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[ 14:6 ]
—Tenemos que atravesar al Gran Demonio —digo. Tengo la voz ronca, como cuando desperté después de los dos días estando inconsciente. Jungkook es un verdadero desastre, atrapado en media transformación y lleno de heridas que se sanan al instante, negrura y sangre.
—¿Qué? —pregunta, aunque no lo escucho. Solo leo sus labios, porque el caos en la camioneta sigue sin cesar.
—Maldición, ¡escúchenme! —grito, después de aclararme la garganta. Todos se callan en cuestión de un segundo y se voltean— Jay... —se fue. Mierda, por fin se fue— dijo que este no es Santalan. Es una réplica. Tenemos que atravesarlo, y la sangre de conejo es suficiente para herirlo. Soobin —le digo. Es el único vampiro que no luce como si hubiera masacrado a un grupo de Feráseos, pero es también la primera vez que lo veo tan asustado. Incluso los vampiros temen por su vida en un momento así—, arranca el auto. Estamos en el puente, tenemos que ir recto y no detenernos.
—Moriremos, Taehyung —dice Yeonjun, con los ojos desorbitados y salpicaduras de baba negra manchándole los labios y las mejillas. Sonríe como si toda la situación fuera un mal chiste—. No podemos atravesar a un maldito monstruo. Nos engullirá vivos.
—Moriremos de todos modos si nos quedamos aquí parados —dice Joshua. Tiene los ojos hinchados y rojos. Jeonghan sigue abrazándolo—. Agradezcan que el hijo de puta se distrajo destruyendo la ciudad y no nos ha aplastado aún.
—Tenemos que hacer lo que dijo el demonio —dice Jungkook, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Roza una herida por accidente y se queja—. Jay. Tenemos que escucharlo. El demonio sabe más de estas cosas.
—Taehyung, ¿puedes preguntarle si está seguro de que funcionará? —pregunta Soobin. Todos me miran con expectación en sus miradas, y una punzada agridulce me cruza el pecho antes de responder con una media sonrisa.
—Jay ya no está aquí. Se ha ido —me abstengo de añadir un por fin.
Comprenden al instante y uno que otro suspira. Soobin enciende el auto, pero le dedica una mirada a Yeonjun en busca de una confirmación. Yeonjun toma aire profundamente, dejando el arma en su regazo y apoyándose contra la puerta evitando la mirada de todos. Solo Soobin y yo alcanzamos a ver el casi imperceptible asentimiento de su cabeza.
—Cierren las ventanas —dice Yeonjun, sin mirar a ninguno, con voz grave—. Si moriremos, preferiría que no sea cubiertos de esa asquerosa baba negra.
Riki entra por completo al auto (seguía con la mitad del cuerpo afuera en caso de otro ataque), Sunoo también deja caer el arma en su regazo y todas las defensas cierran sus ventanas. El auto se siente mucho más pequeño y compacto ahora, pero el asiento libre que ha dejado Jay no tarda en ser ocupado por Jungkook. Soobin no espera ni un segundo más y arranca nuevamente a una velocidad inhumana que nos haría merecedores de más de una multa en una ciudad normal.
Jeonghan se esconde en el abrazo de Joshua, que lo sostiene como a un niño asustado. Riki logra maniobrar dentro de la camioneta para terminar encima de Sunoo. El arma cae al suelo y agradezco que haya puesto el seguro antes. Riki y Sunoo se abrazan, y me parece escuchar un susurro-mitad-sollozo en el asiento de enfrente. Yeonjun mira a Soobin con los ojos brillantes por las lágrimas que ahora derrama sin contenerse. Me levanto un poco del asiento para ver que Soobin le devuelve la mirada por menos de un segundo, sin permitirse llorar aunque su mirada acuosa lo delata por completo, y el yo también te amo que alcanzo a leer en sus labios me destroza el alma.
Nos acercamos cada vez más al clon de Santalan. Es tan alto que se concentra en la enorme ciudad que tiene en frente y afortunadamente se olvida en su totalidad del autito que se mueve hacia él a toda velocidad. No debemos ser más grandes que una cucaracha para él. Somos irrelevantes, al alcance de su mano. La negrura que se extiende sobre nosotros se vuelve más oscura con el paso de los segundos, y es justo un momento antes de que todo se vuelva completamente negro que siento los brazos de Jungkook rodeándome con fuerza.
