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11. Deja vú.


❝La luz que salía de sus ojos me condenó,

ella habló con una voz que rompió el cielo.— Let me sign❞

━━ ˓ ֹ EL SILENCIÓ SUELE SER MÁS PERTURBADOR QUE EL RUIDO Por que, es el silenció donde se encuentra con el "extraño". La princesa heredera siempre tuvo que afrontar perdidas unas  más dolorosas que la anterior, y desde luego entre tanto sufrimiento la psique se quebró. No se imaginó que nuevamente vestiría de negro, vería rostros amargos u otros señalándola con las miradas, además dejando en duda la legitimidad de sus hijos. Laenor Velaryon, yacía muerto y no escapo como una vez lo hizo.

La mujer apenas abrió los ojos fue recibida por una sonrisa de alivio de su fiel dama de compañía, Elinda Messey, una joven tan encantadora que jamás la traiciono al contrario estuvo leal hasta cuando fuegosolar la baño en fuego, ahora en la nueva realidad continuaba siendo eSTA misma.

— ¿Que sucedió? — Inquirió la princesa al abrir los ojos e incorporarse. Elinda suspiró.— ¿Y mi esposo?

— El maestre dijo que, lo acontecido con el difunto Laenor Velaryon generó que te desmayaras.—Dijo.— Te recomendó que bebieras esta infusión para descansar, princesa.

Rhaenyra observó el liquido en la taza, transparente pero con un olor que desconocía por completo a lo que con desconfianza se negó delante el temor a lo desconocido. Era como si retrocediera a la mujer que perdió todo, y no volvió a confiar ni en la mínima sombra ni siquiera cuando su único vástago vivo, Aegon III le recordaba que él estaría bien siempre cuando su madre lo acompañase, ¡oh! ¿que destino le deparo la vida al niño, luego de que ella lo abandonara? no había ni un solo día que no pensara en ese tierno infante que poco a poco por circunstancias el brillo que emanaba se endurecía.

— ¿Donde está mi esposo? — Preguntó nuevamente..

— El príncipe solicito una audiencia privada con el rey, princesa.— Declaró.

Las inocentes palabras de la jovencita resonaron en la mente de la Targaryen, si bien, estaban en buenos términos matrimoniales le resultó insólito que no le comentara de los futuros planes, era como si Aegon pretendiera un haz bajo la manga; no sabia quien era porque se comportaba diferente, no era ese que le declaró la guerra ni el recuerdo de la juventud petulante de su medio-hermano ahora consorte.

— ¿Mis hijos?—Se sentó con la disposición de levantarse.

— Los príncipes están con la princesa Rhaenys y Lord Corlys.

Chasqueó la lengua.  De alguna manera se sentía desprotegía en el mar de enemigos que en la mudez conspiraban y pueda que el apoyo de Daemon aun solidificara a lo que seria su reclamo pero, ¿cuanto tiempo podría durar en protección? temía en demasía a lo que podría suceder.

— Elinda, llama a la princesa Rhaenys,— Ordenó. La dama asintió para marcharse.

Laena muerta, Laenor muerto ¿acaso no se le permitiría cambiar el rumbo? se tensó. La infrecuente idea de que las muertes solo cambiaban el orden la atemorizaba por qué era la advertencia del peligro, de los dioses, y la sínica maldad que residía en estos mismos; ¿perdería a sus hijos como la primera vez que los vio partir?, ¿tendría que derramar lagrimas a los escasos restos de Lucerys?, ¿se mortificaría por nunca despedirse de Jacaerys y Viserys antes de la batalla del Gaznate?, ¿tendría que implorar el regresó de Joffrey?, o.. el peor de los escenarios, ¿ la verían arder en llamas siendo traicionada?

Tantas cicatrices que le era difícil de cicatrizar pese que empezaba añorar a ese que era enemigo.

— ¿Ha solicitado mi presencia, princesa Rhaenyra? — Inquirió adentrándose al aposento.

El ensoñamiento se disipo frente la enigmática voz; la ultima vez que la vislumbró fue cuando culminó la relación con Laenor. La elegancia no se desvanecía en la mujer aunque en el interior seguramente agonizaba de dolor y, verle allí tan serena como si la muerte no estuviera detrás de ella lo consideraba un acto formidable por que, si fuese Rhaenyra estaría estancada en el sufrimiento.

— Se que no es el momento para solicitar una reunión teniendo en cuenta el luto que carga. —Se frotó las manos en señal de nerviosismo.— Pero, en unas horas retornaré al Desembarco del rey y-

—  Mis nietos pueden quedarse.— Declaró rápidamente cortando al palabra de Rhaenyra.— Mi esposo y yo estaremos encantados de tener a todos los niños, juntos.

Palabras comunes pero, suficientes para ablandarle el corazón a la princesa.

— Los niños estarán encantados. — Los hombros se relajaron.— Laenor fue un hombre honorable en todos los aspectos y un padre respetable. Yo ame a su hijo, nos amamos a nuestro modo pero, la infelicidad de el me preocupaba aludiendo del accidente de Aemond tuve que tomar medidas precipitadas, lo siento.

Rhaenys se cruzo de brazos, ni siquiera apartaba la mirada de la menor.

— Estoy sorprendida por la repentina muerte. — Susurró.— Se ha sufrido demasiadas perdidas.

— Es inevitable, princesa.— Contestó dirigiéndose a la ventana.— Así es el extrañó, indescifrable pero supongo que hablar de mi pena no es la razón por la que me ha llamado con urgencia.

Ahí estaba la mujer fieruda camuflada, la Rhaenys que lucho por ella y cayó con honor en el Reposo de Grajo.

— Considero que las mujeres nacimos para gobernar pero el manto de los hombres nos cohíben, lo sabes.—Pausó por segundos esperando una reacción ajena.— Otto muerto, Champiñón herido mortalmente y una vacante para ser Mano del rey esta en disputa.

— ¿Donde quieres llegar, Rhaenyra?

— Te propongo como Mano del rey, princesa.— Dijo de sopetón.

Al instante que tendría una respuesta la puerta del aposento se abrió con brusquedad dejando a la deriva al Cyrus Rivers, agitado, de modo que Rhaenyra se dirigió al hombre dado por su aspecto tan barbaro, quizás, pronosticaría un mal augurio.

— El príncipe Lucerys ha sido gravemente herido, princesa. — Pronunció jadeante.

Un frio inexplicable calo por los huesos de la princesa e inmediato, tanto Rhaenys como Rhaenyra seguida del escudo protector estaban corriendo. Rhaenyra no le intereso colocarse algún calzado que protegiera los pies provocando que rasgara la piel.Malvados. Así, describía a los dioses por que la mortificaba con el fin de vivir un nuevo Deja vú.

Se adentro al salón principal de Marcaderiva acompañada de Rhaenys.

Jacaerys cubría con el menudo cuerpo a su golpeado hermano mientras el Maestre trataba en curarlo. El próximo sucesor al trono observaba con desagrado a una dirección; Aegon estaba con Aemond en señal de fortalecimiento, aun costado Helaena y delante de ellos Alicent atendiendo al niño.

— ¡Jace,Luke! — Vocifero Rhaenyra con la  preocupación punzante en la garganta.

Los ojos violáceos se humedecieron tan pronto paso de largo sin mostrar signos en dirigirse hacia su esposo. El terror se iluminó en el rostro al hincarse a la altura de los niños y notar la profunda herida de Lucerys que se extendía desde la mandíbula intercediendo los labios, el liquido carmesí se derramaba dejando salpicaduras de este.

El pánico la inundo al punto de temblar. Aemond Targaryen, estaba destinado en acabar a su dulce niño. Los pitidos en los oídos causaron que fuese sorda por un momento, las nauseas la sucumbieron, era como si resucitara la nefasta escena en la  busquedad de los restos del hijo que le arrebataron, lastimosamente, aun le era complicado el olvidar lo que una vez le arrancaron sin piedad.

