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👑 ❯❯ The messenger ❞




───《 ❛ Autor original: @dangxrl ❜

───《 ❛ Smut / contenido sexual explícito. ❜

───《 ❛ Durante la dura época de la segunda guerra mundial, Soobin tenía el encargo de avisar a las familias que perdieran un ser querido en el campo de batalla.

En ocasiones, los padres desconsolados o las mujeres viudas en despecho le solicitaban el consuelo de la forma más banal posible, a lo cual Soobin no se podía negar, siendo ese el único favor que podía hacerles antes de irse y seguir con su camino.

—¿Por qué? —me preguntó con la voz rota mientras lo besaba en el cuello.

—Yo sólo doy el mensaje, joven.

Me estrechó entre sus brazos y me apretó para después acariciar mis piernas sin pudor.

—Estás haciendo más que dar el mensaje ahora... ❜

















1942

Caminaba por aquel borroso trazo de la oscura ciudad debido a la niebla, la calle apenas iluminada por un par de faroles que ni siquiera funcionaban correctamente.

Mis zapatos se ensuciaban ligeramente con el pavimento rasgado del suelo, pero eran lo suficientemente altos como para que ni una partícula de polvo llegara hasta mis pies.

Toqué una de las puertas después de revisar que la dirección era allí, y una mujer no tan mayor, pero llena de ojeras y canas por el estrés, me abrió la puerta.

Sus ojos se llenaron de lágrimas insonoras después de verme, su mirada clavada en mí, vacía y oscura.

Todos me conocían en ese lugar; aquel hombre que sólo traía malas noticias.

El mensajero de la muerte.

Había empezado a trabajar con el gobierno poco antes de que la guerra empezase, muchos puestos quedaron destituidos y había empezado la falta de trabajo, así que en ese entonces, mi jefe me ofreció el trabajo que nadie quería para ayudarme.

No podía ser tan difícil.

Sólo tenía que ir casa por casa, repartiendo la noticia de los soldados caídos frente a las personas que más los amaban.

Fue complicado al principio, pero uno se termina endureciendo después de ver y vivir tantas lágrimas y dolor.

—¿Heechul? —fue lo único que me preguntó, y yo asentí fríamente.

La mujer tapó su boca para callar su sollozo y apretó los ojos, mientras lloraba silenciosamente la pérdida del muchacho que fue su esposo. Una pareja joven, casados hace pocos años, y el hombre de su vida le había sido arrebatado de la forma más cruel.

Desafortunadamente, había tenido la oportunidad de conocer al soldado antes de su partida, lo que hacía todo más lamentable.

La mujer me miró fijamente con ojos suplicantes y supe lo que significaba, sólo faltaba aquella palabra clave sobre mí que también se había popularizado en la ciudad.

—Consuelo —murmuró pidiendo y asentí.

Allí estaba, la única señal que yo necesitaba.

Empujé a la desconocida mujer dentro de su humilde casa y cerré la puerta con mi pie. Entonces me acerqué y le aparté las manos de su rostro para besarla con pasión.

Ella tomó mi cintura y me apretó con fuerza, me jaló hasta su habitación y me tiró en la cama con brusquedad, subiéndose encima de mí.

Apreté su cuello mientras besaba allí, y ella rasguñó mis hombros por encima de la tela de mi camisa.

Le quité toda aquella ropa que la tapaba y me encargué de ella.

Mientras sus ojos se llenaban con más y más lágrimas, besé cada parte que me permitió de su cuerpo, acariciando y estimulando cada rincón de ella por esos escasos minutos antes de que tuviera que volver al trabajo.

Una vez que había acabado, la mujer me tiró una pequeña bolsa con monedas pero se la devolví, y antes de salir finalmente de su habitación, hice una reverencia que me devolvió con agradecimiento.

Me siguió hasta la puerta de su casa y nos despedimos con un apretón de manos, dispuestos a fingir que eso nunca había sucedido.

Y podía entenderlo.

Sólo fue un momento de debilidad para aquella rota mujer, no fue nada importante y no teníamos que recordarlo como tal.

