"Publicidad?" preguntó Mizuki, extrañada. "Qué, como 'luchemos por el futuro de los niños', o alguna cosa así?"

La respuesta de Mizuki dejó sorprendido a Rui, y la pelirrosa lo notó. He debido de dar en el clavo. Puso los ojos en blanco, como siempre, creyéndose un genio, eso no cambia.

"Diría que sí. Kamui-sam-"
Mizuki tosió, interrumpiéndole.

"Qué, acaso le vas a llamar siempre 'Kamui-sama', aunque estemos solo los dos, Rui?" debatió. "Es complicado, largo, y respetuoso. Y-" una pequeña sonrisa se esbozó en su rostro. "- creo que no le guardamos respeto alguno a ese tirano. O acaso me equivoco?"
Las comisuras de los labios del pelimorado se fruncieron, confusas, al igual que sus cejas.

"Y tú acaso siempre debes incluir la palabra 'acaso' en tus oraciones?"

Mizuki se lo tomó a broma, a pesar de que la reacción de Rui indicara que, efectivamente, no lo era.

"Entonces, no, probablemente no nos venderán en matrimonio. Aún." finalizó Rui, sonriendo cálidamente.
Como si saber que algún día lo harán fuera una buena noticia. Decididamente, es tétrico. Aunque viene de família...

"Pues nada, yo me voy a-" Rui se pensó qué decir a continuación, con tal de no horrorizar a su hermana. "A crear sistemas defensivos."
Sin esperar a que su hermana pudiese formular y comunicar su opinión sobre sus intenciones, el pelimorado se marchó.

Típico Rui. Es incapaz de tomarse nada en serio, más que sus propios inventos- y ocasionalmente Tsukasa.

Bufó, irritada, pero sabía demasiado bien que el carácter de Rui no cambiaría, sucediese lo que sucediese.

Tsukasa no sabe la suerte que tiene, pudiendo tener a Rui bajo control, dentro de lo que cabe.

"Pues nada, me voy a mi habitación."

No sabía muy bien a quién le hablaba, pero se sentía observada, lo cual le aterrorizaba. Tampoco es como si se lo pudiese contar a alguien, me tomarían por loca. Si es que a quien se lo dijera no pensaba que yo estaba fuera de mis cabales ya.

"Me voy a tomar un té- necesito uno, urgentemente..."

Las quejas de Mizuki no parecían llegar a oídos de nadie, pero la pelirrosa seguía en sus trece, segura de que algo, efectivamente, la observaba y escuchaba, aunque ella no supiese ni quién, ni desde donde, ni cómo, y especialmente, para qué.

Aunque si es mi padre, definitivamente es para tenernos controlados...

* * *