chapter three
— ¡Ana! ¡Anichi! —la mencionada dejó de mirar su cuaderno, que estaba abierto sobre su regazo, para alzar su mirada encontrándose con Margarita. Cerrando el cuaderno con cuidado y guardando la lapicera en el bolsillo de su pantalón, Ana se colocó de pie acercándose a Margarita que venía dando saltitos de emoción por verla de nuevo.
— ¡Mar! —exclamó soltando una risa cuando Margarita se arrojó sobre ella envolviéndola en un fuerte abrazo— Me encantó tu presentación, fue muy linda y de las más originales que dieron.
Margarita la observó con sus ojos cargados de duda— ¿Vos decís?
— Totalmente Mar, fue re ingenioso usar las cosas recicladas y encima la letra de la canción y como la interpretaste fue re lindo, aparte re pegadiza la canción.
— ¡Ay, gracias! Te juro que estaba re contra nerviosa, casi que no llegaba a presentarme, pero por suerte llegué y salió todo bien. —hizo una pausa mirando a su alrededor— ¿Y Daisy? ¿Era ella la de la presentación no? Me pareció que su cara me resultaba conocida.
— Si, era ella. —las dos se giraron al escuchar pasos que se acercaban, encontrándose con Daisy que venía hacia ellas.
Daisy sonrió al verlas a ambas juntas, resaltando entre los demás postulantes ante sus ojos— Mar, que sorpresa verte acá.
— ¡Tocayarita! Justo le estaba preguntando a Ana si la de la presentación eras vos, estuviste maravillosa.
— Gracias Mar, aunque creo que no podría haberlo hecho sin la ayuda de Ana. —abrazó de costado a su mejor amiga que sintió como se sonrojaba por el elogio— Ana me ayudó a preparar la coreografía y a practicar desde que salió el anuncio, se subió ahí arriba conmigo y todo.
— ¡Me jodes! ¿Eras una de las bailarinas?
— ¡Daisy! Se suponía que nadie tenía que saber que era yo. —se quejó Ana chasqueando la lengua.
— Ay Ana, tranqui, Margarita no le va a decir a nadie. —las dos observaron a Margarita que asintió con su cabeza rápidamente para luego hacer un gesto como si cerrara sus labios con un cierre— Te dije que Ana tenía talento, y eso que no la escuchaste cantar.
— Bueno, algún día me vas a tener que dar el gusto de escucharte cantar algo Ani. —rogó la de amarillo con sus manos juntas en modo de plegaria, y a Ana no le quedó otra más que asentir, no podía decirle que no cuando la veía tan entusiasmada con esa idea.
— Basta de hablar de mí, por favor. —murmuró Ana— Antes de que llegaras le estaba diciendo lo linda que estuvo su presentación, Daisy, me encantó.
— Ay si, vos estuviste maravillosa Mar. Todo el mundo está hablando de tu audición.
— Bueno sí, creo que estuve bien. —trató de hacerse la humilde provocando que Ana y Daisy rieran— Pero muchos estuvieron bien también, la competencia está fuerte.
— Es obvio que quedas adentro Mar, ¿o no Nita?
La de los ojos chocolate asintió sonriendo con dulzura— Obvio, igual que Daisy, no es porque sean mis amigas, pero... —se acercó a ellas para susurrar— Creo que fueron por lejos las mejores presentaciones, pero no le digan a nadie, se supone que el voto es secreto. —les guiñó un ojo con diversión provocando que rieran.
— Me encantaría que fuera así, pero no estoy tan segura. Técnicamente yo no debería participar.
Margarita la observó confundida— ¿Eh? ¿Y eso por qué?
— Delfina es mi tía, así que no es muy ético. —Ana abrió los ojos con sorpresa cuando escuchó el grito de sorpresa que había largado Margarita, soltando una risa mientras se acercaba a ella y le tapaba la boca con su mano para que dejara de gritar. Algunos de los concursantes que estaban alrededor de ellas se giraron para mirarlas, la curiosidad evidente en sus rostros, sobre todo viendo a la otra chica de la melena rizada que no habían visto presentarse durante las audiciones.
— ¡Basta Mar! Nos están mirando todos. —medio gritó, medio susurró a la chica de amarillo que parecía temblar de la emoción a su lado. Daisy por su parte miraba a las dos chicas completamente tentada, ambas se complementaban muy bien y parecía que eran amigas hacía años.
