14. Una vida por una vida.
❝No puedo salvarnos, mi Atlántida, caemos.— Atlantis.❞
AÑO 122 DESPUES DE LA CONQUISTA DE AEGON.
DESEMBARCO DEL REY— FORTALEZA ROJA
SEIS LUNAS.
━━ ˓ ֹ 𖥻 MINUSCULOS DESTELLOS SE INTRABAN POR LAS RENDIJAS DE LA ventana. Aun así, el cielo continuaba tan gris que se creía que un fuerte diluvio iluminaria los alrededores de la fortaleza roja. Sin duda, un aviso de un amanecer muy distinto a los que solía acostumbrar.
Rhaenyra mantenía un semblante solemne pese al sueño que amenazaba en cerrar los parpados. Solo un ciego no se daría cuenta de la tensión que se percibía; el rey lucia como un cordero herido en medio de la jaula de lobos, Daemon se mostraba despreocupado como lo habitual al igual que Aegon.
— Realizaron... actos inhumanos hacía estas personas. Sin mi autorización— las palabras rabiosas del rey lograron hacer sonreír por lo bajo a Daemon, Aegon jugueteaba con la piedra que tenía Rhaenyra, moviéndola en círculos, claramente se notaba en su rostro lo poco que le importaba.
La premisa con la que la despertaron fue por el escandalo en las calles del desembarco. Primordialmente se extrañó cuando la cama estaba vacía en lugar de Aegon y, rápidamente unió las piezas de lo que posiblemente sucedía de puertas para fuera. Los hechos cometidos resultaba nada innovador por parte de Daemon pero, al estar involucrado Aegon la dejaba desconcertada por lo que lo escrudiño desde el sitio con severidad.
— Actos inhumanos estaban realizando el pueblo a tus espaldas Viserys, violadores, corruptos...limpiamos el pueblo — refutó Daemon con una sonrisa sorna no obstante, se escuchó el jadeo de la Reina, Alicent Hightower.
— Aegon... ¿estuviste de acuerdo con esto? — Preguntó la reina y el príncipe no alzó el rostro, logrando que la reina soltara otro jadeo escondiendo su rostro con sus manos.— Que los dioses tengan piedad.— Su murmuró logro hacer reír por lo bajo a Daemon, ganándose una mirada de reprimenda del rey.
— Aegon no es un niño, lo hubieras visto, manchando su espada con sangre de sus enemigos y trayendo paz a familias maltratadas.— Menciono con orgullo Daemon y Aegon sonrió levemente compartiendo una mirada con el.
Algo no encajaba, lo conocía, ¿cómplices? Daemon se revolcaría por completo al estar de dupla con un mitad Targaryen y otra Hightower.
— Tu estás ensuciando las manos de mi hijo, con sangre de enemigos que no le pertenecen. Lo has dejado trastornado.— el susurro lleno de terror de la reina logró que Aegon levantara su rostro, un resoplido se escapó de los labios tras visualizarlo a un Aegon manchado de sangre y mugre en su barbilla, el cabelló lucia más opaco de lo habitual y una leve herida fresca en la mandíbula.
— Estoy bien madre, ya no soy un niño.— Refutó Aegon y Alicent oscureció sus ojos
— Me quedó claro cuando sucias manos te alejaron de mi.— Masculló levemente dolida pero todavía furiosa, observando de reojo a Rhaenyra.
Un guardia entró llamando la atención, dio una leve inclinación con respeto y de forma nerviosa habló.
— La princesa Heleana lo busca, príncipe Aegon.— aquellas palabras nerviosas llamaron la atención de Aegon el cual suspiró y atisbó a la reina.
Rhaenyra lo siguió con la mirada como su marido se marchaba cosa que la inquieto, suspiró profundamente. Se fretó con delicadeza el vientre en busca de reconfortación en su hijo no nacido.
— Quiero anunciar que encontré jinetes para Varmithor, Ala de plata, Roba Ovejas y Bruma. — Declaró de zanjada una vez que la puerta del consejo cerró.— Osados caballeros se dispusieron al dominio de un dragón, si bien, nosotros los Targaryen-
— ¿Que carajos estas diciendo, Rhaenyra? —Inquirió impetuosamente Viserys al dar un golpe certero en la mesa.
El rey indagó casi de inmediato en Daemon pero, la sonrisa cómplice generó que sus temores se cumplieran. El rostro del adulto se transfiguró tornando en un tono rojizo, nuevamente otro golpe se presento haciendo saltar de sorpresa a los presentes.
Rhaenyra continuaba imperturbable delante la severidad del rey como si fuese intocable o que el enojo solo se tratara de un berrinche del viejo. La princesa cambió de la noche a la mañana de una forma brusca que hasta el más leal de las vasallos se extrañaría incluso desconfiaría por que, cierto es, la próxima mujer en reinar solía palpar una actitud no desafiante pero, las reglas del juego eran distintas.
— Estoy fortaleciendo mi reclamó padre. — Hablo en la antigua lengua solo esa que los valyrios solían dialogar.— Ser candidata al trono es un peligro con buitres que anhelan el poder. Tener tetas y no un pene es un problema en un mundo donde el hombre esta acostumbrado a suprimir. ¿No lo sabias?
— Eres mi heredera. Nadie debe desafiarte además tienes a Aegon de tu lado. — Frunció el ceño.— Tienes hijos varones que respaldan tu herencia al trono y cuando yo parta a los dioses te han de coronar-
— Te creí más listo, hermano. — Intervino Daemon. Los dedos del príncipe tocaban la mesa convirtiendo en un sonido helante.— Cuando mueras pueden conspirar contra mi sobrina por que es fácil manejar el consejo y revocar poderes. Peor, envenenar a los príncipes o a la misma futura reina con el fin que, tus otros hijos varones sean siguientes en sucesión. ¿no has visto? Como desean el trono además los anhelos del difunto Otto Hightower aguardan en el corazón de la reina. Al principio tener jinetes que no sea Targaryen directo de la familia real me causaba repudio pero, analizando otras alternativas seria una opción valida.
— Espero que Aegon este enterado.— Dijo el rey al levantarse.— Esta audiencia se da por terminada.
❛ i l o v e y o u ❜
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❛ i h a t e y o u ❜
RHAENYRA OBSERVÓ CON CARIÑO A SUS VASTAGOS. Se encontraban tan ensimismados saboreando la cena que eran ignorante de las miradas de su madre; atisbó las cabelleras castañas, las ligeras ondas en estas, las largas pestañas que adornaban los ojos matistas, y juro que serian aquellos caballeros tan agraciados que conoció.
Sonrió con tristeza tras recordar las ultimas conversaciones. Ha Lucerys cuya inocencia le recordó lo perfecta que era y, Jacaerys que, tenia todo el peso de un heredero le limpio lagrimas incluso como si fuese un aviso se despidió aunque forjo el sentimiento de regresar a sus brazos...Nunca más lo volvía a ver a cambio el océano le recordó que debajo de las violentas olas se encontraba lo que quedaba de él.
— ¿Como van las lecciones de alto Valyrio? — Cuestionó la princesa mientras partía un pedazo de carne de venado.
Jace trago en seco y con un destello de orgullo se atrevió a mirar a su progenitora. Tan pequeño pero, consciente de la responsabilidad del apellido Targaryen, de modo que, se propuso en ser el mejor de los reyes desde que su abuelo, el actual soberano de los siete reinos, lo sentó en la pierna derecha, recargado en el enigmático trono de hierro y le recordó que algún día ese seria su sede.
— Los Maestres están satisfechos con mi desempeño y el de Luke. — Una sonrisa sorna se extendió.— Dicen que nuestra pronunciación es muy buena para la edad que tenemos.
— ¡Es cierto! — Balbuceó el menor antes de tragarse las verduras.— Es grandioso, madre...Aunque, jamás me considere tan perfecto como tú.
Simples palabras causaron que la princesa rememorara el año 129 d.C donde abrazaba los miedos del próximo señor de los mares y, cuya sangre lo llamó a lo salado.
— No soy perfecta, Luke. — Afirmó al sorbo de un liquido transparente para aliviar las nauseas.— No soy una perfecta espadachina como ustedes, aun mis decisiones son erradas y tengo miles de errores adem...
— Ante nuestros ojos serás la mujer más perfecta, madre. — Puntualizó Jacaerys dejando de lado los cubiertos.— Tendrás desaciertos por que eres humana forjada de carne, y sangre más no un dios como la historia lo hace creer. Eres una guerrera no por sostener runa espada que cualquiera podrá tener sino por enfrentar la muerte en la cama de partos. Se que crees que soy muy inexperto, quizás, sea mi edad inmadura pero he leído demasiados libros que hacen ver a la mujer como un sexo débil pero tu, mi amada madre, serás la primera en ser reina, en batallar y eso te hace perfecta.
A la vez, el verdadero amor nunca se trató de Daemon o del mismísimo Aegon sino siempre se trató del amor de una madre y regresó por ellos.. por qué, cuando fue devorada por las candentes llamas de Sunfrye fue su verdadero despertar allí comprendió que sin sus hijos era como estar muerta en vida.
Volvió a ingerir el liquido pero, cuando el frio metal toco los labios un fuerte dolor la sacudió generando que soltara la copa. Se levanto rápidamente creyendo que se trataba de un cólico más, al realizar dicha acción el dolor en el vientre bajo empeoro provocando un gemido de dolor.
Otro golpe la aturdió y sintió como un fluido se deslizaba por las piernas. Apresuradamente se levantó el vestido, sentía el corazón al borde de la garganta.
