CAPÍTULO 1
Querido Yoongi, el invierno comenzará pronto, la noche anterior a la que escribo esta carta las pequeñas calles del reino se han bañado en el más gélido frío, me temo que no se podrá concluir el viaje que planeé hace unas semanas debido al clima. Lamento decirlo.
Pero en cambio, tengo nuevas noticias.
El príncipe ha tenido las semanas más agitadas de su vida. El rey y la reina no han hecho más que presionarlo por buscar una omega para enlazarse, a pesar de que siendo un alfa no debería de suceder, pero estos son tiempos difíciles, agitados, extraños que ni siquiera sé si los mismos reyes respetan las leyes que crearon en el consejo real.
Esta búsqueda incansable por una omega digna para el príncipe es, ¿cómo decirlo? Una buena noticia para nosotros, porque harán un baile, justo una semana antes del baile de invierno.
Las sirvientas no dejan de parlotear sobre eso y los guardias reales han estado acompañando a los reyes en la planeación, como si ellos supieran algo de una fiesta o un baile real. Chungha ha estado diciendo que será la velada más ostentosa de todas y que vendrán todos los duques y duquesas del reino, incluso reinos vecinos, y eso, es un buen momento para hacerlo.
Demos el golpe final, Yoongi, tomemos las riendas de este asunto y pongamos fin a estos tiempos agitados en los que hemos estado desde que los reyes y el primogénito Kim murieron.
Acabemos con esto.
Jeon Jungkook.
Oh, Yoongi deja de leer y mira a su lado, Seokjin está de pie frente a la ventana, los copos de nieve caen lentamente y se quedan rezagados sobre el alféizar de la pequeña casita que tienen en el bosque prohibido, donde todo ha comenzado. Donde los dos se han criado y ocultado de todos. No hay mucha iluminación, más allá de unas velas y un pequeño foco que cuelga en una esquina de la habitación.
–¿Dijo algo más?
–No, pero creo que tiene razón, es una buena oportunidad –Yoongi se pone de pie y sus pasos resuenan sobre la madera, el choque de su espada y su daga hacen eco y se acerca a la ventana para quedar justo al lado de Seokjin.
El mayor tiene la vista fija más allá de las montañas, en el palacio, esa estructura a la que han ido apenas una vez y nada más, sus torres a los lados hacen ver imponente el palacio y quizá es superstición o la carta de Jungkook tiene razón y son tiempos difíciles porque poco a poco la neblina oculta al castillo y sólo se puede apreciar unas pequeñas luces a lo lejos que reflejan la iluminación.
–No podemos todavía –la voz de Seokjin es profunda y hace a Yoongi mirarlo con una ceja arriba. El mayor lo mira de vuelta y sus ojos azules como el agua del mar se hacen más oscuros, su lobo saliendo a flote.
Es un omega. Yoongi lo sabe, lo supo desde el primer día que lo conoció. Pero es un omega distinto, no tiene miedo y no es delicado, no es el tipo de omega que se deja someter ante la presencia de los alfas, es un omega distinto.
–No podemos tomar la decisión tan a la ligera, Jungkook lo sabe, si no planeamos bien este golpe... nos atraparán.
–¿Desde cuándo te importa eso?
–No me interesa, en realidad –su mirada vuelve al palacio a lo lejos, al otro extremo del reino–, pero arriesgarnos a que nos atrapen influye en esos niños de los distritos, no pretendo que sean tan desafortunados como yo.
Yoongi lo entiende, como nadie más a excepción de Jungkook y sabe de sobra de lo que habla. El infortunio al que se refiere y la forma en la que pasó su infancia, encerrado en aquella casa, tras las montañas, la llamada zona cero a la que todos en el reino tiene prohibido ir porque es un lugar abandonado, uno al que ni los guardias reales se atreven a entrar.
–Tengo que irme –el menor mira el cielo, el sol no tardará en ocultarse y es cuestión de horas para que suene la trompeta desde el palacio, anunciando el toque de queda nocturno, a cualquiera que pillen fuera de casa luego de eso, que la Diosa Luna lo proteja.
–Ve con cuidado y mañana nos veremos en Jeju, al pie del pozo –Yoongi asiente y no queda más charla por dar, no cuando Seokjin mismo se siente reacio a esa plática y Yoongi tampoco quiere gastar la energía que le queda intentando sacarle información a Seokjin.
–Una última cosa –su llamado hace que el omega lo mire de vuelta y le intenta sonreír, aunque no sirve de mucho–, deberías buscar la ropa más elegante de todas, porque iremos a ese baile, y lo haremos.
–Terminemos de planearlo bien, entonces –Yoongi asiente y toma la espada que cuelga de su cintura, sólo para dejarla en su lugar, porque no puede ir con ella a casa ni pasearse por el reino con ella, opta por una fina daga que se cuela entre sus ropas y que nadie sabe que lleva, por precaución.
Seokjin lo ve irse y su lobo se entristece, lo odia. Odia la sensación de su lobo entristecido porque el alfa se fue, lo odia porque ese el mismo lobo el causante de que su vida se vea envuelta en lo que es, una enredadera de mentiras, de traiciones y hambruna.
