◍Diseño 18◍
SeokJin negó con la cabeza, tratando de apartar todos sentimientos extraños que revoloteaban en su interior, como un montón de golondrinas que no fueron invitadas.
Luchando con suprimir ese impulso de perderse en esos ojos que lucían cada vez más como unos preciosos zafiros. Decidió continuar limpiando esas pestañas mojadas.
Con el borde del paño, limpió con cuidado la zona.
—Definitivamente el artesano que te hizo, es un genio. Ni mi hermano podría hacer algo tan inmaculado como tú— confesó con una sonrisa más que sincera, admirando ese detalle de las bellas y gruesas pestañas del maniquí.
—¿Le agradecemos a mi madre? Porque mi padre dijo que soy su viva imagen— respondió juguetón, aunque pronto se le fue la idea de diversión—, aunque el que se encargó de volverme en este cosa, fue otro— protestó colérico.
Estaba seguro que pasar por tantos cambios de humor, no eran sanos en absoluto.
—Me niego a darle el crédito al imbécil brujo ese.
Al sentir el contacto de la suave tela contra sus pestañas bajas, no pudo evitar sentir unas inmensas cosquillas. Quería lanzarse al piso y revolcarse de risa, era una sensación bastante incómoda no poder hacerlo. Pero ni eso le quitaba la sensación de cosquilleo.
—Genial, ahora siento cosquillas. ¿Qué clase de tortura es esta?— siguió carcajeando, ya que era lo único que podía hacer con libertad.
—Ahora sí, estás listo y más hermoso y brillante que nunca— declaró SeokJin, orgulloso por su trabajo.
—Si no muero por culpa del brujo ese, moriré de un paro al corazón, por culpa de tus palabras tan… perfectas.
—Ahora puedo irme, volveré lo antes posible. Lo prometo— volvió a acercarse, arreglando la corona de Glicinias que su adorado maniquí portaba. Notando nuevamente cómo brillaban a su tacto, aunque era un brillo bastante tenue.
—No te vayas, por favor. Quiero poder verte un poco más, antes de… antes de dejar este mundo— imploró con fuerza, sintiéndose ridículo al notar la intensidad con la que lo hacía.
SeokJin se quedó observándolo fijamente, con los ojos más abiertos que nunca.
«¿Qué es esto? ¿Por qué parece que esos ojos me estuvieran pidiendo que no me vaya?»
SeokJin ahora veía desconcertado al maniquí.
«Es imposible, y aunque hubiera la posibilidad de que sea posible. La sola idea debería parecerme descabellada, debería estar aterrado. Sin embargo, me pone más eufórico, más embelesado. No puede ser… ¡Estoy enloqueciendo!»
SeokJin se acercó nuevamente, queriendo entender qué era eso que veía en esos ojos tan azules y claros, tan preciosos y grandes. Adornados con esas perfectas y espesas pestañas.
—¿Q-qué haces?... Me dio la sensación que me entendiste— Taehyung sentía los nervios resurgir en él —, es imposible, pero no entiendo tu… ¡tu empeño en hacer q-que me sienta a-así!
Tenía a SeokJin prácticamente sobre él, con su aliento fresco golpeando su rostro.
—Voo, creo que… tus ojos son más impactantes de lo que pensé, son demasiado expresivos… O he terminado por enloquecer— SeokJin acortó aún más la distancia, acariciando tiernamente la mejilla derecha, chocando su frente con la fría del más bajo.
—S-si estás loco, pero creo… que yo lo estoy más, porque… ¡Maldita sea! ¡Bésame ya maldición!— suplicó desesperado, luchando con los nervios y la vergüenza que le daba aceptar que pidió ello con tanto fervor.
—Voo, creo que…— SeokJin colocó la mano en esa cintura, apretando la fina túnica que había hecho para él —; estoy enloqueciendo en verdad… —su respiración era más pesada, su corazón latía a gran velocidad.
