La realeza

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Los clubes nocturnos son la vida para muchas personas. A veces algunas hasta enloquecen solo por ir a alguno. Si algo aprendí en el poco periodo de entrenamiento que tuve, es que tengo que fingir que también moriría por ir a uno.

Las apuestas son lo que se llevan y también son algo que hace que todo el mundo enloquezca. Mis superiores me adviertieron sobre ello y me hicieron pasar por grandes cursos para saber todo lo necesario. Incluso me habría parecido rídiculo pensar que algún día estaría colaborando con la justicia. Pero necesitaba hacerlo, para limpiar la imagen de mi padre, el ahora alcalde de Seúl. Logró llegar a un acuerdo con la policía de Seúl, y terminaron cediendo a darme la libertad condicional solo si accedía a colaborar con la policía como un agente encubierto en una misión en Daegu, lugar en el que me encuentro.

Podría parecer algo descabellado tenerme a mi, un criminal, como agente encubierto, pero no puedo decir mucho al respecto, porque mi padre fue quien lo arregló todo. El agente que me acompaña, Bryan, un extranjero que trabaja para la policía de Seúl desde hace cinco años, es quien me explica todo lo que debo saber, y también, lo más cercano a un conocido en estos tiempos.

Escaneamos con la mirada el club nocturno al que entramos. Es un lugar de apuestas y sexo, el sitio al que todo criminal con intenciones de ganar dinero de la manera más divertida iría. Se reconoce el hedor a sexo, y la música lenta e incitante. Cada quien en su sitio, con su pequeño grupo de conocidos, bebiendo, fumando, toqueteándose entre sí. Bryan me palmea un hombro y me hace seguirle. Nos sentamos en un taburete frente a la barra y recostamos los codos a la misma mientras le pedimos al encargado que nos de unos shots. Mi compañero lleva mucho más tiempo en esta misión así que conoce más el entorno. Aunque, yo no he trabajado en vano, y en otros clubes nocturnos de apuestas, he dejado mi impresión, de hecho, una muy buena.

El encargado nos entrega los tragos le damos lo estipulado para luego probar dicho trago. Bryan vuelve a tocarme el hombro y con la barbilla me señala una de las mesas en las que hay varias personas.

—Son ellos, la realeza. —dice lo suficientemente bajo como para que solo yo le oiga.

Con disimulo escaneo el lugar con la mirada. Las luces de Neón les dan un toque fuerte y misterioso a cada persona que está en dicha mesa y que no hace nada extraño a simple vista, solo beber y reír mientras hablan. Solo hay dos mujeres, el resto son hombres que se encargan de mirar a todo el que pasa por su lado.

—Defínelos. —murmuro de vuelta.

—La rubia, Solar. —señala de nuevo esta vez con el pie, de forma leve y casi imperceptible— El peón favorito, es la que se encarga de atraer personas con una sonrisa e invitarles a jugar.

La miro. Es una rubia bastante bonita, no carece de curvas y como dice Bryan, parece ser simpática porque ríe por todo y no deja de sonreírle a todo el mundo. Está sentada encima del regazo de un tío, y ese no deja de apretarla contra sí, en señal de que es suya.

—Lee. Solo se le conoce por su apellido. Es uno de los caballeros, es el novio de Solar y por lo que puedes ver, es bastante posesivo. Se encarga de velar por la seguridad de todos ellos, pero además de eso, cómo su chica, es risueño e incluso parece agradable, de una forma u otra, tienes que cuidarte de él. —explica dándole un leve trago a su shot.

Dirijo mi mirada al otro tío, no carga a nadie encima, solo mira a todos con rostro serio y ríe de vez en vez.

—Y él... ¿quien es? —cuestiono.

Bryan le mira y luego reacciona como si hubiera recordado algo.

—Jun. Le llaman la torre. Es poco sociable, arrogante, y es uno de los mejores apostando. Se encarga de administrar el dinero y finge ser justo cuando lo ponen como medio en una apuesta, pero siempre estará de su propio lado, la realeza.

Solo queda una persona, una morena de cabellos rizados y de cuerpo exuberante. Es la que más ríe y también la que más bebe. Bryan sigue mi mirada.

—Hwasa. El alfil. Se comporta como una guerrera pero en realidad, al igual que Jun, es el perro faldero de alguien. Se encarga de llevar las cuentas y cobrar el dinero de las apuestas, envuelve fácil así que si algún día apuestas con ella ten cuidado, porque todos y cada uno de ellos son expertos en lo que hacen pero también lo son apostando.

Asiento con mi cabeza algo interesado. Porque cada descripción tiene algo en común y es que cada persona tiene un apodo, y cada apodo pertenece a un...

—¿Por que los miembros de la supuesta realeza son apodados como piezas de un juego de ajedrez? —pregunto curioso.

Me ha llamado bastante la atención ese detalle. Y en mi entrenamiento siempre dejaron claro, que alguien como yo, no puede tener dudas. Y eso... siempre me lleva a recordar que tampoco puede tener fallas, como yo, cuando acabé con Sunghye.

—Porque todos siguen y protegen a la misma pieza del tablero. —dice la voz del encargado detrás de nosotros.

Me doy vuelta mirándole curioso, parece haber escuchado nuestra conversación y se le ve bastante tenso.

—¿Quien es esa pieza? —cuestiono curioso y a la vez ansioso por saber la respuesta.

—Es su reina... Queen.

Sonrío, porque no es la primera persona que me menciona ese sobrenombre. Bryan se levanta susurrándome al odio que irá a divertirse un poco y yo asiento en su dirección, se lo merece. Vuelvo a dedicarle una mirada al encargado cuando veo que aún me mira.

—¿Y tú? ¿Quien eres tú? —me pregunta.

Sonrío nuevamente para mirarle a los ojos, esta vez con suficiencia.

—King.