Por la ventana puede ver a Yoongi irse bajo la nieve, su cabello rubio se pierde entre en la blancura de la nieve y reza internamente porque no le pase nada mientras baja por las montañas hasta el puente que conecta el bosque con los distritos, reza porque ningún guardia lo pille y le den una paliza, reza porque llegue a casa sano y salvo para que puedan verse después como lo han prometido.
Ve la carta de Jungkook sobre la mesa y no siente más que furia cuando lee la palabra príncipe. Arruga el papel entre sus manos y lo tira al fuego avivando la llama.
–Te juro que terminaré con esto, mamá, lo juro –repite mientras acaricia la argolla en su dedo. Se ajusta a su piel y aunque tardó años en crecer y poderla usar, cuando lo logró, sabe que no va a quitársela jamás.
Es la torre del ala oeste la más fría y solitaria de todas. Lo sabe desde que tiene memoria. No hay guardias cerca porque no es un lugar que se frecuente y está solo ahí. Los cachivaches que hay en el lugar son grandes e incluso muebles de caoba que su tía suele decir que son inservibles, aunque le parecen en buen estado todavía.
Se sienta en lo más alto de la torre, una pequeña habitación que ha pedido a su mayordomo y guardaespaldas personal que la acomode para él y sus noches en vela, esas en las que el silencio de la noche es demasiado para él. Y es el mismo mayordomo el único que sabe que puede estar en ese lugar, y quien daría con él en cualquier caso.
La luz de la luna se cuela por la ventana y cierra los ojos, esperanzado de que la búsqueda por una omega para él se termine, no quiere enlazarse y tampoco quiere liderar el reino, no cuando apenas y sabe lo que pasa en el lugar. No suele salir y más allá de las fiestas en los salones jamás a visto más allá de su palacio.
Sabe que no hay mucho que ver, y sabe que es por su propio bien. Porque ahí fuera hay personas malas, personas que buscan su cabeza, así como la de su difunto hermano y la de sus padres, es el único sobreviviente de la familia real y no pretende arriesgarse, su tío suele decir que sabe lo que tiene que saber y no más.
El rechinar de la madera fuera del cuarto en la torre pone sus sentidos alerta y escucha la puerta abrirse, una ráfaga de viento le llega por la espalda y el aroma a fresas se cuela en su nariz.
–Alteza –la voz de su mayordomo hace un eco peculiar en la habitación y Taehyung se tensa cuando escucha que se acerca y el aroma se intensifica–, tiene que ir al palacio, no es bueno que esté aquí, lo hemos hablado antes.
–Jungkook –su voz hace al omega tensarse–, dijiste que me darías un momento a solas.
–Lo lamento alteza, pero su majestad no estará feliz si mañana en el almuerzo lo mira con sueño, es mejor que vaya a su habitación y descanse.
–¿Para qué? –se gira y mira a su mayordomo. El omega tiene la vista clavada en sus ojos y la luz de la luna que se filtra le ilumina el rostro.
Su cabello es negro y espeso, brilla debido al sudor y lleva puesto unos pantalones de cuerina que se ciñen a sus piernas, una camisa ancha y blancuzca, demasiado percudida para ser un uniforme que sus tíos aprueben, pero se oculta perfectamente debajo de esa capa negra que se ata por debajo de su cuello.
Y cómo no, sostenida por un cinturón de cuero, una espada de plata cae por su cintura.
–¿Para mañana continuar buscando a una omega?
–Lady de Anyang-si es una omega encantadora, si me permite opinar, alteza –el alfa gruñe y sus ojos se colorean de un intenso dorado al tiempo que Jungkook le sostiene la mirada.
–Omegas esto, omegas lo otro, no quiero enlazarme-
–No es algo que pueda decidir por usted mismo, alteza. Sus tíos- su majestad ha tomado una decisión y debe hacerse. Si no lo llevo a su habitación ahora, me cortarán la cabeza.
–¿Qué hay de ti, uh? –su pregunta confunde a Jungkook, el omega no sabe a qué se refiere y mentalmente se prepara para cualquier cosa que el príncipe pueda decir–, siendo un omega varón, lograste entrar al palacio y un trabajo, ¿cómo lo hiciste?
Jungkook se tensa, su ojos negros se vuelven intensos y no es un omega de la nobleza, no hay colores en sus pupilas y su fuerza es nada comparado con el alfa frente a él, pero es fuerte como un alfa plebeyo, como un guardia real.
Toma aire y aspira el aroma a roble que desprende el alfa, una mezcla exquisita y picante que se cuela en sus sentidos y a la que ha sido testigo desde que trabaja en el palacio desde un año antes cuando todo ha comenzado su marcha.
–Su majestad no sabe de mi lobo –revela y hace que Taehyung lo mire incrédulo.
Jungkook camina hasta quedar frente a la ventana de la torre, mira más allá del palacio y sus jardines, mira el reino oscuro, mira las montañas alzándose cerca de la frontera, el mar abierto y sus botes y barcos que los guardias se encargan de manejar.