Taehyung también sentía que su corazón estaba más vivo que nunca, porque podía escuchar sus latidos ensordecedores. Un poco ridículo, si lo pensaba con claridad, porque no tenía un cuerpo humano. ¿Cómo podía sentirlo? No tenía la más mínima idea, y tampoco le importaba. Sólo estaba deseando ese tacto, ese contacto de sus labios gélidos con esos que se veían demasiado suaves y cálidos.
—Voo… —SeokJin besó la punta de la nariz de Tae, quien sintió derretirse por ese simple roce.
—¡Ya por la Madre Luna!... ¡M-me vas a matar por la espera! ¡Deja de pensarlo y sólo bésame!— Taehyung sentía temblar todo su ser, expectante, atento a cada mínimo movimiento del contrario.
SeokJin alejó su frente de la suya, odió sentir frío en esa zona. Odió extrañar ese simple tacto.
—Si fueras real, serías puro pecado— susurró SeokJin al observar con más detalle esos labios semicarnosos, tan rosados que deseaba besarlos hasta el cansancio.
De repente SeokJin se vio a sí mismo, y se sintió tan ridículo.
—No… ¿Qué me pasa? ¡Estoy perdiendo la cabeza!— se alejó de golpe, con las mejillas y las orejas al rojo vivo.
—¡Me voy!— corrió gradas arriba, tomando su saco en el camino— ¡Pero regresaré!... Digo, ¡No!
Y salió corriendo con el corazón a punto de salir de su pecho, ni él mismo podía entender lo que estaba pasándole
—¡¡Me la hiciste otra vez!! ¡¡Maldito, ni te atrevas en regresar!!— Taehyung luchaba por controlar los latidos de su corazón, las ganas de correr tras ese hombre y darle unos buenos puñetazos parecían una gran idea. Lo haría si pudiera.
Aunque quizás, amarrarlo y besarlo hasta que no sienta los labios, le pareció una mejor y tentadora idea.
—No es cierto… regresa por favor. Aunque no me beses, sólo quiero verte, una última vez— lloriqueó al caer en cuenta de lo que pasaría en algún momento del día.
De repente todo ese huracán de sentimientos, se convirtió en uno de melancolía, tristeza abrumadora que desembocó en llanto. Un llanto como hace mucho no lo hacía.
—Lo siento… por arruinar tu trabajo— susurró entre hipidos llorosos, refiriéndose a la labor que SeokJin había hecho limpiándolo.
Mientras tanto, SeokJin corría sin una dirección fija, cerrando los ojos, quería alejarse de lo que no entendía que estaba sintiendo.
Hasta que chocó de plano con el señor Lee, que acababa de entrar por el portón, cayendo ambos de bruces al suelo.
—¡Mierda!— el señor Lee lanzó una maldición, al sentir como si una bestia lo hubiera arrollado.
SeokJin estaba mareado por el fuerte golpe, quejándose del dolor en sus posaderas.
—¡¿Qué es ese lenguaje tan inapropiado, viejo tonto?!— la señora Woo ingresó con el resto de la cosas que habían conseguido, viendo espantada a esos dos, despatarrados en el suelo.
Soltó todo y corrió a socorrer al joven amo.
—Y yo creí que los ancianos tenían prioridad— protestó el señor Lee, luchando por incorporarse.
—No seas quejoso— la señora Woo le restó importancia, tendiéndole una mano a su joven amo. Quien se puso a llorar a toda potencia.
—¡Lo siento Seung-ah!— sollozó con más fuerza, asustando a la señora Woo, que sin dudarlo se agachó para abrazarlo.
—No-no fue nada. No es para que te pongas así— el señor Lee de repente se sintió mal por haberse quejado, olvidó que su joven amo aún estaba recuperándose. Quizás tenía los sentimientos a flor de piel.
—Tranquilo mi niño, ese viejo tonto es un dramático— la señora Woo intentaba consolarlo, acariciando su espalda, mientras SeokJin se aferró a ella y escondió el rostro en la curvatura del cuello de la anciana.
