chapter seven
— Cada plato tiene una cinta con el nombre de la persona a la que le corresponde el plato. —Margarita le dio la indicación a una de las mozas.
— No se olviden de no poner cosas naranjas cerca de Romeo, él tiene una jarra de jugo de manzana para él. —agregó Ana entregando otro plato.
— ¿Y esto? —Ada observó confundida los platos que había sobre la mesada de la cocina, todos diferentes, cada uno especial. — ¿Ahora que hicieron?
— La récompense du triomphe, Ada. (La recompensa del triunfo)
Ana sonrió al escuchar a su amiga hablando en francés— A Margarita se le ocurrió la idea de prepararles una comida especial a los chicos, como una recompensa por todo el esfuerzo que le pusieron a las presentaciones. Luca nos consiguió todos los ingredientes que necesitábamos y con Mar nos pusimos manos a la obra.
— ¡Pero que lindo detalle! —exclamó Ada observándolas enternecida— ¿Y se acordaban el gusto de cada uno de los chicos?
— Obvio tía, entre las dos armamos una lista con los platos que podíamos cocinarle a cada uno teniendo en cuenta sus gustos.
— Zeki es vegane, así que le preparé un falafel. —comenzó Margarita. — Sasha está en pleno crecimiento, así que mucha proteína. Y pollo al curri para Única. —agregó soltando una risita al ver la cara de sorpresa de Ada. — Después tenemos a Merlín, que por lo que vi en sus publicaciones... —Margarita sintió la mirada de Ana y Luca sobre ella, sus mejillas tornándose rosadas— Le gustan las empanadas árabes.
— Para Mei un plato muy colorido lleno de verduras y pollo, sin sal. Otto ama las pastas, así que le hicimos unos sorrentinos caseros con una salsa riquísima. A Ciro le gusta mucho la tarta de atún, así que le preparamos una individual para él, y a Rey... —Ana aclaró su garganta, tratando de ignorar las miradas de su hermano y Margarita— A Rey le gusta mucho el clásico de la milanesa con puré, así que tiene una buena milanesa de carne con un puré de papa bien cremoso. Cada uno tiene ese plato que tanto le gusta, como un mimo al corazón.
— Me parece una idea hermosa, y ustedes unas personitas hermosas por tener este gesto con los chicos. —los tres sonrieron de forma radiante ante el cumplido de Ada.
— ¿Qué pasó? —Ana miró confundida a una de las mozas que volvía con un plato intacto, más precisamente el plato de Romeo, un plato que no tenía mezcla de colores y la comida que había era toda hervida, tal y como le había indicado la hermana del muchacho. — ¿Había algo malo en el plato de Romeo? ¿Me confundí en algo? —la preocupación era evidente en su voz.
— ¡Yo sabía que esto iba a salir mal! —exclamó Ada que acababa de terminar de hablar con otra de las mozas.
— ¿Qué pasó Ada?
— Romeo se fue.
— ¿¡Eh!? —soltaron los tres chicos— ¿Cómo que se fue, tía? ¿A dónde? —agregó la de ojos chocolate.
— Renunció a la beca Ana, dejó su lugar en el programa.
La noticia cayó sobre Ana como un baldazo de agua, no podía creer lo que su tía acababa de decirle. Había hecho todo lo posible para que Romeo quisiera permanecer en el programa, para que se sintiera lo más cómodo posible, para que el cambio fuera lo más suave posible para él, y había fallado de manera estrepitosa. Su mirada se tornó borrosa al pensar en lo terrible que Romeo debía haberse sentido como para terminar tomando esa sensación.
— Ana, mi chiquita, no me llores. —le dijo Ada, acercándose a ella para abrazarla al ver como sus ojos se había tornado cristalizados por las lágrimas acumuladas. — No fue su culpa, ustedes hicieron todo lo que podían para ayudarlo a adaptarse.
— Claramente no fue suficiente, tía. —farfulló la chica con frustración. Margarita que estaba de pie a su lado la abrazó de costado, apoyando su cabeza en su hombro con suavidad.
— Tienen que haber alguna forma de hacerlo volver, Romeo se ganó su lugar y merece estar acá igual que los demás.
— Parece que Delfina le va a decir algo a los chicos. —Luca llamó la atención de las tres mujeres, ya junto a la ventana de la cocina viendo como la mujer se encaminaba hacia la mesa. Rápidamente las tres mujeres se colocaron junto a él, para ver que les decía la mujer.
— ¿Y? ¿Qué tal? —al parecer la mujer estaba en vivo, porque tenía a Yamila grabándola con su teléfono.
— Gracias Delfi, son unos genios. —empezó Mei con entusiasmo— Nos prepararon nuestros platos favoritos, ¿cómo sabían? —Ana no pudo evitar sonreír al escuchar a la chica, la menos algo había salido bien.
— Sí, ¡al fin pude comer comida vegana con gusto a algo! —los demás rieron ante el dramatismo de Zeki.