— Perdón, perdón, ya me calmé. —la voz de Margarita salió amortiguada por la mano de Ana, que la quitó con su nariz ligeramente arrugada, un gesto que la hacía ver muy tierna, al menos ante los ojos de los demás.
— ¿Ella es la sobrina de Delfina? —preguntó en un susurró sin poder contener la emoción— ¿Sos la sobrina de Delfina? ¿Sos la princesa Margarita? —el volumen de su voz volvió a elevarse provocando que tanto Ana como Daisy chitaran para callarla— Perdón, perdón. —se disculpó soltando una risita— ¿Y como te digo? ¿Su alteza? ¿Te hago una reverberancia?
Ana soltó una risa, provocando que los hoyuelos se formaran en sus mejillas nuevamente— Es una reverencia, Mar.
— Eso mismo. —dijo Margarita mientras hacía un intento de reverencia.
— No sean payasas, no soy princesa de ningún lado. —Ana negó con su cabeza ligeramente.
— Sí que lo es, pero se quiere hacer la humilde. —dijo la de ojos chocolate con tono divertido provocando que Daisy le diera un golpe suave en el brazo que no hizo más que robarle una risa— ¿Quieren que les traiga algo para tomar mientras esperan los resultados de la votación?
Margarita miró a su alrededor notando que nadie tenía alguna bebida cerca, acercándose a ella para preguntar en un susurro— ¿Se puede eso? No hay nadie que esté tomando nada.
— Obvio que se puede, vos quédate tranquila que yo me encargo. ¿Qué te gustaría? Ya sé que a Daisy le gusta el licuado de kiwi, ¿vos?
— Ay no, llego a tomar eso y termino en el hospital. —soltó una risita— Soy alérgica al kiwi.
Ana la observó asombrada— ¿Posta? Yo también soy alérgica, lo terminamos descubriendo por las malas. —al ver la curiosidad en Margarita, siguió hablando— Cuando éramos chiquitas, al poquito tiempo de llegar a vivir con ella, quisimos hacer licuados solas y le metimos un poco de todo lo que había en la cocina, entre eso kiwi. Ese día terminamos en la guardia, yo con una inyección en el culo y sin poder sentarme por algunas horas, y Daisy llorando desconsolada con varios regalos para mí, llena de culpa porque no quería casi matar a su amiga. —la princesa negó con su cabeza, recordando ese día con mucho detalle mientras se dejaba abrazar por Ana— Desde ese día tengo prohibido acercarme al kiwi, así que mi hermano se encarga de hacerlo para ella.
— Por suerte no le había gustado mucho, el favorito de Ana es de frutilla y banana.
— ¡Cómo el mío! Me encanta, amo que tengamos tantas cosas en común. —la sonrisa en el rostro de Margarita era tan radiante que Ana estaba segura de que podría iluminar una habitación entera— Si se puede entonces que sea uno de frutilla y banana.
— Listo, ya vengo con sus órdenes señoritas. —hizo una reverencia medio atolondrada para luego comenzar a dirigirse hacia el interior del Hangar.
Mientras Ana comenzaba a picar la frutilla y la banana para el licuado de Margarita, dejó los kiwis que ya estaban picados en un bowl licuándose para dejar preparando primero el de Daisy.
— Perdón que te moleste, ¿pero tenes idea de dónde puedo encontrar el baño? Me dieron unas indicaciones que no entendí nada lo que me dijo la chica esa rubia...
— ¿Yamila? —al ver que el chico de anteojos y pelo oscuro asentía, Ana soltó una risita— A veces está tan apurada con las cosas que le pide Delfina que tiene la cabeza en otro lado y no se entiende nada lo que dice. —el chico sonrió, adentrándose en la cocina.
— Soy Ciro, un gusto. —le tendió la mano, pero al ver que Ana tenía las suyas enchastradas con pulpa de frutilla, la retiró viendo con ella le pedía disculpas con una sonrisita amable.
— Un gusto Ciro, soy Ana, me encantaría saludarte bien, pero dudo que quieras mancharte con frutilla justo ahora.
— No pasa nada, por hoy paso, quizás la próxima. —se encogió de hombros con diversión— ¿Se supone que trabajas acá?, porque no recuerdo haberte visto en las audiciones. —se apoyó con sus antebrazos en la mesada, recargándose sobre esta, mientras Ana continuaba con su trabajo de picar la fruta. De fondo podía oírse el ruido de la licuadora funcionando.