–Soy un omega plebeyo, mi señor –susurra y decirlo no es un insulto para él, pero sí para el alfa que está presente–, mi aroma no es un problema, no huelo a mi lobo, mis ojos no cambian de color, pero tengo fuerza, como un guardia común, y soy más inteligente que ellos, quizá por eso los burle y conseguí este lugar. Tenía que conseguir mi comida y sustento de alguna forma.
Sus palabras dejan al alfa serio y sin decir nada. El silencio baña la torre completa.
–No eres tan inteligente, yo supe que eres un omega desde el primer día.
–Porque es el príncipe, alteza, si quiero su confianza tenía que darle algo a cambio, velo por usted y lo cuido, lo he hecho desde que llegué a este lugar.
–No juraste-
–Es mejor que vaya a dormir, alteza, mañana será un día largo y una noche preciosa –sus ojos negros parecen brotar estrellas y Taehyung enmudece.
No hace más que asentir y el omega pasa por delante de él para abrirle la puerta y conducirlo fuera de la torre, a sus aposentos.
El recorrido por la torre mientras baja es largo, Taehyung ha contado los escalones desde la primera vez que subió y un total de 87 escalones en forma de caracol son difíciles de ver con la luz de las antorchas que cada vez que bajan más y las dejan atrás, Jungkook se encarga de apagarlas y con su confesión de momentos antes, Taehyung no sabe si en verdad el omega es capaz de cuidarlo.
Lo ha visto unas veces entrenar, es el más fuerte de su escuadrón y demostró su destreza para la espada en muchas ocasiones, hiere el ego de Taehyung, de cierta forma.
En cuanto salen de la torre, el patio central los recibe, el piso empedrado está húmedo por la nieve que comienza a caer y se derrite con el tiempo. El frío se cuela en sus ropas y Taehyung se queda de pie tras Jungkook mientras él cierra la puerta. El aroma a fresas vuelve a su nariz y el alfa se acerca un paso a su mayordomo, sólo para susurrar.
–Debes tener cuidado –el omega se guarda la llave en su capa y se tensa al sentir al príncipe tan cerca suyo. Aprieta la lámpara de aceite en su mano y no es capaz de girarse en ese momento y encarar al alfa–, un omega varón en un palacio lleno de alfas no me parece la idea más sensata posible.
Lo siente alejarse y sólo ahí es capaz de girarse a él. El alfa aspira de nuevo, con la idea de volver a oler al omega en el aire, pero en cambio, no hay más olor que el del piso mojado.
–Es una fortuna que nadie sabe de mi lobo, alteza.
–Mh, a menos que yo diga algo.
–Hágalo –su voz resuena en el patio y es inusual que no hay guardias cercanos. Su mirada le parece valiente a Taehyung–, no tengo nada que perder.
–Perderías la vida-
–La vida no me sirve de nada si no puedo ayudar a los demás. Le repito alteza, dígale a su majestad de mi lobo.
Se miran el uno al otro, la luz de la luna y la lámpara de aceite siendo lo único que los ilumina y entre todo eso. Taehyung sabe de sobra que traicionar a Jungkook no es una opción, porque aun con todo, muy en el fondo y aunque hiere a su orgullo, es digno de protegerlo.
Vuelven dentro del palacio hasta la habitación de Taehyung, la considera absurdamente grande y no dice nada mientras ve a Jungkook ordenar su cama para que pueda dormir, el olor a fresa parece haber desaparecido y a Taehyung le parece interesante, el hecho de que el omega puede ocultar su olor, de forma voluntaria.
–Descanse, alteza –se despide con una reverencia y Taehyung ni siquiera lo mira o dice algo, sólo espera hasta que sale de su habitación y se deja caer sobre uno de los sofás.
La llama de la chimenea en su habitación se apaga lentamente, a causa del viento que se cuela por su ventana. La noche es fría y el invierno ni siquiera se ha acentado totalmente en el reino. Sus ojos miran un punto particular, al otro lado del reino y cruzando el Río Cristal, tras los árboles esponjosos, por donde él supone, son los límites de la frontera con el reino vecino, la zona cero que todos tienen prohibido entrar, una fumarola a lo lejos parece esconderse entre la neblina montañosa y Taehyung tiene que parpadear dos veces.
Sería imposible que hubiese alguien en ese bosque. Ni siquiera los guardias reales son dignos de entrar ahí y el puente que une el bosque con los distritos está casi desértico excepto por las familias que viven cercanas.
Y si alguien estuviese allí... sacude la cabeza antes de que su mente maquine escenarios imposibles. Podría ser la frontera, incluso el reino vecino haciendo de las suyas y aunque no queda satisfecho con ello, prefiere ignorar el hecho de que la fumarola se ha perdido en la neblina. Cierra su balcón y deja caer las cortinas pesadas contra las ventanas de cristal que lo resguardan.
Se deja caer en el diván al pie de su cama y mira la llamarada apagarse lentamente. Su cuello duele y tiene los músculos entumecidos debido a la falta de entrenamiento y piensa cuándo será que podrá volver a su rutina diaria y fingir que sus tíos no buscan una omega para él. Los pensamientos van y vienen a mil por hora, que ni siquiera se da cuenta cuando sus ojos se cierran y cae dormido.
