Capítulo 03.
En la casa del omega rubio, estaban todos reunidos en la sala, todos listos para abrir sus regalos de navidad, era el turno de Jimin de abrir su regalo.
—Oyee, ¡pijamas! —dijo en un tono de falsa emoción con una mueca mientras sacaba la pijama de su caja.
La pijama era cómo 5 tallas más grandes que la de él.
—¡Siii! Para que tengamos noche de omegas —dijo emocionada su hermana.
—Claro, noche de omegas, ¡yey! —le dio una sonrisa a su hermana omega antes de pararse y dirigirse a la cocina con la pijama aún en mano pero un carraspeo lo interrumpió a medio camino.
—Familia, Yoongi y yo les tenemos una gran noticia —dijo el alfa parándose en medio de la sala tomando de la mano a su omega que estaba a un lado de él viéndose a los ojos con enormes sonrisas pintadas en sus rostros.
—¡¿Quién quiere postre?! —preguntó emocionado Jimin.
—¡Yoongi y yo estamos esperando un bebé! —gritó emocionado el alfa abrazando a su omega que tenía un leve sonrojo en sus mejillas.
Todos en la sala comenzaron a gritar y a desearles lo mejor a la pareja.
—Dos fuera, ¡me falta uno! —gritó emocionada la madre del ojiazul con sus manos hacia arriba.
Jimin solo pudo abrir la boca en indignación.
—¡La mejor navidad de todas! —dijo feliz su cuñada Jinyoung.
—¡Vaya!, esto es asombroso, mi hermanito tendrá un bebé y dentro de poco se va a casar, y yo solo tengo esta pijama —dijo con un tono de voz entre feliz y decepción.
—¿De cuántos meses estás? —preguntó Eunha.
—Fuimos a un ultrasonido y nos dijeron que tengo 3 semanas de gestación —respondió el omega.
—¿Quieren ver las ecografías? —preguntó feliz el alfa.
Todos asintieron en respuesta emocionados.
El ojiazul solo veía a todos felices, comenzó a recordar cómo el alfa que le juraba amor eterno le decía que quería tener montones de cachorritos con él.
—Yo creo que iré a dormir —avisó Jimin antes de salir de la sala a trompicones y dirigirse a su habitación.
Los tragos le jugaron una mala jugada a su mente y el recuerdo se sintió cómo una puñalada para su omega, se sentía patético por haber creído en ese alfa y aún más al verse afectado todavía por él.
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—¿Cuándo planeabas decirnos que sales con alguien? —preguntó su padre omega tratando de no soltar un chillido de felicidad olvidando por completo el pastel en el suelo sobre su alfombra favorita.
—Es que yo... —no terminó la oración porque fue interrumpido por el omega.
—¿Cómo que ya tienes otro omega? —preguntó Sunghoon con un tono de voz bañado en celos y odio, una ceja alzada y los brazos cruzados.
—Oh, Sunghoon, es un gusto verte, pero, ¿qué haces aquí? ¿Jungkook te invitó? —preguntó confundido el omega más grande mientras le hacía un ademán a su alfa para que le ayudara con las cosas que tiró.
—Espera un momento, ¿tú no lo habías invitado, mamá? —preguntó aún más confundida Ryujin con una ceja arqueada.
—Yo, hmm, creo que será mejor que me vaya —dijo en un tono bajo al ser descubierto por los hermanos.
—Te estabas tardando —respondieron ambos alfas al mismo tiempo.
—¡Jungkook! ¡Ryujin! No sean groseros —regañó—. Sunghoon, si quieres te puedes quedar a cenar con nosotros —propuso amable.
—Gracias por la oferta, señor Jeon, pero creo que me tendré que negar, solo había venido para traerle un presente a Jungkook —dijo el omega sacando una caja de su bolso, el alfa apenas se había dado cuenta que lo traía—. Ten —le entregó una caja negra con un listón amarillo adornado la tapa.
Jungkook la aceptó dudoso y el omega se acercó a darle un beso en la mejilla, el lobo de Jeon gruñó en desaprobación.
—Llámame, no me molesta compartir —susurró sobre su oído para que solo él lo escuchara.
Ryujin hizo una mueca de asco y se dirigió de nuevo a la cocina donde su lindo omega la esperaba decorando las galletitas de jengibre que estaban haciendo.
Jungkook frunció el ceño.
—Nos vemos, Kookie —se despidió del alfa—. Hasta luego, señor Jeon, fue un gusto saludarlo —dijo amable antes de salir de la propiedad cómo si no hubiese hecho un númerito frente a Jungkook y su hermana.
