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000. the beginning

❛🏹⚔️▬ 「000. el comienzo」

1214

La pequeña Viserya de doce años había llegado a King's Landing por fin, como aún era pequeña, su madre se había negado en que fuera en su dragón.

Para ella el camino había sido una total tortura, odiaba los carruajes y más cuando habían tantos baches que lo único que provocaban era un malestar en su interior.

Cada año venía de visita, ya que al rey le encantaba ver a su nieta favorita, amaba a la pequeña tanto como amaba a su primogénita, ya que las dos eran tan iguales a su inolvidable amor, pero Viserya tenía un poco más de ella.

La pequeña niña iba corriendo hacia los aposentos de su viejo abuelo, mientras que detrás de ella iba la doncella a la cual su madre le había encargado la tarea de cuidarla y encargarse de que no se metiera en problemas.

Todas las personas que trabajaban en el castillo adoraban a la chiquilla, y como no, si era gentil, amable y sin duda una gran persona, no dudaban que cuando se volviera reina después de su madre, su reinado sería próspero.

Sin perder el tiempo abrió la puerta de par en par, alertando al hombre que se encontraba en una cómoda silla con su joven esposa parada a su lado.

Tan rápido como su cabellera plateada se hizo notar, se tiro a los brazos del cansado rey, el cual recibió el abrazo con todo el amor del mundo. Lo que más amaba de la pequeña, era lo cariñosa que era, no veía el mal en las personas y eso daba entender que era una niña tan pura, que ni siquiera sabía de la maldad que acechaba al mundo.

Al separarse un poco del anciano, el dejó unos cuantos besos en su regordetas mejillas, las cuales estaban algo coloradas por la carrera que había hecho, de tal manera Viserya le regreso los besos a su abuelo.

Vio su brazo faltan te, a lo que intento ocultar su mirada triste con una sonrisa más grande.

Estaba feliz, así se sentía, se sentía como cuando montaba Fyrax y eso significaba que de verdad estaba alegre.

─ Mi dragón plateado.

─ Mi abuelo dragón.

Viserya amaba llamarle de esa manera a su abuelo, era un apodo que sólo ellos tenían y amaban compartir una que otra cosa juntos, al igual que los secretos.

La reina a su lado los veía con una mueca de asco dirigida hacia ambos, pero más hacia la menor que ni notaba esto.

El agarre en sus manos se hizo más fuerte, no aguantaba estar ahí y respirar el mismo aire con una "bastarda", todas sus facciones eran de una digna descendiente de la antigua valyria, la mujer creía que en ella la sangre de Daemon Targaryen corría por su cuerpo, pero no estaba más que equivocada ya que en sus venas corria la fuerte sangre de los Strong.

─ ¿Dónde está mi tía, Helaena?─ preguntó la pequeña mirando a su abuelo y a la vez voltear a ver a la pelirroja.

─ ¿Dónde está ella, esposa?

La mujer que alguna vez fue la mejor amiga de su madre rodó los ojos con fastidio a la pregunta que le había hecho su esposo, no podía creer que tan poca era la importancia que le ponía a sus hijos, como para no saber que encontraba en sus clases con la zepta.

─ Deberías saber que ella ahora mismo está con la zepta, es tu hija, Viserys.

El mayor sólo la ignoro volviendo a ponerle atención a su nieta, no es que no les importaba sus hijos tenían a su madre y no lo necesitaban o eso es lo que él pensaba.

─ No importa que esté con la zepta, llévala con Helaena, no pasa nada si hoy no termina sus clases.

─ Pero, Viser-

─ Pero nada, lleva a mi nieta con su tía, deberías alegrarte de que por lo menos ellas se lleven bien.

En ese momento quiso tirar una carcajada, sentirse feliz de que su hija se relacione con una bastarda, claro que no, lo desaprobaba, odiaba la simple idea de ver a Viserya junto a sus hijos, al igual que los pequeños "Velaryon".

─ Cuando vuelvas, iremos a pasear por el jardín y haremos lo que quieras.

─ Está bien, abuelo.

Viserys se despidió de su nieta dándole un tierno beso en sus lindos y largos cabellos plateados.

La chiquilla seguía a la mujer la cual caminaba tan rápido como sus pies se lo permitían, la reina paró su andar una vez que llegaron a la habitación de su segunda hija.

Abrió la puerta visualizando a la mujer mayor enseñándole bordado a su niña, la platinada levantó la cabeza mirando a su madre y un poco atrás de ella a la pequeña de su sobrina.

La Hightower dejó su bordado a un lado mientras su rostro sostenía una linda sonrisa, su madre sintió un pequeño punzón en el pecho, su querida hija jamás le había regalado alguna sonrisa desde que se había convertido en una jovencita y eso le dolió.

