería hablar y eso lo entendían ambos a la perfección, desde el viaje a Egipto fue así. Días en los que solo se mantenían en un silencio dónde lograban comprender al otro, las palabras sobraban ya que era inútil querer expresar lo que estaba frente a ellos, lo que ocasionaba un nudo en sus gargantas que querían aliviar pero no se esforzaban en ello.
Joseph se declara culpable de la actitud de su nieto.
Centró su atención en el oleaje del mar nuevamente, hasta que se perdió en el color de este, casi luciendo verde. Cómo los ojos de Caesar.
Eso lo llevaba a embarcarse rumbo a la isla de entrenamiento, dónde un día mientras miraba el horizonte, Caesar decidió sentarse a su lado en el suelo, en silencio, con tal de no perturbar la armoniosa atmósfera que se había creado de forma natural. No había gritos ni regaños, solo un momento de tranquilidad.
De cariño.
Una noche oscura, todos dormían, los vagos destellos de la luna alumbraban pobremente el lugar, todo estaba a penumbras. En su infancia el lugar le hubiera sido terrorífico y tenebroso con solo escuchar la descripción detallada, pero si le hubiesen dicho que estaba acompañado de un amigo, ese miedo quedaría apaciguado y reemplazado por un sentimiento de valentía de querer protegerlo.
Pero no pudo salvarlo.
Voltea lentamente hacia su inesperado acompañante con extrañes, solo recibe una mirada que no logra entender por lo que desvía su vista hacia el horizonte como al principio, sin inmutarse. Su pecho se sentía oprimido, el oxígeno casi nulo y se sentía como hielo ardiente en sus palmas.
Caesar mantiene fija su mirada en él y no sabe cómo actuar.
-No esperaba verte aquí.-su voz baja rompe todo en Joseph quien enseguida voltea a verlo-Nadie está despierto a estas horas más que yo-continua aún mirándolo.
Joseph queda mudo por un momento.
-Tengo un mal hábito-sigue con aquella extraña confesión y fija su mirada al horizonte.
-¿No crees que deberías preocuparte por eso?-cuestiona y su voz por primera vez es escuchada en todo el lugar.
-¿Preocuparme? Es darle importancia a algo pequeño, tengo cosas de las que ocuparme-respondió con un tono de voz extraño para Joseph.
-Pero eso puede dañarte más adelante-reprocha una vez más con tal de que Caesar entienda.
-Lo mismo con el cigarro, no importa si me mantengo saludable o no, eso es un hecho-afirmó con una aterradora seguridad.
-La salud lo necesitarás para más adelante y te arrepentirás de no haberte cuidado-comenta en otro vago intento de persuadir al rubio.
-No a dónde voy-murmuró con un rostro distante.
Eso fue una clara señal de que no debía continuar con ello, que lo dejara pasar y era un tema que no le es de su incumbencia, eran asuntos personales de Caesar y no suyos. No le entendía pero no tenía el derecho de reclamarle si no comprendía sus palabras.
Debió haber continuado.
Se hicieron compañía silenciosa hasta que Joseph se sintió somnoliento, se levantó de dónde estaba sentado y solo miró a Caesar, este al sentir su mirada solo lo volteó a ver. No hubo algún murmullo, solo una despedida muda entre ellos, Joseph solo así se retiró hacia su cuarto a dormir profundamente.
Con una gran inquietud en su alma.
No se había repetido, fue una ocasión única en su estadía en la isla. Una extraña combinación de coincidencias que llevaron a dos jóvenes muy distintos a compartir una noche con solo su presencia.
Desde aquello, su convivencia había mejorado por fin, algo que sus propios instructores y la misma Lisa Lisa agradecían internamente, había sucedido de un día para otro pero no cuestionaron nada. Pero todo pasó muy rápido para ambos que lo que se suponía estaban disfrutando con calma, se convirtió en un tren bala.
La isla fue atacada, Joseph fue atacado y para finalizar, Suzie Q también había salido herida. Lo que los obligó a viajar para recuperar el colgante y vencer de una vez por todas a los hombres del pilar.
No quería hacerlo.
Extrañas circunstancias dieron paso a otro noche curiosa entre ellos. Estaban en medio del viaje para estar cerca de los hombre del pilar y estaban descansando del ajetreado viaje, ambos estaban en sus camas dándose la espalda con la habitación en penumbras y la luz de la luna filtrándose débilmente en las cortinas de la ventana.