Fuera de sus aposentos, en uno de los anchos pasillos del palacio, Jungkook sonríe.
Plantar la duda en el príncipe es el primer paso de muchos para su cometido y estar en el palacio, en un cargo tan importante, le ha conseguido la información suficiente para su par de amigos. Conseguir una oportunidad como la del baile es... un milagro.
Alza la lámpara de aceite sobre su cabeza y se coloca la capucha de su capa sobre la cabeza, es más de media noche y los guardias reales están rotando turnos que sabe de sobra que no va a toparse con ninguno de ellos en su camino.
A pesar de eso, apura sus pasos. Las botas resuenan en el mármol del piso y las antorchas están por terminar de consumirse cuando llega a su destino. Una puerta de madera que da una de las salidas traseras del palacio, cerca del mar.
Hay un camino empedrado que lo lleva a lo que a vista de todos, no son más que ruinas. Un pequeño recinto que los antiguos reyes usaban y jamás se remodeló luego de su muerte. Pero es más que eso. Jungkook mira a todos lados antes de entrar, asegurándose que nadie lo ve y cuando se asegura que no hay nadie, empuja la puerta de roble.
Es pesada y a Jungkook le cuesta trabajo moverla pero no es imposible, una vez que está dentro, sólo la lámpara de aceite le ilumina. Hay telarañas en el techo y el piso empedrado está cubierto de polvo y hojas secas. Están un par de sillas metálicas y una mesa de madera que rechina, Jungkook no pierde el tiempo en buscar lo que quiere. Zapatea sobre el piso hasta que escucha un eco bajo sus pies, se hinca y sus manos buscan un hueco entre las piedras. Con toda su fuerza, jala de una cadena y una puerta que lleva a pasadizos lo recibe.
Conoció este lugar un mes después de llegar al palacio, en una de sus noches de vigía y porque a los guardias reales les pareció buena idea enviar al guardia del príncipe a vigilar el lado solitario del palacio. No sabía lo que era hasta que se decidió a entrar y descubrirlo. Unas catacumbas poco conocidas y vacías. A lo que él ha descubierto, no hay un sólo cuerpo en el lugar, pero le llegó como anillo al dedo. Porque las catacumbas conducen bajo todo el reino hasta poco antes del Río Cristal.
Baja las escaleras que él mismo construyó, hecha de palos y cierra la puerta que lo oculta y lo deja aún más solo. Comienza su camino hasta el otro extremo del reino, porque viajar por fuera del mismo es imposible. Un guardia real como él, que debe velar por la vida del príncipe no puede ser visto por los distritos y mucho menos, a altas horas de la noche. Escucha sobre su cabeza los pasos de los guardias reales y sus armaduras de acero golpear contra el piso.
Vigilan el lugar y que nadie esté fuera de casa. Espera que Yoongi no lo esté porque sería... sería una tragedia y al alfa le gusta mucho retar a los guardias.
Su recorrido dura más de una hora, aún caminando demasiado rápido como lo hace y no pierde el tiempo en detenerse y descansar. Llega hasta el otro extremo del distrito de Daegu. Hay una ranura que permite que la luz lunar se cuele en las catacumbas y le deja comprobar que una vez más, está solo. Sale de la misma forma que ha entrado, con la ayuda de una escalera hecha por sí mismo y se esconde entre los árboles.
No hay guardias y lo único que puede oírse es el agua del río corriendo, cruza el puente y se adentra en el bosque prohibido, sólo él y su fiel espada con la lámpara de aceite en manos. No sabe qué hora es, pero calcula que son más de las dos de la madrugada y debe darse prisa si no quiere que la lámpara de aceite se termine y se quede en el bosque hasta el amanecer.
Con cada paso que da colina arriba, el aire frío le congela las mejillas, la capa se alza y da un aspecto tenebroso en medio del lugar. Sabe el camino de memoria, ha visitado el lugar más veces de las que le gustaría. La neblina comienza a bajar, dificultando su vista pero no se preocupa por ello, porque ha llegado a su destino.
La cabaña de madera está apenas iluminada por una antorcha fuera y se apura en tocar la puerta. La beta intenta sonreírle cuando lo mira.
–Entra, Seokjin está terminando de cenar –Miyeon le dice.
–¿A estas horas? –pregunta sacándose la capa de encima y el frío le hace temblar las manos.
–Ha estado distraído estos días, no lo presiono.
–Siendo su madre, deberías –la beta baja la vista, abrumada por las palabras pero calla al sentir la presencia de Seokjin tras ella.
El omega les sonríe, calmado y Miyeon se apura en rellenar la lámpara de aceite para cuando Jungkook vuelva por donde ha venido. Sus cejas se fruncen al oír la conversación entre ambos.
–Traje noticias –Jungkook anuncia y toma asiento en una de las sillas de madera, bebe del agua que hay en un vaso y se toma unos segundos antes de hablar otra vez–. El baile será este jueves, irán todos al palacio.
La beta se gira a ellos y los mira, en especial al omega que ha criado por años.