─ ¡Tía, Helaena!─ exclamó la pequeña caminando a paso rápido hacia la joven que la esperaba con los brazos abiertos.

─ Es bueno verte de huevo, Vis.

Viserya la tomó del rostro, viendo que cada año su preciada tía se volvía más grande y más linda, sabía que cuando fuera adulta sería tan hermosa como su propia madre.

─ Tía, te ves muy linda.

Sus mejillas tomaron un color carmesí, algo que la hacía ver muy tierna, frente a Viserya, Helaena era la persona más linda, tanto ella como su extraña personalidad, pero aún así Vis la adoraba.

─ Creo que debería dejar que Helaena termine sus lecciones, ¿no lo cree princesa?─ cuestionó la mayor.

La niña se separó de su tía, como cualquiera ella tenía deberes y no debía distraerla de estos.

─ Tiene razón su majestad─ murmuró, pellizcando su mejilla entre sus dientes.

─ Nos vemos luego, sobrina.

La sonrisa en el rostro de la chica se había desvanecido como un reflejo en el agua al ser movida.

Viserya salió de la habitación, no sin antes regalarle una sonrisa a su tía, la cual tenía un deje de tristeza, su pequeña sobrina con la cual su relación era mejor que con su madre o hermanos, venía sólo una vez al año y no duraba mucho en King's Landing, cuando ella estaba eran los únicos momentos en donde se sentía realmente comprendida, a pesar de que la pequeña no siempre entendía las palabras que salían de su boca. Helena se sentía bien con ella, como si de verdad a alguien la quisiera.

─ La acompaño a sus aposentos, princesa.

Se dejó guiar por la mujer que era la esposa de su abuelo.

No odiaba a la mujer, ni la adoraba, apenas y la conocía. Había notado como algunas veces la veía de una manera desagradable, como si ella fuera una enfermedad que cada vez se hacía más grande.

La respetaba, pero no tanto como para creerla como la verdadera reina, la única que debía estar ahora mismo alado de su amado rey, debía ser su abuela, Aemma Arryn.

Su madre como algunas personas que la habían conocido antes de que ella y su hijo Baelon murieran, le habían dicho lo parecida que era a su abuela, claro que para Viserya era un total cumplido, por lo que su abuelo y madre le habían contado de ella, es que era hermosa tanto como en persona, como físicamente.

Ella conocía el camino, pero claro no había querido ser una grosera y decirle a la reina que no necesitaba ayuda, después de todo ese era su hogar y cuando su madre sea la reina, ella y su familia se mudarán a la fortaleza roja.

Sus aposentos eran los mismos que tenía desde antes de que se fuera a Dragonstone, no tenía ni una sola pizca de polvo, por lo menos la limpieza era diaria.

─ Como puede ver todas sus cosas han sido traídas aquí.

Claro que podía verlo, para algo tenía ojos.

Su mirada violeta se dirigió hacia la mujer de cabellos rojos, la cual seguía parada en la puerta mirando hacia otro lado, la reina dio dos pasos hacia atrás.

─ Nos vemos, princesa, si necesita algo no dude en decírmelo.

─ Muchas gracias, su majestad.

De todas las personas a las cuales podría decirles algo ella sería la última, no confiaba en ella desde antes y mucho menos cuando estaba decidida en arrancarle un ojo en vez de a su pequeño hermano, Luke.

Logró escuchar unos sonidos de a fuera de su alcoba, era como si alguien estuviese peleando, se asomo a la ventana en donde pudo ver la melena dorada de su tío Aemond, claramente era él, ningún otro tenía un parche en el ojo.

Aunque no quisiera admitirlo, ese toque lo hacía ver más masculino y algo atractivo, pero nadie lo sabría, sólo ella y sus pensamientos.

Decidió darle una pequeña visita, bajo por las escaleras, cada vez que se topaba con alguna doncella o guardia los saludaba con un sonrisa de oreja a oreja.

El aire de King's Landing la golpeó fuertemente una vez que estuvo afuera, fue al área de entrenamiento donde su tío se encontraba luchando contra un enemigo de paja.

Cuando llegó él ni siquiera se percató de ella, estaba tan entretenido en acabar con la vida de su oponente que al parecer era inmortal.

El joven de catorce años era mucho mejor con la espada de lo que era hace años, y claro que Viserya notaba eso, habían crecido, no lo suficiente, pero ambos habían cambiado en algunos aspectos.