Tratando de que su aroma a hogar, lo calme. No sabía porqué ese golpe presionó todos los botones que estuvo intentando ignorar. Pero ahí estaba, llorando como un bebé recién nacido al que abandonaron en algún lado.
Los ancianos se vieron asustados, SeokJin no paraba de pedir disculpas. Era sencillo deducir que su llanto no era por haber chocado con el señor Lee.
—Sácalo, sácalo todo pequeño. Acá estamos para contenerte— susurró la señora Woo al oído de SeokJin, con la voz más dulce que la anciana pudo generar.
El señor Lee se sentía tan inútil en ese momento, nunca había sido bueno con el contacto físico y mucho menos consolando a alguien.
Desesperado por hacer algo, levantó la mirada y gracias a que el cielo seguía nublado, pudo captar que el árbol de Glicinias del portón, estaba brillando intermitentemente.
Juraría que le parecía una especie de llanto, porque las luces que se hacían tenues y brillantes, parecían caer en una especie de cascada; sin llegar realmente al suelo.
Sintiéndose confundido, sacudió la cabeza, pero seguía viendo lo mismo. Entonces comprendió, que su joven amo tenía una especie de conexión con las Glicinias.
Sin dudarlo fue a tomar una rama, pidiendo respetuosamente al gran árbol, que necesitaba un poco de el para tratar de calmar a su joven amo. Sorprendentemente no le costó romper la pequeña rama, hasta parecía que el árbol le había entregado gustoso un parte de sí.
Aún sintiendo todo demasiado surreal para su capacidad cognitiva, y sin saber porqué le vino a la mente que eso ayudaría a su joven amo, que se deshacía en llanto en brazos de la señora Woo, colocó la rama entre la señora ellos. SeokJin sin pensarlo, tomó la rama y se aferró a ella.
—Duele, duele tanto— susurró SeokJin, volviendo a los brazos de la señora Woo, con la rama entre los suyos.
«Quiero que sea real»
El brillo de las Glicinias en esa rama no se hicieron esperar, dejando atónita a la señora Woo, quien presenciaba ello por primera vez.
La señora Woo lanzó miradas el anciano, preguntando en silencio qué es lo que pasa. El señor Woo se limitó a responder con una subida de hombros, después de todo, tampoco entendía bien lo que sucedía.
Prefirió presenciar ese momento demasiado mágico, a tratar de hallar la lógica al asunto.
Pocos minutos después, SeokJin se sintió más aliviado. La señora Woo le extendió un pañuelo, para que sorbiera su nariz.
SeokJin lo recibió apenado, limpiando su lágrimas y después la mucosidad de su nariz.
—Lo siento— murmuró mientras se ponía de pie y ayudaba a la señora Woo a hacer lo mismo.
—No tiene porqué disculparse, joven amo— la señora Woo aceptó la mano que le tendió.
—A veces es bueno sacar esos sentimientos que nos agobian, para ya no sentirnos tan presionados— continuó la señora Woo, mientras limpiaba su larga falda.
SeokJin no dijo nada, quiso acotar, pero no sabía qué decir. En ese momento vio que el hombro de la señora Woo estaba todo mojado.
—Hay qué vergüenza— dijo nervioso, tratando de limpiar con sus mangas, lo mojado del saco de la anciana.
—No te preocupes, no es nada. Cuando eras bebé, me vomitabas todo el tiempo, en comparación con eso, esto es una bendición— le dijo la señora Woo, tratando de aligerar el ambiente.
SeokJin se puso más rojo que un farol, por esa información tan detallada.
Los ancianos soltaron carcajadas al ver lo tímido que se ponía SeokJin, como cuando era un niño. Amaban que no haya perdido esas cualidades.
—Y-yo, lo siento. No sé qué me pasó, sólo…
—No necesitas darnos explicaciones, a veces sólo necesitamos exteriorizar nuestros sentimientos. No debes asustarte por eso, es muy normal— el señor Lee lo interrumpió, haciendo su intento para que su joven amo no se sienta incómodo.