Hace tiempo que lo tomaba como una obra de caridad para aquellas personas que sienten el dolor más profundo y desean olvidarlo por unos instantes.

Esa no era la primera vez, y estaba seguro de que no sería la última.

Continué hacia mi siguiente destino, caminando con algo de rapidez para recuperar los minutos perdidos en la visita anterior.

Me acerqué a un barrio que parecía de una clase mucho más alta; y aunque la situación económica del país había desmejorado un poco aquella enorme casa, se veía mejor que todas las contiguas.

Toqué la puerta y me paré derecho en el lugar, seguro de que me encontraría con los padres del joven fallecido.

Pero la puerta fue abierta por aquel joven muchacho que me había cruzado tantas veces, y al igual que la señora anterior, sus ojos se llenaron de lágrimas nada más verme allí.

—Oh, por Dios, Hyung... —tapó su boca con sorpresa, sus manos temblorosas por el llanto que estaba aguantando.

¿Sería su esposo? Eso no salió en ningún registro.

Me sentí un poco en pánico al no saber cómo reaccionar con el chico que era apenas mayor que yo.

Los padres del muchacho se asomaron por detrás, y allí pude notar que él era el hermano del ex soldado.

—Oh, no... no, no, no... Oh Taesan —se lamentó la señora y abrazó a su esposo, quien al parecer no había ido a la guerra por cuestiones médicas; pude notar aquel extraño artefacto sosteniendo su pierna.

Les entregué la carta del ejército sin decir una palabra, y el señor murmuró un agradecimiento mientras se iba abrazado de su mujer.

Miré hacia el chico con curiosidad.

¿No se iba a ir? no puedo moverme hasta que cierre la puerta.

Sus ojos también se vaciaron de repente, y por primera vez, deseé que no quisiera usarme como los otros.

Me dio una sonrisa triste, casi se vio turbia por las circunstancias en las que estaba.

Acercó su mano para que la tomara y enseguida supe lo que estaba pidiendo.

—Consuelo —fue lo único que dijo, no pude hacer más que asentir y dejarlo llevarme hacia lo que parecía ser su habitación.

Me empujó suavemente a su cama con un dedo en mi pecho, y lo único que hice fue dejarme caer ante sus encantos.

Realmente era precioso.

Una pena todo lo que estaba pasando ahora.

Besó mi mejilla con suavidad, bajó por mi mandíbula hasta mi cuello, haciéndome sentir agradables cosquilleos.

Esto era extraño.

Nadie nunca me había tocado así. Pensé que sólo querría que lo consolara, pero me reservé las preguntas y simplemente obedecí.

Me quitó el saco suelto que tenía, desabotonó mi camisa para sacarla por completo y besó mi abdomen, haciendo que me tensara.

Subió dejando besos desde mi vientre a mi pecho, y siguió por mi cuello hasta mis labios, donde se quedó.

Mordió levemente mi carne, haciéndome suspirar en su boca.

Tomé su rostro con mis manos y lo moví para besarlo más profundamente, él me dejó entrar y jugué con su lengua, dominándola mientras él empezaba a rasguñar mi cintura.

Se alejó un poco y me miró, simplemente quedándose allí, sin hacer nada más.

—¿Quiere que nos detengamos? —pregunté en sus labios.

Él negó con su cabeza, pero pronto lágrimas volvieron a bajar por sus bellos ojos.

Me acerqué más para besar su mejilla y bajé por su mandíbula, como él lo había hecho antes.

—¿Por qué? —me preguntó con la voz rota mientras lo besaba en el cuello.

—Yo sólo doy el mensaje, joven.

Me estrechó entre sus brazos y me apretó para después acariciar mis piernas sin pudor.

—Estás haciendo más que dar el mensaje ahora.

Me cargó ligeramente y me subió en su regazo, yo le arranqué la camisa mientras volvía a besarlo en los labios.

—Usted me lo pidió.

Acarició el costado de mi cuerpo y luego delineó la curva de mi espalda, todo mi cuerpo cosquilleaba por sus cariñosas caricias que se sentían como algo completamente nuevo para mí.

—Tienes razón.

Desabroché sus pantalones y los bajé junto con su ropa interior.

