Sentía como el oxígeno dejaba de llegarle a los pulmones, y eso despertó su instinto de supervivencia.

Notó como otra persona salía del compartimento trasero de la aeronave, alguien que, en sus pensamientos frenéticos, Rui razonó que debía ser un cómplice del piloto.

Y ambos debían trabajar para alguna persona que quería que la guerra sucediese.

Esa segunda persona le cogió de las piernas, con las que Rui había estado dándole patadas al piloto de la aeronave. En cambio, ahora Rui empezó a mover el cuello, tratando de zafarse de las manazas que le ahogaban, y mordió el brazo de quien le estaba ahogando.

Este le soltó el cuello momentáneamente, gimiendo del dolor que le provocó el vicioso mordisco.

Rui aprovechó el descuido, y empezó a mover el torso, abalanzándolo contra el piloto, quien perdió el equilibrio, y cayó de bruces, con el golpe abriendo la puerta de la aeronave.

Rui le asestó un último golpe al hombre, quién cayó del vehículo, hacia una muerte segura. El otro hombre gritó, horrorizado, pero no soltó las piernas de Rui, e intentó cogerle también los brazos.

Rui los usó, ahora por fin libres, y le metió un golpe, dándoselo en la cara, en la nariz.

Sonó a fractura, y el hombre aulló por el dolor, soltándo a Rui. El pelimorado se escurrió, cogió el puñal, levantándose y poniéndose de pie, y se lo clavó al cómplice en el cráneo.

La sangre empezó a emanar del 'hoyo' de la cabeza, y el hombre se desplomó en el suelo, su cuerpo inerte, despojado de la vida que pocos segundos atrás había poseído.

Rui lavó el puñal en la ropa del hombre muerto, y lo volvió a meter en su funda.

Recogió el cuerpo del muerto, sintiendo náuseas, y lo metió en el compartimento que hacía de maletero, para que ya en Akuninaru lo inspeccionara la Embajada, y tratara de discernir su identidad.

Rui después se acomodó en la silla del piloto, tratando de recordar sus lecciones de vuelo.

Empezó a pilotar la aeronave, conduciéndola en la dirección en la que debía ir.
No hubo más problemas, y tras unos quince minutos más, llegó finalmente a Kurushimi, la capital de Akuninaru.

Aterrizó en el helipuerto de la Embajada de Satralis, y la primera persona a la cual reconoció fue a Tsukasa, quien trataba de disimular la emoción que sentía al verle allí.

Rui bajó, acercándose a uno de los guardias apostados en el helipuerto, les indicó que traía un cuerpo, y le ordenó que lo llevaran a identificar.