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El grupo de adultos reunidos junto a una camioneta gris y una pequeña moto roja bajan las armas al ver que en la camioneta destrozada que se acerca hacia ellos están sus hijos. Las lanzan al suelo y levantan los brazos, lloran y se abrazan. Me inclino hacia adelante y distingo a mamá junto al señor Choi. Él tiene una mano en su cintura y ambos saludan hacia nuestra camioneta. No hay rastro de papá.
Soobin acelera (no pensé que sería posible) y no tardamos en llegar junto a ellos. Yeonjun abre la puerta de copiloto antes de que Soobin se estacione y se abalanza sobre su padre y su madre, que ya lo esperaban con los brazos abiertos. Sunoo hace lo mismo con la puerta del asiento trasero y se funde entre los brazos de su mamá y su abuelo. El señor Namgil deja a mamá y casi cae al suelo cuanto un trío de vampiros mucho más altos que él le caen encima. Se echa a reír y se las arregla para rodear a sus tres hijos con sus brazos regordetes.
Jeonghan solloza mientras su mamá le sostiene el rostro. Te ves tan feo cuando lloras, deja de hacerlo. Deja de llorar, mi corazón, ya estoy aquí le dice ella, llorando más fuerte que él. Tú también te ves fea, le dice él, pero la abraza como si nunca quisiera soltarla en toda su vida. La madre de Joshua le pasa los dedos por debajo de los ojos, por las cejas y los labios y dice Mi niño, mi niño está bien. Mi niño está a salvo. No vuelvas a asustarme así, nunca más. Él asiente con la cabeza derramando lágrimas silenciosas.
Mamá está parada frente a mí. Siempre fue una mujer alta, y puedo verla a los ojos incluso después de dar el estirón. Tiene el cabello atado y los ojos rojos. Hay un arma a sus pies. Da un paso hacia mí y siento sus manos suaves y delicadas en mis mejillas, y de pronto vuelvo a ser un niño de once años que no cree en las leyendas de la ciudad, que dibuja mientras su madre plancha su uniforme, que está en una habitación que huele a lavanda escuchando Laughing On the Outside. Pero esta vez no me quejo cuando mamá planta un beso en mi frente. No espero a que me suelte para correr escaleras arriba y llamar a mi amigo a escondidas. No, no la suelto. No la suelto, no la suelto, y nunca la soltaré.
—Taehyung, mi Taehyung. Estás bien. Siempre supe que estarías bien. Eres tan valiente aunque no lo sepas. Eres tan valiente. ¿El Umbra ya se fue?
—Sí, mamá —digo, dejando que me limpie las lágrimas—, ¿y papá?
—Él... se impacientó porque no regresabas, hijo. Quiso... salir a buscarte por su cuenta —suspira, pero es más decepción que otra cosa. Parece sorprendida de haber podido soportar a un hombre así por tanto tiempo.
—Y nunca regresó —completo. Ella asiente.
No lloro la (muy posible) muerte de mi padre. En realidad, saber que ya no está me produce un alivio tan grande que me siento un poco culpable. El mismo sentimiento agridulce que experimenté con Jay sí se hace presente cuando regreso a esos buenos momentos que tuvimos juntos antes de que el caos se desatara en casa. Extrañaré esa versión de papá, no hay dudas, pero ¿el monstruo que golpeaba a mamá todas las noches? Estoy más que agradecido que pague sus pecados en el infierno. Si sigue con vida, espero que se quede atrapado en Tearscolm para siempre.
—Tenemos que irnos —dice el señor Choi. Estamos alejados de la entrada de Tearscolm, pero obviamente seguimos en una zona riesgosa y al alcance del Gran Demonio. Aún de espaldas luce impresionante—. Suban, chicos. Recastaré lo que se pueda de la camioneta. Nos iremos en cinco minutos.
Nosotros volteamos a ver la camioneta al mismo tiempo y es inconcebible pensar que estuvimos ahí dentro hace un momento. La camioneta está irreconocible con los restos de Santalan-clon cubriéndola en su totalidad. Namgil se mancha la ropa y las manos, pero consigue abrir el maletero y saca las reservas y municiones que Jeonghan organizó. Sus hijos le ayudan a ponerlas en la buseta del papá de Yeonjun.
Tenemos suerte de que trabaje en una empresa de transportes y que haya espacio para todos adentro, incluso si vamos un poco apretados. Nuestros padres nos limpian el rostro con pañuelos húmedos y empezamos a subir a la buseta. El interior, limpio y perfumado con un ambientador en forma de pino, no se compara a la camioneta destrozada.
—El señor Choi nunca nos envió el mensaje —le digo a mamá cuando ya estamos dentro. Ella suspira y toma mi mano entre las suyas.
—Le dije que ustedes debían salir al mismo tiempo, o que por lo menos él fuera con ustedes. No escucha, nunca ha escuchado. Es un hombre tan terco —juega con mis dedos e intenta calentar mi mano helada—. Envió el mensaje. No había señal, así que nunca llegó.
—No salíamos por el mensaje. Si no fuera por —Jay. Si no fuera por Jay— el Umbra, nunca habríamos salido del hostal. Él nos dijo que el Gran Demonio estaba cerca.
Ella levanta la mirada, sorprendida y sin palabras. Observa a ambos lados y se acerca un poco más.
—¿Tu Umbra les advirtió sobre la llegada de el Gran Demonio? —asiento y mamá parece confundida y asombrada en partes iguales—. Me parece... increíble. ¿Acaso... dejó de ser hostil? Como la mujer a la que entrevistamos —se muerde el dedo pulgar y parece rebuscar en su archivo mental todo lo que investigaron sobre los Umbras. No puedo evitar sonreír. Me la imagino con la misma expresión en su época de universidad—. Me alegra que ese demonio haya hecho algo bueno por ti, hijo. Hay monstruos que no son tan malos a veces, ¿no crees? —me ofrece una pequeña sonrisa.
—Eh, hablando de monstruos que no son tan malos... —empiezo a decir. Somos los únicos en la buseta (yo era el único limpio y el papá de Yeonjun se negaba a dejar a chicos sucios entrar a su preciosa buseta), pero un chico bobo y escandaloso irrumpe el silencio.
—¡Kim Taehyung! Te sentaste al lado del demonio todo el viaje, ahora tienes que ir a... —se queda callado, ya con un pie dentro de la buseta. Termina de entrar y hace contacto visual con mamá. Sonríe, completamente apenado, y hace una reverencia torpe—. Señora Kim, es un gusto conocerla. Soy, eh, Jeon Jungkook —dice, sin hacer pausas y tropezando entre palabras. Se niega a levantar la mirada.
Mamá, para mi sorpresa, se levanta y camina hacia él. Jungkook se sorprende y se muerde el labio, mirándome por sobre el hombro de mamá. Expone el par de colmillos, y yo intento sonreírle, articulando un lo estás haciendo bien con los labios.
—Tienes colmillos —dice mamá, más como un hecho que una pregunta. Jungkook tartamudea un poco antes de responder.
—Sí.
—No puede ser —se cubre la boca con ambas manos y parece a punto de echarse a llorar otra vez—. Eres uno de los hijos de Mina, ¿cierto? Vivieron —abraza a Jungkook con fuerza y empieza a llorar—. Creí que no sobrevivieron al parto. Nunca supe... nunca supe cuántos eran. Por Dios, me alegra tanto saber que están bien. Por un momento creí que Namgil había adoptado tres niños —se ríe sorbiéndose la nariz y se aleja un poco de Jungkook para mirar con detalle su rostro—. Eres idéntico a ella, hijo.
Vuelve a abrazarlo. Jungkook está petrificado, con las manos en el aire en lugar de devolverle el abrazo a mamá. Veo que sus ojos resplandecen un poco. Ya no tiene nada en el rostro, ni sangre ni baba negra, así que la lágrima solitaria que baja por su ojo derecho es perfectamente visible.
—¿Mamá... se llamaba Mina?
¡Nos leemos luego, por (casi) la última vez en Killing Butterflies! :(
[ Noduru, 2024 ]
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