El príncipe de un ojo se percató de que había alguien, haciendo un movimiento con su espada, apuntando hacia su sobrina, la cual se limitó a levantar las cejas con sorpresa y una sonrisa algo coqueta se había formado en sus labios carmesí sin darse cuenta.

─ Es de mala conducta espiar a alguien, mi princesa─ dijo, mostrando un rostro inexpresivo, tratando de aparentar la emoción que corroía a su delgado cuerpo.

Su relación jamás había sido como la que él tenía con sus otros sobrinos, a ellos los detestaba, pero a ella, jamás podría odiarla.

Aunque su madre le metiera cientos de cosas sobre Viserya, él jamás la vería de otra manera.

Ambos eran distintos, pero ambos eran dragones, el fuego corría por la venas de ambos, un fuego que llamaba para quemar todo a su paso, pero aún eran muy pequeños como para saberlo.

─ Mis disculpas, mi príncipe.

Aemond bajo la espada, examinando a la chiquilla con su ojo antes de voltear y volver a entrenar, jamás dejaría de hacerlo, hasta que fuera el mejor de los espadachines.

─ Por lo visto has crecido, Aemond.

Una corriente se disparo por el cuerpo del varón al escucharla pronunciar su nombre de esa manera, ni él mismo sabía lo que le estaba ocurriendo.

La ignoró, continuando con su rutina de entrenamientos, trataba de alejar todos los pensamientos que pasaban a la velocidad de la luz por su cabeza.

Pero al parecer serían difíciles de evitar.

─ Te has vuelto muy bueno con la espada.

─ Soy bueno en muchas cosas, princesita─ pronunció con burla.

Viserya rodó los ojos, odiaba ese apodo.

─ Podría decir algo, pero no me gustaría lastimar tus sentimientos─ fingió tristeza mientras hacía un puchero.

El platinado volteo a verla con la cara dura, si creía que alguien podía lastimarlo, estaba muy equivocada.

─ Nadie puede lastimarme ya.

La niña de doce años sabía a lo que se refería, después de perder algo tan importante, las demás cosas dejan de doler, pero como él había dicho esa oscura noche de tragedia, había tenido una gran recompensa.

─ ¿Ni siquiera yo?

14─16

Una Viserya de catorce años veía bailar a la multitud, esta sentada alado de su madre, la cual antes le había dicho que bailará, pero ella había rechazado esa idea, no era buena bailando y tampoco le gustaba.

La silueta de alguien se hizo presencia frente a ella, al igual una mano que esperaba a que la platinada la sostuviera.

Weylin Lannister, el hermano bastado de los gemelos. Viserya y él joven se habían vuelto grandes amigos, él la quería y ella lo apreciaba, era como un hermano para la rubia.

─ Mi lord─ habló, aceptando la mano del joven león, dando a entender que aceptaba bailar con él.

─ Princesas, príncipes─ saludo cortésmente.

La Strong le dio vuelta a la gran mesa de madera sin sonar la mano del caballero.

Sin darse cuenta de que una mirada molesta se cernía sobre ellos dos, pero alguien a su lado si se dio cuenta de la manera en que los veía y se burló mientras seguía bebiendo de su copa de vino.

─ Te ves muy hermosa hoy, bueno, siempre te ves así─ murmuró nervioso.

Viserya rió un poco, mientras ambos se ponían en posición para empezar con el baile que algunas personas llevaban bailando desde hace unos minutos.

─ Gracias, mi lord y usted también se ve muy bien hoy.

─ No soy un lord, lo sabes.

─ Aunque seas un bastardo lo eres, pero para reforzar ese título podrías casarte con una lady de una gran casa.

El rostro del Lannister se contrajo, él no quería a una lady, no quería a ninguna mujer de otra casa.

─ No quiero a ninguna lady, princesita.

Ese apodo le trajo recuerdos, rápidamente movió la cabeza tratando de hacerlos desaparecer.

Alado de ellos se posó una persona, al cual Viserya miró sorprendida, su tío, Aemond se veía hecho todo un manojo de nervios y no entendía porque.

El joven Aemond de dieciséis años quería escapar de ahí, pero era tarde, tenía cuatro pares de ojos mirándolo y si no hacía algo rápido, sería atrapado.

─ Me permite─ al parecer no utilizó un buen tono de voz, ya que esta había salido en un tono de orden.

─ Claro, mi príncipe─ dio una rápida reverencia, para luego irse entre la multitud.

Aemond, agarró a la pequeña joven para arrastrarla hasta la esquina del gran salón, entre toda esa multitud era difícil visualizarlos.

Aún así sus movimientos fueron captados por la madre del mayor, a la cual parecían que sus ojos iban a salirse en algún momento, hizo el ápice de levantarse, pero su acto fue detenido por su viejo esposo el cual estaba situado a su costado.

