·Página Uno - Capítulo Tres - Nene Kusanagi·
"Señorita Kusanagi...?"
La peliverde se giró, bufando ante tal interrupción.
"Qué requiere, señor Hoffenstauffen? Es algo que requiera de mi atencióm inmediata...?"
El consejero pareció ligeramente ofendido, pero se lo pasó por alto, a Nene, probablemente acostumbrado a la difícil actitud de esta.
"Se le requiere" enfatizó la palabra. "en una reunión." suspiró. "Ya sabe... digamos, que estamos ante el inicio de un conflicto armado a gran escala, señorita General..."
La otra rió burlescamente, dándole poca importancia a las palabras del consejero de Kamui-sama.
"Bien, ahora voy. Pero antes, conteste mi pregunta, por favor..." su usualmente seria y fría cara se torció en una sonrisa que no auguraba nada bueno. El consejero se retorció en su sitio, incómodo. "Bien... pues, si lo sabe, que seguramente sí... podría decirme donde está Rui...?"
El señor Hoffenstauffen pareció asombrado.
"Imaginaría que usted lo sabría... En todo caso, me dijo el señor Charlemagne que le dijo la jefa cocinera que le dijo-" vió la cara que Nene le dedicaba, y decidió saltarse esa parte. "Me dijo que Kamui-kun se había ido a Salzberg... a relajarse, o algo. Al menos eso le dijo Mizu- o sea, Kamui-san a todo el mundo..."
Iba a decir algo más, pero para cuando abrió los ojos, Nene Kusanagi ya no estaba.
El consejero, ahora verdaderamente frustrado y molesto, se marchó también, dirección de las cocinas, murmurando alguna cosa sobre lo poco respetuosos que eran los jóvenes de 'hoy en día'.
Nene Kusanagi era, aunque muy jóven, una figura prominente en el campo militar, famosa por su terqueza, seriedad, poco sentido del humor, su habilidad para camelarse a la gente, engañarla, o 'seducirles', además de su don para los disfraces.
Una persona que sabía engañar a cualquiera, incluso a ella misma. Y era algo que hacía muy frecuentemente, más que por el simple hecho de practicar, para intentar convertirse en ella misma en alguien más parecido a un robot, eficientemente eficaz, obediente e infalible, alguien casi inhumano.
La crueldad, la falta de empatía y el sacrificio, tanto propio como de otros, no le eran conceptos ajenos. Haría lo imposibble porque sus misiones fueran fructuosas.
"Kusanagi... te esperan en la sala de reuniones..." murmuró Mizuki.
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