𝐢𝐯. trevor the toad
capítulo cuatro
TREVOR EL SAPO
El jueves por la mañana, en mitad de la clase de Pociones, Malfoy entró en la mazmorra con aire arrogante. Después de su interacción con el hipogrifo, su brazo derecho terminó en un cabestrillo y cubierto de vendajes.
Pansy cara de carlino Parkinson estaba sentada acariciando su brazo mientras él exageraba lo mucho que le dolía.
«Qué valiente es», pensó Aurora con amargura.
Nunca le había disgustado alguien tanto como le disgustaba Pansy. En términos simples, hubo un incidente en primer año.
—Siéntate —le dijo el profesor Snape amablemente.
El profesor Snape era el profesor de Pociones que llevaba años detrás del puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras. Era gruñón, horrible y odiaba a Harry y a Aurora. A Harry más, por supuesto.
Harry, Ron y Aurora se miraron frunciendo el entrecejo.
Si hubieran sido ellos los que hubieran llegado tarde, Snape no los habría mandado sentarse, los habría castigado a quedarse después de clase. Pero Malfoy siempre se había librado de los castigos en las clases de Snape. Snape era el jefe de la casa de Slytherin y generalmente favorecía a los suyos, en detrimento de los demás.
Aquel día elaboraban una nueva pócima: una solución para encoger. Malfoy colocó su caldero justo enfrente de ella y de Harry, y justo al lado de Ron, quién le había lanzado dagas con los ojos desde el momento en que se sentó.
—Merlín —comenzó—. ¿Qué estás tramando ahora?
—Profesor —bramó Malfoy—, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.
—Black, córtale las raíces a Malfoy —ordenó Snape a la chica de pelo azabache.
Aurora ni siquiera levantó la vista de su caldero.
—La otra mano está bien. Hazlo tú mismo.
Harry y Ron se rieron por lo bajo.
—¡Black! —siseó Snape con ojos enfurecidos—. He dicho-
Aurora golpeó su puño contra el caldero vacío haciendo eco.
—He oído lo que ha dicho.
Snape inhaló un fuerte respiro.
—Weasley, córtaselas tú.
Ron cogió el cuchillo, acercó las raíces de Malfoy y empezó a cortarlas con brusquedad, dejándolas todas de distintos tamaños.
Aurora sonrió. A diferencia del año pasado, Ron y Harry por fin le daban a Snape el trato que él les daba.
Le pareció justo teniendo en cuenta que se había comportado de forma horrible desde su primer año, y que era la única alumna que no lo aguantaba. Ahora ni Ron ni Harry lo aguantaban.
Se deslizó fuera de su lugar y pasó junto a él mientras caminaba por el extremo del aula, fingiendo guardar su libro. En su lugar, se dirigió hacia Neville Longbottom y rápidamente le indicó lo que debía hacer. Era horrible en Pociones, algo que el profesor Snape solía recordarle. Su miedo a Snape tampoco ayudaba.
Neville y Aurora eran amigos desde segundo año, cuando ella le ayudó con las patatas.
—Black. Vuelve a tu asiento, ¡ahora! —oyó gritar a Snape.
Volvió a su mesa y fue recibida por Harry que le envió una sonrisita.
—¿Quién iba a saber que podrías ser tan amable?
Aurora puso los ojos en blanco.
—¿Quién iba a saber que podrías ser tan observador?
Le envió una pequeña sonrisa que ella replicó. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de responder, ya que Snape estaba ahora en la mesa de Neville.
—¡Naranja, Longbottom! —exclamó Snape, levantando un poco con el cazo y vertiéndolo en el caldero, para que lo viera todo el mundo—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?
Neville estaba colorado y temblaba. Parecía que se iba a echar a llorar.
—Por favor, profesor —comenzó Hermione mientras se agarraba de la mano de Aurora para evitar que atacara al profesor—, podemos ayudar a Neville a arreglarlo...
—No recuerdo haberle pedido que presuma, señorita Granger —dijo Snape fríamente, y Hermione se puso tan colorada como Neville—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.
