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·Página Dos - Capítulo Seis - Emu Otori·



Sabía que Tsukasa tenía aproximadamente, por allí de las cinco, una reunión con antiguos amigos de ambos, pero que ella no había sido invitada.

Pero Emu sospechaba sobre ciertos aspectos de la reunión.

"Tsukasa no se puede quejar porque alguien le haga un favor..." murmuró, para nadie en concreto.

Siguió corriendo, hasta llegar a donde sabía que se iban a encontrar todos. Aún así, llegaba veinte minutos antes.
Se trataba de un bar de estilo occidental, con varias plantas colgando del techo, con paredes de linóleo amarillo, cuadros, mayormente frutales.

Cada mesa estaba separada del resto por cuatro paredes, brindando privacidad, siendo cada una una habitación a parte.

Emu entró.

Mirando raṕidamente a su alrededor, se fijó en la rendija de la ventilación. Así que es un bar de los antiguos... Sin muchas más ideas, le dió varios golpecitos estratégicos, y la rendija cayó al suelo. Emu reaccionó, con reflejos rapidísimos, y lo agarró con el pie, evitando el sonido ensordecedor que le hubiese delatado.

Como si la cosa no fuese con ella, entró en la antigua rendija, y la cerró. De alguna forma, la rendija no cayó, por lo que fuera.

Un suspiro de alivio escapó de sus labios.

No duró mucho.

Una persona entró en la habitación.

Y luego una más.

Se sentaron en la mesa.

El estómago de Emu se revolvió, causándole ardor.

Tan lentamente y silenciosamente como le fuera posible, reptó por el amplio canal de ventilación.

Llegó a la zona situada sobre la mesa.

Otra pequeña rendija le permitía ver lo que sucedía.

Dos personas.

Las dos que debían encontrarse con Tsukasa Tenma Kagamine, pero que no le daban buenas vibras.

Emu sonrió, siniestramente.

De alguna forma, inaudíblemente, retiró la susodicha rendija, y la situó a su lado. Mordió el cuchillo, y cayó.

Ni a Seiryuin Sakurako ni a Sakaki les dio tiempo de reaccionar.

Ningún sonido salió de sus gargantas. Lo último que vieron fue la psicopática sonrisa degenerada de Emu, y su propia sangre emanando de sus respectivos cuellos.

Emu abandonó la grotesca escena, y, por los mismos conductos por los cuales había caído de allí, salió, y al salir, cayó en un contenedor de basura que se encontraba al lado del establecimiento, y estaba rodeada de gatos.

Aún huyendo, llegó a escuchar los inconfundible gritos de horror de Tsukasa.

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