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Now I must admit that I have played a part

In the way that things have gotten out of hand

But it's escalated almost to an art

I want to fix it, but I don't think I can


Slither, slither, slither

Put your fangs into my back

Slither, slither, slither

Think I don't know where you're at

Ahora he de admitir que he jugado una parte

De una forma en la que las cosas se han salido de control

Pero ha escalado hasta ser casi un arte

Quiero arreglarlo, pero no creo poder hacerlo


Deslízate, deslízate, deslízate

Clava tus colmillos en mi espalda

Deslízate, deslízate, deslízate

Creo que no sé en dónde estás

— Pit Of Vipers, Simon Curtis

[ ⊱ĭ⊰ ]

Tercera parte:

the bloodless garden

[ ⊱ĭ⊰ ]

[ 3:1 ]

Tearscolm, 25 de junio de 2022

Hostal Black Owl, 07:45 am


Lo primero que iluminan los rayos de sol es el cuerpo desmembrado de un perro: Un pastor alemán. Un Feráseo lo arrastra calle abajo, pintando un mural de sangre y baba negra frente al Black Owl. Lo primero que veo yo al despertar es una cama vacía. Jungkook no está, y la puerta del cuarto está abierta.

Llamé a mi madre hace un par de horas. Respondió al segundo y ya estaba gritando antes de que yo pudiera decir algo. Aunque no estaba gritándome precisamente a mí, sino que estaba gritándole al aire, al universo, a sí misma. Le dije que todo estaba bien, y que seguíamos en la casa de Sunoo, todos en una pieza. Y entonces se quedó callada por un momento antes de decir una y otra vez que estaba mintiendo. Mi madre había llamado a la mamá de Sunoo, y a la de Jeonghan y a la de Joshua, y ninguna sabía el paradero de sus hijos. El padre de Yeonjun ya nos había dado por muertos, y estaban preparando el informe de personas desaparecidas que le entregarían a la policía.

No tuve más remedio que decirle la verdad. Que salimos pasado el toque de queda y que un Feráseo casi nos mutila. Estaba claro que iba a mandarme a la mierda, pero se tranquilizó un poco cuando le mencioné que estábamos en el Black Owl y que el señor Choi nos estaba cuidando.

Me pidió que no saliera de ahí hasta que las cosas se calmaran. Que, apenas las calles estuvieran libres de demonios, ella misma vendría a recogerme en el hostal.

Intento alcanzar mi celular de la mesilla de noche, pero no está.

Me paso una mano por el rostro y me friego los ojos con los nudillos. Han sido solo tres horas, pero me siento bien. No me siento cansado, y no tengo ganas de volver a dormir, lo que es un milagro. Normalmente, me despierto con Jay sobre mí, y su sola presencia me deja tan exhausto que ni siquiera quiero levantarme de la cama. Busco a Jay en la esquina en la que se quedó la noche anterior, pero tampoco está. Me siento sobre la cama y vuelvo a pasarme la mano sobre el rostro, dándome unas palmadas en la frente para despertar.

Y es entonces cuando lo veo.

Lo veo.

A él.

Suelto un grito que recorre toda la habitación, y seguramente todo el pasillo. Retrocedo de un salto hasta golpearme la cabeza con el respaldar de la cama. El dolor es punzante y cualquier rastro de sueño ha abandonado por completo mi cuerpo. El corazón me late a mil por hora, y ruego que alguien me haya escuchado y que vengan por mí.

Hay una persona sentada en el borde de la cama. Lleva una máscara negra que parece brillar bajo la luz que entra por la abertura de la cortina. Es papel maché, las rugosidades en los pómulos levantados de la máscara son visibles incluso desde donde me encuentro, pero quizás está hecha de otro material en los bordes, porque lucen húmedos. Dos cuernos largos brotan desde la parte superior de la máscara y terminan por curvarse hacia adentro en las puntas. Los ojos son dos descuidados círculos blancos de crayón hechos por un niño, y la boca es una línea blanca gruesa que se extiende del borde derecho hasta el izquierdo. Tiene la cabeza inclinada hacia un lado, un abrigo con demasiados bolsillos y unos mechones de rubio cabello rebelde cayendo sobre la máscara.

Hay una persona.

Sentada en el borde de la cama.

No puedo decir nada. Mi garganta no parece funcionar, se siente como un tubo de metal oxidado, como si hubiera utilizado todo lo que me quedaba para soltar un grito cuando lo vi. La persona extiende su mano hacia mí, y es cuestión de instantes para que reconozca el material viscoso del que está hecha: Es la baba negra de las mariposas.

—Taehyung —susurra, a través de una capa de papel y cartón y baba. Solo basta con escucharlo para confirmar lo que mi cabeza ya estaba empezando a deducir. Es la misma voz, solo que un poco más suave. Ya no duele al escucharlo. No es un zumbido en mi cabeza. En realidad, tiene una voz agradable. Ahora suena más humano.

Extiendo mi mano también, pero él se aleja cuando nuestros dedos están por tocarse.

—¿Jay? Mierda, ¿qué pasó?

—El Natálido. Fue él, él hizo esto. No hay dudas. Es peligroso, Taehyung, es un ser desbordante de intenciones oscuras —se cubre el rostro (¿la máscara?) con las manos viscosas, y parece gimotear por lo bajo—. Vámonos, Taehyung. Salgamos. Es cuestión de tiempo para que explote, para que te mate. Para que nos mate.

—No podemos irnos aún —muevo la cortina lo suficiente como ver el paisaje mortal que es la avenida Seongcheom en esta soleada mañana. Hay uno que otro cadáver (animales) esparcido por la acera, dejando tras de sí una laguna de un rojo oscuro y una estampida de insectos revoloteando sobre la carne putrefacta. Me pregunto si las mariposas los mataron o si solamente trajeron los cadáveres hasta aquí. ¿Los Feráseos comen animales? Miro a Jay, ¿los Feráseos comen? ¿O solo matan por diversión?— Mira, hay como media docena de mariposas ahí abajo, ¿cómo quieres que salgamos?

—Vámonos, Taehyung. Las mariposas son el menor de nuestros problemas ahora mismo. Están tomando una mala decisión —se levanta de la cama, mueve la cabeza de arriba hacia abajo y de un lado a otro, caminando en círculos por la habitación—. Malas decisiones, Taehyung. Estás lleno de malas decisiones.

—Mierda, no —suelto un gemido desde el fondo de mi garganta y me cubro con la cobija—. No en la mañana, Jay. Por favor.

No me escucha, y entonces desemboca, como un río fuera de control tras una tormenta. Una inundación que está a punto de arrasar con un pueblo entero. Yo soy ese pueblo.

—Tu madre, ¿por qué dejaste a tu madre? Estaba llorando, Taehyung. Llora. Ella llora, todas las noches. Y tú preferiste salir con Joshua y Jeonghan. Y la dejaste sola. Con tu padre.

—Por favor —digo, debajo de las cobijas. Intento cubrirme los oídos, pero es como si él estuviera en mi cabeza.

—La bicicleta, Taehyung. ¿Recuerdas? ¿No lo recuerdas? No la vendiste, aunque tu madre te lo pidió de rodillas. No la vendiste, aún cuando ella te dijo que el dinero iría para tu matrícula. No la vendiste, Taehyung. Malas decisiones.

Cierro los ojos. Está pasando. Jay está perdiendo el control, y eso significa que yo también me volveré loco y perderé el control. Es como una grabadora. Cuando tu dedo cae sobre el botón equivocado, empieza a enumerar uno por uno todos los episodios de tu vida que sería mejor olvidar. Que te has esforzado por borrar, por mantenerlos al margen y seguir adelante.

Jay los trae a flote desde los fondos más recónditos de mi memoria.

—Sunoo no quería hacer esto. Sunoo no quería alcohol en su cumpleaños. Te lo dijo. Te dijo que preferiría hacer cualquier cosa en lugar de beber, pero aún así le dijiste a Joshua que comprara ese paquete de cervezas. Y aún así apoyaste a Jeonghan cuando sugirió que salieran pasado el toque de queda. Estamos aquí por ti, Taehyung —siento un peso sobre mí, unas manos buscándome por encima del edredón. Se me erizan los vellos de la nuca, y no sé si quiero gritar o llorar— Llegamos a este punto por tu culpa, Taehyung. Es tu culpa. ¿Por qué no puedes tomar una buena decisión por primera vez? ¿Por una única vez?

—¡Mierda, cállate de una vez! —grito, empujándolo con todas mis fuerzas. Pateo el edredón, que cae al piso, solo a centímetros de donde está ahora Jay. Se golpea la espalda contra la pared más cercana antes de quedar rendido, inmóvil como un muñeco. La máscara cede un poco, y logro ver un pequeño atisbo de la piel de su frente. Me duele la cabeza. Los golpes de realidad, estos pequeños ataques que Jay tiene de vez en cuando son una completa mierda. Y la razón principal por la que deseo profundamente que desaparezca. Aunque tengo que admitir que verlo descontrolarse con este nuevo aspecto humanoide me parece mucho más escalofriante que cuando lo hacía en su forma de Feráseo.

Escucho un toqueteo en la puerta. Me giro para encontrarme con Jungkook, parado junto al umbral y con la mirada fija en la pantalla de mi celular. Sigue descalzo, pero ha vuelto a usar la ropa de la noche anterior. Los dedos de Jay se contraen, pero no parece dispuesto a levantarse.

—Buenos días, chico rarito. Baja a desayunar, solo faltas tú —ahora que habla con su tono de voz normal es que reparo en el hecho de que toda nuestra conversación anoche fue en susurros. Es más grave de lo que esperaba, más filosa. Levanta la cabeza solo un poco, y una ceja se le arquea—. Por cierto, ¿todo bien? Volviste a hablar solo, gritaste. ¿Estás bien?

Hablar solo.

Jay no se mueve.

¿Jungkook no lo ve? ¿Ni siquiera en esta forma?

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2023 ]

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