Él la miraba, sabía lo que callaban los ojos de los menores y si su esposa hacía alguna cosa, los dos serían infelices por el resto de su vida, así como lo era él.

Aquellos dos jóvenes bailaban sincronizada y lentamente, la mano del varón que estaba situada en la cintura de la más pequeña, estaba sujetada fuertemente y de vez en cuando dejaba discretas caricias en ella, que pasaban desapercibidas por la chiquilla.

Viserya se dio cuenta de que Aemond había tomado un poco de alcohol, el olor que emanaba, la hacía querer más de aquel aroma, como si fuera una adicción.

Al parecer alguien había tenido un pequeño empujón.

─ No sé si es mi idea o no, pero al parecer alguien no te quita la mirada de encima, tío─ su mirada estaba encima de una bella joven de cabellos castaños.

─ ¿Celosa?, no tiene de que preocuparse, no me interesa para nada la chica Baratheon─ su mirada recorrió todo su rostro hasta terminar en sus labios rosados y luego levantar su mirada para llevarla a sus ojos violetas.

Viserya revoloteo los ojos, trató de escaparse de los brazos de su tío, cosa que él impidió, le había costado tanto acercarse como para que ella se le escapase de las manos.

─ No deberías estar celosa, sólo puedo mirarte a tí, mi princesa.

No sabía si lo había dicho enserio, o sólo era el vino el que hablaba por él.

El bello rostro de Viserya se había vuelto mucho más rosado de lo que ya era gracias al rubor, movió una de sus manos tratando de soplar se la cara con su mano.

Su tío agarro su mano, entrelazando las, para llevarla a alguna parte del castillo donde sabía que nadie los molestaría, corrieron escaleras arribas entre tropezones y risas de total alegría.

Al llegar pudieron ver la bella luna que los acompañaba, pero aún así a Aemond le daba igual, porque sólo podía mirarla a ella.

Era como una flor, de esas que no crecen siempre, pero cada vez que lo hacen te llevas la sorpresa de que son cada vez más preciosas, así era su Viserya.

Su hermosa flor de luna.

Aemond se acercó a su sobrina, posó su mano sobre la de ella, a lo cual se limitó a voltear a verlo, sus miradas eran como el mismísimo fuego.

─ La luna está hermosa, ¿no lo crees?

Él dudo si debía decirlo, pero sino lo hacía ahora no lo haría nunca.

A veces valía la pena arriesgarse.

─ Yo creo que la luna debería sentir envidia de tu belleza, Viserya.

Sus ojos volvieron a juntarse, Aemond subió su mano hacia su rostro dejándola en el aire, no sabía si era correcto, hasta que ella misma se acercó su mano a su cálida mejilla dando un paso hacia él.

Él se acercaba con lentitud aún dudando de lo que iba hacer, dudando de todos los sentimientos encontrados que sentía, al estar a escasos centímetros de los labios del otro él le dijo algo.

─ Espero que recuerdes este beso por toda la eternidad─ susurró en los labios de su amada.

─ Lo haré.

Después de eso sus labios se fundieron en un tierno beso, Viserya no era una experta, pero trataba de hacerlo bien, mientras que Aemond era el que llevaba el ritmo, el cual cada vez era más apasionado, como si no quisiera soltarla nunca.

Al separarse para regular sus respiraciones, juntaron sus frentes viéndose a los ojos, queriendo recordar todo del otro, deseando ser en ése momento infinitos.

Escucharon ruidos venir de la escalera a lo cual se separaron rápidamente, ambos estaban en silencio evitando mirarse, ambos se sentía abochornados, sólo les quedaba esperar a la persona perteneciente del ruido.

Una cabellera castaña se hizo acto de presencia, Viserya abrió los ojos con un poco de sorpresa, no quería pensar en que tal vez su hermano menor los había visto hace algunos momentos.

─ Viserya, madre dice que ya debemos irnos a la cama─ comentó, sin darle una sola mirada al acompañante de su hermana, ignorando lo, lo cual era mutuo.

─ Sí, vayamos entonces─ sostuvo la mano de su hermano, pero antes de irse le dio una mirada al joven.

Los dos querían darse un último beso, pero eso no sería posible.

Ese fue el último momento que tuvieron juntos, desde ese día, Viserya no volvió a la capital, así transcurriendo dos años en los cuales Aemond anhelaba verla de nuevo.

Pero quien diría que se volverían a encontrar cuando ninguno de los dos se lo esperaba y los dos se darían cuenta de que la llama que ambos tenían, jamás que se había podido extinguir.

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