"R-Rui..." gimió Tsukasa, su cara roja, con los ojos cerrados, casi al borde de las lágrimas del placer.

Pero Rui planeaba seguir haciéndole esperar, dejándole aunque fuera la miel en los labios durante un rato, tratando de disfrutar cuanto más le fuera posible, mientras perdía la cabeza, y su virginidad.

"Aguanta un poco, querido..."

Rui sacó su miembro del ya no tan apretado agujero de Tsukasa. Estaba a punto de de coger la cabeza del rubio, y acercarla a su verga, con intención de que le diera placer, pero cambió de opinión, repentinamente, y decidió no hacerlo.

Volvió a agacharse, acercando su cara, esta vez, a su ano, y, arrepentido de su salvajez anteriormente, trató de hacerle disfrutar también a Tsukasa.

Lentamente, como si de un gato se tratara, empezó a lamerle el mismo agujero con el que segundos antes había estado jugueteando, como un niño con su nuevo juguete.

"Tsukasa... se- se siente bien?" murmuró Rui, apartando su boca del agujero momentáneamente. Sonaba entre avergonzado y arrepentido. "Lo- lo siento por lo de antes... actué como un s-"
Tsukasa se levantó, y apretó a Rui de nuevo contra su ano, obligándole a seguir con el movimiento.

"R-Rui... se sentía b-bien-" la voz de Tsukasa salía entrecortada, el placer ya tocaba demasiado su sentido común.

Rui, feliz, tomándose la reacción de Tsukasa como que no pasaba nada,. Y que aceptaba sus disculpas.

La lengua de Rui seguía moviéndose en el agujero, sintiéndose como en el paraíso. Por fin, tras años junto a Tsukasa, disfrutando de cada instante, estaba cumpliendo sus sueños.

Estaba manteniendo relaciones con Tsukasa, tras tanto planearlo, tras tantos sueños sobre este momento, por fin estaba ocurriendo.

Tsukasa se movió, y levantó. Sin dar más explicaciones, y sumido en el silencio, obligó a Rui a sentarse.

"Me toca complacerte a ti."
Acercó su boca al pene de Rui, y, dándole un beso, empezó a acariciarlo. Así se mantuvo durante varios momentos, tras los cuales, lo envolvió con sus labios, primero, y tras ello, con el resto de su boca, y su garganta.

"Gr-gracias, Tsukasa..." gimió Rui.

Más que los continuos gemidos del pelimorado, y los sonidos del roce entre el falo y las cavidades de la boca de Tsukasa, en la habitación se regía el más completo silencio.

Desde fuera, también, no entraba ningún sonido provinente de la calle. Ningúna persona. Era tarde, y todos estaráin en sus casas.

Tsukasa levantó la vista, y al ver la cara de Rui, dejó de chupar.

"Te dejaré venirte, más solo cuando estés dentro mía..." dijo lascivamente.