— Sa...sangre. — Susurró Lucerys al reincorporarse seguido de Jace.
¡Oh no! inmediatamente las lagrimas resbalaron empapando las mejillas, respiró agitadamente, y abrazó el vientre abultado.
— ¡Cyrus, Cyrus! — Exclamó Jace al correr a la puerta principal la cual ante llamado se abrió bruscamente.
El hombre que era protector de la princesa se adentro tan deprisa e un intento que la mujer no cayera al suelo la sujeto de la cintura. Paso el brazo de la princesa alrededor del cuello, y esta lanzaba maldiciones a los cielos. Jacaerys, a tan corta edad salió en busca de Maestres o parteras mientras Lucerys acomodaba su cama con el fin de que su madre reposara en esta, asustado.
— Perdóneme, mi princesa. — Dijo Cyrus al momento que le retiró el vestido para que quedara en un fino camisón.— Es para su comodidad.
Rhaenyra no le presto la menor importancia simplemente sus sentidos parecían simplificados, sus entrañas aireadas como si exigiera abrirse, y dolor se expandió con braveza. Atisbó como Cyrus olía la copa que previamente estaba en la boca.
— ¿Qué ocurre?— Titubeó en un hilo de voz al apoyarse en un muro.
— Príncipe Lucerys. —Nombró Cyrus.— Busca al príncipe Aegon y al príncipe Daemon... Avísale al rey lo que ocurre.
El niño pronto despareció. La princesa se paseó por la habitación, sosteniéndose el vestido avivando con desesperó el amargo trago de Visenya. Las manos sudaron, profundos quejidos se percibieron y el liquido carmesí no detenía formando un camino rojizo.
"No quiero morir, no quiero morir, por favor." Pensó a los adentros.
La necesidad de pujar se hizo vital, no obstante, sentía un impedimento. Un adormecimiento en la feminidad que evitaba el accionar tal cual lo ocurrido con su pequeña.
— ¡Malditos dioses! — Vociferó en una helante rugido.
Escuchó pasos apresurados, el bulliceó se impregnó de manera súbita alrededor. La visión se nubló por breves momentos, asustándola.
— Rhaenyra.. tranquila debes dejar que te ayuden.— Un susurró inconfundible la apretujó— ¿Cómo esto es posible? El bebé aun es pequeño para nacer.— preguntó de forma atropellada.
— Mi príncipe debe tranquilizarse, no sabemos cómo es que esto sucedió
Rhaenyra apartó a Aegon bruscamente, los espasmos aumentaron provocando que continuara paseándose de lado, lanzando blasfemias al aire, gimiendo de dolor. Recordando el parto de Visenya.
Sostuvo su vestido y se sentó en el aire tratando de pujar pero entre más fuerte lo hacia la tortura la sometía. Temía acostarse, temía perder la vida o ser abierta como un pavo, temía no proteger a nadie y morir injustamente.
Fue participe de las suplicas, del rey llamando a su hija entre lagrimas, y lo vio ahí; Daemon Targaryen, rememoro como dirigió el consejo en vez de acudir a su llamado, sin embargo, las circunstancias eran distintas. Vio como el canalla se aproximaba con las intenciones de reconfortarla o perdonarse por lo sucedido en el 129 d.C por, abandonarla.
Rhaenyra lo sostuvo por un momento entre brazos y lo miro fijamente.
— No quiero morir, Daemon. — Masculló aullando de dolor.—No de nuevo..
Y con esa confesión alejo al príncipe toscamente. Se paseo una vez más por la habitación, se estremeció por los constantes rugidos de Syrax.
— Saca a los niños de aquí, esposo. — Se dirigió a Aegon suplicante.
El tiempo transcurrió lentamente casi agónico para quienes presenciaban. Los Maestres entraban y salían junto a las parteras incluso ordenaron que dejará los aposentos por el bien de Rhaenyra. El anochecer cayó sobre el desembarcó y el desespero de la princesa se podía percibir en la fortaleza roja. Rhaenyra, exhausta se recargo contra una pared. Maldijo asimismo al niño que gestaba; se aferraba el abultado vientre mientras el maestre Gerardys y la comadrona trataban de trabar sus aspavientos.
Finalmente el niño alumbró al mundo, no obstante, el cuerpo inerte cayó de golpe al suelo sin ningún sonido que exigiera vida. Rhaenyra se encogió entre sangre y el sonoro llanto confirmó las sospechas: un varón nació muerto. contrahecho y deforme, con una oquedad en el pecho en el lugar que debería ocupar el corazón y una corta y gruesa cola escamosa. La princesa lo abrazó entre su cuerpo pues, entre miles de vida lo reconocería a su pequeño; Aegon el menor nació para no ser suyo y recordarle lo crueles que suelen ser los dioses.
— Mi hijo...oh mi dulce hijo. — Susurraba mientras se mecía.
MARATÓN 4/4
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