—Hasta luego, Sunghoon —se despidió el padre omega—. Aún no entiendo cómo lo dejaste, es muy lindo —Jungkook se contuvo de rodar los ojos—. Pero eso ya no importa, ¿cuándo nos vas a presentar a tu omega? Lo quiero conocer —inquirió con un brillo en sus verdes ojos.
Ahí Jungkook supo que la había cagado, pero su orgullo era tan grande que no veía como una opción decir que lo que dijo había sido una total mentira para no quedar cómo un alfa patético delante de ese omega que lo sacaba de quicio.
—Muy pronto, es solo que, no está en la ciudad, es que salió con su familia, sí eso —dijo llevando una mano hacía su nuca un poco nervioso.
—De acuerdo, pero en cuanto llegue, lo quiero conocer —respondió feliz—. No te vas a salvar de esta, cachorro —dijo acercándose al alfa y apretando una de sus mejillas.
—Mamá, no me digas así, ya estoy grande —dijo él con sus mejillas rojas por cómo lo había llamado.
—No me importa, así tengas 100, siempre serás mi cachorrito —respondió el omega abrazando a su hijo y llenándolo de su dulce aroma a malvaviscos y galletas haciendo ronronear al imponente alfa.
Después del lindo momento, ambos se dirigieron a dónde se encontraba el resto de la familia terminando de preparar la cena.
—La cena ya está lista —anunció una sonriente Ryujin.
—De acuerdo, ahora hay que servir todo —dijo el omega mayor mientras se quedaba viendo a sus hijos y a su alfa—. ¿Qué esperan, alfas? Andando, pongan la mesa —ordenó con una bonita sonrisa a sabiendas de que su alfa y sus hijos no podrían negarse a su pedido.
—¿Y tú qué harás, omega? —preguntó el alfa más grande acercándose a su pareja para tomarlo de la cintura.
—¿Yo? No haré nada, alfa bobo —respondió con una sonrisa—. Mi omega y yo queremos que nos consientas un poco —pidió con un mohín en sus labios el cuál el alfa tomó entre sus dientes y unió su boca en un dulce beso afianzando más su agarre sobre la cintura del ojiverde.
—¡Papás! Vayan a su habitación —rezongó Jungkook a la pareja quienes se separaron con una gran sonrisa pintando sus rostros.
—Por Dios, Jungkook, has hecho cosas peores mientras nosotros estábamos en casa, ¿o creías que las paredes de tu habitación eran suficientes para que no se escuchara nada? —preguntó el padre alfa del rizado.
A Jungkook casi se le cae la mandíbula al suelo y sentía sus mejillas hervir por la vergüenza.
Ryujin soltó una sonora carcajada al ver la reacción de su hermanito.
—Y tú, Ryujin, ¿también creíste que eras muy silenciosa? —preguntó con una ceja arqueada el omega.
La alfa cambió su expresión drásticamente y su rostro se tiñó de un fuerte color carmín haciendo que sus padres soltaran una sonora carcajada por la reacción de sus cachorros.
Luego de esa bochornosa conversación, todos pusieron la mesa y se dispusieron a cenar entre bromas y risas brindadas por todos los integrantes de la familia.
La cena había sido maravillosa —sin contar la inesperada presencia de aquel omega—. Y ya había llegado la hora de abrir los regalos que esperan al pie del inmenso árbol de navidad que había dentro de la casa.
Cada quien recibió un regalo, Ryujin y Beomgyu habían recibido como obsequio un viaje a Francia y una reservación para una cena en el Pavillon Ledoyen, los padres de ambos alfas habían recibido un viaje todo pagado a México para que conocieran las playas de Cancún, y Jungkook había obtenido un anillo Border en oro rosa con diamantes y esmeralda
Los Jeon se jactaban de tener mucho dinero, y sus costosos regalos lo demostraban.
—Jungkook, ¿qué fue lo que te trajo Sunghoon? —inquirió curiosa la hermana del rizado—. ¿Seguro que dentro no hay una especie de amarre? —preguntó tratando de no reír.
—Ja ja, que graciosa, Ryujin —respondió sarcástico, pero también quería ver qué es lo que el omega le había dado, esperaba y no fueran de nuevo los horribles pantalones chinos de algodón de Louis Vuitton que el omega casi siempre le obsequiaba ya que eran sus favoritos.
Jungkook creía que el gusto de la moda de Sunghoon era pésimo, él prefería más la ropa de Gucci, Versace o Calvin Klein.
Abrió la caja y cómo si hubiese adivinado, ahí estaban los pantalones perfectamente doblados, los miró con una mueca de desprecio, los iría a cambiar al siguiente día, seguro le podrían dar otra cosa, ya no debía fingir que le encantaban esos regalos.
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