—Gracias, en serio gracias. No sé qué haría sin ustedes— SeokJin le dio un abrazo de oso a la señora Woo, quien enternecida le correspondió.
—No es necesario— el señor Lee puso las manos al frente, tratando de evitar el contacto.
A SeokJin no le importó, atrapándolo en un abrazo del que no pudo escapar. El señor Lee no era adicto a los abrazos, pero si eran de SeokJin, se permitía disfrutarlos.
—Suficiente— musitó.
Claro que, los disfrutaba a su manera.
SeokJin lo soltó, soltando una pequeña risa. Al parecer ya se sentía mucho más tranquilo.
—Necesito salir— dijo de repente, los mayores lo vieron extrañados.
—¿Recuerdan mi caja especial? Lo olvidé en la mansión, por culpa… del modo en que salí del lugar— confesó apesadumbrado.
Ambos ancianos parecían recién recordar de lo que hablaba SeokJin, haciendo ambos caras de al fin captar el mensaje.
—¡Ah, si! La pequeña caja de joyería— dijo el señor Lee —; ¿Lo necesitas hoy? Podemos ir maña…
—Debe ser hoy, necesito… que sea hoy y no me pregunten porqué, sólo… lo necesito— evitó las miradas intrigadas de sus mayores, recogiendo la rama de Glicinia que había dejado tirada en el suelo.
Al instante ésta brilló, aunque no con la misma intensidad, fue apenas perceptible.
—¿Vieron? Aún no entiendo cómo es posible, pero hoy me di cuenta que esto sucede, gracias a este clima tan nublado— les dijo mostrando la rama apenas brillante en sus manos.
—Debo admitir que sigo sorprendida por ello, aunque… ¿Quién dijo que la magia no existe?
—Así es, nuestro SeokJin es alguien fuera de este mundo— el señor Lee lo golpeó en la espalda, estallando en carcajadas.
Los demás negaron con la cabeza, pero el señor Lee, ya estaba armando el rompecabezas en su mente, su teoría parecía tener fundamentos ahora.
—Bien, si quiere ir a esa mansión. No irá solo, lo acompañaré— afirmó decidido, dirigiéndose de regreso al árbol de Glicinias más cercano.
—No es necesario, debe estar cansado…
—No me contradigas jovencito, tengo más energías que un caballo— declaró orgulloso, recogiendo más flores para su joven amo.
—Gracias— respondió sincero, sonriendo inmediatamente.
Aunque al ver tantas flores en las manos del señor Lee, la sonrisa se borró de su rostro.
—¿Otra vez tantas? Me dará comezón, con una basta~— hizo berrinche en su lugar, dando pequeños pistones al suelo.
Mientras la señora Woo reía por la cómica escena, el señor Lee le lanzó una mirada de pocos amigos.
—Es esto, o no sales jovencito— lo amenazó con su, ya enorme, manojo de Glicinias. Que nuevamente no le había costado nada tomarlas.
—Bien— musitó con un pronunciado puchero y seño fruncido, abriendo los brazos para que el señor Lee acomode las flores en el forro de su gran saco.
Estaba agradecido que no estaba haciendo un sol abrasador, o sentiría aún más incomodidad y un calor sofocante.
—Bien, vamos. Debemos ser cautelosos, para que no lo vean en la ciudad— el señor Lee salió primero, siendo seguido por SeokJin.
—Nos vemos más tarde señora Woo— se despidió agitando la mano, con una hermosa sonrisa que levantaba esos pómulos y le daba ese aire tan puro.
—¡Y quiero Tteokbokki para la cena!— gritó a todo pulmón al atravesar el portón.
La señora Woo se quedó agitando la mano como SeokJin, despidiéndolo; mientras reía quedito.
Pidiendo a la Madre Luna, que los proteja y regresen sanos y salvos. Ese día tenía algo en el aire, algo que se sentía extraño. Ni el sol se había dignado en volver.
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Holas pixelitos, acá tienes la segunda parte de esta mini maratón! 😏✨
Qué les pareció? 👀
(2/3)
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