— Que lindo que hayan disfrutado. —empezó Delfina— Les quiero hacer una pregunta, porque me parece que no... ¿No se dieron cuenta de que hay una silla vacía? Romeo renunció a su beca y se fue a su casa, y ninguno de ustedes se dio cuenta de nada, ¿no? —la mujer apoyó sus manos en el respaldo de la silla vacía donde se suponía que debía estar Romeo. — ¿Qué hicieron? ¿Cómo puede ser que justo cuando están trabajando el desafío del bullying hacen sentir tan mal a alguien que se quiere ir a su casa? ¿Qué hicieron? ¡Qué desilusión! ¡Qué decepción!
La mirada de Ana se pasó por todos los que estaban en la mesa, muchos lucían incómodos con las palabras de Delfina, algunos tenían expresiones cargada de culpabilidad, y para sorpresa de Ana uno de ellos era Rey. Incluso si el chico trataba de ocultarlo se notaba en sus ojos y en su postura lo culpable que se sentía, las palabras de Delfina llegando directo a él y en su cabeza resonando las palabras que Ana le había soltado la noche anterior. Frente a él estaba Única, que lucía totalmente indiferente, incluso parecía fastidiada con las palabras de Delfina, como si fueran una pérdida de tiempo, y Alaska a su derecha estaba actuando de la misma forma.
— Yo no voy a ser la mecenas de un grupo de chicos que segrega a sus propios compañeros, esa no es la misión de este lugar. —Ana no podía creer que estaba coincidiendo con Delfina Santillán y el discurso que le estaba dando a los chicos, parecía un día lleno de sorpresas— Por otro lado, creo que tienen una muy buena oportunidad entre manos. Así que les voy a anunciar el próximo desafío. —el ceño de Ana se frunció al escuchar eso, ¿ahora qué tenía en mente esa mujer? — El próximo desafío es traer a Romeo de vuelta.
— ¿Qué? —cuestionó Ana entre susurros.
— Pero si fueron ellos los culpables, que vayan ellos a pedirle perdón. —Zeki señaló el lado de la mesa donde estaban Única, Rey y Alaska.
— No, Romeo estaba en tu equipo, y se sintió tan incómodo que se fue. Así que vos también sos responsable, igual que todos los demás. Como todas las acciones tienen consecuencias, vamos a hacer lo siguiente.
— Esto no me gusta nada. —susurró Luca mirando con preocupación a su hermana.
— A mí tampoco, ¿está usando el mal momento de Romeo para ponerle un poco de condimento a la competencia? Me parece un horror, una bajeza total. —se quejó la de ojos chocolate, Margarita a su lado apretó sus labios en una delgada línea, queriendo ver a donde iba la idea de Delfina.
— Vamos a hacer lo siguiente, o Romeo vuelve a formar parte del certamen o uno de ustedes pierde la beca. —las quejas de los chicos no se hicieron esperar, todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, diciendo lo injusto que les parecía la decisión de Delfina.
— Siento que su intención no es mala. —dijo Margarita. — Quiere darles una lección.
— Pero no es la forma Mar, está usando lo que le pasó a Romeo de una mala manera. No tiene por qué volver su dolor, y el mal momento que está pasando, un show para que sus seguidores se enganchen o la alaben por tratar de darle una lección a todos. —Ana soltó un suspiro frustrada, Delfina tenía formas de hacer las cosas que no iban para nada con su forma de ser, Ana sabía que había otras formas para tratar el tema sin recurrir al sensacionalismo y al morbo de la gente.
Cuando ya todos los chicos se habían levantado de la mesa para ponerse a discutir como podían hacer para que volviera Romeo, aprovechando que la cocina había quedado vacía, Ana sacó su teléfono del bolsillo de su delantal buscando un contacto específico para hacer una llamada.
El tono sonó varias veces hasta que finalmente alguien respondió del otro lado.
—Hola, Clara... Soy yo, Ana. —comenzó con su voz cargada de duda, no sabía cuál iba a ser la reacción de la chica ante su llamada. — Perdón que llamara, probablemente me querés mandar a la mierda por lo que pasó con tu hermano acá y estarías en todo tu derecho, pero antes de que lo hagas quería saber cómo está Romeo.
— Hola Ana. —escuchó la voz de la hermana de Romeo al otro lado de la línea, pudo oírla soltar una risita— ¿Por qué te mandaría a la mierda justo a vos? Vos no hiciste nada malo.
— Pero tampoco pude hacer que Romeo se sienta cómodo como para querer quedarse, tendría que haber hecho más.
— No Ana, hiciste todo lo que pudiste. Es más, estuve hablando con Romeo y por todo lo que me contó creo que fuiste la que mejor lo hizo con él, Romeo me habló muy bien de vos.
— ¿Cómo sigue él?
— Traté de hablar con él, para ver si quería cambiar de opinión y volver, pero no hubo suerte, dudo que vaya a volver o por lo menos no todavía, no después de las actitudes de mierda que tuvieron algunos con él.
— Perdón por eso. —murmuró Ana con pena.
— No tenes que pedir disculpa por las cagadas que se mandan los demás Ana, vos no hiciste nada malo, hiciste todo lo que pudiste por ayudar a Romeo y en mi casa apreciamos mucho eso. —le aseguró Ana.
— Ya sé, pero de todas formas siento que tengo que pedir disculpas. Romeo es un dulce de leche, no entiendo por qué de las actitudes de los demás, sigue siendo uno más de nosotros solo que con algunas particularidades respecto a sus gustos, no entiendo el por qué tratarlo de esa forma.
— Porque es diferente y lo diferente no gusta, pero ya te dije, no tenes que disculparte de nada. —Ana suspiró, asintiendo levemente con su cabeza a pesar de que Clara no podía verla.
— Si Romeo llega a cambiar de opinión o si necesita algo no dudes en avisarme, si puedo ayudar lo hago. Porque dudo que Romeo me quiera ver si trato de ir a hablar con él.
— Gracias Ana, sos un sol. Y respecto a lo de venir a verlo... No estaría tan segura de eso, ya te dije que Romeo me habló muy bien de vos, tal vez tengas suerte.
Fue ahí que Ana sonrió con dulzura— Bueno, voy a ver si pruebo suerte, al menos para ver como está y si quiere que lo ayude con algo. Gracias Clara.
— Gracias a vos, Ana.
La joven de ojos chocolate cortó la llamada, recargando su peso sobre la mesada con sus codos apoyados sobre la misma, su mirada viajando a la puerta de la cocina donde había una figura de pie.
— Está mal escuchar las conversaciones ajenas, Rey.
— Perdón, quería hablar con vos y cuando llegué estabas hablando y no quería interrumpirte. —se explicó adentrándose en la cocina, acercándose a los taburetes y señalando uno de ellos, el que estaba frente a Ana— ¿Puedo?
— Siempre terminas haciendo lo que querés, incluso si eso molesta a los demás así que hace lo que quieras. —Ana se encogió de hombros, viendo como el chico de los ojos azul cielo se sentaba en el taburete. La chica creyó que en su rostro iba a tener esa expresión de confianza que tenía siempre, con esa sonrisa burlona y altanera, pero se equivocó, porque la expresión en el rostro de Rey distaba mucho de esa. Su mirada estaba apagada y esa sonrisa tan común en él estaba completamente desaparecida.
— ¿Estabas hablando con la hermana de Romeo? —el volumen de su voz era mucho más bajo de lo normal. Al ver que Ana asentía, el chico se removió en su lugar con nerviosismo— ¿Cómo está él?
— ¿Y a vos que te parece?
Rey no podía soportar el tono con el que Ana se estaba dirigiendo a él. Se había acostumbrado a que Ana fuera medio distante, pero al mismo tiempo amable y cordial, y que se dirigiera a él de esa forma tan fría no le gustaba en lo absoluto.
— Perdón, ya sé que la cagué. —comenzó pasando una mano por su rostro con frustración para luego desacomodar su pelo. — Fui un pelotudo y la cagué fuerte, yo... perdón.
La mirada de Ana se suavizó un poco, pero se mantuvo en esa postura— Sabes muy bien que no soy yo a la que le tenes que pedir disculpas Rey.
Rey asintió— Pero también mereces una disculpa por tener que ver esas situaciones, igual que los demás. —hizo una mueca con sus labios— Además dudo mucho que Romeo quiera verme como para aceptar una disculpa de mi parte, lo traté como el orto. ¿Si fueras él me perdonarías?
— Creo que me llevaría un poco de tiempo, pero estoy segura de que lo terminaría haciendo. —respondió Ana con tono suave. La chica lo miró fijamente por algunos segundos, notando como Rey jugueteaba con sus dedos nerviosamente— ¿Por qué trataste a Romeo de esa forma? ¿Por qué estás constantemente con esa actitud tan altanera y forra? No digo que no tengas confianza en vos y un poco de ego, ¿pero tener estas actitudes? —al ver que Rey no respondía, y que los segundos con la cocina en completo silencio seguían pasando, Ana suspiró— Perdón, probablemente pregunté de más, no tenes por qué responder. —se colocó derecha, dejando de recargar su cuerpo sobre la mesada.
— No tuve los mejores ejemplos mientras crecía, digamos que mi crianza no fue la mejor. —empezó el chico en voz baja, su mirada puesta en cualquier cosa menos Ana, le daba vergüenza mirarla— Sólo tengo como ejemplo lo que yo viví de chico y creeme que no fue muy bueno, no se lo desearía a nadie Ana. Así que te imaginarás que no sé cómo actuar de otra forma, cómo reaccionar de otra forma que no sea como lo hago. —fue entonces que su mirada se encontró con la de Ana, y esperaba ver una mirada de pena, cosa que Rey detestaba, pero no fue pena lo que vio en sus ojos, sino comprensión y apoyo. — No sé como tratar a Romeo, al menos no de una forma diferente a como me trataron a mi de chico.
— Bueno para empezar, creo que está bastante claro que de la forma en que lo hiciste no. —le dijo Ana con voz dulce, rodeando la mesada para tomar asiento en otra de los taburetes. — Hay que entender que Romeo es igual a nosotros, con la diferencia de que él siente y ve las cosas de una forma diferente. —comenzó a explicar bajo la mirada atenta de Rey— Romeo es mucho más sensible a los estímulos, tanto visuales como sonoros, y también a lo que es sensitivo, tiene manías, pero si nos ponemos a pensar todos las tenemos. —se encogió de hombros sonriendo y robándole una sonrisa a Rey que lucía un poco más relajado— Hay que tenerle paciencia, darle su tiempo y tratar de escucharlo y entenderlo, como todos tiene sus gustos y disgustos.
