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·Página Tres - Capítulo Tres - Nene Kusanagi·


La reunión finalmente terminó.

Nene esperó a que la sala se vaciara, y se levantó de su asiento.

Decidió acercarse a uno de los cuadros colgados en la pared de aquella sala, antiguo comedor, ahora una simple sala de reuniones usada por el consejo militar desde hacía varios años.

Nene se quedó observando el cuadro. Un cuadro, meramente otro de tantos que representaban al presidente y a su familia. Solo que para ella, este le era muy importante.

Realmente, no era un cuadro más, sino era uno en que salían tanto Mizuki como Nene, cogiéndose de la mano, sonriendo al presunto artista que había hecho el cuadro.

Nene se sintió horrorizada, o se habría sentido así, si no fuera que estaba demasiado acostumbrada a ver el cuadro, sentirse traicionada por si misma, y marcharse. También, era que se trataba a ella misma como un androide. Era su característica más destacable. Según ella misma, meramente existía para servir al presidente, a su familia y a su país.

"Maldita sea..." masculló la joven.

Se acercó de nuevo a la gran mesa de reuniones, y recogió una silla en sus brazos. La acercó al cuadro, por alguna razón hipnotizada más de lo habitual, y la apoyó en el suelo. Silenciosamente, descolgó el cuadro, y ocupó la silla, más seria de lo habitual.

Analizó el cuadro, minuciosamente, como intentando encontrar alguna razón o alguna cosa que pudiera resultar blasfema para el presidente, casi intentando encontrar una razón para hacer que el cuadro desapareciera de su vida por siempre.

Sin conseguir encontrar nada, bufó, estresada, y decidió devolverlo a su lugar original.

Su odio hacia Mizuki empezaba a crecer aún más, prácticamente cegándola por el odio que sentía hacia aquella persona que alguna vez consideró su mejor amiga, o según otras fuentes que intentaban derrocar al presidente, mucho más que eso.

Nene se sonrió.

Tampoco es como si se equivocaran demasiado al difamar eso. Se habían acercado, curiosamente, bastante a la realidad.

"Kusanagi-san! Como sigues aquí?" preguntó uno de los otros miembros del consejo militar. Era un chico, de unos 23 años de edad, uno que se había fijado en Nene, y según los rumores palaciegos, estaba enamorada del ser robótico. "Te apetece ir a tomar un café? Invito yo."

Nene, pensando que igual podría sacarle algo de información sobre sus propios destacamentos, aceptó la invitación que le había sido concedida por el joven.

Así pues, dejó de nuevo en la pared de la sala aquel cuadro que representaba la antigua amistad, ahora rota, de dos jóvenes primas.

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