·Página Uno - Capítulo Ocho - Rui Kamui Megurine·
CAPÍTULO OCHO
Rui Kamui Megurine
"Recuerda, hermanito..." sonrió Mizuki. "En el momento en el que vuelvas, me vas a contar todo."
Rui sonrió, asintiendo, y sujetó entre sus manos el puñal que Mizuki le había dado como regalo de Kamui-sama, además de también un sable, ceñido ya a su cinturón.
Era un bonito pedazo de metal brillante, con un pequeño lacito azul marino y un cordón dorado, que colgaban del puño del sable. En momentos normales en el país, no habría destacado demasiado, pero en la actual guerra en la que estaba, valía demasiado.
Se subió a la pequeña aeronave que le esperaba para despegar, y dirigirse hacia Kurushimi.
"Además de- bueno-" Mizuki se acercó a Rui. "Hacer cosas con Tsukasa..." una sonrisa satisfecha se formó en su desde hacía varios días siempre-apesumbrado roestro. "además de eso, recuerda que vas a Akuninaru a hacer negociaciones."
Rui asintió de nuevo, sabiendo que no iba a poder pronunciar ninguna palabra correctamente, se encontraba demasiado emocionado para lograr eso.
"Bueno, supongo que te alojarás en la Embajada de Satralis, no? Recuerda, está al lado de la Plaza de Armas, a un minuto del palac-"
"Sí, Mizuki, lo sé." rió Rui, su traviesa sonrisa felina iluminando el espacio, inmerso en la lluvia que caía.
Mizuki levantó el pulgar.
"Cuídate, jirafa gorda!" le gritó. Rui la miró por última vez, y se subió a la aeronave.
Se sentó detrás del piloto, aseguró su cinturón, dejó el compartimento con sus pertenencias a su lado, y trató de dormirse.
Sintió un súbito golpe, y la aeronave por fin despegó.
Tras varios minutos en el aire, Rui seguía sin poder dormirse, pero siguió con los ojos cerrados, por si lo lograba.
Dejó de oír al piloto moviendo las palancas de la aeronave, y en cambio, el sonido fue reemplazado por los sonids de cuero frotándose contra tela, y alguien moviéndose.
Entonces, el silencio volvió a reinar en el espacio. Momentáneamente.
Antes de que Rui pudiese reaccionar, unas manazas le inmobilizaron, cogiéndole del cuello, y de las manos. Abrió los ojos, aterrado, ahogándose.
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