— ¿Cómo sabes tanto de esto?
— Porque me informé. Cuando supe que Romeo había sido elegido busqué la forma de comunicarme con su familia para saber qué cosas podíamos hacer y cuales no, para saber que recomendaciones seguir, que precauciones tomar. —se explicó la chica— Quería que se sintiera cómodo acá, que disfrutara de la experiencia y del lugar que se había ganado, pero no pude.
— Yo lo arruiné.
Ana hizo una mueca con sus labios— No te voy a decir que no colaboraste, porque claramente estás involucrado, pero tampoco fuiste el único en hacer algo o en no hacer también, porque a veces no hacer nada también tiene su impacto. Consciente o inconscientemente todos participaron y al final Romeo terminó cediendo a la presión y tomando la decisión que consideró correcta.
— Y ahora no quiere saber nada de volver, ¿no?
— Está un poco reacio a la idea, pero creo que, aunque sea chiquita hay una posibilidad de que vuelva.
Rey asintió, aclarando su garganta ligeramente antes de hablar— ¿Vas a ir a verlo?
— Es la idea, pero todavía no, creo que es mejor darle un tiempo para él. ¿Ya hablaron de lo que van a hacer para que vuelva?
El joven asintió, pero no se lo veía convencido— Quieren que vayamos todos a pedirle disculpas a la casa, dudo que funcione, probablemente se va a sentir sofocado si caemos todos juntos aparte de que dudo que justo nos quiera ver después de todo lo que pasó. —Ana asintió dándole la razón, pero la joven sabía que tenían que intentarlo, sobre todo después del ultimátum de Delfina. — Si llegas a ir a ver a Romeo yo... Deja, no importa.
— ¿Qué? Dale Rey, justo ahora te vas a venir a tirar para atrás. ¿Qué me ibas a decir?
— Si llegas a ir a ver a Romeo, me gustaría acompañarte, para tratar de pedirle disculpas a solas.
— Siento que eso va a ser un poco complicado, pero si su plan no funciona podemos intentar algo. Estoy segura de que Margarita se va a copar a ayudarnos, también quiere que Romeo vuelva.
Rey la observó con una sonrisita, un poco más animado de lo que estaba antes— Gracias Ana.
— Todavía no hicimos nada, así que todavía no hay nada que agradecer.
— No lo digo por eso, para mí ya hiciste algo. —se colocó de pie, colocando las manos en sus bolsillos, sus ojos sobre la chica que seguía sentada en el taburete con su cabeza en alto para poder verlo por la diferencia de altura— Me escuchaste, así que gracias.
Y sin decir más el chico le dedicó una última mirada para luego de la cocina con el objetivo de reunirse con los demás chicos becados. Ana se quedó en su lugar, un poco sorprendida con lo que acababa de pasar, pero con una sensación cálida en su pecho al repetir en su cabeza las palabras de Rey y al recordar la forma en la que la había mirado.
...
Su teléfono sonó indicándole que alguien del programa del Hangar Soho había iniciado un vivo, y al ver que se trataba de Única la joven decidió entrar para ver de qué se trataba, porque se suponía que tenían que estar buscando la forma de hacer volver a Romeo.
— Romi, amore. Si estás viendo esto, acá estamos todos tus amigos. —Ana arrugó su nariz disgustada al escuchar eso, si así trataba ella a sus amigos no quería imaginar como trataba a sus enemigos— Hicimos esto solamente para vos, esperamos que te guste.
La música comenzó a sonar y todos los chicos comenzaron a hacer una presentación cantando Corazones rojos, el tema que Margarita había utilizado en su presentación. Ana tenía que admitir que la presentación que habían organizado estaba linda, pero estaba segura de que no iba a surtir mucho efecto con el chico, podía ser un lindo gesto, pero carecía de sentimiento verdadero, era bastante superficial como para arreglar el problema y los daños que se habían generado. Además de que parecía que Única estaba aprovechando la oportunidad para simplemente figurar en el centro y poder hacerse ver.
Ya habían pasado varias horas desde que los demás se habían ido a tratar de conseguir que Romeo volviera y parecía que no había tenido frutos, por lo que pensó que era una buena idea poner su plan en marcha. Al ingresar a la cocina, la chica encontró a Luca y Margarita hablando entre ellos, parecía que el chico había dicho algo bastante gracioso porque Margarita reía de forma efusiva. ¿Se había perdido de algo? Igual no era el momento para involucrarse en la vida amorosa de su hermano y su amiga, había temas un poco más importantes en los que centrarse en ese momento.
— Ani, ¿necesitas algo? —Luca fue el primero en hablar, Ana lo observó con una ceja alzada, notando como Margarita desviaba la mirada.
— Sí, necesito que me hagas un favor, tengo una idea para tratar de levantarle el ánimo a Romeo y ver si puedo hablar con él. Primero voy a hablar con Clara, la hermana, para ver si están en la casa y si puedo intentar esto, y si me dice que sí voy a necesitar tu ayuda.
— Dale, no hay problema.
— Ay yo quiero ayudar también, me dio mucha pena lo que pasó con Romeo siendo que él es un dulce. —dijo Margarita con entusiasmo. — ¿Ya sabes que querés hacer, Anichi?
— Sí, tengo unas ideas en mente. Hablo con Clara y les digo cómo seguimos.
Y así fue. Ana habló con Clara y la familia de Romeo para saber si estaba bien que la chica fuera y le llevara un regalo al joven, contándoles las ideas que tenía en mente para saber cuál de ellas era la mejor.
— Necesito que vayas a comprar esto Lu, hice una listita con algunos materiales y acá te dejo un poco de plata pagarlo. —el joven leyó el listado con atención— ¿Decís que podés conseguir todo?
Luca asintió sonriendo— Sí, hay una librería bastante grande en el centro, y a unas cuadras está el otro negocio, en un rato te consigo todo. ¿Hay que traer algo más aparte de esto?
— No, eso solo, hablé con la familia de Romeo para ver que idea les parecía mejor y terminó ganando esa opción.
— ¿Te puedo acompañar, Luca? —la pregunta de Margarita tomó a Ana por sorpresa, viendo como la chica le sonreía a su hermano que no había podido evitar ponerse un pelín rojo.
— Eh sí, si querés no tengo problema Mar. —respondió el chico de los rizos dorados colocándose de pie— ¿Vamos?
— Vamos. Nos vemos en un ratito Ana, ¿cualquier cosa me llamas?
— Sí, vayan nomás. —una sonrisita floreció en los labios de Ana viendo como ambos salían de la cocina hablando de algo que no llegaba a escuchar pero que estaba claro que interesaba a los dos por lo metidos que estaban en la conversación. — Ahí claramente está pasando algo, y yo banco mucho. —habló sola soltando una risa.
La chica acordó encontrarse con ambos en la cuadra donde estaba la casa de Romeo, para acortarle el camino a su hermano y Margarita, y hacer las cosas un poco más rápido. Y como no tenía el número de Rey para comunicarse con él, optó por escribirle a Daisy para que le pasara su mensaje al chico y le dijera que si todavía quería participar de lo que habían hablado más temprano lo esperaba en esa ubicación.
Cuando Ana llegó a la esquina de la casa de Romeo notó que su hermano y Margarita ya estaban ahí esperando, y para su sorpresa los dos estaban con unos cucuruchos en sus manos, además de la bolsa con las cosas que le había pedido Ana. Y unos pasos más atrás estaba Rey, su cuerpo recargado contra la pared mientras miraba su teléfono, pero al escuchar sus pasos lo guardó en uno de sus bolsillos y se acercó.
— ¿Está rico? —preguntó al llegar, sonriendo al ver como los dos se miraban para luego verla a ella— Gracias por traerme uno, yo no quería igual un helado para mí.
Ana soltó una carcajada al ver como Margarita le daba un golpe en el brazo a Luca— ¡Te dije que le teníamos que haber traído uno a ella! —al ver que Luca se reía, la chica de la boina bufó— No te rías vos también.
— Te estoy jodiendo Mar, ¿consiguieron todas las cosas?
— Sí, está todo ahí adentro. —Luca le tendió la bolsa— Margarita agregó algunas cosas que le parecieron que iban a gustarle a Romeo. —Ana observó con curiosidad el interior de la bolsa, sonriendo al ver los agregados de Mar que iban a juego con lo que ella había elegido. Al escuchar que Luca carraspeaba, Ana alzó su mirada, observándolo confundida hasta que vio que su hermano señalaba con su cabeza a Rey que hasta ese momento se había mantenido en silencio— ¿Y este?
Ana colocó sus ojos en blanco— Tiene nombre, Luca. Rey habló conmigo antes para saber si podía participar, quiere pedirle disculpas a Romeo por todo lo que pasó. —tanto Luca como Margarita observaron sorprendidos al chico porque no esperaban ese gesto de su parte en absoluto, no después de todo lo que había pasado. — ¿Segura de que no querés venir Mar?
— No, creo que lo mejor sea que solo una de nosotras hable con él y vos fuiste la que tuvo la idea, lo mejor va a ser que hables vos Ani. —le explicó Margarita sonriendo— Dejale mis saludos y que si necesita algo puede contar conmigo, podés dejarle mi número de teléfono si necesita a alguien para hablar, ya saben que a mí me encanta hablar.
— Sí, no nos dimos cuenta. —murmuró Rey ahogando una risa al ver la mirada indignada de Margarita, mientras los hermanos intentaban no reír.
— Bueno, los dejo con sus helados. —se despidió de Luca y Margarita, para luego mirar al joven de los ojos azul cielo— ¿Listo?
— No, pero ya estamos en el baile, así que bailemos. —dijo respirando profundo para seguir a la chica hasta la casa de Romeo, donde Rey ya había estado cuando habían intentado hablar más temprano con todos los chicos.
Ana se acercó a tocar la puerta, golpeando despacito para no sobresaltar a Romeo si andaba cerca de la misma, y segundos más tarde fue Clara quien la abrió, una sonrisa apareciendo en su rostro al ver a Ana pero que decayó ligeramente al ver a Rey. Antes de que la hermana de Romeo pudiera decir algo, la chica de los rizos chocolate la detuvo. — Viene a disculparse, en serio, te juro que si no confiara en sus intenciones no lo hubiese traído para que me acompañara. —soltó de forma acelerada la joven para tratar de explicar la presencia de Rey junto a ella, porque estaba más que claro para los dos que Clara sabía que Rey era uno de los involucrados con más culpa. — Puedo pasar yo primera, y si Romeo lo acepta después puede entrar él también, pero no lo vamos a forzar a nada, ¿no?
Rey asintió rápidamente— Solo quiero pedirle disculpas, sé que tuve una actitud de mierda con él y no se merecía que lo tratara así. Por favor. —rogó el chico. Ana podía sentir el calor que emanaba su cuerpo gracias a lo cerca que estaba de ella, tan solo un paso detrás, por lo que la chica tuvo que alzar su cabeza para poder ver al chico directo a la cara, notando la sinceridad en su mirada.
— Pasen, antes de que me arrepienta.
Ana soltó un gritito de emoción que le robó una sonrisa a Rey, mientras los dos ingresaban a la casa— Gracias Clara, posta muchas gracias. Rey vos te podés quedar acá mientras yo hablo con Romeo, si acepta que pases te aviso para que subas conmigo, ¿te parece bien?
— Sí, sí, está bien.
La chica siguió las indicaciones de Clara, mientras él por su parte se sentaba en uno de los sillones del living, jugueteando nerviosamente con sus dedos, pensando en cómo podían salir las cosas. Rey sólo esperaba que la idea de Ana funcionara.
Al llegar a la puerta de la habitación, Ana golpeó la puerta con suavidad viendo a través del cristal el interior de la habitación donde Romeo estaba junto a una pecera. Cuando el chico escuchó el ruido, se giró notando la figura de Ana y haciéndole una seña con su mano le indicó que podía pasar.
— Hola Romeo, gracias por dejarme venir a verte.
El chico la observó con curiosidad, su mirada posándose en las bolsas que Ana tenía entre sus manos— Mi hermana me dijo que querías hablar conmigo.
— Sí, quería saber cómo estabas después de lo que pasó en el Hangar.
— Te anticipo que no voy a volver, Ana. —la chica dejó las bolsas a un lado.
— ¿Puedo? —preguntó la joven señalando la cama donde Romeo había tomado asiento, no queriendo ser muy invasiva con su espacio. Cuando el joven asintió, la chica tomó asiento con cuidado. — No vengo a obligarte a que vuelvas Romeo, voy a estar de acuerdo con la decisión que sea que tomes. Pero me gustaría hablar un poco con vos antes de que tomes tu decisión final, ¿podemos?
Romeo tardó unos segundos en responder, pero cuando lo hizo provocó que Ana sonriera— Está bien.
— Yo sé que lo que pasó no debe haber sido fácil y por eso tomaste la decisión que tomaste, pero tenes que saber que los chicos no son malos. —Ana pensó en el grupo que había sido seleccionado por Delfina— O bueno, por lo menos la gran mayoría no lo son. —agregó pensando en Única y Alaska— Lo que pasa es que a veces hacen cosas que pueden lastimar los sentimientos de los demás, incluso si no es a propósito. Y puede que ahora mismo sus actitudes no sean las mejores, pero con un poquito de ayuda y explicándoles como son las cosas, demostrándoles en qué se equivocaron, lo que hicieron mal, pueden cambiar para bien. —Romeo la miraba con mucha atención, escuchando cada una de sus palabras— Aunque no te voy a mentir, ese cambio no va a ser instantáneo, porque nadie puede cambiar de un día para el otro. Por eso creo que deberías volver, no solo porque es un lugar que te ganaste con tu talento, y que además se nota que es algo que querés y que disfrutas un montón, y que te hace bien, sino porque también les vas a hacer muy bien a los demás chicos.
— No entiendo a qué te referís. —dijo el chico, sus ojos denotando la confusión que estaba experimentando.
— Ellos tienen muchísimo que aprender de vos, Romeo. Todos tenemos mucho que aprender de vos, incluso los que están mirando desde sus casas con los vivos que hacen siempre y todo lo que transmiten para que la gente pueda verlos. —dijo Ana con suavidad.
— Pero yo no soy maestro, Ana. Yo no enseño nada.
La chica sonrió negando con su cabeza— No, ahí es donde te equivocas. Todos somos maestros de algo, incluso sin darnos cuenta, y todos aprendimos de alguien. Quizás todavía no te das cuenta de eso, pero con el simple hecho de ser vos y de mostrarte como sos ya le estás enseñando muchísimo a los demás, todos los días sin darnos cuenta aprendemos algo gracias a los demás cuando ni siquiera están tratando de enseñar ese algo.
— ¿Estás segura de eso? Yo no creo que pueda hacer nada que cambie las cosas.
— Estoy muy pero muy segura. Lo mejor que podés hacer es hacerle saber a los demás lo que te pasa, Romeo. Lo que sentís, lo que te gusta, lo que te lastima. Cualquier cosa que sientas tenes que expresarla.
— Igual ya te dije que yo no iba a volver.
La chica asintió, soltando un suspiro— Y yo te dije que iba a estar de acuerdo con cualquier decisión que terminaras tomando, pero de todas formas me parecía necesario poder hablar con vos de todo esto. —Ana tomó las bolsas que había dejado a un lado, tendiéndoselas al chico— Estos son para vos.
Romeo tomó las bolsas confundido, porque no imaginaba qué podría haber adentro de estas. Con mucho cuidado, con ayuda de Ana, las abrió para comenzar a sacar lo que había en ellas, sus ojos abriéndose con sorpresa y su rostro iluminándose al ver lo que había adentro. Varios sets con materiales artísticos, materiales que Ana había visto a Romeo utilizar los pocos días que había estado en el Hangar, junto con algunos que creyó que podían gustarle y otros que había elegido Margarita. Y además de eso había algunas cosas para el cuidado de sus ajolotes, Picasso y Frida, esos de los que le había hablado a Ana en su momento, explicándole algunos datos curiosos e interesantes sobre ellos que la habían hecho sonreír. Le parecía tierna la forma en la que Romeo hablaba de ellos, se notaba el afecto que les tenía.
— ¿Por qué me trajiste todo esto? ¿Cómo sabías que me iba a gustar?
— Te escuché, te presté atención y hablé un poco con tu hermana y tus papás para que me dieran su opinión y el visto bueno, quería estar segura de que las cosas te iban a gustar y además ser útiles. Aunque no todas fueron mi idea, algunas las eligió Margarita. ¿Sabes de quién te hablo?
— Sí, Margarita Martínez, la chica que no quedó y hablaba de forma rara.
Ana soltó una risita— Esa misma. Y también tuvimos ayuda de mi hermano, Luca... Y de Rey.
— ¿Dijiste Rey? ¿Rey participó en esto? —Romeo sonaba completamente incrédulo y Ana no lo juzgaba, entendía por completo la reacción del chico, sobre todo después de todo lo que había pasado y lo mucho que el chico de los ojos azul cielo había estado involucrado.
— Sí, incluso vino conmigo, está sentado abajo porque no quería invadir tu espacio. Quiere disculparse con vos Romeo, entiendo si no lo querés ver o no querés aceptar sus disculpas, pero parece sincero con sus intenciones de disculparse por todo lo que pasó. —Ana hizo una pausa, notando como Romeo analizaba sus palabras— Si vos lo permitís puedo decirle que suba con nosotros para que se disculpe, después está en vos si querés aceptar las disculpas o no, nadie te va a obligar a nada.
— Necesito tu opinión. —Ana lo miró atenta, asintiendo para que continuara hablando— ¿Crees que vale la pena darle esta oportunidad?
— Creo que siempre vale la pena darles una oportunidad a las personas, al menos para escuchar lo que tienen que decir, y si después de eso no querés aceptar sus disculpas o lo que sea que hayan querido decir estás en todo tu derecho, pero al menos los escuchaste y les diste la chance de explicarse, ¿no te parece?
Romeo se removió nervioso— Bueno, que suba. ¡Pero que no toque nada! —Ana soltó una risita al escuchar eso, viendo como Romeo se ponía a acomodar las cosas que le habían obsequiado.
— Quedate tranquilo que no va a tocar ni hacer nada sin tu permiso, ya vuelvo, lo voy a buscar ¿Sí?
— Bueno.
Cuando Ana volvió al living se encontró con un Rey que movía si pierna de arriba abajo nerviosamente, con su mirada perdida en un punto de la habitación.
— Rey. —llamó su atención, provocando que el muchacho la mirara un poco desorientado— Romeo aceptó que subas, con la condición de que no toques nada sin su permiso. ¿Vamos?
El joven de los ojos azul cielo se colocó de pie, sintiendo los nervios recorriéndolo de pie a cabeza, pero tratando de tranquilizarse se acercó a Ana para que lo acompañara hasta la habitación de Romeo— ¿Podés estar ahí adentro con nosotros? Estoy seguro de que Romeo se va a sentir más cómodo si vos estás ahí, y la verdad es que yo también me sentiría más tranquilo con vos ahí.
— Sí, no hay problema. —Ana golpeó la puerta, indicándole que había regresado— Permiso Romeo, ya estamos acá. Si te parece bien me voy a quedar con ustedes mientras hablan.
— Sí, me parece bien.
Siguiendo a Ana, Rey se adentró en la habitación, mirando a su alrededor y notando todas las cosas que Romeo tenía en su habitación, la mayoría de esas relacionadas al arte, a la pintura y a las esculturas que realizaba.
— Romeo... Creo que Ana te dijo por qué estaba acá, ¿no?
— Sí, dijo que venías para tratar de disculparte. Pero todavía no sé si te voy a perdonar o no, me dijo que si quería podía no perdonarte, pero que valía la pena escucharte.
Rey asintió— Está bien, Ana tiene razón, con que me escuches es suficiente. ¿Me puedo sentar? —preguntó señalando una de las sillas que había en la pieza del chico, y al ver que Romeo asentía tomó asiento con cuidado de no mover ni tocar nada— Ya sé que con los demás vinimos hoy para tratar de disculparnos, aunque no quisiste vernos, e incluso se les ocurrió la idea de armar una presentación para vos, aunque no sé si la viste.
— Sí, la vi. Había algunos un poco descoordinados, pero creo que estuvo bien para ser una de las primeras que organizaron todos juntos. —tanto Ana como Rey no pudieron evitar sonreír con diversión al escuchar el comentario de Romeo.
— Bueno, gracias supongo. —dijo Rey sonriendo— Pero quería venir por mi cuenta a pedirte disculpas por las cosas que hice y dije, no tendría que haberte tratado de esa forma. Fui un tarado, hice cosas que no te merecías y que te lastimaron, y eso estuvo mal de mi parte. —hizo una pausa, mirando a Ana en busca de apoyo, en busca de aceptación, y al ver que la chica asentía con su cabeza continuó— Estás en todo tu derecho si no querés aceptar mis disculpas, si me querés mandar a la mierda una vez que termine, si no querés volver al Hangar después de todo lo que pasó, pero no quería quedarme sin pedirte disculpas por todo lo que hice y también en representación de los demás, que estoy seguro de que tampoco tenían malas intenciones. —por el rabillo del ojo Rey notó como Ana sonreía ante sus palabras, lo que provocó que él también sonriera un poco— Y también quería decirte que no creo que tengas que abandonar tu lugar en el Hangar, te ganaste esa beca por tu talento, así como lo hice yo y también los demás, estoy seguro de que hay mucha gente a la que le gustaría estar en tu lugar. —alzó su mirada para posarla en Ana, que rápidamente desvió la mirada— Y creo que la mejor forma de honrarlos es ocupándolo y defendiéndolo de la mejor forma posible, con tu talento y tus ganas de demostrar todo lo que tenes para dar.
Cuando Rey finalizó, la habitación quedó en silencio. Tanto él como Ana se quedaron mirando a Romeo, a la espera de que dijera algo, lo que fuera. Varios segundos pasaron de esa forma, segundos que para Rey fueron como horas de completa agonía, hasta que finalmente Romeo habló.
— Creo tus disculpas, las acepto y agradezco que hayas venido, todavía no sé si estoy listo para perdonarte, pero gracias. —Rey asintió, lo entendía por completo, Romeo estaba en todo su derecho y si se ponía en su lugar estaba seguro de que habría dicho algo similar, o incluso habría dicho que directamente no aceptaba las disculpas— Pero sigo firme en mi posición, no voy a volver al Hangar.
Un suspiro escapó de los labios de Rey, su mirada azul como el cielo buscando la mirada chocolate de Ana, la joven se encogió de hombros dándole a entender que no había nada más que pudieran hacer. Habiendo dejado todo en claro los dos se despidieron de Romeo y de Clara, que les agradeció el haberse acercado para hablar con su hermano y haberse disculpado.
— ¿Por qué me mandaste toda la información por medio de Daisy hoy? —la pregunta de Rey mientras los dos volvían al Hangar la descolocó un poco.
— ¿Probablemente porque no tengo tu número y sí tengo el de Daisy? —Rey detuvo su caminar y sacó del bolsillo de su pantalón su teléfono, tendiéndoselo a Ana, que lo miró confundida— Es para que agendes tu número Ana, así después te mando un mensaje y vos agendas el mío, si me tenes que decir algo me lo podés decir directamente a mí. —la chica asintió, tomando su teléfono para abrir el teclado numérico y teclear su número, agendándolo en los contactos del chico. — Gracias, después te escribo para que te quede registrado mi número.
Luego de eso los dos se quedaron en un silencio tranquilo y cómodo, caminando uno al lado del otro, las pocas cuadras que quedaban para llegar al Hangar Soho.
Al llegar, Rey se dirigió a donde estaban los demás chicos, esperando a que Delfina fuera a hablar con ellos mientras Ana se dirigía a la cocina. El sonido de su teléfono indicándole que había recibido un mensaje.
Gracias por dejarme acompañarte y por acompañarme, Ana.
Y si te quedaste con las ganas, cuando quieras podemos ir por un helado.
Ana negó con su cabeza, colocando sus ojos en blanco, pero con una sonrisita en sus labios. Y desde donde estaba Rey podía verla, una sonrisa también apareciendo en sus labios al ver la reacción de la chica.
Esa simple reacción de Ana se sentía como una gran victoria para Rey.
nota de la autora:
yo sé que rey en la serie no hizo nada de todo esto, pero quería darle un poquito más de desarrollo a ese cambio en las actitudes de rey porque siento que en la serie de un capítulo para otro él ya se llevaba bien con todos cuando nunca pidió una disculpa ni nada, y me pareció una buena idea ir agregando esas cosas y que sean un poco por la buena influencia de ana.
de paso aprovecho para agradecer que lean la historia, que le den bola y hasta que comenten, no se dan idea de lo feliz que me hace leer sus comentarios, me hacen reír mucho con las cosas que ponen a veces, posta gracias!!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro