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·Página Uno - Capítulo Seis - Emu Otori·


CAPÍTULO SEIS
Emu Otori

"Tsukasa Tenma Kagamine..." suspiró Emu. "Qué demonios hicisteis tú y Kamui-kun ayer...?" le miró, casi como decepcionada.

Tsukasa sonrió, cansado.

"Preguntaría como lo sabías, pero estoy acostumbrado a tu 'intuición innata detectivesca'..." le miró, cuestionándola. "Ahora que lo pienso, como es que decidiste entrar en el ejército, y no en las fuerzas secretas- o como demonios le hayan decidido llamar ahora."

Emu le miró, parcialmente asqueada con la mera sugerencia de hacerlo.

"Me estás llamando una-" sin acabar la frase siquiera, podía ver la reacción confundida de Tsukasa. "Dios, eres idiota. Vivimos en una sociedad homófoba y misógina, que desprecia a las mujeres, y a cualquier persona que sea 'diferente'."
Tsukasa la mió, urgiéndola a que continuara hablando, explicándole sus razones.

"Pues... para sonsacarles la información a la gente sobre la cual debemos informarnos, se nos envía a las mujeres... dormir con ellos, en muchos casos."

Tsukasa asintió.

"Comprendo..." su semblante se puso serio. "Entonces, quieres decir que tú prefieres ordenar la muerte de personas inocentes en una guerra injusta y estúpida, solo por agrandar un poco el país, antes que sufrir tú?" ahora él parecía realmente airado.

Casi sin poder hacer nada por controlarse, Emu le cruzó la cara.

Tsukasa pareció dolido, y sin más que decir, en completo silencio, se marchó de la habitación. Emu le siguió con la vista, y tras un minuto, le vió salir del palacio de los Drunoiss.

Emu empezaba a sentirse culpable, y, más frustrada de lo habitual. La ira se apoderó de ella.

Corrió hacia su cómoda, al lado de su cama, donde ambos habían estado conversando, sentados.

Abrió el compartimento inferior, y se encontró con un montón de cartas, la mayoría, de ensayos que había tenido que hacer para la escuela.

Sacó todo, dejándolo en el suelol, y tratando de sacarse de la cabeza los pésimos recuerdos de los años anteriores.

Cuando todo se encontró vacío, con su mano, jugeuetó en el interior oscuro del cajón, y trató de encontrar un botón. Lo encontró, y se abrió algo.

Metió la mano, y tras encontrarlo, la sacó lentamente. Algo brilló.

Sin la menor duda, acarició el cuchillo, y con él en mano, salió corriendo.

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