—Quizá deberíamos probar un poco en ti —replicó Aurora, mientras aplastaba sus ingredientes en su caldero con rabia.
Oyó a Harry refunfuñar.
—Oh, aquí vamos otra vez.
La cara de Snape se convirtió en ira. Entonces le ordenó a la chica que se quedara fuera el resto de la clase con un castigo. Lo hizo durante casi cuatro minutos antes de volver a su sitio, ya que era el final de la clase y todos estaban reunidos alrededor del escritorio.
—Eh, Aurora —dijo Seamus Finnigan, volviéndose para mirarla—. ¿Has oído? El Profeta de esta mañana asegura que han visto a Sirius Black.
Todos se giraron hacia Aurora.
—Bien por él.
Ron miró fijamente a Seamus.
—¿Dónde?
—No muy lejos de aquí —dijo Seamus, que parecía emocionado—. Lo ha visto una muggle. Por supuesto, ella no entendía realmente. Los muggles piensan que es sólo un criminal común y corriente, ¿verdad?
La azabache se desconectó de la conversación cuando Malfoy empezó a soltar un coro de palabras sobre la situación.
No podía pensar con claridad. Aunque no había hablado mucho de la situación, era lo único que le rondaba por la cabeza. No quería pensar en él. Sin embargo, cuando recibió la noticia de que había sido visto cerca de ella, no pudo evitar preguntarse ¿por qué? ¿No venía a por ella? No, no es posible, a menos que fuera a acabar con ella y matarla.
Miró a Snape con los ojos entrecerrados, ya que estaba agachado cogiendo un montón de libros para la siguiente clase. Aprovechando este momento, cogió su caldero y corrió hacia Neville, que había estado echando un montón de ácidos en el caldero con ojos inciertos.
—¿Qué estás-
—Sólo enséñame tu caldero.
Aurora le envió una mirada que le hizo cerrar la boca. Cogió su poción y la vertió en el fregadero, sustituyéndola por la suya. Ya estaría preparada para el final de la clase.
Neville se inclinó hacia adelante, presionando un beso contra su mejilla derecha.
—Gracias Aurora.
Siempre había encontrado Pociones bastante fácil. Volvió a sentarse en su sitio. El profesor Snape se levantó y empezó a caminar alrededor de la mazmorra.
Harry vio lo que hizo y le envió una sonrisa.
—Profesor —dijo Malfoy, arrastrando las sílabas—, Weasley está estropeando mis raíces, señor.
Snape fue hacia la mesa, aproximó la nariz ganchuda a las raíces y dirigió a Ron una sonrisa desagradable, por debajo de su largo y grasiento pelo negro.
—Dele a Malfoy sus raíces y quédese usted con las de él, Weasley.
—Pero señor... —protestó Ron.
Ron había pasado el último cuarto de hora cortando raíces en trozos exactamente iguales. Con la esperanza de que, por una vez, su duro trabajo diera sus frutos. Snape hizo que Ron reemplazara sus raíces, lo que hizo que Ron lo mirara mal durante el resto de la clase.
—Sabes, podríamos envenenarlo —dijo en voz alta, haciendo que los otros tres la miraran—. Es broma.
Los labios de Ron se movieron hacia arriba.
—Puedo verte haciendo eso.
—Aunque, la expulsarían —añade Harry, dirigiendo sus ojos hacia ella—. Y no querríamos eso.
—Me echarías demasiado de menos —insinuó, levantándose de su sitio.
—Por supuesto —contestó Harry—. ¿Quién si no me obligaría a hacer cosas imprudentes?
En respuesta a esto, la chica hizo una pequeña reverencia.
Cuando faltaba poco para que terminara la clase, Snape se dirigió con paso firme a Neville, que se encogió de miedo al lado de su caldero.
