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CAPÍTULO 02

EL PRESENTE . . .

Nathasha no era particularmente asustadiza, no en realidad, pero siempre había tenido la sensación de que la Sombra le infundía más temor a ella que al resto de las personas. La Sombra que cortaba Ravka era el monstruo de las pesadillas de Natasha desde que era una niña; una criatura viviente hecha de oscuridad que se le acercaba en sueños y le hablaba, le prometía dolor, miseria y su propia vida cubierta por las tinieblas, pero también le juraba lealtad, obediencia y una destrucción infinita sujeta a su voluntad, y eso la asustaba aún más.

Sin embargo, no fue hasta que su regimiento, el de Mal y el cuadrante de cartográfos y escribas de Alina coincidieron en el campamento más cercano a la Sombra, que pudo dimensionar lo terrible que le parecía en realidad.

Se reunieron todos en un campamento del Segundo Ejército al borde de la Sombra, y en el momento en que ella puso un pie en el suelo, más cerca de sus pesadillas de lo que jamás había estado, estuvo al borde del colapso. Se le cortó la respiración y le temblaron las piernas, se sentía como si estuviera ahogando, como si estuviera ya en el centro de esa oscuridad y ésta trepara su piel en zarcillos, y algo tirara en su interior. Se estremeció, se contuvo, y la sensación desapareció como si jamás hubiera estado ahí, dejándola débil.

Apenas y tuvo tiempo para separarse un poco de su grupo hacia la carpa de su general para rendirle informe cuando se abalanzaron sobre ella en un abrazo, y tomó todo de si misma no derribar a la figura de repentina aparición.

- ¡Ash! -exclamó Alina, y Natasha permitió a su cuerpo relajarse.

Después de años, Alina seguía siendo un par de centímetros más alta que ella, y era notablemente delgada por desnutrición, igual que todo el mundo, aunque Natasha se veía aún más delgada ya que ingería las mismas raciones que Alina pero las quemaba rápidamente con el entrenamiento militar.

Técnicamente, justo por las diferencias de actividades que ambas realizaban, Natasha debería recibir más comida que Alina, sin embargo, ambas tenían la enorme desventaja de su evidente herencia shu, que les había ganado el desdén de las personas. No importaba si derrotaban a un regimiento de soldados shu solas y con las manos desnudas, serían siempre intrusas a donde fueran, y como tales serían tratadas.

Con cuidado, Natasha devolvió el abrazo a su hermana.

-Hola, Alina -dijo Natasha, con una sonrisa.

-Estoy tan feliz y tan preocupada por que estés aquí... -murmuró Alina, con nerviosismo.

- ¿De qué hablas? -respondió Natasha. Alina no podía saber de la Sombra, ¿verdad? No podía saber del efecto que tenía en Natasha y de lo distinta que se sentía solo por estar cerca de ella.

-Enviarán un grupo a cruzar la Sombra, Ash, y elegirán a los que conformarán el grupo al azar entre los rastreadores y soldados presentes. ¡Podrían escogerte! -exclamó Alina, y Natasha se estremeció.

Un segundo después, todo el cuerpo de Natasha se tensó como una cuerda, recto y rígido, y cuando miró de nuevo a Alina, la sujetó con fuerza de ambos brazos, hundiendo las yemas de los dedos en su piel tan fuerte que dejarían marca, y Natasha tuvo la sensación de que algo se hundía profundamente en su interior.

No importaba.

Nada importaba.

En unos segundos, Natasha dejaría de importarle a su hermana. Y a Natasha eso había dejado de importarle hacía un tiempo, cuando se dio cuenta de que no podía hacer nada para cambiarlo, para ser suficiente para Alina.

-Alina... No solo a mí. Mal viene en camino con su grupo de rastreadores. Estará aquí para cuando se decida quién irá a ese viaje.

A Alina también se le escapó la respiración y miró a su hermana con pavor. Ella no habría podido saberlo, claro, no tendría acceso a esa información, pero Natasha sí, porque los soldados y los rastreadores tendían a viajar juntos con frecuencia, más que con los cartográfos, al menos.

-No, no... Mal no irá. Mal no puede ir. No puede ser seleccionado, ¿verdad? Los que cruzan la sombra, no sobreviven...

- ¡Starkov! -exclamó un hombre a sus espaldas. Ambas hermanas se giraron, y Natasha se esforzó para limpiar su expresión al mirar a su oficial superior.

-Señor -dijo ella, con los labios apretados y sin hacer contacto visual.

-No has presentado tu informe -reprendió el general.

Alina sabía mejor que hablar cuando un hombre poderoso estaba frente a ella, así que permaneció callada mientras reprendían a Natasha, sin querer empeorar las cosas. No era que él en específico fuera desagradable, pero ella no podía saber que él había entrenado personalmente a Natasha, y a través de sangre, sudor y lágrimas le había garantizado convertirse en la mejor de entre sus soldados, indispensable, y sólo eso la mantenía a salvo entre sus filas, como persona con ascendencia shu, y como mujer.

-Iré inmediatamente -anunció Natasha, aclarándose la garganta. Con una sonrisa de disculpa para Alina, siguió al general hacia su tienda.

La tienda de él era distintiva, más grande que la mayoría, y en su interior había numerosas mesas con mapas clavados en ellas, figurillas de soldados agrupados por colores y algunas pilas de libros sobre un escritorio de madera.

El general era un hombre mayor, apenas suficiente joven para pelear en una guerra, con el cabello largo y canoso, y las arrugas de estrés en el rostro.

- ¿Era tu hermana? -preguntó el general.

-Así es, trabaja en cartografía. Alina Starkov, señor. ¿Debo presentar mi reporte ahora?

Él suspiró, se acomodó en una silla de madera de aspecto frágil y se sujetó el tabique de la nariz. Su aspecto era el de un hombre desgastado por una guerra que ni siquiera había estallado todavía, pero ya estaba cobrando vidas.

-No será necesario. No ahora.

Natasha dudó, mirándolo a los ojos para variar.

- ¿Señor?

-Yo te entrené. Eres una excelente soldado, Natasha. Pero la suerte está echada.

- ¿Qué significa eso? ¿Seré enviada a Shu Han, o a Fjerda quizá? -preguntó, la tensión trepando por su voz, porque casi tenía esperanza de recibir una respuesta positiva, incluso si ambas opciones eran atroces en todo aspecto. Solo existía una alternativa en la que podía pensar, si el general respondía negativamente, y era lo peor que podría pasarle, lo peor que podría pasarle a cualquiera.

-Serás enviada a cruzar la Sombra, Natasha. En dos días, al atardecer, tú formarás parte del grupo que abordará el nuevo esquife. El general Kirigan en persona vendrá a supervisarlo, y dijeron que no aceptarían nada menos que al mejor de los míos. Tu nombre estará en la lista, cuando la hagan saber, y te merecías al menos saberlo por mí antes que los demás.

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