–¿Van a atacar el palacio? –pregunta y Seokjin la mira de vuelta.
Sus ojos están hundidos, no hay más juventud en esa mujer que conoció veinticinco años atrás. Se ve cansada y le lastima el alma verla así, agitada por la situación, temiendo que algo pueda pasarle a él en busca de recuperar su trono.
–Es la única forma-
–No lo es. No sabes qué hay en ese lugar, los guardias reales, los caballeros. Todos morirán y matarán antes de que toques un pelo de sus majestades o su alteza –lo mira a los ojos y Jungkook es quizá muy observador para unas cosas y demasiado despistado para otras, porque se pierde del resplandor dorado que se posa en las pupilas de Seokjin por unos segundos.
–Jungkook está con nosotros. Él sabe del palacio, los lugares, horas- lo sabe todo.
–¿Y es esa la única forma, en serio? –Jungkook mira a Miyeon, con tristeza.
–Secuestrar al príncipe es-
–Es estúpido –ella completa y el omega calla–. ¿Se han puesto a pensar en las cientos de posibilidades? El Rey y la Reina murieron hace más de dos décadas y su hijo no ha puesto un pie fuera del palacio más que para sus fiestas, ¿Qué les hace pensar que van a convencerlo de que termine con esta masacre que han hecho sus tíos? No lo conocen-
–Yo lo conozco –Jungkook gruñe–. Es un alfa idiota, va por ahí enalteciendose por su lobo y su rango, por su poder, pero es un idiota. Un sentimental, la otra noche, por ejemplo, lloró hasta la madrugada porque no tiene ni un recuerdo con su madre- es tan fácil de manipular. No lo creerían hasta verlo.
–No hables así de su alteza –ella casi le gruñe.
–¿Lo defiendes? –Jungkook la mira incrédulo y no sabe cómo reaccionar al ver que Seokjin ni se inmuta por ello, casi como si estuviera acostumbrado.
–No lo defiendo –ella se acerca a ambos y pone sus manos sobre la mesa, inclinada y aunque sus palabras van para ambos, su mirada está clavada en Seokjin–, lo entiendo. El príncipe fue criado por unos padres ajenos, no tiene memoria de sus padres, de ninguno ni de su hermano mayor, ¿crees que vive agusto con eso? ¿piensas que no tiene culpa?
–Alfas como él –Jungkook se controla de mostrar los dientes pero sus palabras aún así, suenan con coraje y resentimiento–, matan a omegas como nosotros, a betas como tú. Sus escuderos, sus guardias, sus caballeros, sus duques y duquesas, los lores y las ladies, todos ellos nos matarían a todos antes de siquiera escuchar nuestras plegarias.
La beta se tensa, Seokjin la ve tragar duro y se pone de pie y la toma de los hombros, la mira a los ojos cuando habla.
–Te prometo, que voy a vengar su muerte-
–Él no lo necesita –susurra y Jungkook supone que hablan de Haewon–, murió por su rey y su reina, por el príncipe y por el primogénito. Lo juró. No hay nada que vengar si él sabía de qué trataba desde el día que se metió en todo esto.
–Aun así, morir sin honor es un pecado para un guardia, un escudero o un caballero. Yo, te juro por mi sangre que voy a vengar su muerte y cuando todo termine, cuando- –se detiene de hablar, porque Jungkook está presente y decir algo sobre su ascendencia y su puesto en el reino no es una opción.
La beta suspira, aún intranquila con lo que ha descubierto en tan pocos minutos y Seokjin la deja ir cuando la tetera que dejó en la chimenea de leña suena y le retumba los oídos. Ella sirve tres tazas de café amargo y se las da a cada uno antes de volver a hablar.
–Si lo hacen –ambos omegas la miran y ella se concentra en el líquido de su taza–, las espadas de plata serán muy llamativas, y no servirán de mucho.
–Tenemos dagas-
–Es un alfa, Seokjin –ella casi lo regaña, no acostumbrada a llamarle por su nombre en presencia de otros–, un alfa de la realeza, su lobo y su sangre son puros, ¿crees que la plata va a hacer efecto? No le causaría ni un rasguño. Es bueno en alfas comunes, en omegas y betas, pero la familia real es cosa muy distinta.
–Acero –Jungkook susurra y Seokjin quiere pensar que está bromeando.
–¿Qué?
–Acero. Es lo que necesitamos, el acero es filoso, pesado pero es flexible y hay un acero digno de la realeza.
–¿Y cuál es? –Seokjin pregunta y siente el ojo izquierdo palpitar del estrés.
–El acero de Damasco. Corta la seda en el aire y puede cortar hasta una roca sin perder el filo, es lo que necesitamos.
–¿Y dónde vamos a conseguir eso en menos de una semana? ¿Cómo vamos a entrar al palacio con espadas de acero en el cinto?
–Hay un herrero en el distrito de Gwangju que las fabrica.
–¿Y no crees que hará preguntas? ¿Por qué un omega iría a comprar acero de Damasco hasta Gwangju, y cuántas espadas?
