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Capítulo 11 - Detalles de inmadurez

Hacía un mes que las calles seguían desoladas, habían puesto el aviso de que pocas personas podían salir hasta que los fugitivos fueran eliminados de la faz del planeta (algo casi imposible).

Quintillones se mantenía como los gatos, pegado a la ventana, pensando en la horrible tesitura que sucedía. El joven se la pasaba siempre así (prácticamente desde que había empezado el aislamiento).

Su mamá salía cada día, ya que trabajaba en el campo de los alimentos y su papá se iba cuatro veces en la semana , ya que al ser herrero tenía que entregar pedidos de armería a los guardianes.

Treinta mil estaba sentada en el piso y jugaba con los hologramas que podía producir con el Bultardo. Su hermano la miró y sus pensamientos negativos se fueron, sonrió.

"Parece que como siempre, me alegró el día, y solo lo hizo con su radiante sonrisa", pensó Quintillones

...

El clima era frío y tormentoso, la lluvia caía a cantaros y no se detenía, tenía una atmosfera parecida a las de las historias policiales. Ahí se encontraba el joven, mirando.

El Bultardo de Quintillones emitió un sonido agudo, que lo sacó de su tarea habitual de este estado de alarma propuesto por los gobernantes de la ciudad, que decía que los habitantes debían permanecer en sus casas evitando cualquier encuentro con los delincuentes que estaban siendo rastreados. Los ojos del alien se fijaron en el aparato, y luego lo agarró. El joven suspiró y empezó a ver las notificaciones, la mayoría eran tonterías, pero una era algo muy importante, era el comienzo de todo lo malo.

...

Los hermanos se pusieron al lado de su mamá (Ciento Cinco), la menor tenía miedo, y el mayor estaba preocupado ante la situación que venía, era razonable. La madre tenía una mirada seria, pero de todas formas... el corazón le latía a mil revoluciones. Por último el padre (como siempre) se encontraba trabajando en los pedidos de armería en su taller.

Se pudieron escuchar unos golpes leves en la puerta azulada de la residencia, ellos habían llegado.

-Inspección de seguridad, déjennos pasar por favor- se escuchó de parte de los visitantes.

Una vez en la casa los guardianes se dividieron de a dos y se dirigieron seriamente a la cocina y a los dormitorios.

Ambos niños se aferraron más a la adulta.

Se podían escuchar los pasos de los guardianes con claridad, iban de aquí hacia allá, revoltosos y brutos.

Los minutos pasaron y la tranquilidad iba volviendo de a poco. Pero lamentablemente la preocupación que había tenido Quintillones estaba justificada.

-¿Señora esto es suyo?- Preguntó fríamente uno de los guardianes mientras sostenía un bolso sacado del dormitorio de la pareja. Ciento cinco dudaba si contestar o no, ella ya presentía el plan malévolo de su esposo y ¡no podía dejar a los niños con e!! Pero de todas formas pronto encontraron algo que marcó que el bolso le pertenecía a la mujer

-Sí... es mío. -La mujer se separó de los niños, sabía lo que iba a pasar en breve.

La mujer se quedó viendo como los visitantes rompían e investigaban su pertenencia. No había sonido alguno, excepto por el crujir de las costuras al romperse rápidamente. Los niños también miraban, pero sus caras trasmitían tristeza, ellos sabían lo que pasaba, probablemente habían detectado alguna radiación proveniente del bolso y habían decidido inspeccionarlo.

Después de un rato el padre terminó los pedidos y fue con la familia para ver que pasaba (aunque prácticamente todo iba de acuerdo a su plan).

Los guardianes sacaron una pistola tóxica (un arma con un slime venenoso) del bolso.

El papá se hizo el sorprendido, mientras tanto los niños lloraban.

Un guardián empezó a transformar el vidrio de las ventanas en cadenas con la mente, de esa forma rodeó a la mamá, haciendo que no pudiera hacer ningún movimiento brusco.

-Señora ciento cinco, debemos llevarla a la cárcel por estar ayudando a los fugitivos. Probablemente obtenga una condena de 10 años, pero si hay complicaciones, va a tener que estar más tiempo.

La mamá suspiró.

-Esta bien...- Respondió fríamente Ciento Cinco..

-No, no esta bien. ¡Les juro que mamá no hizo nada y que esa pistola no es de ella. !Ella es inocente y esa es la verdad - defendió Quintillones.

El pobre pequeñín no sabía lo que hacía.

-¡Cállate la boca que aun no eres maduro! ¡Tu mamá es una manipuladora y te ha controlado! De todos modos, ¡Debió haber sido fácil si tienes como 10 años!- Soltó otro guardián

- ¡Tengo 16 años de edad! Y mi madre no es una manipuladora, por el contrario. Es honesta y no ayudaría a ningún criminal.

- Si claro

- ¿Sabían qué? el que tendría que ir a la cárcel es mi padre... ¡El debió haber puesto la pistola en el bolso!

- Woo... ¡tu mamá si que es una criminal! Pienso que ella tendría que estar 20 años encerrada -Dijo la única guardiana del grupo- Bueno... señorita Ciento Cinco, su condena será de ¿20 años?- Los otros del grupo asintieron- despídase de su familia.