No se miraban porque sabían que ambos estaban despiertos y Joseph no sabía que hacer, pero Caesar, Caesar no quería enfrentar algo.
Si solo me lo hubieras dicho.
Se arma del suficiente valor y se voltea a ver a Caesar con tal de desentrañar en aquel gordo elefante que había en la habitación, algo que no le daba paz mental a Caesar y mantenía tenso a Joseph ante tal misticismo por parte de su acompañante.
-Sé que estás despierto-murmura con esperanza.
-Solo duérmete-respondió Caesar atípico.
-¿Qué es lo que te inquieta?-pregunta ignorando el pedido del rubio-¿Te da miedo... morir?-plantea con duda.
Caesar solo se queda en silencio y una sutil ventisca recorre la habitación como si fuese una vil burla.
Hubiera preferido un insulto o un regaño.
Tragó duro la saliva y retuvo la respiración un corto periodo en dónde la misteriosa aura de la habitación era lo único presente.
-Sé que me voy a morir, Joseph-Caesar responde seriamente.
Aquello hizo temer al castaño de algo que nunca se había planteado por lo que soltó una risa nerviosa y forzada de su garganta con la intención de alivianar el momento.
-Tu no vas a morir, te lo aseguro-habló con los nervios en la piel.
Sorpresivamente Caesar se levantó de su cama aún sin encararlo, era iluminado por los destellos lunares dejando una gran sombra sobre él y dándole un aire angelical.
Porque era un ángel.
Se mantuvo mudo ante el movimiento inesperado.
-He entrenado toda mi vida, día y noche, para este momento.-confesó con voz firme-De algo que estoy seguro, es que moriré pero tú vivirás-dicho esto último lo volteó a ver con una triste sonrisa.
La más triste que ha visto en su vida.
Joseph se sentía una estatua, no podía emitir sonido alguno como para reclamar o hacer algo. Algo dentro suyo le decía que era algo cierto.
Era una aterradora verdad y realidad a punto de cumplirse.
-Joseph...-murmuró su nombre. El mencionado solo lo miraba atento-Quiero confesarte algo...
Joseph estalló en un llanto silencioso.
Todas esas emociones, todos aquellos remordimientos en su vida se reducían a ese momento. Uno tan íntimo y secreto que hasta la fecha sigue manteniendo.
Tal y como la tumba de Caesar o la cinta de este.
Lo que pudo haber cambiado su vida fue rechazado por él y ahora se arrepentía de ello, quería a su familia. Su vida no era tan mala. Pero uno nunca podía tapar el sol con un dedo.
El sentimiento ahí estaba sin importar qué.
Suzie Q desde el principio lo supo, o sospechó de ello, pero permaneció con él y cumpliendo con su rol de esposa y madre. Con la vaga esperanza de recibir el amor que ella ofrecía.
De tener su amor.
Pero seguía siendo egoísta como en su juventud, buscando y luchando por sus estúpidos ideales dejando de lado todo lo que podía darle estabilidad. Porque ese era su verdadero yo, todo lo tenía en su vida.
Pero siempre quiso algo más.
Siempre quiso a Caesar.
Y tal como lo había sido Eva con la manzana, era lo prohibido en su vida, lo único que nunca podría haber tenido solo tuvo una probada de este para luego serle arrebatado todo.
Expulsado del paraíso.
Aquella verdad que todos sabían, que él sabía y se negaba a reconocer, siempre estuvo implícita en su vida. Buscando el amor de todos para reemplazar el que perdió.
Buscando en Suzie Q su apariencia y en Tomoko Higashikata su personalidad.
Buscando a Caesar sin parar.
Porque esa era su verdad. Él ama a Caesar, siempre lo ha hecho y no pudo protegerlo.
Salvarlo.
Y eso le dolía, le sangraba el corazón por ello. Porque había descubierto la lamentable verdad de Caesar muy tarde.
Se agarró el pecho dónde está su corazón, con tal de calmar el dolor que aún tenía. Con lágrimas en los ojos miró a su alrededor para solo tener la seguridad de que esa era su realidad.
Su miserable realidad.
