Capítulo 5
El infierno está vacío, los demonios están aquí.
Monstruo
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♪//Irene, Seulgi (RV) - Monster//♪
El silencio reina. Amo dejar a todos callados. Pero odio cuando otras personas quieren lastimar a los débiles. Mis pequeñas me observan con una sonrisa. No se las devuelvo, solo les doy una dura mirada, porque aunque las estoy defendiendo, es culpa de ellas que todo esto sucediera.
Las defiendo, pero no soy ciega.
Se que Seulgi es una arma de doble filo, pero también se que me teme.
—Entre mis intereses sólo está el de hacer lo que tú digas...
Me saca una sonrisa. También se que ama decirle a las personas lo que quieren escuchar.
—Vamos Seulgi, eres mejor que esto. Así que, entiende cual es tu lugar y no vuelvas a intentar hacerle algo a mis hijas.
Le doy la espalda luego de dar mi decreto. Camino hacia mi oficina, sabiendo que soy seguida por seis pares de pies. Entro, y me hago a un lado haciéndoles espacio para que no les resulte difícil entrar.
—Una a una. —me quejo al ver que aunque halla hecho espacio, siempre hacen lo que les da la gana y actúan como las niñas que son.
Entonces es cuando me escuchan y terminan entrando. Cierro la puerta y les indico que hablen. No hay que ser muy listo para saber que solo se acercan a mi cuando quieren algo.
—Maaaa. —le doy una dura mirada a Mía.
—Habla de una vez. —me quejo.
Suspira.
—Solo queremos quedarnos a ver qué tal es el duelo de Seulgi con el tal King.
Niego con la cabeza, colocando los ojos en blanco.
—¿En serio vinieron solo para eso? —cuestiono.
Todas asienten a la vez.
—Nos da curiosidad saber cómo es ese hombre misterioso.
Termino asintiendo con la cabeza.
—Está bien. Pueden ver. —acepto y comienzan a bailotear en sentido de victoria— Pero de lejos, que aún no se que tan peligroso pueda ser ese maldito.
Asienten emocionadas y cada una pasa a dejarme un beso en la mejilla para luego marcharse. Suspiro cuando me siento sola. Dejo caer mi peso encima del asiento. Hoy comienza el juego, del gato y el ratón...
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Aguardar a veces suele ser cansino, pero cuando vives como yo, aprendes a ser paciente, y a notar cosas que otros no. Me refiero a cosas, como el hecho de que el tío al que Hwasa se tiró, no deja de mirar su reloj y de mirar a todos lados como si buscara a alguien.
Llámenme paranoica, loca, o lo que quieran, pero algo me dice que eso no traerá nada bueno. Me levanto de mi asiento y camino hacia la licorera, saco un vaso, me sirvo, le hecho hielo, vuelvo a mi puesto. Continúo observando por minutos, casi horas, pero la espera termina, cuando Seulgi se sienta en mi lugar.
Un hombre se acerca. Se sienta justo al frente de Seulgi. Está vestido por completo de negro y lleva un cubre bocas a la par que unas grandes gafas negras que no te dejan detallar ni imaginar su rostro. Me encojo de hombros dándome un trago de mi bebida mientras presto atención. Ese desconocido debe ser King, así que quiero ver que tan bueno es apostando. Seulgi no está ahí por gusto, si se hace pasar por mi, es porque está preparada para hacerlo.
Dialogan. Seulgi mueve sus manos y habla con lentitud, pero tiene el velo puesto de nuevo y los guantes negros que debería no haberse quitado. Supongo que hablan de la forma en la que él quiere que apuesten. No importa cual sea, enseñé a Seulgi bastante bien, así que está lista para lo que sea que él escoja. Él levanta la cabeza hacia Hwasa, quien está justo en medio, le mira y por el movimiento de su barbilla, le habla, y odio que Junmyeon aún no llegue y me active el audio de estos trastos porque yo no tengo idea de cómo usarlos sin bloquear algo. Hwasa se marcha, pero vuelve segundos después, con un tablero de ajedrez en mano, y una caja con las piezas. No se por qué, pero creo que esto va a ser interesante.
Acomodan todo, y en menos de nada, ya están jugando, Seulgi las blancas, él las negras.
No se cuantos tragos me doy, pero termino con los hielos y con la bebida que tanto me gustaba. A la par de mis tragos, los movimientos de ambos van pasando, y sonrío al ver que Seulgi va bien, y que tal vez solo exageran al pensar a este tipo como alguien importante en el mundo de las apuestas. Me levanto de mi asiento de nueva cuenta al sentir como tocan la puerta. Abro, y veo con curiosidad a Junmyeon. Me hago a un lado dejándole pasar y luego cierro la puerta. Actúa precipitado y le miro con confusión.
—¿Qué ocurre Jun? —cuestiono acercándome al asiento en que estaba sentada minutos antes, y donde ahora se encuentra Jun.
Presiona algunas teclas y luego escucho perfectamente el audio de las grabaciones de la cámara.
—Creo que deberías verlo tú misma. —dice y luego se levanta de mi asiento, indicándome que vuelva a recostarme.
Lo hago, y comienzo a prestarle atención nuevamente a Seulgi y su apuesta.
—¿En serio te llaman el rey? —cuestiona mi suplente moviendo una de sus manos con gesto despreocupado.
Él en cambio se mantiene callado, y a todas estas me llama la atención que aún no se deshaga del cubre bocas o las gafas. Y todo pasa en segundos. Lo próximo que escucho es el grito ahogado que suelta Seulgi en una exclamación acompañada de una maldición.
—¿Pero... cómo? —cuestiona Seulgi a la nada, mientras puedo notar que se mueve nerviosa.
Miro a Jun con algo de molestia.
—¿Cómo mierdas le dejaron entrar con eso que trae puesto? —pregunto de malas maneras.
Mi hermano me observa con cara de mierda. Estoy tan exasperada que doy una patada a la mesa sin importarme lastimarme por el calzado.
—Nadie le vio entrar así. Los guardias aseguran no haber visto a entrar a ese hombre totalmente disfrazado.
Le doy una mala mirada para volver a fijar mi vista en la pantalla. Sé que Seulgi está nerviosa, pero lo que me preocupa no es el dinero que hallan perdido o algo así, lo que me preocupa es mi maldita imagen, el que alguien crea que ese imbécil en verdad le gano en una apuesta a Queen.
Trago saliva sintiendo la mano de Junmyeon en mi hombro, dando un pequeño apretón.
—¿Te parece si ya dejamos el show y llamas a la verdadera Queen para que me de lo que quiero? —la voz es baja, y juraría que mis oídos escuchan mal.
Continúo expectante, pero ahora, con los ojos cristalizados de impresión, diciéndome que todo es sólo una casualidad.
—¿Qué? —se escucha la voz de Seulgi, pero mis ojos siguen fijos en la postura relajada que tiene el hombre que solo mira al frente, con los hombros rectos y sonando sus dedos contra la mesa de forma leve.
Suelta una risa y cuando se quita las gafas y también el cubre bocas creo que mi cuerpo colpasa y mi corazón late con fuerza. Alza el rostro poniéndose de pie.
—Solo soy un viejo amigo que está interesado en ver a la verdadera Queen. —dice, y casi por instinto, mira a la cámara que mis malditos lacayos aseguran que no se ve a simple vista.
Siento que desfallezco y que no puedo con mi cuerpo, ni con la coraza de hija de puta que cargo desde hace tres años, ni con mi propio peso.
Ese monstruo... otra vez aquí...
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