Recuerdo el primer ataque de los Quirópteros, a un día de conocernos, cuando me desmayé y Jungkook me cargó como a una princesa. Los vampiros han estado cuidando nuestra espalda desde el día uno. Y, cuando no pueden hacer nada contra el peligro que nos acecha, nos esconden en su regazo. Quieren escondernos del impacto. No cierro los ojos porque daría un poco igual en la penumbra, pero me siento tentado a hacerlo cuando siento sus manos en mi espalda.
Todo es silencio y respiraciones contenidas cuando estamos dentro del Gran Demonio. Escuchamos fuertes rugidos amortiguados por toda la materia viscosa que nos rodea. Los gritos de los habitantes de Tearscolm se vuelven lejanos. Estamos quemándolo desde dentro, y empieza a moverse con desespero en busca de cesar el dolor. Lo sentimos en las sacudidas que da la camioneta, pero ninguno dice nada y solo afianzan sus abrazos. Asumo que el clon del Gran Demonio metió una mano en su propio estómago para intentar sacarnos, pero la velocidad del auto lo hace casi imposible. La sustancia viscosa ralentiza las llantas, pero seguimos moviéndonos con gran rapidez. O eso supongo, porque no podemos ver nada. Sus enormes dedos apenas rozan la camioneta, y no hacen más que darnos un bien merecido empujón.
Escucho el corazón de Jungkook con toda claridad. Parpadeo intentando acostumbrarme a la oscuridad y empiezo a discernir siluetas dentro del auto. Todos estamos bien y con vida. En el estómago de un monstruo (por voluntad propia), pero nadie ha muerto y ese es el mejor escenario que nos podríamos haber imaginado.
Las llantas vuelven a tocar suelo y hemos dejado a Santalan-clon y al puente de Tearscolm atrás. Soobin enciende el parabrisas y, aunque rechina y lucha contra la viscosidad desagradable, nos deja una pequeña abertura en la ventana de enfrente por la que entra luz.
La enorme calle que se extiende frente a nosotros como una luz esperanzadora al final del camino hace que todos empiecen a lanzar alaridos festivos y que los abrazos aterrados se conviertan en unos de celebración. Joshua grita que estamos vivos, y Jeonghan le sigue mientras aullan como lobos y comparten un fugaz pero estruendoso beso antes de estallar en carcajadas. Sunoo empieza a llorar de la felicidad, y Yeonjun se ríe con incredulidad. Riki le da unas palmadas a Jungkook mientras sonríe enseñando todos los dientes. Soobin sigue tenso mientras conduce, pero puedo notar la pequeña sonrisa que se extiende en sus labios.
—¿Estás bien? —me pregunta Jungkook en un susurro, después de darle una media sonrisa a Riki. Parpadeo sin poder creerlo, mirando por la ventana de atrás y encontrándome la mancha de baba negra que cubre el auto. Trago e intento sonreír.
—Sí —le respondo, tocándole el rostro—, ¿tú?
—También.
Nos miramos por un segundo más antes de empezar a reír también. Entonces Jungkook me besa y sus labios saben a victoria y esperanza incluso con toda la suciedad y sangre que hay en medio. Lo beso con ímpetu. Sus colmillos enormes desaparecieron hace un tiempo, junto a los ojos brillantes y las orejas de murciélago. Riki tampoco los tiene cuando besa a Sunoo. Asumo que se transformaron de vuelta cuando entramos al túnel-estómago del Gran Demonio.
—¡Yeonjun! —exclama Jeonghan cuando las risas cesan, pero su rostro brilla más que nunca (y no solo por las lágrimas secas)— ¿No es la buseta de tu papá?
—¡Y la Vespa del señor Choi! —grita Joshua también.
—Son nuestros padres. Dios, están todos ahí —Yeonjun abre la ventana y saca la cabeza y el brazo— ¡Papá! ¡Papá! —grita con todas sus fuerzas, y su voz se rompe en llanto— ¡Papá, estoy aquí!
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2024 ]
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