En dónde su esposa era infeliz, su hija estaba decepcionada de él, su hijo no planeaba integrarlo en su vida, su nieto tenía una gran depresión y su bisnieta era igual de infeliz.
Pero a pesar de ello, quería seguir buscando en Caesar aún si implicaba más desgracia en su vida y en la de su familia.
Porque nunca estaría satisfecho.
Y muy a su pesar, nunca sería suficiente para Caesar.
-Quiero confesarte que desde que tengo memoria, he caído en la desgracia de que siempre te he amado-habló con dolor retenido en su garganta.
Las pupilas azules de Joseph se dilataron y se cristalizaron.
-Cada noche he soñado contigo y en mi muerte, todos esos sueños solo los puedo describir dolorosos, porque duelen aquí-se agarró el pecho, dónde había estaba su corazón.
Apretando esa parte con lágrimas en los ojos y con la voz temblorosa.
-¡No tienes idea del horrible sentimiento que queda cuando despierto! ¡Cada vez más horrible! ¡Es un infierno y un paraíso a la misma vez!-gritó con la voz quebrada.
Los sollozos resultaron ser la peor sinfonía que pudo escuchar Joseph en su corta vida y se sentía incapaz de hacer algo por ello.
-Si esto significa amarte... ya no quiero hacerlo-confesó duramente.
Y esas palabras dolieron en Joseph.
-Te amo...-murmuró con dificultad.
-¿Qué...?-lo miró aún con llanto en sus ojos esmeraldas.
-Te amo, Caesar-repitió y se acercó a él.
Zeppeli quería irse de ahí, no quería eso, Joseph era su delirio y representaba su final, su triste final.
Un joven que pudo haber vivido más.
Pero a pesar de su razonamiento que le exigía a gritos corriera para salvarse, aún si le provocaba un dolor estrafalario en su cabeza y tímpanos.
Recibió al castaño en sus brazos, para dejarse envolver en su amor, en él.
Sentenciado estaba ya, la soga en su cuello él se lo había colocado guiado por la dulce voz de Joseph, sus hermosas palabras dónde describía su propia muerte.
Sus brazos emitían calor que lo asfixiaba y la ansiedad crecía en él. El llanto incrementaba junto con distintas emociones desconocidas en él que lo hicieron vulnerable ante Joseph quien con todas sus fuerzas y voluntad intentaba calmar todo aquello con mimos, con amor.
Porque se negaba a reconocer que él causaría su muerte.
Y eso pasó.
Él mató a Caesar con sus palabras.
Su mayor arrepentimiento en la vida, no haberle pedido que huyera de él y salvará su vida, que se alejara de él con toda su voluntad y se olvidará de él para siempre. Con tal de que viviera.
Pero ahora yacía una triste y abandonada lápida con su nombre, en un hermoso paisaje en el que descansaba y dormía por fin.
Para siempre.
Es una triste historia que se me ocurrió y planeaba publicar desde el año pasado.
Pero distintos cambios de trama y poco tiempo alargaron mucho su publicación. Pero por fin he podido finalizar está corta historia.
Si no ha quedado claro, Caesar siempre había soñado su muerte y terminó enamorándose de Joseph quién iba a ser el causante implícito de su muerte. Por eso Caesar evitaba dormir y esto empeoró con la llegada de Joseph a su vida.
Joseph no era consciente de ello hasta esa noche en que Caesar no soportó más la carga en su corazón y confesó todo con la esperanza de que eso iba a impedir su muerte, algo que nunca ocurrió. Joseph siente culpa de ello y mucho remordimiento de ello.
Porque piensa que pudo evitarlo, pero era más que cierto que era inevitable y de cualquier forma iba a suceder. Todas las malas decisiones que toma son a raíz de ello.
Y decide olvidar lo que ocurrió, la verdad detrás de la historia de su juventud negándose a qué era cierto pero llegó un punto en su vida dónde tuvo su punto de quiebre, que es este.
Dónde finalmente acepta lo que pasó ya que no hay nada que él puede hacer ya.
Caesar está muerto y eso es un hecho.
Quise explorar esta faceta de Joseph ya que fue algo que no mostraron en JoJo's ya sea por diferentes situaciones, pero me pareció interesante interpretar la situación a mi modo.
Espero les haya gustado.
Publicado: 25/06/2022
1era. edición: 28/08/2022
-BorreWinther249
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro