CAPITULO 6
A medida que el sol se esconde, los secretos por el reino salen a relucir. Los guardias que cuidan las calles de los distritos tienen órdenes estrictas de no decir algo si es que ven al rey visitar cualquier taberna en busca de una omega que no sea la mujer que lo espera en el palacio, ahora preñada con el hijo que ambos pretenden sea el nuevo heredero.
El viejo y regordete hombre se baja del caballo y sus botas de cuerina resuenan sobre el piso empedrado, sus dos guardias personales le cuidan la espalda y se queda uno de ellos fuera del local para vigilar, mientras el otro entra tras suyo al lugar, sólo para asegurarse que no hay un soplón cerca y deshacerse de él en caso de que exista.
Es un cliente común en la taberna. Un alfa del distrito de Daegu es el encargado de que el rey tome los mejores tragos de licor que hay en el lugar, amargos y fríos, aún con el invierno cayendo fuera. No hay palabras qué decir y los alfas y las omegas que hay en el lugar se limitan a callarse y mirarlo, sin ganas de decir algo al respecto. Pero ellas, esperando ser la omega que lo atienda durante la noche, deseando algo más que un revolcón nocturno, demasiado ambiciosas para el gusto de Junseo. Demasiado vulgares para siquiera repetirlas.
Se sienta en la mesa más alejada del lugar y mira a su alrededor. Los olores a menta fresca de los alfas comunes, lo empalagoso de las omegas le hacen estragos en el estómago. Ni siquiera su omega con olor a durazno resulta ser tan desagradable cuando su celo llega y él tiene que complacerla, más por el lazo que por amor. Porque la mujer lo conquistó cuando jóvenes, porque ambos estaban destinados a estar juntos, pero no la ama tanto como le gustaría.
La quiere y la cela, la adora cuando es sumisa y cumple sus más oscuras fantasías, cuando se dejar marcar y la sangre fluye de su cuerpo, cuando sus gemidos pasan del placer al dolor y sus lágrimas no pueden contenerse en sus ojos, porque es demasiado para ella. Quizá adora poder verla así de destruida y Junseo no tiene por qué avergonzarse de eso, aunque le hubiera encantado destruir a otra omega, mucho mejor que su esposa.
Kim Eunha. La mujer era perfecta. Con su piel blanca y el cabello negro. Solía usar vestidos de colores claros y recogía su cabello a veces. Sus clavículas solían salir a la vista de todos cuando usaba vestidos con escote pronunciado que permitía ver la redondez y firmeza de sus pechos, su cintura se ceñía perfecta en la tela de seda de la ropa hecha a mano que se confeccionaba para ella. Y preñada... Eunha tenía un aura diferente cuando estaba encinta.
Con el abdomen abultado y usando zapatos bajos para que no le cansaran, le hubiera encantado oírla gritar y pedir que parara, si es que alguna vez ella le hubiera dado la oportunidad. La hubiera humillado de una forma enferma, con sangre corriendo por cualquier parte de su lechosa piel y dejando en claro que no era tan imponente como todos creían que lo era.
Pero ella era la omega de su hermano. Y si no era de Junseo mismo, no sería de nadie. Aunque una marca en el cuello dijera lo contrario.
Su vista se desvía a una omega en la taberna. Con la piel blanca como la leche y el cabello café, tan oscuro que puede confundirse con el negro y se pone de pie. Ella lo mira, con un poco de miedo en los ojos y quién en el reino no lo reconocería. Al inquilino del palacio que los ha llevado a la ruina, paseándose con altanería por los distritos fingiendo que todo está bien.
No dice nada, se deja hacer cuando él la toma del brazo y la lleva detrás de la taberna, a una pequeña calle abandonada, donde nadie pueda molestarlos, a vista de un sólo hombre desconocido que lo ha estado siguiendo por órdenes de su lord.
El guardia se mantiene lejos, oculto entre las sombras de la noche y cuando da con el rey y lo que hace, retrocede hasta llegar a su caballo, sube a él y hecha andar al distrito vecino.
El lord de Dongjak-gu lo espera en su oficina, una pequeña habitación en una de las torres laterales de su residencia. Lee unos documentos viejos, firmados por los difuntos reyes y a su lado, sobre una silla de cuero y hierro, Jimin está dormido. No ha podido separarse del alfa desde el atentado en el palacio y ninguno de ellos se traga el cuento de que todo ha sido un mal entendido y que el príncipe está a salvo.
Nadie lo ha creído.
Pero decirlo en voz alta y quejarse de ello, exigir respuestas, no es una opción viable para ninguno de los lores o ladies. El guardia entra a la oficina y Jimin se despierta de un tirón, asustado con el ruido que la puerta de roble ha hecho. La fogata en la chimenea apenas calienta la habitación y la luz lunar se filtra por una ventana que da al exterior, justo al palacio que no tienen demasiado lejos.