La madre asintió, y (como pudo) les dio un beso en la frente a sus hijos. Luego fue escoltada hacia la prisión.

Los niños tratando de contener toda su angustia y sabiendo que jamás podrían hacer que su padre mostrara un ápice de culpa, se tomaron de la mano y corriendo se encerraron en una de las habitaciones donde se sentían más contenidos que con su propio padre.

...

Por la pantalla satelital pasaron la noticia de una revuelta en la cárcel a donde habían trasladado recientemente a Ciento cinco. Algunas convictas habían fallecido en tal incidente y entre ellas se encontraba Ciento cinco .Se vislumbró una imagen, una triste y sanguinaria.

Los niños se quedaron sin aire al ver a su mamá tendida en el suelo sin vida. La pequeña se aferró a su hermano y trató de sacar de su cabeza la fotografía.

El chico miró a su hermana y la rodeó con sus brazos.

El empezó a lagrimear, todo en su vida se desmoronaba.

...

Trenti agarraba con fuerza la mano de su hermano. Habían salido de casa por algo importante. Se dirigían a un viejo galpón desolado, allí se encontraba un taller experimental que había organizado Quintillones, para dar forma a sus ideas y para materializar los proyectos que imaginaba y que construía con esmero.

Caminaban en línea, no doblaban por ninguna esquina.

El galpón desolado se encontraba en un terreno en las penumbras, sí, era un buen lugar para construir una nave.

...

Los noticieros decían:

-Se ha visto a uno de los criminales corriendo por la ciudad con un Intor- Los Intors eran instrumentos militares que tiraban electricidad a gran nivel y con eso mataban. -Por favor, manténganse seguros.

Quintillones suspiró y luego miro a su hermana que estaba al lado suyo.

-Nos vamos ya- dijo serio.

La niña asintió y agarro la mano de su hermano. Iban a aprovechar que su padre se había ido de la casa.

Ambos pisaban firmemente, sabían a donde tenían que ir.

Después de un rato de viaje llegaron al galpón

El joven revisó que la maquina estuviera bien y luego le dijo a su hermana que se podía subir.

Se empezaron a prender unas luces multicolores.

La creación de Quintillones despegó ruidosamente y luego se estabilizó en el cielo.

- ¡Lo logramos!- exclamó alegre Quintillones mientras manejaba la nave que se agitaba abruptamente.

¡Sí!-Agregó su hermana felizmente, pero de la nada una de las puertas de la nave comenzó a abrirse, una turbulencia hizo que la niña se resvalara, por suerte ésta logró sujetarse de una manivela. Lamentablemente, sus pequeñas manos no podían resistir la diferencia de presión que se generaba por la apertura. Quintillones colocó el piloto automático y lo más rápido que pudo fue a socorrer a su pequeña hermana, sabiendo que no resistiría mucho tiempo en esa posición. 

—Hermano, no vale la pena. De todas formas... voy a fallecer. 

El le dijo que no le iba a pasar nada, pero eran solo mentiras para ambos. Sabían que el pérfido de su padre los seguía y no se equivocaban, a la par ,una nave comandada por su padre disparaba a quemarropas.

 Repentinamente se escuchó un disparo.

—Te lo dije hermanito— La niña sonrió tristemente mientras se desangraba.

El padre los había encontrado, y estaba tratando de matarlos, por suerte el estaba usando una pistola sin casi municiones.

 — Sé que salvarás al planeta hermano...siempre fuiste mi héroe

Quintillones trató de hablar, pero estaba en shock por la sangre.

Tras el intento de arruinar la huida de los chicos, el cruel hombre quedó atrás. Puesto que la nave experimental de Quintillones era mucho más rápida y sofisticada que la que poseía el.

Trenti dejo de respirar y luego se soltó, rindiéndose. 

 El joven al salir del shock cerró rápidamente la puerta y luego se arrodilló en el suelo de la nave.

—Soy un inútil...— Se insultó Quintillones mientras las lagrimas empezaban a caer levemente por sus mejillas.  

Ya estaba en el espacio sideral.

...

Kimil sacó la mano de la frente de Quintillones.

-Tu hermanita se desangró por una bala... tu padre te trató de matar y volaste una nave tu solo- dijo la alienígena- ¡Todo en la misma hora!

-Ya lo sé...- Contestó el aldiaciano.

Se empezaron a escuchar balazos. Kimil miró hacia el lugar de donde provenían y llegó a ver la cara de Niels.

- ¡¿Me dirían dónde están los BICHOS DEL INFIERNO?! - Preguntaba y maldecía a algunos de sus ayudantes que por temor preferían ni contestar.

-Debemos irnos de aquí Kimil-le dijo Quintillones en voz bajísima a Kimil.

-Aguarda, si salimos nos va a ver y todo será peor.

Por medio de señas se pusieron de acuerdo con sus compañeros y se ocultaron entre una pila de chatarra debajo del puente en donde se encontraban.

Niels estaba al asecho.

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