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·Página Cuatro - Capítulo Ocho - Rui Kamui Megurine·



El presidente movió la mano perezosamente, indicándole que se sentara.

Rui hizo lo que le indicaban, tratando de no parecer poco cortés o maleducado, y menos aún, sospechoso.

"De acuerdo..." bostezó Kaito, sin molestarse para cubrirse la boca. "Rui Kamui Megurine... tu padre te envía para que negociemos...?"
Rui asintió, mas al ver que Kaito le alentaba a seguir, se dió cuebta de que quería que le explicase qué quería negociar.

"Kamui-sama-" empezó, con un tono autoritario que denotase su confianza en sí mismo "ha enviado a un emisario para negociar la paz entre ambos países."
Kaito no pareció sorprendido, si no más bien divertido.

Lo de la paz debe parecerle algo tan ridículo... Y encima, que venga a decírselo alguien de tan solo veinte años, cuarenta menos que él... Por el amor de Kish, Padre está loco...

Kaito le ofreció una cara que debía de ser una sonrisa, aunque no lo lograba.

"Así que viene por una tregua, imagino, joven Kamui..." rió estrepitósamente, asustando a unos pájaros que se habían posado en el balconcillo de uno de los ventanales.

Rui deseó poder haber hecho lo mismo que ellos. Salir de allí. Escapar de aquel hombre.

Pero el pensamiento, la esperanza de que si lo conseguía, tal vez él y Tsukasa podían ser felices, juntos, sin una guerra que los separaba, le mantenía sentado en su sitio.

Esto es por Tsukasa.

"Exactamente." replicó Rui. "Primero de todo, usted habría de retirar las tropas que tiene alrededor de Satralis. Segundo, habría, también, de dejar la invasión de Hontōni, y-"
Kaito rió de nuevo, aún más alto, si era posible. Rui calló, y le miró, sintiéndose más incómodo que nunca.

"Y qué más? Acaso quieres que os regale la mitad del país como compensación, Kamui?" su semblante se endureció. "La sangre fluirá por los ríos, hasta que Hontōni esté bajo mi mando. Y a este paso- quién sabe, puede que todo Satralis acabe bajo mi poder..."
Rui reprimió las ganas que tenía de abofetearle.

"Tenma-sama, debe haber alguna cosa que podamos hacer, algo que nos sirva a ambos, no...?"
Kaito, con la misma pereza con la que le había invitado a sentarse anteriormente, le indicó que se marchara.

"No sé ni porqué accedí a tener esta reunión en primer lugar..." suspiró Kaito.

Rui se marchó, escoltado por los guardias, quienes le conducieron hasta la salida del palacio.

Allí, en medio de la calle, Rui no pudo evitar las de la lágrimas de impotencia.

Tsukasa... no hay nada que yo pueda hacer...

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