–Necesitarán más que espadas –Miyeon les recuerda y se pone de pie–, ustedes dos y Yoongi van a necesitar espadas para cada uno, un par de dagas para cada mano y cadenas, esposas. ¿Creen que no lo he visto? Tengo casi cincuenta, pero no soy tonta y no soy tan vieja, pero hicieron una caverna para el príncipe, van a secuestrarlo y lo traerán al bosque, sé que debajo de los troncos que Seokjin tiene afuera, construyeron su prisión. Que la Diosa Luna tenga piedad si nos descubren, cortarán nuestra cabeza y la exhibirán en lanzas fuera del palacio-
–Los reyes no harían eso- –Jungkook cierra la boca al ver la mirada de ella.
–Los reyes harían eso y más si hacerlo les garantiza el poder absoluto del reino.
–Con el acero podremos controlar al príncipe –Seokjin susurra–, creeme que no van a atraparnos, nadie perderá la cabeza.
–¿Qué sabes tú?
–Sabes que lo sé –susurra y ella parece volver en sí, recordando con quién habla, que no es su hijo ni sangre de su sangre. Es su príncipe.
–Lo siento –agacha la vista y Jungkook se confunde–. Iré a Gwangju al amanecer, preguntaré por el herrero y les diré si hace muchas preguntas.
–Yo iré a Gwangju –Seokjin le dice y la beta no objeta nada–, tú vas a quedarte aquí y seguir tejiendo los trajes que usaremos para el baile, ¿Las telas que robó Jungkook del palacio son suficientes?
–Va a sobrar incluso, puedo hacerles unas camisas para cuando el invierno caiga.
–Una capa me vendría mejor –ella trata de sonreír y camina por la cabaña hasta donde están los camastros.
–Está alterada –Jungkook señala lo obvio.
–Ha estado así desde que supo que íbamos en serio. Hasta que tu carta llegó hace una semana creyó que no iba en serio –los dos ríen–. Pensé que no vendrías ésta noche.
–No iba a hacerlo –confiesa y bebe de su café–. Pero le he dicho al príncipe de mi lobo –Seokjin jadea y lo mira intrigado.
–¿Por qué hiciste eso?
–Él ya lo sabía. Dijo que lo supo desde el primer día que pise ese lugar. He contenido a mi lobo por años, puedo hacer que mi aroma aparezca o no cuando yo quiera, pero es como si... la nariz del príncipe tuviera vida propia, puede olerme aún tan lejos y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para que no me huela, es cansado.
–¿Y le dirá a los reyes? –Jungkook se tensa pero termina negando.
–No lo hará. Si así fuera, ya hubiera ido con ellos y no tendríamos esta conversación.
–¿Por qué? –insistió Seokjin y Jungkook suspiró.
–Creí que darle tal información haría que él confiara en mí. El jueves daremos el golpe final, sólo somos nosotros cuatro en contra de todo pronóstico, tenía que ganarme un poco más de su confianza.
–Espero que esto no nos dé problemas más adelante –susurra y Jungkook niega.
–No lo hará –bebe de su café nuevamente, sumergidos en el silencio del bosque y la cabaña, apenas viendo la chimenea apagarse y cuando lo hace, Jungkook sabe que es hora de volver al palacio.
Se pone de pie y camina hasta donde ha dejado su capa. Seokjin lo observa y no sabe si decir algo o no, pero lo hace.
–Vuelve con cuidado –Jungkook le sonríe. Saca de su pantalón una bolsita de tela y se la lanza a Seokjin que la atrapa en el aire. Monedas de oro–. Jungkook-
–Vas a necesitarlo, para sobornar al herrero y que forje para el jueves todo lo necesario. Úsalo.
–Pero esto es mucho más.
–Entonces, guárdalo. Vamos a necesitarlo cuando tengamos al príncipe, me temo que no podré trabajar en el palacio luego de que lo tomemos.
Seokjin asiente y se pone de pie. Es un poco más alto que Jungkook y el menor es apenas consciente de que es más ancho que él, aunque su entrenamiento no es tan fuerte o constante como el que práctica él mismo para ser un guardia real.
–Le diré a Yoongi que esté listo.
–Cuando lleguen al palacio, los van a llevar a un salón, el de baile, esperaremos a que sea media noche y la luna esté en su punto más alto para que todo pase.
–¿Qué vas a hacer? –y es que, aunque los tres han planeado esto desde un año antes, Jungkook es quien conoce el palacio, sus pasadizos, todo del lugar y es la persona que va a hacer el paso clave para llegar hasta el príncipe.
–Lo verás esa noche, pero quédate tranquilo, funcionará.
–De acuerdo –el mayor se rinde y acompaña a Jungkook hasta afuera, poco antes de que bajen por la montaña por donde el menor debe volver.
–Te veré el jueves –Jungkook le dice antes de partir.
Vuelve de la misma forma que llegó, en el laberinto de árboles que hay en el bosque y atraviesa el puente casi corriendo hasta la trampilla oculta en el piso, entra en ella y las catacumbas lo reciben, amanecerá pronto y lo sabe, por eso mismo apura su andar y corre por los pasillos de las catacumbas. El cielo está aclarándose cuando sale de las ruinas y oh, su corazón da un vuelco al ver a la reina en el pasillo del palacio casi como si lo estuviera esperando, pero sabe que no es así al ver sus ojos abrirse con cierta sorpresa.