–Mi señor –el hombre reverencia y Namjoon no quiere perder el tiempo en saber qué ha descubierto este hombre que ha seguido al rey por semanas.
–¿Qué averiguaste?
–Su majestad es un cliente frecuente en las tabernas nocturnas.
–No es de extrañar. Es bien sabido que engaña a su omega en cada oportunidad que tiene.
–Pero el rey... Las omegas que busca, lo que les hace- me parece una aberración –Jimin los mira en silencio.
–¿A qué te refieres? –pregunta Namjoon, ansioso por descubrir algún oscuro secreto de Junseo para sobornarlo y que le suelte la verdad sobre el heredero.
–El rey suele buscar omegas delicadas. Deben ser mujeres, blancas, con cabello oscuro y- rasgos finos, son delgaduchas y sumisas. Le gustan así. Por- lo que les hace.
–Exactamente, ¿Qué es eso que les hace?
–Las corta.
El aire abandona los pulmones del omega y se pone de pie de un salto, demasiado aturdido con la información. Mira a Namjoon y lo siente angustiado.
–¿Las mata? –pregunta Jimin y el guardia se apura en negarlo.
–No. El rey las corta. Las hace sangrar y parece gustarle cuando ellas lloran y gritan –traga duro–. Verlas pedir que no las mate lo excita.
El silencio es lo único que llena el lugar. Jimin se pone detrás de Namjoon y le acaricia los hombros al sentirlo tan tenso. El alfa no puede siquiera imaginar a su tío siendo tan inhumano, con fetiches tan enfermos que lo hacen replantearse qué tantas cosas turbias deben de haber en su vida para que esto, sea la punta del iceberg.
–¿Lograste oír una de sus conversaciones? –el guardia niega.
–No habla mucho cuando sale del palacio. Y si habla, no die más de dos palaras y siempre son órdenes. Pero hay un guardia –la mención hace que la pareja lo mire–. Ese viejo que es su guardia personal. No recuerdo bien su nombre-
–Seungchan –dice Jimin en medio de la silenciosa habitación–. Suele seguir al rey a todos lados. Es su fiel sirviente desde la muerte de los padres de Taehyung. Y es el capitán de la Guardia Real desde entonces.
–Bueno –el guardia traga duro–, ese tal Seungchan es con la única persona con la que el rey habla más. Sus caballos van a la par y ninguno de los otros guardias que lo suelen acompañar se atreven a decirle algo a él. De verdad, nada.
–¿Seungchan? El nombre lo he oído antes –Namjoon se toma la frente.
–Señor –ambos lo miran y el guardia los mira a los ojos–. Seungchan es ese alfa que encontró la carroza de a los antiguos reyes en el Río Cristal. Él identificó al heredero y lo llevó con los reyes.
Se tensa. Toma la mano de Jimin y la aprieta, no es difícil para el omega saber qué significa eso. Respira hondo antes de salir de la oficina y deja que los alfa hablen sobre lo que tan inquietados los tiene a todos.
Hacía más de una semana que Taehyung ha abandonado Kim Kingdom y no hay rastros suyos por ningún lado. Pero tampoco hay razón para desconfiar de lo que los reyes les han dicho. Taehyung debía estar seguro en algún lugar de Japón. Ellos eran buenos aliados de Kim Kingdom y seguro que están al tanto de protegerlo.
Pero ni su alfa ni varios de los hijos del consejo se tragan el cuento. Su padre le dijo esa tarde que no había ningún inconveniente, pero lo cierto era que ni el alfa estaba seguro de sus palabras. Jimin lo conocía como la palma de su mano y la forma en la que se comportaba no era ni de cerca a su verdadera forma de ser. A Jimin le inquietaba.
Y ver que su alfa había enviado a uno de sus guardias a seguir al rey sólo le confirma que las cosas no están siendo claras en ningún lado y que ninguno de los miembros del consejo está totalmente satisfecho con la noticia.
La mañana siguiente debía ser el cumpleaños del príncipe y desde años atrás el pueblo había dejado de celebrarlo. No había más fuegos artificiales que iluminaran el cielo, ni tampoco una gran fiesta como cuando eran niños. Sólo eran reuniones entre la aristocracia que con el tiempo eran más agotadoras que las fiestas estacionales.
Jimin entra a la habitación de Namjoon y se deja caer en la cama acolchada y cubierta por más de una cobija. La nieve cae a espesas cantidades fuera de la residencia de los duques y el aíre mueve las hojas secas y ramas desnudas de los árboles.
Jimin entonces lo piensa más. En cómo Taehyung ni nadie de la familia real parecía tener problemas con nadie cuando fue la fiesta de compromiso para Yena y Taehyung. Cierra los ojos y recuerda los momentos del ataque, lo poco que alcanzó a ver esa noche y cómo todo ha sido muy extraño desde entonces.
