CAPÍTULO 04
Despedirse de su hermana no había estado alto en la escala de prioridades de Natasha, al contrario, se alegraba de no cruzarse con ella, y mientras se dirigía a abordar el esquife, se sintió por un segundo como si una parte de ella estuviera feliz y asociara su posible fatal destino con la libertad.
El esquife tenía varios Grisha distribuidos por doquier. Algunos vendavales que impulsarían el barco a través del Nóceano, y una inferni que aparentemente llevaba la voz de mando.
Natasha fue la primera en llegar que no era Grisha, y la sensación de estar rodeada por personas tan distintas a ella le erizó la piel. Había una de ellas en particular, de los Grisha, una chica de belleza inhumana pero expresión iracunda, que la miraba con desprecio. El abrigo verde del Segundo Ejército y sus pantalones aparentemente no impresionaban a la de la kefta azul. Si no tuviera una condena colgando latente sobre su cabeza, aquello la habría molestado, pero no en ese momento.
— ¿A qué hora partimos? —preguntó Natasha a uno de los vendavales. Era un chico de aspecto más gentil, pero aún así no parecía en lo más mínimo conforme con tener que hablar con ella, y eso le hizo apretar la mandíbula.
—En diez minutos —respondió el muchacho, después de un par de segundos de silencio en los que el esquife se había agitado por el viento natural.
Natasha no agradeció la información, después de todo, no había sido dada de buena gana, y caminó hasta la orilla para mirar la arena debajo de ellos. Miró la arena hasta que el transporte se movió ligeramente, con un nuevo grupo de personas subiendo a bordo. Ella miró en dirección al muelle y vio al grupo variado que abordaba; todos eran del Primer Ejército, por sus uniformes, y sin embargo, eran más de los que se habían previsto originalmente.
Ella distinguió a Mal casi a la cabeza del grupo, sosteniendo su rifle, y detrás de él, como un cachorro perdido, venía Alina, con toda la unidad de cartografía. A Natasha se le retorció el estómago, y no podía estar segura de si era por la preocupación o por la ira. Se apresuró hacia ellos rápidamente, y aunque ninguno ofreció una explicación, ella sabía que Alina estaba allí por Mal.
Los segundos pasaron demasiado rápido para su gusto, y cuando los vendavales hicieron intrincados movimientos de manos que agitaron el esquife y lo impulsaron al frente, Natasha se concentró en lo que dejaba atrás, y antes de hundirse en la Sombra, observó el muelle, y a la figura oscura parada de pie allí.
Entonces la oscuridad se los tragó.
Natasha recordaba haber visto una linterna azulada colgada, que debería proveer luz suficiente para que ella al menos pudiera ver sus propias manos, pero no era así, no podía ver absolutamente nada. La oscuridad se espesaba a su alrededor, cubriendo su cuerpo como un manto, y algo similar a un grito resonó en los oídos de Natasha, y le cortó la respiración.
Los dedos de la mano se le curvaron como garras, involuntariamente, y una de sus manos fue directamente al mango del cuchillo que llevaba en la cadera, incluso si no podía verlo.
Ella se sentía cada vez más agobiada por los gritos, los lamentos, que eran lo único que llenaba el silencio absoluto, y era como estar sola en la oscuridad, excepto que la acompañaba la más profunda miseria.
Una mano rodeó la muñeca de Natasha, y bajo circunstancias normales habría requirido todo de sí misma no cortar esa mano, pero en esos momentos... El tacto se sintió como la salvación.
Se hizo la luz. No porque hubieran salido de la Sombra, sino porque la vista de Natasha acababa de aclararse, y un tenue resplandor azulado bañaba el rostro de su hermana, erguida a su lado y mirando a su alrededor con pavor.
—El tercer marcador... —susurró Alina, con la voz quebrada por el miedo, alternando su mirada entre el exterior y la silueta de Mal. Natasha, por su parte, miró hacia arriba. Las criaturas parecidas a dragones, monstruosas y terribles, cuyas alas desplegadas se distinguían en la lejanía.
Y luego todo salió mal.
Una corriente de aire apagó la luz azulada. Se hundieron nuevamente en la Sombra, se escucharon gritos, y luego una flama rojiza de un soldado del Primer Ejército que había encendido una linterna.
El primer volcra se abalanzó hacia abajo y las garras de la criatura perforaron el abdomen del soldado. La linterna cayó al suelo y el fuego cubrió una buena parte de la superficie del esquife, convirtiéndolos en un blanco brillante.
El ataque no se detuvo con el soldado muerto, y los volcra bajaron en manada, rodeándolos. Natasha, abrumada, escuchó solo un pitido tenue en sus oídos, como si hubiera sido testigo de una explosión. Un soldado saltó del barco y corrió lejos, y ella dudaba que fuera a sobrevivir.
Alina la soltó y Natasha sintió que se ahogaba, pero la luz del fuego impidió que quedara ciega nuevamente, y pudo ver lo que había llamado la atención de su hermana, que había recogido un rifle del suelo y apuntaba a un volcra: Mal había sido atrapado por una de las bestias.
Alina disparó y para sorpresa de Natasha, acertó. El volcra gimoteó, soltó a Mal (que se desplomó en el suelo después de caer varios metros), y se alejó. Alina corrió hacia Mal y Natasha la siguió, ambas se arrodillaron junto al cuerpo apenas consciente y se prepararon para defenderlo, pero ninguna preparación fue suficiente cuando otro volcra descendió hacia ellas. Tomó a Alina por la espalda, y Natasha pudo verlo con total claridad.
— ¡No! —rugió Natasha, y el rostro aterrador y muy ligeramente humanoide del volcra se giró en su dirección, casi como si la hubiera escuchado. Sujetó a su hermana de una mano y Mal la sujetó de la otra mano. Alina los miró, con horror y resignación en partes iguales.
El agarre de ambos en ella se soltó cuando la criatura agitó las alas y despegó. Y sucedió lo impensable.
El rostro de Alina se contorsionó, su piel empalideciendo hasta el blanco y luego al amarillo, y luego brillando, hasta que un haz de luz los rodeó a todos, esta vez una verdadera bomba que explotaba, aunque sin sonido, y una onda derribó a los pocos sobrevivientes que quedaban, pero también alejó a los volcra, que chirriaron en agonía.
Cuando todo terminó, los cuerpos de ambas hermanas cayeron junto al de Mal, todos estaban inconscientes y malheridos, y poco sabían sobre lo mucho que sus vidas iban a cambiar desde ese instante.
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