Jugando con sus sentimientos, eh, Tenma?

Una voz sonó en su cabeza. Un recuerdo revivió en su confusa mente.

Un niño pelinaranja, con no más que nueve años, tendiéndole la mano a uno de pelo bicolor azul, sentado en la escalinata de un edificio.

Estás bien, Tenma? De nuevo la voz del pelinaranja resonó en su cabeza, despertando antiguos recuerdos. O acaso esos campesinos de mierda- Toya se estremeció ante la palabrota -te han herido? Eran unos fanáticos, Tenma, acaso es eso?
El pequeño bicolor negó, lentamente, sin emitir palabra alguna.

El pelinaranja le miró, compasivamente. Eh, Tenma, si necesitas algo- aquí estoy. Si quieres, puedes llamarme Akito.

El otro niño levantó rápidamente la vista, asombrado.

Trató de decir algo, pero solo salió un murmullo, apenas audible.

Akito le sonrió de nuevo. Que te puedo llamar Toya, Tenma?

El Toya del pasado asintió.

El Toya en el carruaje lo hizo, también.

Pareció despertar de un sueño en el que se había visto inducido por una persona que le quería mal. Un sueño en el que le habían sumido hacía años. Uno que le había convertido en un servidor sumiso más de la persona que eso le había hecho.

Mi padre... Mi padre, o un-

Akito, porfavor, te necesito ahora más que nunca.

Escondió su cara entre sus manos, sollozando silenciosamente, las lágrimas manando a borbotones.

No sabía bien si eran lágrimas de miedo, desesperación, o de alivio y liberación. Se sentía libre.

Las cadenas, más literales que figuradas, con las que su padre le había encadenado a sí mismo, se habían esfumado.

Eso quería pensar.

Pero por mucho que en ese instante quisiera ir hasta el puerto, donde se oficiaba la ceremonia y se encontraban representantes de 4 países, la família presidencial, y su 'Padre', y clavarle una bofetada, no podía. Y sabía que si lo hacía, moriría.

Y no podía imaginar eso.

Vivir sin Akito. Akito. Akito. Akito. Ve- ve por Akito... Ve- díle que quieres marcharte con él- Una nueva voz se apoderaba de su mente, confundiéndole más de lo que ya estaba.

Una voz que sonaba dentro de su cabeza, pero también fuera. Una voz que se dio cuenta que era la suya.

"Ve- ve por Akito..." musitó, un hilillo de voz escapando de su boca.

Por varios segundos, pensó en hacerlo.

Pero si lo hago, acabarán descubriendo que mantenemos algo- y ese será el fin para ambos.