Se inclina a ella y cuando recibe un asentimiento, se endereza.
–Sir, Jeon –ella susurra y se acerca a él–, ¿no es muy temprano para merodear los pasillos?
–Lo siento, majestad.
–¿Dónde estabas?
–No sé-
–Sabes de lo que hablo –ella toca su capa y toma unas ramas que han caído sobre él en camino, tan diminutas que apenas puede verlas, pero para la reina es casi imposible ignorarlas. Traga duro, pensando en lo que va a decir ero ella misma se adelanta a eso–, ¿una omega?
–¿Qué? –su corazón se acelera en menos de un minuto y la reina le alza las cejas.
–Una omega –ella repite y le muestra la ramita entre los dedos–. ¿Acaso dejaste tu guardia para ir al pueblo y fornicar con una omega cualquiera?
–No, majestad–baja la vista y quiere ir a su habitación, descansar un par de horas y volver a su rutina después.
Pero la omega frente a él no parece tener los mismos planes.
–Entonces, dime, apuesto a que tienes una omega ya, por eso sueles salir del palacio en varias ocasiones –el aire abandona sus pulmones.
–Majestad-
–No eres tan cuidadoso como crees, Jungkook. Bien dicen que ser un alfa no te asegura ser inteligente. Sueles salir mucho por ahí, dejas los aposentos del príncipe a la deriva y el oro que te pagamos es demasiado para que descuides a su alteza de esa forma, ¿es que te parece un juego?
–No, majestad.
–Entonces, dime la razón por la que sales a escondidas, ¿qué es más importante que el cuidar de tu príncipe?
–Mi hermano, majestad –la mentira le sabe en la lengua y sabe que debe seguir con ella a menos que quiera que la omega frente a él sospeche algo–, está enfermo, demasiado. Con el oro que me paga es suficiente para que una curandera lo ayude a sobrevivir.
–¿Y cómo se llama ese hermano tuyo?
–Yeonmin, mi señora. Sus huesos son muy débiles, es un omega y su lobo ni siquiera puede soportarlo. Lamento mis salidas nocturnas.
–Comprendo –ella susurra y deja caer la ramita al piso–, pero si quieres salir y llevarle oro a tu hermano para que siga con vida, esperarás a fin de mes para obtener un día libre, o no estarás más en el palacio y dudo que otro trabajo te dé lo suficiente para que pagues porque curen a tu hermano.
–Gracias, majestad –se inclina de nuevo y ella suspira.
–Ve a asearte, amanecerá en poco tiempo y el príncipe quiere entrenar en el día, ha estado... demasiado ocupado.
–Sí, majestad –pasa a su lado, directo a su habitación y la omega lo observa irse, intrigada por no detectar el olor de un alfa en él, pero sabiendo de sobra que no es beta, pues su fuerza y destreza va más allá.
El sonido de espadas chocando entre sí llena el jardín central, donde se hacen los entrenamientos. Es grande y está equipado con lo necesario para que los guardias puedan practicar y claro, los alfas de la familia real.
Jungkook es ágil, a Taehyung incluso le cuesta trabajo contenerlo pero dos movimientos más son suficientes para que el omega suelte la espada de plata y caiga sobre el pasto, con Taehyung apuntando con su propia espada.
–¿Qué te sucede? –le pregunta y deja de apuntarle. El omega se pone de pie, limpiando sus ropas y bosteza bajo el rayo del sol mañanero–, ¿Acaso no dormiste? ¿Qué, tenías miedo de que te delatara con mi tía?
Jungkook quiere gruñirle y si no fuera el príncipe ya estaría tirado en el pasto con un par de costillas rotas.
–Lo siento, alteza –se disculpa y Taehyung lo mira incrédulo–, no volverá a ocurrir.
–¿No dormiste? –pregunta de nuevo, aunque es más suave esta vez.
–No pude hacerlo, señor. Y no, no es por miedo –aclara antes de que alfa vuelva a insinuarlo.
El alfa lo mira de pies a cabeza, no luce como un omega común, es ágil y si Taehyung fuese un tonto, creería que es un alfa cualquiera. Pero no es un alfa idiota, y Jungkook ni siquiera es un alfa.
–Espero que pasado mañana por la noche, todo salga bien –susurra cambiando el tema y a Jungkook le confunde.
Le confunden sus cambios de humor, cómo el príncipe puede pasar de ser el más despreciable a ser un alfa con sentimientos, con consciencia.
–Lo será, mi señor. Apuesto que lady de Anyang-si estará feliz si decide cortejarla –Taehyung le gruñe.
–Te lo dije, no quiero enlazarme.
–Aun no entiendo por qué lo dijo. Soy su guardia, alteza, habla como si-
–¿Como si no tuviera amigos? –Taehyung lo interrumpe y se deja hacer cuando el omega le coloca los guantes de cuerina en las manos y le pasa el arco y el carcaj con flechas–. Lo siento si te incomoda tratarte como si fuese uno más de los míos.