Lo tumbé de un empujón y me agaché para besar sus muslos, muy cerca de su miembro necesitado de atención.

—Oh, Soobin... —jadeó.

Lo miré con curiosidad pero no dije nada más.

Me acerqué aún más, tomándolo entre mis manos y pasando mi lengua por toda la extensión, a lo que él gimió más fuerte.

—Sus padres lo escucharán —le advertí y él sonrió.

—Estamos en la habitación más lejana.

Su mirada traviesa sólo me hizo sentir hambriento, me acerqué aún más a su intimidad y metí gran parte a mi boca de golpe.

Él gritó ante mi agresividad.

Llevaba un vaivén de arriba hacia abajo mientras su cuerpo se movía inquieto sin que él pudiera evitarlo. Sostuve sus caderas con mis manos para seguir dándole placer y él apretó mi cabello, luego acarició con cariño.

—Oh, Dios... —jadeó. —Eres tan bueno —dijo en un suspiro y chupé la punta rosada de su duro miembro, haciendo que soltara un gemido más agudo.

Subí hasta sus labios y lo besé, él rodeó mi cadera con sus piernas mientras mi mano se colaba por su estómago, bajando hacia la zona.

Se arqueó cuando mi mano acarició todo el largo, y en cuanto vi la oportunidad, comencé a estimularlo.

—¡Ah, Soobin! —exclamó.

¿Sería esa su primera vez?

No lo parecía pero todo en su cuerpo indicaba que sí.

Mantuve un ritmo constante y él se contrajo, sintiendo su miembro hincharse un poco más en el proceso.

—¿Le gusta así? —murmuré en sus labios y él asintió agitado.

Finalmente pude verlo en ese momento; sus mejillas sonrojadas y sus ojos entre cerrados por el placer, su piel brillante por el sudor, su perfecta figura...

Sentí que podría verlo por siempre.

Acaricié la punta de su miembro en suaves círculos para después seguir estimulándolo de arriba hacia abajo, y él empezó a contraerse cada vez más, sus gemidos inundaban toda la habitación.

Su olor era adictivo, pensé cuando me acerqué a besar su cuello. Su sabor me había mareado.

No quería apartarme ni un poco.

Subí sólo un poco la velocidad de mis movimientos y me asintió con una sonrisa mientras cerraba los ojos para atrapar las sensaciones con más intensidad.

Empezó a moverse contra mi mano, ansioso, buscando que mi mano lo estimulara con mayor intensidad y rapidez.

—Más —jadeó mientras se arqueaba y arañaba mis hombros.

Soltó un grito gutural cuando acaté sus órdenes. Mis movimientos aumentaron de velocidad y su cuerpo no dejaba de temblar.

—Oh, oh... Soobin... mmm —alargó el sonido mientras levantaba en ocasiones un poco sus caderas para que mi ritmo no se viera interrumpido, permitiéndome sentir cómo se hinchaba aún más su miembro. —Oh, no... voy a... —gimió más agudo que antes. El sonido se volvió constante y yo mantuve la velocidad.

Hasta que se vino.

—¡Soobin! —alargó en un sollozo de placer mientras se corría en mi mano, y me pareció que mi nombre sonaba exquisito desde su boca.

Su cuerpo convulsionó un par de segundos, mientras yo me movía lentamente para seguirlo estimulando hasta el final.

Una vez que se había calmado, abrió los ojos y me miró fijamente.

Me sentí extraño cuando me dio una sonrisa sincera.

Me levanté rápidamente para buscar mi camisa, pero él me jaló del brazo.

—¿A dónde crees que vas? es tu turno.

Yo negué con mi cabeza pero él volvió a acercarme hacia la cama.

—No puedes irte así.

—Tengo que continuar con mi trabajo —él hizo una "o" con sus labios y asintió. Me dejaría ir, o eso fue lo que yo entendí.

Me dediqué a vestirme antes de que cambiara de opinión, mientras él seguía en la cama, desnudo y pensando.

—¿Dónde vives? —me preguntó y lo miré confundido.

—¿Importa?

—Quiero ir a verte.