El grito del rey la retorno a la realidad. Rhaenyra se incorporó mareada sin saber que hacer, su caballero, Cyrus le ofreció el antebrazo para sostenerse y la puerta se abrió: Daemon Targaryen se adentro con elegancia detrás de el Lord Corlys,Baela y Rhaena. El príncipe canalla se paro a lado de la princesa como un dragón protegiendo el tesoro más apreciado, Rhaenyra desconcertada atisbó de reojo que Aegon continuaba siendo el soporte de Aemond.

— Yo... Aemond Targaryen atacó a mi hijo, el próximo señor de los mares.— Balbuceos torpes aunque lo suficiente impetuosos para privar murmullos.— Si tanto has de desear obtener el ojo de mi hijo arrancadme el mío o si tu sed de venganza enerva más allá y seas tan ciego por haber perdido un solo ojo, sugiero que el príncipe espié sus pecados como una vez el príncipe Daemon Targaryen lo hizo.

La princesa alcanzo a visualizar con Alicent Hightower se estremecía atónica por lo ocurrido. Pero, la mirada recayó en su hermana menor quien lucia abatida, sucia, y con leves rasguños.

— Estuve ahí... gritos.— Formuló pausadamente, consternada.

 — No— Aegon alzó la voz logrando llenar el lugar con un silencio tenso. — Mi hermano es apenas un niño, un niño que tenía enojo y frustración al ver que el perdió un ojo y el causante no tuvo un castigo adecuado. Considero un castigo apropiado pero no alejándolo de su familia.

Palabras que fue un malestar para Rhaenyra. Frunció el ceño, ¿acaso su propio marido no estaba de su lado? algo muy dentro de ella, una rabia desconocida, un sentimiento totalmente nuevo la sacudió. Daemon coloco la mano disimuladamente en "hermana oscura" tras notar como Aegon se digno a venir.

— Te recuerdo, Aegon. —  Siseó la princesa.— Que mis hijos se defendieron en la noche que Aemond perdió el ojo si bien, no de la manera correcta pero Lucerys evito que su hermano mayor fuese herido de letalidad.  Considero adecuado que el príncipe Aemond Targaryen pase un tiempo en Antigua, quizás, allá endereza la manera tan errante de pensar, majestad.

Viserys boqueó. Estaba entre la espada y la pared delante las miradas acusatorias de su heredera y la reina. Sin embargo, el acabado hombre golpeó con el bastón en el suelo con el fin de acaparar la atención de los presentes. Bien se dice que , Lord Corlys se encaminó hacia los nietos, hijos que le dejo su único varón, y los protegió junto a Rhaenys sobre un posible ataque.

Rhaenyra estaba ufana por qué Aegon ni se inmuto acercarse al contrario, se detuvo cuando Helaena le susurraba algo que desconocía. Nuevamente la puerta se apertura: el Maestre Gerardys venia en pijamas arrastrando la tela y sin más preámbulos se acercó al Lucerys para atender la herida.

— Dejará una cicatriz de por vida, princesa. — Anunció luego de un par de minutos en silenció.

La heredera escrudiñó con impaciencia al padre que tanto amaba, esperaba.  Ya una vez lo dejo pasar por alto pero, una segunda la colmaba la paciencia.

— Estoy de acuerdo. — Anunció arrastradamente.— El príncipe Aemond Targaryen estará una larga estadía en el seno donde nació su madre. Antigua lo recibirá con agrado y ha de recordar que el príncipe Daeron permanece allí.

— ¡No!, ¡se lo ruego! — Exclamó Alicent aferrándose a las prendas del rey.— Mi hijo, mi hijo no puede ser alejado.

— Gracias...padre.— Murmuró bajamente dando la espalda para atender a los niños no sin antes de soltar otra noticia.— Mis hijos, Lucerys, Jacaerys y Joffrey  estarán un par de días acá en Marcaderiva según lo acordado con la princesa Rhaenys.

De nuevo, Rhaenyra Targaryen se salía con la suya.

MARATÓN 1/4

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