–Es mejor si nos concentramos en su entrenamiento. Su majestad fue clara cuando dijo que podía entrenar hasta desmayarse mientras tuviera el día de mañana libre.
–Vendrán los sastres a tomar medidas, tengo que elegir entre los trajes que voy a usar para el baile, ¿vas a darme tu opinión?
–Concentremonos en su entrenamiento, alteza –Taehyung se tensa, con el ego herido de que el omega frente a él ni siquiera parece importarle lo que dice, siendo tan ajeno a la falta de amigos y familia que Taehyung tiene.
Alza el arco en dirección a la diana, tiene pintados círculos con diferentes colores hechos por artesanos. Tira la flecha y sonríe al verla caer al centro y Jungkook le aplaude, mas por obligación que por respeto. Unos aplausos se oyen por detrás y los dos giran a ver.
Hoseok y Chaewon caminan a ellos, con dos guardias escoltandolos.
–Alteza –ambos sonríen y se inclinan levemente. Taehyung casi quiere brincar de emoción al verlos y le pasa el arco a Jungkook mientras los saluda.
–¿Qué hacen aquí?
–Hubo una reunión de última hora con el consejo real, le pedimos a mis padres venir con ellos para visitarte antes de la gran noche –responde Hoseok y le golpea el brazo a su primo.
El alfa se tensa y no pasa desapercibido para ninguno de los dos.
–¿Qué pasa, Taehyung? –pregunta la omega.
–Es que- no sé, no quiero enlazarme. Hace años, cuando mis padres y el consejo firmaron los acuerdos no estaba que tendría una omega conmigo para gobernar, soy un alfa, el heredero.
–No es eso –Hoseok susurra y Taehyung le presta atención. El lord de Gwangju se relame los labios y mira a su alrededor. Da instrucciones a sus guardias de que se alejen, asegurando que está a salvo pero mira a Jungkook y sabe que alejar al guardia del príncipe no es opción.
–¿Le dirás? –su hermana susurra y Taehyung se confunde más.
–¿Decirme qué, exactamente? –Hoseok suspira.
–Los duques de Dongjak-gu fueron a mi casa hace un par de semanas. Namjoon iba con ellos y escuchamos que estaban planeando cambiar los acuerdos, por el bien del reino.
–¿Namjoon está de acuerdo? –Taehyung pregunta, no creyéndose que su primo esté del lado de tal cosa cuando las pocas veces que lo ve y tienen una charla, no demuestra ser ese tipo de alfa.
–Esa es la cosa, Taehyung –su prima llama su atención–. No lo está. Sabes cómo es él. Pero el duque lo ha presionado. Cumplirá veinticinco este año y será hora de asumir como el duque, pero su padre no lo dejará si no está de acuerdo con los nuevos acuerdos.
–¿Y saben de qué van esos acuerdos? –Hoseok silba y juega con el mango de una daga de plata que hay sobre una mesa de madera.
–Nadie asumirá ningún cargo en su familia sin estar enlazado –susurra–, incluyendo la familia real.
–¿Y Namjoon va a enlazarse?
–Con Jimin, claro –asiente su prima–. Oí a mi padre decírselo a mi madre hace unas noches. Dijeron que el duque de Busan estuvo buscando un alfa para su hijo porque no asumirá a ser duque siendo un omega.
–Es hijo único, ¿qué pasará con el distrito?
–No sabemos –confiesa Hoseok–, pero no es raro. Nuestras vidas han estado planeadas desde que llegamos a este mundo. Vas a enlazarte con Yena, ¿no es así? –Taehyung suspira y el aroma a fresas se cuela en su nariz. Mira tras él, Jungkook está de pie a un par de metros, atento al príncipe y se miran a los ojos por unos segundos antes de que Taehyung vuelva a concentrarse en su conversación.
–¿Yena? –pregunta Chaewon–, creí que siendo la hija de un marqués no la dejarían siquiera pensar en tomar el título como omega del príncipe.
–Era eso o Eunbi, pero es una beta. Y dudo mucho que Yuri sea una opción –Hoseok responde y Chaewon suspira.
–Escucha, Taehyung. Aún hay muchos cabos sueltos, no hay certeza de qué va a pasar con los padres de hijos únicos, sus títulos podrían ser otorgados a otros y romper el linaje. El consejo mismo se caería a pedazos.
–¿Y cómo puedo hacer algo yo?
–Simple –Hoseok lo mira–, haz lo que tus tíos digan. Es una mierda tener que enlazarse y más sabiendo que no vas a elegir con quién, pero siguen siendo los reyes de este lugar, han vivido una guerra y saben más que nosotros, no pongas pero y marca a Yena cuando te digan que es hora.
Taehyung ni siquiera parpadea cuando la daga que Hoseok sostenía en los dedos es lanzada. Pasa por un lado de su cabeza y se encaja al centro de la diana, junto a la flecha de Taehyung.
Y oh, Jungkook tenía nuevas noticias y un secuestro por terminar de consumirse.
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