Ana asintió, girando su cuerpo ligeramente para poder verlo mejor— Sí, en realidad es mi tía la que trabaja acá y como vivo con ella la ayudo siempre que puedo. —hizo una pausa para apagar la licuadora, volcando el contenido en dos vasos, para luego lavarla bien y colocar la banana, la frutilla y un poco de leche y hielo— Vos sí que viniste a las audiciones, sos el chico que cantó Pensando en vos, ¿no?
— Exactamente, espero que haya sido suficiente para conseguir una de las becas. Aunque tengo mis dudas, hubo algunas presentaciones que fueron buenísimas. —murmuró soltando un suspiro desganado.
— ¡Che! Tenete un poquito más de fe, a mi tu presentación me gustó mucho. Aparte creo que no necesitas tener una presentación hiper llamativa para captar la atención de la gente, a veces menos es más. —la sonrisa dulce que le otorgó la chica de los ojos chocolate fue motivo suficiente para que también se formara una en su rostro.
— ¿Vos decís?
— Sí, yo digo. —respondió ella con tono alegre, girándose para volver a frenar la licuadora y servir en otros dos vasos el contenido, colocando tres de los vasos sobre una bandeja— ¿Te gusta el kiwi?
Ciro frunció el ceño confundido— Eh sí, ¿por qué?
— Entonces este es para vos, arriba el ánimo. —Ciro observó como Ana lo miraba con una sonrisa risueña, con sus ojos chocolate que le brindaban calma por algún motivo, mientras le tendía uno de los vasos que tenían un licuado verde— Y antes de que lo tomes, el baño está acá a la vuelta, salís por ahí y doblas a la izquierda, la primer puerta que ves en el pasillo es el baño. —el chico de lentes miró la salida que la chica de rizos le señalaba— Un gusto conocerte Ciro, si todo sale bien para vos quizás nos volvemos a ver.
— Igualmente, y gracias por esto. —murmuró el chico, las comisuras de sus labios elevándose mientras observaba a la chica salir de la cocina a paso tranquilo con la bandeja y los tres licuados restantes.
Cuando Ciro salió del baño, volvió a pasar por la cocina para agarrar el vaso con el licuado, que seguía en el mismo lugar donde lo había dejado, dirigiéndose al patio donde algunos de los chicos con los que había entablado conversación después de las audiciones estaban reunidos.
— ¡Che! ¡Anteojos! —Ciro se detuvo, mirando a su alrededor confundido, hasta que vio al chico de la campera de cuerpo, recordando que se hacía llamar Rey— Si, vos.
— ¿Pasa algo? —cuestionó al ver que Rey se acercaba.
— ¿De dónde sacaste eso? —Rey señaló el vaso en su mano al realizar la pregunta.
— De la cocina. —respondió Ciro como si fuera obvio, sonriendo al ver la mirada exasperada en el rostro de Rey— Una chica me lo dio.
— ¿Qué chica? ¿Hay una repartiendo cosas para tomar? Porque no vi ninguna por acá, ¿Qué tenes servicio especial vos? Porque si ya empiezan con los favoritismos es cualquier cosa esto.
El de los anteojos colocó sus ojos en blanco— No, fui a la cocina a preguntar algo y la chica que estaba ahí, Ana, me ofreció uno de los licuados que estaba haciendo.
— ¿Te parece que tengo cara de que sé quién es Ana?
Soltando un suspiro, Ciro miró a su alrededor a ver si encontraba a la chica de los rizos hasta que finalmente la halló— Ahí está, esa chica. —señaló con su cabeza, antes de dar media vuelta e irse con los demás chicos que lo esperaban sentados en un juego de jardín con mesa y sillones.
Rey por su parte se quedó de pie en su lugar, su mirada clavada en la dirección que el de los anteojos había señalado. Ahí estaba ella, la chica de la melena de rizos y los ojos chocolate, esa que había chocado con él y le había cortado el rostro no una sino dos veces, la misma que había participado de una de las presentaciones como bailarina de apoyo. Ahí estaba ella junto a dos chicas que si mal no recordaba habían audicionado para las becas como él, las tres alzando sus vasos a modo de brindis, mientras reían de manera despreocupada como si ellas fueran las únicas en aquel lugar.
— Ana. —pronunció en voz baja, como si estuviera probando el sonido de su nombre en sus labios— Al fin sé quien sos, princesa.
...
Ana no entendía que acababa de pasar, Margarita había dado dos presentaciones increíbles.
Algo extraño había ocurrido en Ana al escuchar a Margarita cantando esa segunda canción luego de que Delfina le pidiera otra para poder tomar una decisión. No sabía qué, pero había algo en esa canción que le resultaba familiar incluso si nunca antes la había escuchado, una sensación que no le resultaba desagradable, sino todo lo contrario, era una sensación reconfortante, como estar en casa. Incluso se le habían escapado algunas lágrimas en las últimos versos de la canción, gracias a la interpretación de la chica de amarillo. Por lo que escuchar las palabras de Delfina una vez que Margarita había terminado de cantar la dejó helada.
— Es muy hermoso lo que hiciste, pero lamentablemente no hay lugar para vos acá.
El silencio que se había hecho en el Hanga Soho era terrible, nadie entendía que era lo que acababa de ocurrir.
Un jadeo escapó de los labios de Ana, no entendía el por qué de la decisión de Delfina— ¿La rechazó? —preguntó en un susurro, Luca que estaba a su lado asintió igual de confundido que ella.
— Lo siento mucho. —agregó Delfina con su mirada aún puesta en Margarita— Pero acá no hay lugar para vos. —y sin decir más, la mujer dio media vuelta marchándose de la sala y dejando todo un ambiente tenso. Nadie sabía exactamente qué decir, y Margarita seguía de pie en el escenario, su rostro una mezcla de confusión, decepción y tristeza.
Viendo que nadie hacía ni decía nada, Ana le tendió su delantal a su hermano para salir de la cocina a paso firme, y abriéndose paso entre la gente se acercó a Margarita, tomándola de la mano con cuidado para atraerla hacia ella en un abrazo de lado y dirigirla hacia la cocina, ignorando las miradas de todos los demás. Sobre todo, tratando de ignorar esa mirada intensa que no necesitaba ni girarse para saber a quién pertenecía, porque otra vez estaba experimentando la misma sensación que cuando estaba bailando en la presentación de Daisy.
La chica de ojos chocolate podía sentir el cuerpo de Margarita temblando ligeramente en sus brazos y su corazón se rompió en mil pedazos al ver que Margarita estaba llorando, aunque trataba de evitarlo, secando como podía las lágrimas que caían por sus mejillas.
— Sentate acá Mar, ¿Luca me traes un vaso de agua por favor? —a los segundos Luca apareció a su lado, tendiéndole un vaso de agua que ella le entregó a la chica de amarillo que trataba de secarse las lágrimas. Les dedicó una sonrisa desganada, que más que una sonrisa pareció una mueca rara, susurrando un gracias— Mar...
— No pasa nada, ya estoy bien. —dijo Margarita tratando de quitarle peso a la situación.
— Mar está claro que no estás bien. —Ana se colocó en cuclillas frente a ella, tomando sus manos con suavidad, notando como estas seguían temblando— Te juro que no entiendo que pasó, que carajo se le pasó a Delfina por la cabeza, porque lo que hiciste en las dos presentaciones fue totalmente hermoso, esa mujer está cada día más loca.
Margarita movió su cabeza de un lado a otro— No digas eso, Ani, es Delfina Santillán.
Ana chasqueó la lengua— Por eso mismo lo digo Mar, cuando la conoces te das cuenta que está medio tocate un tango. —Margarita no pudo evitar soltar una risita al escuchar eso, y fue como una caricia al alma para Ana escuchar eso y ver que el rostro de la chica recuperaba un poco de color. Luca, que se había mantenido en silencio de pie a su lado, le tendió un chocolate a Margarita que lo miró con duda— Yo que vos lo agarraría, y sentite afortunada porque Luca no comparte sus chocolates con nadie, ni siquiera conmigo. —lo miró con falsa indignación lo que provocó que Margarita volviera a reír, tomando el chocolate y agradeciéndole a Luca el gesto— ¿Mejor?
— Sí, mucho mejor, gracias Ani, en sí gracias a los dos. —les dedicó una mirada a ambos— Ya estoy mucho mejor, existía la posibilidad de que no quedara, había muchos chicos talentosos.
— Sí, pero vos sos una de las más talentosas y muchísima gente del vivo votó a tu favor, no es justo lo que pasó ahí. —la chica se puso de pie, dejando el vaso de agua a un lado— Son cosas que pasan, pero no hay problema, ya voy a encontrar otra cosa.
— ¿Estás segura, Mar?
— Si Ana, vos despreocupate, ya se me va a pasar. —le restó importancia— Nada que un videoclip triste no solucione. —los hermanos Bustamante la observaron confundidos, pero Margarita ignoró las miradas, acercándose a Ana para envolverla en un abrazo fuerte, cargado de afecto, para luego dejar un beso en la mejilla de Luca— Gracias por todo, ¿Sí? Nos vemos cuando nos veamos.
— Para Mar, vení. —Ana sacó su teléfono del bolsillo trasero de su pantalón y se lo tendió a Margarita— Anotame tu número de teléfono, después te voy a mandar un mensaje para que agendes el mío, por si las dudas. —y así lo hizo, la chica de amarillo dejó su número agendado en el teléfono de Ana colocando "Mar, tu amicha" junto al emoji de una margarita— Yo ya te escribo para que te quede registrado, cualquier cosa me avisas ¿Sí? No importa lo que sea, si necesitas algo me escribís o me llamas y vemos como te puedo ayudar.
Margarita sonrió enternecida— Gracias Ana, sos un solcito amoroso. —las dos se dieron un último abrazo, y Ana vio como Margarita salía de la cocina dejando a los dos hermanos solos.
— Te noto demasiado preocupada por lo que le pueda pasar a Margarita una vez que salga de acá. —la voz de Luca llamó su atención— ¿Te dijo algo?
Ana apretó sus labios en una delgada línea, moviendo su cabeza de un lado a otro para indicarle que no a su hermano— Tengo una sensación rara en el pecho, no sé como explicarlo, pero siento que no todo lo que Margarita dijo al momento de su presentación es verdad, y que no tiene las cosas tan fáciles como nos quiso hacer creer para entrar.
Y Ana no se equivocaba, porque tan solo un par de horas después la vida le dio la razón. Un grito escapó de sus labios cuando la puerta principal de la casa se abrió de golpe, tomándola por sorpresa y provocando que tirara la caja que tenía entre sus manos, las cosas que tenía dentro volando para todos lados.
— ¿Margarita? ¿Qué pasó? ¿Qué haces acá?
La chica de amarillo se acercó a ella corriendo— Ana, ¿viste cuando me dijiste que si necesitaba ayuda vos podías darme una mano? Bueno, necesito esa mano ahora.
— ¿Qué fue ese ruido? ¿Ana estás bien? —la voz de Daisy resonó en el hall de entrada de la casa, deteniendo sus pasos en seco al ver a Margarita y a Ana en el medio del mismo— ¿Qué hace Mar acá? ¿Qué pasó?
— Después les explico, pero necesito que me escondan, rápido. —rogó, mirando con temor la puerta principal de la casa por la cual acababa de entrar. Daisy y Ana se miraron unos segundos, y esa simple mirada fue suficiente para saber que ambas pensaban lo mismo.
— Vení conmigo Margarita. —Daisy tomó la mano de la chica de amarillo y la llevó por las escaleras para buscar un lugar donde esconderla— ¿En qué andas metida?
— Ay, es una historia larga, larguísima. Una novela de mil días... —fue lo último que escuchó Ana viendo como las dos chicas desaparecían por las escaleras.
— Carla, por favor vos no digas nada de todo esto. —Ana miró con ojos suplicantes a la chica que se encontraba limpiando las escaleras, un suspiro aliviado escapando de sus labios cuando la mujer asintió con una sonrisa, asegurándole que no iba a decir nada de nada.
Mientras Daisy la ayudaba a Margarita, Ana se puso a juntar todo lo que había salido volando de la caja por el susto, cuando la puerta se volvió a abrir de golpe provocando que Ana pegara otro grito, de forma instintiva llevó las manos a su boca para taparla. Frente a ella se encontraba Yamila que trataba de detener a un hombre que miraba por todo el hall desesperado.
— ¿Qué hace, señor? ¿A dónde va? —preguntó Yamila siguiéndolo de cerca. Ana se levantó del piso, volviendo a tomar la caja, ahora completa, entre sus manos. Colocándose al pie de la escalera, justo cuando por su lado pasaban algunos de los hombres de seguridad de Delfina— ¿Están seguros de que no la vieron?
— No, nada. —respondió Paolo.
— Está mintiendo, si la pandillera esa vino para acá. —espetó una mujer con anteojos.
Yamila la miró alzando una ceja— Si le están diciendo que no la vieron entonces no la vieron. Son empleados de confianza, señora. A ver, Ana, ya que estás acá, o vos Daisy. —por el rabillo del ojo, la chica de los rizos vio que Daisy terminaba de bajar la escalera parándose junto a ella— ¿No vieron una chica que entró acá de casualidad?
Las dos se miraron un segundo, para luego volver a mirar a Yamila— ¿Una chica? No, la única chica que entró es Ana, que trajo esta caja de afuera. —señaló la caja que Ana tenía en brazos— ¿Vos Ana, viste a alguna chica? —la de los rizos negó con su cabeza, encogiéndose de hombros.
— Estas chiquitas están mintiendo, Margarita entró acá y hay que encontrarla, es una fugitiva. Y si ustedes dos la ayudan también van a estar en problemas.
Ana alzó una ceja— Le estamos diciendo que no entró ninguna chica, señora. La chica esta que dicen ustedes... ¿Margarita era? —cuestionó como si no reconociera de quién hablaban— ¿No es la chica esa que tenía el pelo como yo, todo con rulos? Probablemente me vieron de lejos y me confundieron con ella, porque después de que Delfina la rechazó ella se las tomó. Por ahí tiene que cambiar el aumento de los anteojos, vio que uno cuando llega a viejo ve mucho menos.
— Mira chiquita, no te hagas la viva conmigo porque...
— Bueno, ¡basta! —exclamó Yamila viendo que la conversación no iba a ningún lado— Vamos a hacer así, ustedes dos —señaló a los de seguridad— van a revisar de nuevo, con ellos dos al lado, por favor. —los dos hombre de seguridad subieron las escaleras siguiendo al hombre y a la mujer que venían en busca de Margarita. Fue entonces que la mirada de Yamila recayó en Daisy y Ana, notando que ambas tenían intenciones de irse de ahí— Quietas ahí, las dos. Ustedes no estarán mintiendo para encubrir a Margarita, ¿No?
— No Yamila, ya dije que la única chica con rulos que entró fue Ana, creo que sé reconocer a mi mejor amiga cuando la veo. —explicó Daisy con voz tranquila.
— Además, por qué querría venir ella acá, Delfina ya la rechazó, incluso si le rogara que la aceptara no va a conseguir nada. Delfina no es conocida por su benevolencia ¿no? —Yamila suspiró, era imposible hablar con ellas dos cuando se complotaban de esa forma.
— Las estoy vigilando. —las dos asintieron sonriendo hasta que Yamila desapareció del hall, y fue entonces que soltaron el aire de golpe, aliviadas de que habían zafado la situación.
— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Daisy en un susurro, sin saber cómo seguir.
— Ahora vos te vas a ir al Hangar porque Delfina va a terminar con la selección de los becados. Mientras yo me voy a preparar unas cosas que necesito antes de ir a buscar a Margarita, rogando que ninguno la encuentre antes que nosotras. —respondió la de los rulos, también en susurros— ¿A dónde la escondiste?
— En el altillo, fue el único lugar que se me ocurrió que no es tan concurrido acá.
— Listo, cuando termines con todo lo de la beca subí que ni bien termine de preparar todo subo yo también, ¿sí? Éxitos Daisy, seguro entras.
nota de la autora:
quizás estoy tardando un poco en meter más interacciones directas entre ana y rey, pero posta quiero que su relación vaya a un ritmo tranquilo y normal, no quiero apurar las cosas porque no quiero que vaya a los pedos como en la serie que a los cinco capítulos ya lo tenes a merlín medio diciendo "sos el amor de mi vida" kjjjj.
no quiero que para el capítulos diez ya estén chapando y en pareja, aparte *pista* probablemente acá sea un "él cayo primero y encima fuerte" mientras que ella está medio en negación.
estos primeros capítulos van a ser tranquilos en ese sentido, más como para meter a ana y los otros personajes originales en la historia, involucrarla con los personajes, crear vínculos en general.
así que eso ahre, ojalá les guste!!
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