Taehyung estaba platicando de algo con Yena, aunque la única realmente interesada parecía ser ella. Su guardia, el alfa que siempre estaba serio a unos pasos de Taehyung, no le quitaba su vista de los invitados, un par de ellos en especial.
Jimin los miró también. No los reconocía de ningún otro lugar o fiesta, pero los reyes habían hablado con ellos unos minutos antes de que Taehyung hiciera acto de presencia en el salón.
Namjoon le llama la atención cuando le toma la mano y entrelaza sus dedos, le sonríe porque lo siente tenso y ni el alfa, al menos, parece tener la menor idea de esas miradas furtivas entre esos extraños y el guardia de Taehyung.
–¿Estás bien? –asiente a Namjoon y se deja hacer al sentir su mano viajar de sus dedos a su cintura y un par de labios sobre su mejilla. Sonríe y misma sonrisa de deteriora al ver a su padre al otro lado del lugar.
El alfa mayor no le quita los ojos de encima y su mirada no luce amable. Sus ojos tintados de verde le hacen saber que no está de humor con la escena que Namjoon y él acaban de montar al tomarse de las manos. Yejun no es del tipo que le guste que su único hijo -y omega- sea visto ante todos, suele decirle la mayor parte de las veces que la luna se equivocó con él y que debió haber sido un alfa de un linaje excepcional para llevar el apellido tan alto como su puesto se lo permitiera.
Jimin no pude culparlo si sabe que, por culpa suya, el título de duque se le escapa de las manos a su padre. Por eso, cuando la oportunidad de ser el omega del segundo alfa en la lista pera tomar el trono se presentó, no dudó en entregar a Jimin, y estaba feliz con eso.
El alfa Kim era de un porte inigualable y desde niño solían jugar durante las fiestas que se daban en los salones y en el palacio, siempre acompañados de Taehyung y sus demás amigos, los hijos de los miembros del consejo.
Aunque, a medida que sus edades se volvían más serias, los juegos se cambiaron por juntas, por tratados de información y las conversaciones tribales eran cada vez más serias, mas importantes y con una mayor demanda de atención. Namjoon había pedido que él fuera el omega con quien debía casarse porque dios, era lindo, tan lindo como siempre lo había visto desde que eran cachorros y su instinto le decía que era su omega, que iba él a ser el dueño de todo lo suyo y lo quería a él.
Jimin no iba a negarse a ello, no cuando siempre le había atraído y sus coqueteos de adolescentes terminaron en su primer beso en una fiesta de primavera años atrás, simplemente lo supieron, debían estar juntos, por y para siempre.
Y no importaba ya que a su padre no le agradara la idea de ser vistos frente a los demás antes de obtener la marca finalmente, aunque no era una física, la sentía ya en el alma, impregnada en el corazón que le hacía saber todas las emociones que Namjoon podía sentir por sí mismo, aunque el alfa siempre quisiera ocultarlas.
Desvió sus pensamientos de nuevo a esa noche. Luego de ver a su padre, un primer y agudo grito llama su atención. La duquesa de Jeju mira horrorizada al ventanal donde estaban los recién comprometidos y Jimin recuerda lo que pasó.
Fue muy rápido. Uno de los guardias de la familia Choi, con el estandarte morado por su familia, toma a la lady y la lleva rápido a la salida. Sus ojos miran a Taehyung y su guardia hablando acalorados, una tras otra, las cortinas son consumidas al fondo de la escena y sus rostros brillan por sudor.
Algo de lo que dice ese guardia hace que Taehyung salga por una de las salidas alternas y su guardia desenfunda su espada como si quisiera preparase para ser atacado, aunque nadie lo hace. Jimin se recuerda a sí mismo de pie en medio del lugar, mirando a todos salir a toda prisa del salón y antes de que su alfa lo tome del bazo para hacerlo reaccionar y salir, sus ojos se desvían a ese par de extraños hombres.
No se ven asustados por la situación y sus miradas parecen decirse algo con las del guardia, porque lo último que Jimin ve, es a ellos dos correr a la salida por donde Taehyung fue y puede recordar hasta ahí, nada más de eso.
Lo siguiente que su cerebro procesa es a su alfa preguntándole si está bien, a su padre pidiendo que los guardias lo lleven a la residencia Park con vida, a todo el linaje.
Se sienta sobre la cama de un salto.
No sabe quiénes son esos extraños en sus recuerdos, no sabe sus nombres y preguntar por ellos a los reyes directamente, puede ser la única opción que le queda.