Me reí en su cara y él se mostró algo ofendido.

—No le conviene acercarse a alguien como yo, joven Kang.

—¿Cuál es el problema con alguien como usted, joven Choi?

Lo miré escéptico.

Y noté que esa discusión no tendría fin, tenía que salir de allí pronto.

—Sabe cómo trabajo, de nada le servirá esperarme en casa.

Sus ojos estallaron en llamas, lo había hecho molestar.

Pero sonrió sarcástico.

—¿Qué pasa? ¿El mensajero ve tantas pérdidas que le asusta tener a alguien?

Tragué duro ante su tono de burla.

Ahora ambos estábamos molestos.

—Debo retirarme —dije con sequedad y salí de su habitación.

Me acerqué a la puerta de entrada y estaba a punto de salir cuando él la cerró con fuerza.

Lo miré con molestia y noté que ya se había vestido. ¿Cómo lo hizo tan rápido?

—Permítame retirarme, ya le he dicho que tengo que seguir trabajando.

Él parecía querer decir algo más, pero sólo hizo un puchero y abrió la puerta lentamente.

Salí sin esperar, ni siquiera me molesté en darle una última mirada cuando ya estaba caminando por la calle, alejándome cada vez más de su hogar.

Caminé un par de cuadras hacia el objetivo más cercano, y fui hacia la siguiente casa donde tenía que dar la noticia.

Toqué la puerta más fuerte de lo normal, casi como si estuviera molesto.

El muchacho abrió la puerta rápidamente y sus ojos se cristalizaron al verme.

—¿Y mi papá? ¿Vino a traer a mi papá? —preguntó, aunque ambos sabíamos la respuesta. —Mierda —exclamó y apretó su cabello con frustración.

Le entregué la carta y él la recibió, asintiendo ausente.

Me miró como pensando. Supe enseguida lo que se estaba debatiendo.

Así que sin pensarlo dos veces me acerqué a sus labios, dejando un suave beso en ellos. Al abrir los ojos, me encontré la deprimida pero inocente mirada del joven, además de su notable rubor.

—¿Quieres consuelo? —extrañamente pregunté.

No acostumbraba a ofrecerlo por mi cuenta, de hecho, nunca lo hacía, sólo sucedía cuando los "clientes" lo solicitaban.

Pero por alguna razón que no podía explicar, mi cuerpo se sentía ansioso.

Y quería sacar esa sensación que me había dejado él.

—Uhm... —me miró nervioso, sabía que iba a decir que sí.

Avancé un paso para entrar pero rápidamente alguien me jaló hacia afuera.

—Debemos seguir con el trabajo —escuché su irritante voz y estuve a punto de rodar los ojos, pero no podía romper el personaje ahora.

—Disculpe —le dije al muchacho y él asintió apenado.

El joven Kang me jaló del brazo lejos de aquella casa y me miró con reproche, pero lo ignoré.

—¿Qué hace? —pregunté en casi un susurro.

—¿Qué haces tú?

—Mi trabajo —exclamé frustrado, ese chico me estaba exasperando.

—Bueno, te acompaño.

Bufé, finalmente perdiendo la compostura y él me miró con una sonrisa.

—Está bien. Él era el último de hoy.

—Entonces te acompaño a casa.

—¿Qué es lo que quiere? —alcé la voz.

—A ti.

—Está loco —froté mi frente con cansancio.

¿Ahora cómo me deshacía de él?

—Vamos, no estés tan preocupado. Sólo quiero estar contigo.

—¿No entiende que yo no quiero?

Me miró con una mueca triste.

—¿De verdad no quieres?

Suspiré.

En realidad no estaba seguro.

—¿Me darías una oportunidad?

—No le agradaré.

—Me agradas.

—No me conoce.

—Entonces, déjame conocerte —me sonrió y lo miré confundido—. Si no me gustas, te dejaré en paz.

¿Este chico de verdad no iba a rendirse?

—¿Qué es? ¿Un psicópata? —le reclamé irritado, aunque menos que antes.

Él simplemente sonrió.

—Algo no me deja separarme de ti, no pienso ignorarlo.

Me sorprendió lo transparente que era con sus propios sentimientos, yo consideraría las cosas por días y terminaría negándome cualquier posibilidad emocional que se me cruzara.

Caminé resignado hasta mi casa con la eufórica sombra de ese chico detrás de mí.

Una vez que llegamos, abrí la puerta y le permití pasar primero, para luego entrar y cerrar la entrada con llave.

Por primera vez en todo el viaje, él se había quedado callado al estar adentro, y me miró con los ojos brillosos. Reconocía aquella mirada divertida.

—¿Quiere algo de tomar? —murmuré, aunque estaba casi seguro de cuál sería su respuesta.

Negó con su cabeza lentamente y asentí.

Se acercó a mí con una sonrisa coqueta creciente y acarició desde mi rostro hasta mi pecho, lo que le permitió el cuello de mi camisa.

Volvió a sacarme la ya arrugada ropa junto con el saco. Yo simplemente me dejé hacer.

¿Qué caso tendría seguirme resistiendo?

Estaba sediento de Kang Taehyun incluso si no quería admitirlo.

—¿Dónde está tu habitación? —susurró.

Yo simplemente lo tomé de la mano para llevarlo hacia mi recámara.

Cerré la puerta detrás de nosotros y para cuando me volteé, él se estaba desvistiendo.

Dios. Iba a volverme loco con ese hombre enfrente.

Me sonrió como un niño travieso y me llevó hasta la cama.

Ambos nos subimos y nos arrodillamos, estábamos frente a frente.

Él acarició mi rostro delicadamente y susurró en mis labios, haciéndome cerrar los ojos.

—Déjame hacerte el amor —pidió mientras apretaba suavemente mi cintura.

—¿Cuál es la diferencia?

—No es muy distinto a lo que me hiciste en mi casa.

Tragué con dificultad y él besó mi tensa garganta.

—Entonces ya sé qué es —exclamé algo orgulloso, pretendiendo engañarlo; aunque bien sabía que no podría.

—¿De verdad? ¿Así tratas a todos? —abrí los ojos y vi que él estaba sonriendo con burla. —Porque si me dices que sí, no te creo —susurró en mi oído.

Empezó a acariciar mi costado, desde mis brazos hasta mi cintura, cadera y luego mis piernas. Sentí un pequeño escalofrío por su toque.

—No trato así a todos —admití con vergüenza. Mis mejillas ardían y no entendía el por qué.

Acunó mi rostro en sus manos.

—Sólo llámame Taehyun —susurró y me empujó suavemente, acostándome en la cama.

Acarició por encima de mi ropa interior, jugando con el elástico de este antes de apartarlo.

Presionó mi entrada trasera y no pude evitar temblar un poco. Poco a poco, se abrió paso entre mis pliegues, sacándome un pequeño jadeo.

Dios.

Era tan delicado que quería llorar, o correrme, o ambas.

—Ah... —exclamé en un pequeño suspiro cuando rozó aquel punto específico.

Lo vi sonreír y volvió a acercarse a allí, esta vez tocando con fuerza.

—Mgh —gruñí.

—Es allí —murmuró y volvió a tocar, continuamente, acariciando sin parar.

—Ah, ah... ah, Taehyun~

Me moví un poco, dejándolo entrar más y ahogué un chillido cuando llegó lo más profundo que podía.

—Eres muy sensible.

—Tú también —reproché avergonzado y él sonrió con ternura.

Mis mejillas se sentían cada vez más calientes por la pena, pero pude olvidar todo eso cuando adentró otro dedo con cuidado.

—Agh —un sonido salió inevitablemente de mi garganta y escuché su suave risa.

Besó mi mandíbula con cariño mientras empezaba a mover sus dedos dentro de mí, dándome sensaciones y espasmos que desconocía.

Todo esto era tan extraño para mí, pero él ni siquiera me daba oportunidad de estar asustado.

Sólo me tomaba entre sus brazos y me abrazaba con la más novedosa calidez.

—¡Ah! —exclamé cuando sentí que sus dedos fueron remplazados por su duro miembro. Una corriente eléctrica pasando por todo mi cuerpo.

Se acercó a besar uno de mis pezones.

—Mmm —mi voz salió por la combinación de sus manos y sus labios en mi cuerpo.

Era increíble; temblaba y sentía que estaba a punto de desmayarme, pero nunca me había sentido tan vivo.

—Ahh, ah, ah... —gemí, cada vez más alto y agudo por el placer.

—Me encanta tu voz —murmuró en mis labios y me besó.

El resto de los gemidos fueron tomados por su boca que atrapaba la mía.

Aumentó la velocidad de sus movimientos y sentí un hormigueo recorriendo todo mi cuerpo, mis extremidades empezaban a entumecerse y todas las sensaciones empezaban a concentrarse en el mismo lugar.

—¡Oh, Dios! Taehyun... oh, voy a correrme... —le exclamé en gemidos, él aumentó la velocidad con la que se movía en mi interior y con una de sus manos estimuló mi hinchado miembro.

—Vamos, pequeño —todos mis sentidos se pusieron de punta al escuchar su voz grave en mi oído; otro escalofrío agradable recorrió mi espalda.

Tan atractivo.

—Adelante, córrete —exigió.

Presionó en mi punto débil y el éxtasis sacudió todo mi cuerpo con fuerza. Solté un grito del placer, que al final era su nombre, y luego me dejé caer cansado en el colchón.

Me tardé unos momentos en recuperarme, y después de un par de segundos abrí los ojos.

Sentí que volvía a la vida que había perdido.

Miré fijamente su rostro; sus preciosos ojos y su sonrisa satisfecha, sus largas pestañas, sus rosados e hinchados labios por mi culpa, además de sus mejillas rojizas por el calor y la leve capa de sudor que cubría su bello cuerpo.

Suspiré.

Tenía que admitir que nunca me había sentido así, pero, ¿ahora qué?

¿Qué era lo que él esperaba de mí?

—¿En qué piensas? —murmuró muy cerca de mi rostro.

—En ti.

Sonrió ligeramente.

—¿Qué sigue ahora? —pregunté.

Él se encogió de hombros.

—No tiene que haber un plan.

Tragué con dificultad.

—¿Te irás?

Me miró curioso y preguntó. —¿Quieres que me vaya?

Negué con la cabeza.

—Entonces no hay razón para que me mueva.

Acomodó la sábana y nos cubrió a ambos con ella.

—Ven, abrázame —me pidió e inmediatamente obedecí.

¿Qué me estaba pasando?

Escuché su risita infantil y me aferré más a él.

—¿Qué pasará mañana? —pregunté apoyando mi cabeza en su pecho.

—¿Qué te gustaría que pasara?

Me rodeó con su brazo y empezó a acariciar mi cabello. Yo apreté las sábanas, nervioso.

—Uhm... bueno... —¿cómo se lo decía?

—Una vez que sientes el calor, no quieres dejarlo ir. ¿Verdad? —dijo exactamente lo que sentía, aunque algo que no quería admitir del todo.

Asentí avergonzado, él sonrió.

Yo siendo frío e incapaz de expresarme correctamente; él sintiendo demasiado y actuando con base en eso.

¿Cómo podría funcionar?

Él me apretó aún más entre sus brazos y acarició mi espalda.

—Te dije que te dejaría en paz si no me gustabas, pero ahora me gustas más —dijo con un tono gracioso y sonreí. —Eres tan lindo.

—No lo soy —murmuré.

—Lo eres, tienes tu manera de serlo. Este sonrojo lo demuestra, la forma en la que me tocas... y tus besos.

Me encogí nervioso.

—Eres tan cariñoso —escuché su voz llena de felicidad, iba a decirle algo pero vi que había terminado cayendo en los brazos de Morfeo por el cansancio.

Realmente no importaba cómo fuéramos, ¿o sí?

Si él podía aceptarme y yo podía aceptarlo, no teníamos que ser parecidos.

No había necesidad de cambiar nada.

Sonreí con timidez ante mis pensamientos.

Esa noche dormí con una esperanza que no me había permitido antes; la esperanza de que podría funcionar.



Y así fue.

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