—Venid todos y poneos en corro —dijo Snape. Los ojos negros le brillaban—. Y ved lo que le sucede al sapo de Longbottom. Si ha conseguido fabricar una solución para encoger, el sapo se quedará como un renacuajo. Si lo ha hecho mal (de lo que no tengo ninguna duda), el sapo probablemente morirá envenenado.
Los de Gryffindor observaban con aprensión y los de Slytherin con entusiasmo. Snape se puso el sapo Trevor en la palma de la mano izquierda e introdujo una cucharilla en la poción de Neville, que había recuperado el color verde. Echó unas gotas en la garganta de Trevor.
—No lo va a conseguir —dijo Hermione con toda seguridad.
—Sí lo hará —respondió ella.
—No, no lo hará.
—Eh, sí lo hará. Tienes que aprender a tener un poco de fe....
Se hizo un silencio total, mientras Trevor tragaba. Luego se oyó un ligero «¡plop!» y el renacuajo Trevor serpenteó en la palma de la mano de Snape. Los de Gryffindor prorrumpieron en aplausos. Snape, irritado, sacó una pequeña botella del bolsillo de su túnica, echó unas gotas sobre Trevor y éste recobró su tamaño normal.
—Bien hecho, Neville.
—¡Buena esa, Longbottom.
—Eso ha sido bestial, tío.
Aurora no se arrepintió de su decisión ya que una gran sonrisa apareció en el rostro de Neville.
Al día siguiente, después del castigo con la profesora Sprout (si te preguntas por qué, es porque Harry le tiró un trozo de pergamino y la profesora pensó que ella había empezado), se encontró de camino a Hogsmeade junto a Fred y George.
Ambos chicos la acorralaron después de su castigo y le preguntaron si quería "tomar unas cervezas de mantequilla" y "ponerse al día".
—Decidme, chicos —empieza a decir una vez que han dejado las tres cervezas de mantequilla en la mesa. Antes de continuar, toma un largo trago de una de ellas—. ¿Por qué estoy aquí reunida hoy?
—Quizá sólo queríamos pasar un poco de tiempo de calidad con nuestra chica favorita-
—y esa eres tú hoy-
—O tal vez-
—Sólo tal vez-
—Tenemos una propuesta para ti-
Levantó el dedo índice haciendo que los dos se callen. Esto despertó su interés
—¿Una propuesta? Por favor, continuad. Fred, querido mío, habla.
Fred le sonrió.
—Como ya sabes Rory, George y yo nunca hemos sido unos superdotados académicamente.
—Sí —George suspiró—. Una pena, la verdad.
—Lo es —Fred estuvo de acuerdo—. Y, por supuesto, mamá quiere que al menos completemos nuestros TIMOS antes de tomar cualquier decisión descabellada, pero George y yo hemos estado pensando. Queremos abrir nuestro propio negocio.
—Estamos pensando en una tienda de bromas o en una tienda de travesuras.
—¿No son lo mismo? —preguntó pero recibió dos encogimientos de hombros como respuesta—. Da igual, eso sería muy bueno para ustedes dos. ¿Por qué me estáis contando esto?
—Una razón —menciona George—. En primer lugar, queremos que te unas a nosotros.
La forma en que lo mencionó hizo que pareciera que no había ningún problema. Sus ojos se abren de par en par y parpadea rápidamente. Lo primero que pensó fue, «entonces, ¿seríamos socios?». Los dos la miran con idénticas miradas ansiosas.
¿Negocio? Poseer parte de una tienda de bromas. Sonaba divertido. Excepto que, sus abuelos la matarían; especialmente su abuelo, que odiaba las bromas.
—Eres la persona perfecta con la que emprender un negocio. La gente te tiene miedo y no se aprovechará de nosotros cuando empecemos. Además, como eres prácticamente parte de la familia, ¿quién mejor para entrar en el negocio?
—Estoy dentro —les dice a los dos con una sonrisa. La sonrisa de los dos gemelos llegaron hasta sus orejas.
«Una tienda de bromas», piensa Aurora, ya podía imaginar la reacción de su abuelo.
Sería una broma muy divertida para ella, pero no tanto para él.
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