Saber del paradero real de Taehyung es lo único que le importa a su alfa en el momento, además de él y Jimin quiere ayudarlo con eso. Quiere saber dónde está su amigo, el porqué de su salida del reino tan extrañamente, qué es lo que lo hizo tomar esa decisión porque ese incendio que parecía ser tan inofensivo en un primer momento no era para tanto como él creía, ni siquiera los cristales de los ventanales le parecían gran cosa, no había habido demasiados heridos y no eran más que guardias que habían defendido a capa y espada a sus familias, por las que juraron que iban a morir si la situación se los ponía frente a frente.
Jimin iba a averiguarlo por su parte, él mismo encontraba las respuestas que su mente ahora le había creado.
Sinente a lo lejos como Namjoon se tensa un poco más y por mero instinto, sale de la habitación nuevamente al pasillo. A lo lejos, ve al guardia salir de la oficina de su alfa.
–Espera –llama al guardia y el alfa se detiene y se gira a verlo, hace una ligera reverencia y espera a que el omega pueda decirle qué es lo que necesita de él– ¿Qué más averiguaste del rey en estos días?
–Mi lord, le he dicho a su alfa todo lo que pude encontrar de él.
–Se lo dijiste a él, no a mí.
–Lo siento, señor, pero recibí órdenes del lord par que nadie más sepa de esa información. Si quiere saberlo, puede preguntarle usted mismo. Si me permite opinar, será su omega en unos meses y no podrá ocultarle nada, pueden empezar a contarse las cosas desde ahora.
–Y como su futuro omega, ¿no tengo derecho de saber? –el alfa traga.
–Lo siento, mi señor, sólo respeto las órdenes de mi lord.
–Pero puedo pedirte algo, ¿no? Seré el omega de tu lord –repite y el alfa quiere negarse. No quiere meterse en problemas con la familia a la que sirve, pero el omega frente suyo tiene todo el derecho de ordenarle cualquier cosa y él la obligación de cumplirla.
–Lo que mi lord desee, se lo daré –repite aquellas palabras que son parte de un juramento que los guardias hacen al servir y Jimin se tensa.
–Junta a unos hombres para salir mañana. Iré al palacio. Y no quiero que nadie se entere.
–Mi señor, es peligroso. El reino no está en sus mejores momentos.
–¿Peligroso? Eres el alfa en el que mi alfa confía su vida, debes tener la valentía suficiente para llevarme y poder regresarme con vida.
–Con todo respeto, señor, pero esto va más allá de lo que cualquiera pueda controlar.
–¿Y qué es eso que va más allá? –el alfa suspira y ambos saben que están solos, pero, aun así, mira a su alrededor y se acerca un paso al omega, sólo para susurrar.
–Esto es un juego de poder donde los hijos del consejo real son las piezas. Nadie se salva en este reino, ni usted, aunque no sepa de esto.
Jimin traga duro y se mantiene firme.
–Con mayor razón. Namjoon investiga por su parte, yo lo haré por la mía.
–Señor, debería decirle al lord sobre sus inquietudes y él podría-
–¿Podría hacer algo? –completa la pregunta y niega antes de que alfa diga otra cosa–. Este es el único lugar donde se me hace sentir como si de verdad mi opinión importara. Mi alfa me respeta y sus guardias lo hacen. Mis suegros no se meten en nuestra relación. En mi residencia, en mi familia y con los guardias que me han cuidado desde que tengo memoria, las cosas no son así. Nadie me respeta, aunque sea el hijo de un duque al mando del tercer distrito más importante de este reino.
–Yo lo respeto, mi señor.
–Porque seré el omega de tu lord.
–Porque lo será sí –se toma una pausa antes de seguir–. Y porque tiene la valentía de desafiar a su padre –Jimin lo mira–. Todos saben de su situación, mi lord. El duque de Busan no escatima al contar cómo hubiera preferido tener un hijo alfa –Jimin respira hondo–, pero aún así, usted siempre demuestra que el título de lord no es un adorno. Es lo que lo hace ser quien es, admiro eso y lo respeto. Lo llevaré mañana luego del almuerzo al palacio, puede decir que quiere aire fresco en los pastizales de Busan y regresaremos después, su alfa no debe saberlo.
Jimin sonríe satisfecho y asiente. Ve al alfa irse del lugar y un minuto después, el eco de las botas de su alfa sobre el piso le hacen girar la vista.
–¿Estás bien, amor? –Jimin asiente y recibe gustoso el abrazo que Namjoon tiene para darle, lleno de inquietudes.
No pretende decirle algo sobre sus dudas, probablemente las sospechas de Namjoon se acerquen a lo que él también cree y no quiere pensar que los reyes han mentido sobre su amigo. No habría razón para hacerlo.
La mañana del treinta de diciembre es extraña para todo el reino. Los pocos campesinos que recuerdan esa fecha no tienen intenciones de celebrarla, mucho menos las herramientas para hacerlo. Este año, el reino parece extrañamente austero en el día del cumpleaños del príncipe. Los estandartes dorados que usualmente adornan las murallas de las residencias y el palacio están ausentes, y los pendones festivos con el emblema real no ondean sobre las plazas. Todo carece de aquella pompa que suele anunciar su día, como si el mismo reino se rehusara a celebrar a hijo de los difuntos reyes en los que el pueblo alguna vez creyó.
Las calles empedradas que llevan al palacio están vacías, sin un alma fuera de las casas, ni siquiera Daegu parece ser el distrito feliz y próspero que alguna vez fue y que vagamente Jimin recuerda.
Cuando llegan frente al palacio, un par de guardias los conducen dentro del salón principal. Seungchan aparece de pronto. Sus ojos hundidos y el rostro demacrado. Un par de cicatrices cruzan en forma diagonal por su mejilla derecha y su piel se arruga lentamente por la edad. El aspecto apático del alfa hace que Jimin se encoja un poco y el capitán ducal de la casa Kim en Dongjak-gu es el que habla en su nombre.
–Hemos venido a una visita a los reyes –Seungchan los mira y Jimin intenta con todas sus fuerzas no intimidarse por ello.
–¿Una visita inesperada del lord de Busan, a qué se debe?
–Es algo que no debes saber –Jimin le dice de tajo y el alfa lo mira de arriba abajo con la misma expresión con la que siempre ha sido visto, como alguien menos.
–¿No eres guardia de los duques de Dongjank-ku, Yeonwoo? –le dice al capitán y este no parece afectado por la pregunta. Jimin en cambio, tiembla un poco cuando sabe que esa es una advertencia para avisarle no solo a sus padres, sino también a la familia de su alfa de que su verdadero paradero no son los pastizales de Busan sino el palacio.
–El lord de Busan será el próximo integrante de la familia Kim de Dongjak-gu, es mi deber llevarlo con vida a donde sea que él me lo pida.
–Es una lástima que los reyes estén ocupados para recibirlo, lord-
–Esperaremos –interrumpe y al alfa no parece agradarle su atrevimiento.
–No creo que sea adecuado. Con lo ocurrido y el cumpleaños del príncipe hoy, hay mucho por hacer. Sus majestades no tienen el tiempo para otras cosas.
–Viajé hasta aquí para verlos, no me iré sin hacerlo antes. Es muy importante que los vea, así que, haga su trabajo e informe mi presencia aquí.
Al alfa no le queda más opción. Ser mandado por un omega hiere su ego, pero hay guardias presentes en el lugar, guardias que matarían por defender al omega, más sabiendo que será el omega de uno de los lores más importantes del reino.
Asiente y deja que uno de los guardias a su lado conduzca al omega y a su capitán a una de las habitaciones laterales que hay en el salón.
–Ven aquí –llama a uno de sus guardias con la mano y Jimin puede ver entonces un anillo de platino en el anular izquierdo del viejo Seungchan. Su vista tarda en apartarse de sus manos y el alfa parece darse cuenta porque lo luce un poco más, moviendo las manos en ademanes innecesarios pero que llaman la atención del omega–. Lleva al lord de Busan y a su capitán a la sala común, esperarán a los reyes. Que los atiendan bien, de todas formas, son los invitados de este lugar, ¿no es así? –Jimin lo mira a la cara y no responde nada.
Se deja guiar por el otro guardia, un joven que apenas sabe moverse por el palacio, pero finalmente llegan donde deben. Bajan un par de escalones y sus pasos resuenan sobre la piedra caliza del piso y quedan frente a una puerta de roble oscuro con tallados en ella. El alfa se toma el tiempo de abrir el pomo y les permite entrar.
Es una biblioteca y lo escalones siguen más abajo, como si fuese un refugio bajo tierra. Descienden la escalera de espiral, con las botas de cuero resonando siempre y quedan al centro de la sala común. Las paredes se alzan por un par de metros y hay unas cuantas sillas de cuero con hierro forjado en donde Jimin se deja caer lentamente antes de hablar.
–¿Viste su mano? –pregunta y a Yeonwoo no le cuesta entender. Asiente.
–Hizo el juramento real.
–Ese anillo- una vez oí a mi padre decir que sólo hay uno por familia real, se cambia cada que un nuevo rey asciende.
–Así es, mi lord. Sus majestades no suelen fabricar más de un anillo, es una prueba de que ese anillo siempre pasará de generación en generación.
–Entonces, ¿alguien más tenía ese anillo antes de él?
–Sí, había un guardia.
–¿Quién? –el alfa de tensa y baja la mirada.
–No puedo decirlo, señor. Sería manchar su memoria. Murió a la par de los reyes, él los cuidaba cuando el puente-
–Cuando colapsó y murieron casi todos –termina de decir y ve al alfa asentir.
–¿Por qué no llevas un anillo tú? –señala su mano izquierda desnuda, sin ningún metal que la adorne como lo harían los capitanes de las guardias ducales del resto.
–No he sido bendecido para tomar el juramento.
–Pero, eres el capitán de la guardia.
–Un título como ese no es lo mismo que recibir la confianza de la familia a la que sirvo.
–Namjoon confía en ti. Si no lo hiciera, no me hubiera dejado salir contigo, no te hubiera enviado a esa tarea. Él confía en ti.
–Y yo le soy leal a su alfa, señor. Pero hasta que él no asuma como duque de Dongjak-gu, no puedo jurar ante él, sería una osadía.
–¿Jurarías ante mí de igual forma?
–¿Servir a un Park y jurarle lealtad? No habría mayor honor para mí –ambos asienten y pueden oír pisadas a lo lejos acercarse.
Jimin se pone de pie y no tarda en abrirse la puerta y el par de reyes entran en la sala, ambos reverencian ante ellos y Junseo no parece estar contento con su presencia en el palacio y es el primero en hablar.
–¿A qué se debe la urgencia de su visita, lord? –Jimin traga duro y ve a su rey dejarse caer en el asiento de cuerina frente a él.
–Una pregunta que me quitó el sueño anoche, majestad –el alfa lo mira con una ceja arriba y lo deja continuar–. La noche del imprevisto en el baile vi a unos hombres que jamás había visto antes, ¿quiénes eran?
–Lord –la reina le llama y él presta total atención cuando la voz de la mujer se dirige a él con desdén–. La lista de invitados al baile no es de su incumbencia. No será el duque de su distrito en unos meses y eso es algo que sólo los duques pueden saber.
–Lo sé, majestad. Pero me intriga solamente.
–¿A qué hombres se refiere exactamente, lord?
–Al par con el que estaban conversando justo antes de la entrada del príncipe. Jamás los había visto por aquí, en ninguna reunión, ¿eran locales?
–No –el rey se apura en negar y Jimin no puede pasar desapercibido el tono con el que lo dice, con cierto recelo y esa mirada amarillente hace al omega y su capitán ponerse alerta–. Ellos eran los representantes de Japón. Los reyes de la dinastía japonesa no pudieron presentarse a a la celebración y los enviaron a ellos como símbolo de apoyo.
–¿Con ellos partió el príncipe?
–¿Por qué tanto interés en mi sobrino, lord? Él esta a salvo en Japón. Nadie debería de preocuparse por eso más que nosotros mismos.
–Perdóneme, majestad, pero el príncipe es amigo mío y sólo quiero saber si está a salvo en donde sea que esté. Mi padre dijo que no han encontrado a quienes perpetraron el ataque y perdón nuevamente, pero, no he visto ningún esfuerzo por hacerlo.
La reina lo mira con ojos amarillos y la mandíbula tensa.
–¿Qué dice? Estamos buscando a esos traidores hasta por debajo de las piedras, no pretendemos que salgan bien librados de esto como si no merecieran un castigo frente al reino entero. Atacar el palacio fue la decisión más tonta que esos pueblerinos han tomado.
–No lo tome de esa forma, majestad. Apuesto que los buscan, pero entiéndame también. Su sobrino, Taehyung –se atreve decir su nombre de forma informal y no espera a que lo corrijan antes de continuar–, es mi mejor amigo. Su guardia real, el alfa con el que siempre estaba resulto muerto esa noche, ¿no?
–Encontramos sus pertenencias junto a un esqueleto quemado –el rey revela y Jimin mismo se sorprende de que estén soltándole información como si nada, como si su presencia en el lugar no fuera ya suficiente insulto a sus títulos.
–Esa noche, antes del ataque. El guardia del príncipe y esos desconocidos no dejaban de mirarse. Siempre tenían la vista puesta en el otro y yo-
–Es suficiente, lord –la reina le corta–. Lo que sea que tenga que decir no deben ser más que alucinaciones suyas. El príncipe está a salvo y regresará al reino cuando sea hora. Por el momento, ni usted ni nadie debería preocuparse por él.
–Será mi rey en unos meses –recuerda–, lo que tenga que ver con él me importa porque sea lo que sea que está pasando, va a afectar a todos en este lugar.
–Está diciendo barbaridades, lord. Debe irse a su residencia ahora mismo a que su alfa lo ponga en su lugar.
–Me iré –se pone de pie y la presencia de Yeonwoo tras suyo como su sombra le da el valor suficiente para continuar–, con más dudas que respuestas. Creo que si el príncipe estuviera a salvo y todo estuviera bajo control no tendrían problema con dar los detalles
No espera que le digan algo más, el valor parece querer esfumarse tan rápido como ha llegado a él y sale de la sala común seguido de su capitán. No espera que lo detengan y en cuanto salen del palacio se montan en los caballos y vuelven por los senderos irregulares y serpenteantes del distrito hasta su podría residencia.
La subida a la montaña la quita el aliento. Sus manos enguantadas le protegen la piel del collar de acero que lleva entre los dedos. Tras su plática con Taehyung, decidió que no podía sacarlo como si nada y lo hizo esperar unos días mas para que el herrero al que habían estado contratando desde antes, le entregara algo que pudiera someter al alfa lo suficiente para que no pudiera huir en caso de que lo intentara.
Decir que la sola idea de llevarlo fuera de la celdilla no le ponía nervioso seria mentir. Nadie sabía de sus planes y mucho menos de lo que había hablado con él esa madrugada. No quería que nadie interfiriera o peor aún, que Jungkook fuera a enojarse y complicar las cosas más de lo que ya estaban entre ellos.
Esperaba, con esto, conseguir abrir la mente de Taehyung, que el alfa diera un paso importante para él mismo y para lo que sea que ellos quisieran hacer más adelante porque sus planes estaban siendo turbados cuando la búsqueda del heredero no salió como lo planeado.
Nadie estaba ofreciendo una recompensa y sin eso, no podía haber negociaciones, ni siquiera los duques parecían afectados por la situación y nada había cambiado su rumbo en el reino. El lugar seguía siendo tan gris y deprimente como lo había sido por más de veinte años.
La falta de decoraciones en el pueblo no le dan buena espina, lo piensa mientras sigue subiendo por la montaña, es un bosque engañoso y difícil de conocer. Es grande, frondoso en primavera y helado en invierno, cualquiera que no sepa a donde ir se perderá a los minutos de estar en el lugar, pero no él, ni Miyeon o Jungkook o Yoongi. Ellos conocen el bosque a la perfección, se mueven entre las sombras y dejan que la luz lunar los guie hasta uno de los picos más altos de la montaña.
Cuando llega al lugar el sol apenas está poniéndose y esconde entre su capa gruesa el collar. Roza un poco con su piel y le quita el aliento.
–¿Estás bien? –Yoongi pregunta y Seokjin no quiere mirarlo a la cara.
–¿Y Miyeon? –evade su pregunta y el alfa no dice nada al respecto.
–Le está dando de comer –señala el camino tras la cabaña y el omega se deja caer sobre el banco de madera que hay ahí– ¿Qué hablaste con él la otra noche?
–No sé de que hablas –el alfa cruza los brazos y suspira.
–Tú y yo sabemos que siempre siento cuando algo va mal contigo. Esa noche sentí cuando fuiste y supe cuando llegaste, no te hagas el tonto, Seokjin, ¿qué hablaste con él?
–Es una conversación entre él y yo nada más. Métete en tus asuntos y cuida que Jungkook no lo mate.
–¿Asunto entre ustedes dos? Será un romance quizá-
–No es verdad –le dice alto y su voz rompe el silencio que se expande a los pocos metros. Yoongi se encoje–. Él y yo no tenemos eso, no es lo que buscaba cuando les dije que podíamos traerlo aquí. Sabes que yo soy de otro alfa-
La forma en la que lo dice deja a Yoongi perplejo. El alfa se tensa y sus manos tiemblan y Seokjin mismo sabe que no es por el frío que los cubre sino porque sus palabras tocaron un punto frágil en él y sonríe un poco, con la vista gacha jugando con la madera de la mesilla.
–Tienes razón –el alfa le llama y Seokjin tiembla cuando ve sus ojos cafés mas oscuros, intensos y el aroma que desprende se vuelve mas pesado a su alrededor–. Seguro que el tema que querías hablar con él era sobre decirle que eres su hermano.
El aire abandona sus pulmones y se pone de pie de un salto. Yoongi no parece afectado por lo que dice y que se quede tan tranquilo lo pone más nervioso. Las manos le empiezan a temblar y siente el rostro caliente, debe estar rojo. Siente aquél conocido ardor en los ojos y sabe que sus ojos azulados cambiaron a dorado cuando el alfa sentado frente a el no le aparta la misma.
–¿De qué-
–¿De qué hablo? –el alfa interrumpe y se pone de pie para quedar a su altura. Se acerca un poco, apenas la distancia que los separa y Seokjin no baja la guardia, con los colmillos fuera en señal de alerta, aunque el alfa no parece ser una amenaza y menos le haría algo, no a él–. No soy idiota, ¿crees que no te visto cuando te distraes, que no sé que eres ese primogénito que todos creen muerto? Cualquiera en este reino odia a los reyes, pero tú... lo que tú sientes por ellos va más allá del odio. Sólo hay una explicación para eso y mírate, esos ojos dorados no mienten.
–No-
–Deja de negarlo –le corta antes de que pueda negarse a sus palabras y Seokjin no tiene más opción que hacerlo con los ojos brillando en medio de la puesta del sol que poco a poco se oculta en el horizonte–. Cuando la plata no te hizo nada lo sospeché, pero creí que sólo pasaba porque como Jungkook, eres un omega diferente.
–La plata tampoco te hace daño a ti y no te estoy acusando de nada.
–Pero mis ojos no son dorados como los tuyos ahora. No soy yo quien ha vivido toda su vida escondido en este lugar, yo no lo planeé todo, todo eso, lo hiciste tú.
–¿Y si lo sospechaste entonces, cuando-
–¿Cuándo lo confirmé? Esa noche que entramos al palacio y viste el cuadro de los reyes, algo en tu mirada cambió. Sabías a donde ir cuando nos estaba llevando ese guardia y parecía que buscabas algo, ahí lo supe todo. Y cuando viste a Haeun –Seokjin se encoge un poco–, la mirabas con tanto odio que simplemente me lo volviste a confirmar con tus acciones.
–No es lo que piensas –dice bajito y quiere llorar. Las emociones se acumulan en su pecho y la última vez que soltó en llanto fue un año atrás, cuando la rabia y el recuerdo de esas fechas lo consumieron.
–Explícame entonces, ¿te enviaron aquí y te hicieron pasar por muerto?
–¡No! No sabes nada, Yoongi, nada. Esos dos que están en el palacio mataron a mis padres, al hermano de Miyeon y ella, en lugar de matarme por ser de su sangre, me cuidó como a un hijo.
–Si no sé nada, entonces, dímelo. Cuando Jungkook se entere-
–Él no va a enterarse, no puedes decirle. Si se entera él mismo va a matarme. Odia a la familia real.
–Mataron a sus padres, así como a los tuyos.
El omega se deja caer de nuevo y se permite soltar una lágrima. No deja que el alfa lo toque, pero se mantiene en sus pensamientos cuando el alfa le toma la mano.
–No le digas –casi suplica y Yoongi le aprieta la mano.
–Va a enterarse en algún momento, ¿qué piensas que pasará? Cuando todo termine va a saber que tú vas a tomar el trono o si no lo haces, sabrá que ese alfa y tú son hermanos. No se lo podrás ocultar por siempre.
–Se lo ocultaré mientras pueda –susurra.
–¿Ocultar qué? –los dos saltan en sus lugares.
Jungkook ha sabido reprimir su aroma tan bien que ni siquiera ellos se dan cuenta cuando está cerca o lejos. El menor alza una ceja al verlos tomados de la mano. Yoongi lo suelta de pronto y Seokjin se pone de pie rápido, antes de que el menor pueda ver sus ojos acuosos y su nariz roja.
–Creímos que estabas descansando –el alfa dice y deja que Jungkook tome asiento a su lado y suspire el aire helado.
–No he podido descansar estas noches. Será un año nuevo pasando mañana, se siente raro.
–Tenemos al heredero detrás de la cabaña, por supuesto que es raro.
–Él no. No sé cómo explicarlo, todo es más extraño que de costumbre –niega–, ¿qué estaban hablando? No oí bien.
–Nada –la voz de Seokjin llama su atención y Jungkook no le aparta la mirada de sus manos temblorosas, no omite el tono triste en su voz.
–Si tú lo dices –se encoge de hombros–. Ya anocheció, vayan a casa y yo haré guardia esta noche.
–No –la voz apresurada de Seokjin hace que Jungkook lo mire con una ceja arriba–. Yo haré guardia.
–¿Seguro? No te ves muy bien.
–Totalmente seguro. Vayan a descansar, los veré cuando amanezca.
Que sea la persona más grande entre los tres trae peso, porque a ninguno parece que le guste la idea, pero tampoco dicen algo al respecto mientras se ponen de pie y caminan de nuevo dentro de la cabaña. No pasan muchos minutos cuando Miyeon aparece de detrás del lugar, con una cazuela vacía y un vaso de agua vacío en la mano. Las miradas que se da con Seokjin parecen tener un trasfondo y el omega lo sabe.
La forma en que la beta lo mira no es más que de miedo, un temor del que sólo ellos dos son capaces de sentir, ese miedo que los envolvió el primer año que estuvieron juntos cuando él era apenas un cachorro. El miedo a que un día llegarían por él, que lo matarían y a ella la torturarían por haberlo mantenido con vida, ese miedo siempre iría a estar en ellos dos, aunque las cosas fuesen diferentes. A pesar de que Seokjin podría protegerla ahora, aún cuando parecía que jamás irían a encontrarlos y menos a hacerles algo, jamás.
Se pone de pie y camina a pasos lentos a la cabaña, con el peso del collar entre sus ropas. Mueve las hojas y el tronco seco, deja que la luz de la lampara de aceite ilumine la celdilla y Taehyung lo mira con los ojos hundidos y el rostro sucio, el cabello con cebo porque han pasado días desde la última vez que se bañó siquiera.
–Más te vale que no hagas algo idiota, o te mataré ahí mismo –dice y reza porque a su hermanito no se le ocurra huir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro